Segunda república y guerra civil |
La proclamación de la República supuso una nueva configuración del panorama político en Málaga. El Ayuntamiento de la ciudad pasó a estar regido por una mayoría de concejales de la Alianza Republicana y del Partido Radical Socialista, a los que se unían cuatro socialistas, dos federales, un comunista, un independiente y un miembro de la Derecha Liberal Republicana. Como ha escrito García Sánchez, los plenos municipales estuvieron fuertemente politizados desde un principio. Así, la presentación de una moción por el comunista Andrés Rodríguez sobre el problema clerical el 6 de Mayo, apoyada por toda la izquierda, originó el abandono del Ayuntamiento por la minoría monárquica como protesta. La cuestión religiosa sería decisiva en Málaga con los sucesos de Mayo de 1931 como ya se ha visto. Hasta 1935 no se incorporaría de nuevo a la diócesis su titular, Balbino Santos Olivera, tras la salida de Málaga de Manuel González García. Pero las medidas anticlericales-expulsión de los jesuitas, retirada de símbolos religiosos, etc. - se convirtieron en un arma arrojadiza que pronto mostraría su eficacia política a las derechas, especialmente la Acción Popular de José María Gil Robles, germen de la C.E.D.A. En la izquierda del espectro político malagueño, el PCE compartía con los anarquistas el sector más extremista mientras que el PSOE mantuvo una política de cooperación con los republicanos en este primer bienio. Entre los republicanos, los radicales socialistas representaban el ala izquierdista, mientras que el Partido Radical trataba de situarse en el centro político. En la derecha, fracasados los partidos monárquicos, el partido de Gil Robles galvanizó a los sectores conservadores malagueños a finales de 1931 en torno a los ideales antisocialistas y católicos, con el apoyo de "La Unión Mercantil", mientras que el Partido Agrario atraía a un sector de los propietarios y a intelectuales como José Maria Hinojosa. En la extrema derecha, la Falange, nacida en 1934, reunió a un sector obrerista así como a miembros de la burguesía malagueña
Emilio Baeza Medina, y los socialistas Antonio Fernández Bolaños y José Molina Moreno. Quedaron fuera los candidatos revolucionarios, como Bolívar o el capitán Piaya. Algunos políticos malagueños alcanzaron relevancia a nivel nacional, como Pedro Armasa Briales, Baeza Medina y Enrique Ramos, por sus intervenciones parlamentarias. Este último, además, fue subsecretario de la Presidencia, ministro de Hacienda y de Trabajo y hombre del circulo íntimo de Manuel Azaña. Pedro Armasa Ochandorena ocupó la presidencia del Consejo de Estado, Pedro Gómez Chaix la del Tribunal de Cuentas y Armasa Briales y Baeza Medina la subsecretaría de Instrucción Publica y Bellas Artes. Los altos cargos republicanos acudieron a la provincia: la malagueña Victoria Kent en 1931 para visitar la cárcel, Prieto en 1932 para visitar el Pantano del Chorro, Marcelino Domingo en 1933 para impulsar la Reforma Agraria, y el presidente Azaña en el mismo año, en abril, sorprendido -escribe en sus diarios- por una lluvia casi constante y por la esplén4ida vega de Antequera que "estaba lucidísima". La fragmentación del bloque republicano socialista, la impaciencia nte la lentitud de las reformas republicanas, los efectos de la crisis económica mundial, y la fuerte conflictividad, unida a los efectos de la represión en Casas Viejas, contribuyeron al cambio de coyuntura política apreciable en los resultados de las elecciones de 1933. En ellas, el electorado malagueño -en el que figuraban por vez primera las mujeres- se inclinó por el centro derecha (5 radicales, un agrario v uno de Acción Popular, antes Acción Nacional, mientras que el Frente Único Antifascista (precedente del Frente Popular del 36), obtenía 5 diputados (3 socialistas, un radical socialista y el primer diputado comunista de España, el médico Cayetano Bolívar). Un año antes, sectores conservadores habían colaborado sin éxito en el golpe militar de Sanjurjo, siendo deportados a Villa Cisneros, en el Sáhara, el canónigo Andrés Colí y el marqués de Crópani. La llegada al poder de Lerroux, y su colaboración con la CEDA de Gil Robles, partido sin convicción republicana, unida al parón en las reformas iniciadas, dividieron al republicanismo e inclinaron al PSOE a las tesis revolucionarias. Las izquierdas malagueñas participaron sin éxito en la revolución de octubre de 1934, cuyos sucesos más destacados se produjeron en la capital y en Teba. La crisis política llegó al Ayuntamiento de la ciudad en junio de 1935, enfrentando a radicales y cedistas, y llevando más tarde a la alcaldía al escritor Salvador González Anaya. El bienio de derechas favoreció la convergencia de todas las fuerzas republicanas y obreras -a excepción del Partido Radical- en el Frente Popular para concurrir a las elecciones de febrero de 1936. Durante la campaña electoral, se apreció la radicalización política de los mensajes y la división del espectro político en dos sectores que presagiaban el enfrentamiento posterior Los resultados -4 diputados del PSOE, 3 de Izquierda nte la lentitud de las reformas republicanas, los efectos de la crisis económica mundial, y la fuerte conflictividad, unida a los efectos de la repreSión en Casas Viejas, contribuyeron al cambio de coyuntura política apreciable en los resultados de las elecciones de 1933. En ellas, el electorado malagueño -en el que figuraban por vez primera las mujeres- se inclinó por el centro derecha (5 radicales, un agrario v uno de Acción Popular, antes Acción Nacional, mientras que el Frente Unico Antifascista (precedente del Frente Popular del 36), obtenía 5 diputados (3 socialistas, un radicalsocialista y el primer diputado comunista de España, el médico Cayetano Bolívar). Un año antes, sectores conservadores habían colaborado sin éxito en el golpe militar de Sanjurjo, siendo deportados a Villa Cisneros, en el Sáhara, el canónigo Andrés Colí y el marqués de Crópani. La llegada al poder de Lerroux, y su colaboración con la CEDA de Gil Robles, partido sin convicción republicana, unida al parón en las reformas iniciadas, dividieron al republicanismo e inclinaron al PSOE a las tesis revolucionarias. Las izquierdas malagueñas participaron sin éxito en la revolución de octubre de 1934, cuyos sucesos más destacados se produjeron en la capital y en Teba. La crisis política llegó al Ayuntamiento de la ciudad en junio de 1935, enfrentando a radicales y cedistas, y llevando más tarde a la alcaldía al escritor Salvador González Anaya. El bienio de derechas favoreció la convergencia de todas las fuerzas republicanas y obreras -a excepción del Partido Radical- en el Frente Popular para concurrir a las elecciones de febrero de 1936. Durante la campaña electoral, se apreció la radicalización política de los mensajes y la división del espectro político en dos sectores que presagiaban el enfrentamiento posterior Los resultados -4 diputados del PSOE, 3 de Izquierda Republicana, 2 de Unión Republicana y 1 del Partido Comunista, frente a 1 Progresista y 1 de la CEDA-, no dejan lugar a dudas de la gran victoria del Frente Popular en Málaga, en la que debió influir la menor actitud abstencionista de la CNT respecto a 1933. Desde entonces y hasta el 18 de Julio, la vida política en Málaga discurrió por la vía de la inestabilidad creciente, la proliferación de enfrentamientos violentos entre los grupos radicalizados de la derecha y la izquierda, y la conspiración en marcha de los militares y civiles implicados. Guerra y política Tras la sublevación militar en Málaga se produjo una reacción inmediata de las organizaciones republicanas y obreras que desbordó el aparato institucional y político del Estado iniciándose una etapa revolucionaria. El Gobierno Civil tuvo que compartir el control de la provincia con el nuevo poder de hecho del Comité de Enlace, y sus distintas secciones (Salud Pública, Sanidad, Subsistencias, Transportes, Guerra, etc.). La política, la guerra y la revolución se mezclaron en Málaga hasta la entrada de las tropas nacionales el 8 de Febrero de 1937. Ello explica el descontrol de las autoridades sobre las patrullas que comenzaron a ejercer una durísima represión sobre las personas de derechas -entre ellas gran número de sacerdotes- y algunos republicanos ajenos al Frente Popular. El gobierno de Largo Caballero trató de restaurar el marco legal republicano, desactivar la revolución y restablecer la disciplina militar lo que le valió a la oposición de los anarquistas. |