En el camino de Santiago, por la vía de
Toulouse, pasado el río Garona, se encuentra en primer lugar la tierra
Gascuña; y luego, pasado el Somport, la tierra de Aragón y después
Navarra, hasta Puente Arga y más allá. Por la ruta de Port de Cize,
despues de la Turena, se encuentra la tierra de los poitevinos, productiva,
óptima y llena de toda felicidad. Los poitevinos son gente fuerte y
guerrera, muy hábiles en la guerra con arcos, flechas y lanzas, confiados
en la batalla, rapidísimos en las carreras, cuidados en su vestido,
distinguidos en sus facciones, astutos en sus palabras, muy dadivosos en sus
mercedes, pródigos con sus huéspedes.
Después se encuentra el país de Saintes;
luego pasado el estuario del río Garona, está la tierra de Burdeos, que es
fértil en vino y en peces, pero de rústica lengua. Se tiene a los Saintes
por burdos pr su idioma, pero los bordeles lo son aún más. Después se
atraviesan durante tres agotadoras jornadas las landas bordelesas. Esta es
tierra completamente desolada, carente de pan, vino, carne, pescado, ríos y
fuentes, de escasas aldeas, llana, arenosa, aunque abundante en miel, mijo,
panizo, y puercos. Pero si por casualidad la atraviesan en verano, guarda
cuidadosamente tu rostro de las enormes moscas, que vulgarmente se llaman
avispas o tábanos, que allí abundan mucho. Y si no miras atentamente
dónde pisas, en la arena del mar, que allí abunda, rápidamente te
hundirás hasta la rodilla.
Pasado, pues, este país, se encuentra
Gascuña, tierra rica en pan blanco y espléndido vino tinto, y dotada de
bosques, prados y ríos y fuentes sanas. Los gascones son ligeros de
palabra, parlanchines, reidores, libidinosos, bebedores, pródigos en las
comidas, mal vestidos, descuidados en sus ropas y adornos; pero
acostumbrados a la guerra y distinguidos por su hospitalidad con los pobres.
Acostumbran comer sin mesa, sentados alrededor del fuego y beber todos por
un mismo vaso. Comen y beben largamente, pero visten mal y duermen torpe y
suciamente mezclados tdos sobre unas pocas pajas, los siervos con el señor
y la señora. A la salida de este país, en el camino de Santiago, se
encuentran dos ríos que corren por cerca de la Villa de San Juan de Sorde,
uno a su derecha y otro a su izquierda: que uno de ellos se llama gave y el
otro río y que no pueden cruzarse en modo alguno sin embarcación. Y los
barqueros de éstas se condenarán indudablemente; pues aunque aquellos
ríos son muy estrechos, sin embargo por cada hombre, tanto pobre como rico,
que transportan hasta la otra orilla, suelen cobrar un dinero, y por las
caballerías cuatro, que exigen incluso por la fuerza, abusivamente. Y su
nave es pequeña, hecha de un solo árbol, y en ella no caben los caballos;
cuando hayas embarcado en ella guárdate prudentemente de caer, por
casualidad, al agua. Te convendrá arrastrar por las riendas a tu caballo
detrás de ti, fuera de la nave, por el agua. Por eso entra en ella con
pocos, pues si va muy cargada peligrará. Tambien muchas veces los barqueros
meten tanta cantidad de peregrinos, tras cobrarles el precio, que vuelca la
nave, y se ahogan los peregrinos en el río. Por lo que malignamente se
alegran los barqueros, apoderandose de los despojos de los muertos.
Después, ya cerca de Port de Cize, se
encuentra el país vasco, que tiene en la costa hacia el norte la ciudad de
Bayona. Esta tierra es bárbara por su lengua, llena de bosques, montuosa,
desolada de pan, vino y de todo alimento del cuerpo, salvo el consuelo de
las manzanas, la sidra y la leche. En esta tierra, a saber, cerca de Port de
Cize, en el pueblo llamado Ostabat y en los de Saint-Jean y
Saint-Michel-Pied-de-Port se hallan unos malvados portazgueros, los cuales
totalmente se condenan; pues saliendo al camino a los peregrinos con dos o
tres dardos cobran por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se
niega a darles los dineros que les han pedido, le pagan con los dardos y le
quitan el censo, insultándole y registrándole hasta las calzas. Son
feroces y la tierra en que moran es feroz, silvestre y bárbara: la
ferocidad de sus caras y los gruñidos de su bárbara lengua aterrorizan el
corazón de quienes los ven. Aunque legalmente solamente deben cobrar
tributo a los mercaderes, lo reciben injustamente de los peregrinos y de
todos los viajeros. Cuando deben cobrar normalmente de cualquier cosa cuatro
monedas o seis, cobran ocho o doce, es decir, el doble. Por lo cual mandamos
y rogamos que estos portazgueros con el rey de Aragón y los demás
potentados que reciben de ellos los dineros del tributo, y todos los que lo
consienten, a saber: Raimundo de Solis y Viviano de Agramonte y el Vizconde
de San Miguel con toda su descendencia, junto con los antedichos barqueros y
Arnaldo de Guinia con todos sus descendientes futuros y con los demas
señores de los citados ríos, que injustamente reciben de aquellos mismos
barqueros los dineros de la navegación, con los sacerdotes también que a
sabiendas les dan confesión o comunión, o les celebran oficios divinos, o
los admiten en la iglesia, sean excomulgados no sólo en las sedes
episcopales de sus respectivas tierras, sino también, oyéndolo los
peregrinos, en la basílica de Santiago, hasta que por larga y pública
penitencia se arrepientan y moderen sus tributos. Y cualquier prelado que,
por caridad o por lucro, quiera perdonarlos de esto, sea herido por la
espada del anatema. Y sépase que dichos portazgueros en modo alguno deben
percibir tributo de los peregrinos, y los repetidos barqueros sólo deben
cobrar un óbolo por la travesía de dos hombres, si son ricos, y por su
caballo un solo dinero, pero de los pobres nada. Y deben tener también
barcas grandes en que holgadamente puedan entrar las caballerías y los
hombres.
En el país vasco hay en el camino de
Santiago un monte muy alto que se llama Port de Cize, o porque allí se
halla la puerta de España, o porque por dicho monte se transportan las
cosas necesarias de una tierra a otra; y su subida tiene ocho millas y su
bajada igualmente ocho. Su altura es tanta que parece tocar al cielo. Al que
lo escala le parece que puede alcanzar el cielo con la mano. Desde su cumbre
pueden verse el mar británico y el occidental, y las tierras de tres
países, a saber: de Castilla, de Aragón y de Francia. En la cima del mismo
monte hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él con hachas,
con piquetas, con azadas y demás herramientas abrió una senda Carlomagno
al dirigirse a España con sus ejercitos en otro tiempo y, por último,
arrodillado de cara a Galicia elevó sus preces a Dios y Santiago. Por lo
cual, doblando allí sus rodillas los peregrinos suelen rezar mirando hacia
Santiago y todos ellos clavan sendas cruces, que allí pueden encontrar-se a
millares. Por esto se considera aquel lugar el primero de la oración a
Santiago. En este mismo monte, antes de que creciese plenamente por tierra
españolas la cristiandad, los impíos navarros y vascos solían no solo
robar a los peregrinos que se dirigían a Santiago, sino también
cabalgarlos como asnos, y matarlos.
Junto a este monte, hacia el norte, hay un
valle que se llama Valcarlos, en el que acampó el mismo Carlomagno con sus
ejércitos cuando los guerreros fueron muertos en Roncesvalles, y por el que
pasan también muchos peregrinos que van a Santiago y no quieren escalar el
monte. Luego, pues, en el descenso del monte se encuentra el hospital y la
iglesia en donde está el peñasco que el poderoso héroe Roldán partió
con su espada de arriba a bajo de tres golpes. Después se halla
Roncesvalles, lugar en que en otro tiempo se libro la gran batalla en la
cual el rey Marsilio, Roldán y Oliveros y otros ciento cuarenta mil
guerreros cristianos y sarracenos fueron muertos.
Tras este valle se encuentra Navarra,
tierra considerada feliz por el pan, el vino, la leche y los ganados. Los
navarros y los vascos son muy semejantes en cuanto a comidas, trajes, y
lengua, pero los vascos son algo más blancos de rostro que los navarros.
Estos se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, a
la manera de los escoceses, y usan un calzado que llaman albarcas, hechas de
cuero con pelo, sin curtir, atadas al pie con correas, que sólo resguardan
la planta del pie, dejando desnudo el resto. Gastan unos capotes de lana
negra, largos hasta los codos y orlados a la manera de una paenula, (la
paenula era una especie de capota de viaje, largo hasta las rodilaas,
cerrado y sin mangas, con un agujero para la cabeza y un capuchón)que
llaman sayas. Comen, beben y visten puercamente. Pues toda la familia de una
casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la
señora, suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una
cazuela, no con cuchara, sino con las manos, y suelen beber por un vaso. Si
los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los
oyeses hablar, te recordarian el ladrido de los perros, pues su lengua es
completamente bárbara. A Dios le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea
María; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado,
araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la señora, andrea;
a la iglesia, elicera; al prebítero, belaterra, lo que quiere decir bella
tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; a Santiago, iaona
domne Iacue. Este es pueblo bárbaro, distinto de todos los demás en
costumbres y modo de ser, colmado de maldades, oscuro de color, de aspecto
inicuo, depravado, perverso, pérfido, desleal y falso, lujurioso, borracho,
en toda suerte de violencias ducho, feroz, silvestre, malvado y réprobo,
impío y áspero, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud y diestro
en todos los vicios e inquiedades; parecido en maldad a los getas y
sarracenos, y enemigo de nuestro pueblo galo en todo. Por sólo un dinero
mata un navarro o un vasco, si puede, a un francés. En algunas de sus
comarcas, sobretodo en Vizcaya y Alava, el hombre y la mujer navarros se
muestran mutuamente sus verguenzas mientras se calientan. También usan los
navarros de las bestias en impuros ayuntamientos. Pues se dice que el
navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que
nadie se le acerque, sino él mismo. También besa lujuriosamente el sexo de
la mujer y de la mula. Por lo cual, los navarros han de ser censurados por
todos los discretos. Sin embargo, se les considera buenos en batalla campal,
malos en el asalto de castillos, justos en el pago de diezmos y asiduos en
las ofrendas a los altares. Pues cada día al ir los navarros a la iglesia,
hacen una ofrenda a Dios, o de pan, vino o trigo, o de algún otro producto.
Siempre que un navarro o un vasco va de camino se cuelga del cuello un
cuerno como los cazadores y lleva en las manos, según costumbre, dos o tres
dardos que llaman azconas. Al entrar y salir de casa, silba como un milano.
Y cuando estando escondido en lugares apartados o solitarios para robar,
desea llamar silenciosamente a sus compañeros, o canta a la manera del
buho, o aúlla igual que un lobo.
Suele decirse que descienden del linaje de
los escoceses, pues a ellos se parecen en sus costumbres y aspecto. Es fama
que Julio César envió a España, para someter a los españoles, porque no
querían pagarles tributo, a tres pueblos, a saber: a los nubianos, los
escoceses y los caudados cornubianos, ordenándoles que pasasen a cuchillo a
todos los hombres y que sólo respetasen la vida a las mujeres. Y habiendo
ellos invadido por mar aquella tierra, tras destruir sus naves, la
devastaron a sangre y fuego desde Barcelona a Zaragoza, y desde la ciudad de
Bayona hasta Montes de Oca. No pudieron traspasar esos límites, porque los
castellanos reunidos los arrojaron de sus territorios combatiendolos.
Huyendo, pues, llegaron ellos hasta los montes costeros que hay entre
Nájera, Pamplona y Bayona, es decir, hacia la costa en tierras de Vizcaya y
Alava, en donde se establecieron y construyeron muchas fortalezas, y mataron
a todos los varones a cuyas mujeres raptaron y en las que engendraron hijos
que después fueron llamados navarros por sus sucesores. Por lo que navarro
equivale a no verdadero, es decir, engendrado de estirpe no verdadera o de
prosapia no legítima. Los navarros también tomaron su nombre
primitivamente de una ciudad llamada Naddaver, que está en las tierras de
que en un principio vinieron, en los primeros tiempos, el apóstol y
evangelista San Mateo.
Después de la tierra de estos, una vez
pasados los Montes de Oca, hacia Burgos, sigue la tierra de los españoles,
a saber, Castilla y Campos. Esta tierra está llena de tesoros, abunda en
oro y plata, telas y fortísimos caballos, y es fértil en pan, vino, carne,
pescado, leche y miel. Sin embargo, carece de árboles y está llena de
hombres malos y viciosos.
Después, pasada la tierra de León y los
puertos del monte Irago y monte Cebrero, se encuentra la tierra de los
gallegos. Abunda en bosques, es agradable por sus ríos, sus prados y
riquísimos pomares, sus buenas frutas y sus clarísimas fuentes; es rara en
ciudades, villas y sembrados. Escasea en pan de trigo y vino, abunda en pan
de centeno y sidra, en ganados y caballerías, en leche y miel y en
grandiosísimos y pequeños pescados de mar; es rica en oro y plata, y en
tejidos y pieles silvestres, y en otras riquezas, y sobretodo en tesoros
sarracenos. Los gallegos, pues, se acomodan más perfectamente que las
demás poblaciones españolas de atrasadas costumbres, a nuestro pueblo
galo, pero son iracundos y litigosos.
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