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HECHO EN EL PERU

Vitrinas para un museo de la memoria

 

Notas del Programa

 

"Hecho en el Perú", el trabajo con el cual Yuyachkani recibe su trigésimo aniversario, nace de las sugerencias que al grupo le propusieron dos formas artísticas: la instalación plástica y la acción dramática. Tanto una como la otra involucran la mirada del espectador y la experiencia de un espacio compartido. Ese territorio para mirar y mirarse, para el descubrimiento y la indagación, es el de una sala que convoca, a su manera lúdica y reflexiva, las dos acepciones de la palabra "galería": el recinto destinado a la exhibición del arte y también el sitio recorrido por pasadizos en el cual hay, uno al lado del otro, puestos donde se ofrecen mercancías. Caminar por una muestra, andar por un mercado: en ambos casos seguimos un itinerario que nadie nos fija de antemano, deteniéndonos o apresurándonos según el arbitrio de nuestro propio interés o deseo. Lo que conecta las vitrinas en las cuales actores y actrices ilustran visiones y escenas de lo peruano contemporáneo no es la cinta de un guión, sino el trazo de las pisadas y las pausas de cada visitante: hay, en todo momento, seis presencias simultáneas en los flancos. Como en la realidad, siempre algo sucede fuera del campo de nuestra mirada. El espectador no aprehende --como quien aprecia un paisaje-- un objeto de contornos fijos y consistencia plena; más bien, se encuentra --como quien pasea por una calle transitada-- derivando a través de una miríada de presencias y de gestos. Por cierto, el transeúnte que circula por una calle sabe que cinco minutos antes --o cinco después-- no verá lo mismo, pues la naturaleza de lo urbano es el tránsito: semejante es la vivencia de quien ingresa a "Hecho en el Perú".

La experiencia peruana se refleja en varias superficies: la del espejo, la de las cartas que llevan inscrito el futuro, la del papel impreso, la del lienzo, la de las vitrinas, la de las estampas sagradas y (acaso la más significativa en esta hora del pais) la de la pantalla televisiva. Antes de la transmisión de los vladivideos, nuestras imágenes compartidas sobre el Poder y los poderosos no incluían la evidencia visual de las infamias secretas de los gobernantes, el espectáculo de sus transacciones sigilosas y sus arreglos ilegítimos. Curiosamente, en nuestros tiempos la realidad más rotunda es la de la imagen que pasa por el filtro de la tecnología: todos somos testigos, todos somos espectadores. Esa condición no tiene que ser pasiva. De hecho, preguntarse por la manera en que uno mira y los demás se hacen mirar es ya el comienzo de una práctica política y estética.

En seis vitrinas (o escenarios), seis presencias compuestas de ideas, actos y perfiles que, en su heterogeneidad, no niegan una matriz común (o, si se quiere una misma marca de fábrica). La visita pasa por el temor y la esperanza que la fe --religiosa o mágica-- alberga, por la revelación de las maquinaciones ocultas del terror del estado, por los varios rostros de la mujer popular, por las encarnaciones de lo Eterno Femenino en el Perú, por el éxodo de quienes han llegado a la conclusión de que su país les resulta inhabitable y por el álbum del indígena imaginario que la dominación colonial y su heredera, la republicana, ha compilado.

Un presente sin memoria nos condena a un futuro empobrecido, pues creer que la actualidad nada le debe a la historia lleva a pensar que ninguna obligación tenemos hacia el porvenir. Por el contrario, es preciso repetirse que las facultades de la memoria y la imaginación se complementan, pues nos permiten representar lo que ya no es y lo que todavía no está. El trabajo de Yuyachkani se sostiene en la convicción de que el presente es el sitio donde confluyen, con turbulencia, las aguas del pasado y del futuro.

 

Grupo Cultural Yuyachkani

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Lima-Perú  Julio 2001