El
camino de Santigo por tierras de La Rioja
Logroño
Desde el altozano navarro dominado por Viana y a media
legua se alcanzan las agujas de las iglesias logroñesas. Cruzando el Ebro,
la ruta jacobea entra en tierras del reino castellano, aunque durante mucho
tiempo este territorio fue enseñoreado por los monarcas navarros. El
dominio de éstos se inicia con la ocupación de Viguera por Sancho Garcés
en el año 921, y la de Nájera por Ordoño en el 923. Pasó definitivamente
a poder castellano con la conquista de Alfonso VI en 1076. En tiempos de
Aymeric todavía existía el recuerdo de este señorío navarro hasta más
allá de Nájera, tal como parce desprenderse de sus palabras: "Después
de la tierra de éstos -los navarros-, una vez pasados los Montes de Oca,
hacia Burgos, sigue la tierra de los españoles, a saber: Castilla y Campos".
El carácter fronterizo del Ebro se aprecia en todas las guías e
itinerarios de los peregrinos; los avisos de cambio de moneda al cruzar el
puente son muy elocuentes: «acábanse los coronados -moneda navarra- y
tienes que aprender a conocer los maravedís» .
Nada se conserva del Puente sobre el Ebro que se
remontaba a los tiempos de la romanidad. Sabemos que por iniciativa de san
Juan de Ortega, discípulo del riojano Domingo de la Calzada, la vieja obra
de la ingenieria romana fue restaurada para facilitar el paso de peregrinos
y viajeros, en general. Una descripción del siglo XVII nos suministra una
visión aproximada:
...tenía de largo 716 pies de vara, 12 arcos reales,
46 pies de hueco y 18 pies de anchura; hay sobre él tres torres en
puestos proporcionados que han servido diversas veces a todo el reino de
gloriosa defensa y es blasón de la ciudad.
Cuando, en 1775, se produjo una gran riada, el puente,
bajo la protección de su constructor Juan de Ortega, permaneció indemne,
por lo que la ciudad decidió instituir al santo un voto perpetuo. En la
actualidad, en el mismo sitio se levanta un puente de piedra construido en
el siglo XIX.
Como tantas otras ciudades hispanas remonta su origen a
una romanidad de oscura interpretación. Su existencia parece más clara
bajo el dominio musulmán, aunque su historia documentada sólo corresponde
a finales del siglo XI, al iniciarse la repoblación de un pequeño lugar
habitado junto al puente del Ebro. Será, en el año 1095, cuando Alfonso VI
conceda los fueros que permitan un rápido desarrollo urbano.
Del viejo planteamiento urbanístico del Logroño
medieval poco es lo que resta, sin embargo es suficiente para permitirnos
tener una idea de cómo era la urbe que contemplaban los peregrinos. Para el
clérigo Laffi, el Logroño del siglo XVII, que él contempló, le dejó un
recuerdo agradable:
Es una ciudad bastante grande, muy bella, rica y cómoda
y abundante de todo, situada en llano. Un gran río pasa junto a sus muros
por el lado septentríonal, dirígiéndose al Este. Después de visitar
varios conventos de frailes y monjas, bellísimos, llegamos a una gran
puerta que permite salir de la ciudad.
Al igual que toda ciudad
«caminera», su recinto murado se extendía longitudinalmente, teniendo uno
de sus flancos protegido por la muralla que corría a lo largo de la orilla
del río. Entre las casas, surgen fragmentos residuales de los muros de los
siglos XII y XIII. Donde la muralla todavía conserva su aspecto más
monumental es en la Torre del Revellín; aquí tuvo lugar la más famosa
gesta bélica de Logroño: la resistencia frente al sitio de los franceses,
en 1521. En este lugar, la ruta callejera adopta una forma acodada para
salir de la urbe; el capricho de las construcciones modernas ha querido que
las viejas soluciones del urbanismo militar persistan, aunque sea de una
forma espontánea.
Nada más cruzar el puente, el peregrino entraba en
Logroño. El Camino se convertía en rúa que recorría de Sur a Norte la
ciudad, en la que más de diez iglesias centraban en su entorno los diez
barrios o quiñones. Varios de estos templos mantenían un hospital o una
hospedería; sin embargo, el principal el Hospital de San Juan.
Hacia la mitad de la rúa,
habiendo dejado a la izquerda la Iglesia de Santa María del Palacio, se encontraban
con la Iglesia de Santiago, parada obligatoria donde descansar,
rezar al Apóstol y saciar la sed en la Fuente de los Peregrinos. Allí
cerca, en la misma Rúa Vieja, había una casa que recordaba a San Gregorío
Ostiense y a dos de los santos promotores de la ruta jacobea, Domingo de la
Calzada y Juan de Ortega. En el siglo XVII se edificó en su lugar la
Capilla de San Gregorio, modesto oratorio una nave, con sencilla portada
semicircular de dos arquivoltas. Demolida esta capilla en 1971, tan solo
podemos recordar la leyenda que figuraba en su porada:
Ésta es la dichosa casa en que
bibió San Gregorio y murió en ella e año de 1044 allándose a su
mu[uerte] / Santo Domingo de la Calçada y San Yuan de Ortega sus
dizípulos. Y a onra y gloria su[ya] / hizo azer esta capilla don Alonso
Bustamante y Torreblanca rregidor perpetvo / de esta ciudad quyas son las
casas. Y se acabó año de 164[2].
Es evidente que los datos
documentales de este epígrafe responden más al pío deseo de la devoción
popular por estos tres santos, que a la realidad de historia. En 1044
todavía no existía san Juan de Ortega.
Después seguía la ruta deambulando por calles como Mercaderes, Herrerías,
Mayor, cuyos nombres hablan por sí solos de la actividad comercial y
artesanal que en ellas podían encontrar. Hacia el Norte, se salía de la
ciudad por la que se conoce como ( Puerta de Carlos V, junto al Revellín.
La dependencia que Logroño tiene con el Camino jacobeo parece justificar
que la Iglesia de Santiago fuera el templo medieval más importante o, por
lo menos, el de mayor protagonismo popular entre los habitantes de la
ciudad. En este sentido, resulta muy significativo que en ella se guardase
el archivo municipal y el del cabildo. De época medieval se conserva la
imagen del patrono como peregríno, bonita talla de tamaño natural,
creación gótica del siglo XIV. El edificio es ya una construcción del
XVI, comenzada en 1513; sus abovedamientos fueron terminados por Pedro
Urruzumo alrededor de 1560, iniciándose entonces las obras de la torre por
Martín de Landerráin. La unidad de este elegante edificio, de estilo Reyes
Católicos, se rompe con la gran portada barroca de su fachada merídional,
obra del flamenco Juan de Raón hacia 1660. Al mismo autor corresponde el
efectista conjunto en yeso representando a Santiago Matamoros que corona la
portada, aunque el marco arquitectónico de la hornacina se realiza ya en la
centuría siguiente. En el interíor, el retablo mayor, labrado en el siglo
XVII, conserva la antigua imagen medieval del patrono.
La Fuente de los Peregrinos o de Santiago, recientemente restaurada, muestra
sobre sus paramentos las huellas reparadoras de su prolongada subsistencia.
Sus vestigios más antiguos son dos escudos y una inscripción en muy mal
estado de conservación, del siglo XVI, reaprovechados por Juan de Raón en
1675 para incorporarlos a una composición en forma de gran arco encuadrado
por pilastras y frontón triangular.
Las reformas renacentistas cambiaron el antiguo nombre de Puerta del Camino
por Puerta de Carlos V. Junto al rehecho Torreón del Revellín, la vieja
puerta medieval se engalanó, hacia 1520, con una entrada de arco carpanel
de grandes dovelas, sobre la que campean tres escudos; el central
emblematiza las armas imperiales.
Los restos de arquitectura medieval en esta ciudad son muy limitados. La
Iglesia de San Bartolomé es un edificio de tres ábsides románicos, cuyas
naves se terminaron ya en gótico. Santa María del Palacio así llamada
por levantarse sobre una vieja iglesia románica que formaba parte del
palacio real, presenta su curioso cimborrio apiramidado que cobija una
cúpula octogonal. Resulta de difícil clasificación, aunque lo más
probable es que corresponda a una forma simplificada de hacia 1300. Santa
María la Redonda recibe este nombre por tener en su origen la forma de planta central. En el siglo XVIII, Martín de Beratúa levantó
su interesante fachada occidental, con dos airosas torres y un gran nicho
enmedio de clara inspiración en la portada de Santa María de Viana Navarrete
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