Cuatro grupos integran los líricos de este período: el que tiene por inspirador y maestro a Altamirano; el romántico; el de los clásicos que siguen la tradición grecolatina y el cultivo
de las humanidades; el de los modernistas, en suma, que llevan nuestra lírica a su maximo explendor.
Altamirano y sus Discípulos
Altamirano fué maestro de dos generaciones literarias. Tendió, con su enseñanza y su ejemplo, así a armonizar la cultura clásica con las modernas corrientes literarias europeas; como,
predominante, a crear una lírica genuinamente mexicana.
1. Don Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) era indio de pura raza. Su formación literaria casi parece un milagro; milagro de genio, de voluntad y de fe. Tribuno, político,
catedrático, periodista, novelador y poeta, es el mas grande escritor de su época. Romántico por temperamento, aparece clásico por la expresión. Distínguese por su sobriedad, por su mesura,
por su simplicidad; su pensamiento es claro, su estilo nítido, su sensibilidad fina y delicada. Habiendo bebido a tiempo en las fuentes límpidas de los antiguos, este romántico, penetrado
del espíritu y de la cultura modernos, volvía incesantemente los ojos hacia los modelos imperecederos. y de aquí que haya tan benéfica influencia en nuestras letras, aspirando a fundir
en una sola, robusta y nueva, y por demás nacionalista, dos corrientes literarias -la clásica y la romántica- que antes andaban separadas y hasta
solían mostrarse antagónicas, Fué el maestro incontestable de dos generaciones.
La obra poética de Altamirano redúcese a las Rimas, Domina en ella la nota descriptiva. Quería Altamirano imprimir a la poesía por ese medio -el de la descripción del paisaje,
con sus singularidades, con su localismo- un sello nacianal y propio. Y lo consiguió. Es el primero en darnos en versos de una extraordinaria pureza -Flor del Alba, Los Naranjos,
Al Atoyac- la sensación, la vibración, el color del paisaje mexicano.
2. Discípulo de Altamirano, y a su vez -desaparecido éste- maestro de las dos generaciones que siguieron, fué don Justo Sierra (1848-1912). poeta, tribuno, catedrático,
viajero, cuentista, historiador, es uno de los más grandes exponentes de la literatura mexicana en su época de mayor brillo. Adolescente todavía, su hondo y delicado sentimiento
poético revélase en Playeras. Influído después por los líricos de Francia, principalmente por Victor Hugo, aporta a la poesía mexicana la oda deslumbradora, rica de
imágenes y recia y vigorosamente forjada. Poeta, por lo demás, de personalidad inconfundible, acaso con él se inicia influencia insistente y directa de la lírica francesa
en la mexicana, que a la postre acarrearía, con el modernismo completa transformación.
Resaltan en la lírica de Justo Sierra la oda A Dios, el poema intitulado El Beato Calasanz, El Funeral Bucólico y los tercetos Al autor de los "Murmurios de la selva."
Su obra novelesca de prosista -obra de juventud impregnada de lirismo- está contenida en los Cuentos Románticos,
3. Fiel a la tradición española se mantuvo siempre Juan de Dios Peza (1852-1910). No tenía sutilezas, ni complejidades, ni preocupaciones de cincelador de la forma;
lírico caudaloso, cantaba como el ruiseñor. Desde muy joven llego a manejar con incomparable facilidad y gallardía la versificación netamente castellana. Poeta sonoro,
cordial, grandilocuente y un poco retórico, había cantado al amor y a la Patria, y convirtióse al cabo y muy especialmente en el cantor del hogar y de los niños. Ese fué su
feudo y nadie podría disputárselo; en su abundantísima obra lírica, sobresalen, al modo de un picacho resplandeciente de luz matinal, los Cantos del Hogar
Los Románticos
Al romanticismo en su plenitud, tanto por el sentimiento como por la ya lograda depuración de la forma, represéntando tres poetas: Acuña, Flores y Rosas Moreno.
4. Tuvo el romanticismo mexicano su más tipico y pudo haber tenido acaso su mayor y mejor representante en aquel popular poeta al que arrancó en flor, a la vida
y al arte, trágica muerte Manuel Acuña (1849-1873).
Tiempo le faltó para llegar a donde estaba llamado. No le hubo bastante para depurar su gusto, ahondar en las ideas, alcanzar el pleno dominio de la forma. Aquí y acullá, en
su producción lírica de colegial, se encontrará vulgaridad y desaliño, incorrección en el lenguaje, traza, todavía visible, de sus poetas favoritos, que sin duda lo fueron Hugo,
Espronceda y Campoamor. ¡Pero cómo, a pesar de todo, es él personal y fascinante; cómo renueva imágines; cómo, en todos sus versos, hay una potencialidad poética nunca
antes igualada, que en ocaciones le hace levantar el vuelo a las cimas!
Dos fuerzas comparten su inspiración, ya melancólica, ya coloreada de humorismo: de un lado, el materialismo escéptico que adquirió por contagio; del otro, la pura,
ingenua efusión del sentimiento.
Son también dos poesías las que señalan la culminación del genero poético de Acuña: el Nocturno y los tercetos Ante un cadáver. La primera, cuenta
en la lírica mexicana como uno de los más bellos cantos de amor. La segunda es una de las más vigorosas inspiraciones con que pueden honrarse la poesía castellana de
nuestros tiempos.
5. Si dentro del romanticismo representa Acuña la pasión espiritual desesperada, otro poeta contemporáneo suyo Manuel M. Flores (1840-1885) representa la
pasión sensual. Tiénesele, por exelencia, como el cantor de Eros. Hasta simbólico resulta en tal respecto el título de volumen en que se reunieron sus versos: Pasionarias.
Sin embargo, y aunquereconozcamos que el perfil erótico es fundamental en su poesía y le da original relieve; no es menos cierto que en la inspiración de Flores
hay otros diversos rasgos: dolor y ternura casta, arrepentimiento y místicas remembranzas, arranques patrióticos y pinceladas humorísticas, Fué, además, un admirable
paisajista tropical; típico en este aspecto suyo es el poema Bajo las palmas Asimismo, sus versiones e imitaciones de grandes poetas extranjeros como: Byron, Hugo,
Lamartine, Schiller, Heine, demuestran, tanto como varia sensibilidad, cultura literaria nada común.
6. José Rosas Moreno (1838-1883), en cuya pruducción lírica hay, más que todo, apacibilidad y dulzura, fué por esencia, el poeta de la niñez. Sus fábulas
están consideradas como las mejores que en México se hayan escrito. Entre sus poesías, las más, de inspiración romántica, se destacan El valle de mi infancia,
La vuelta a la aldea.
Los Clásicos
Continúan dos grandes poetas la tradición humanistica en este grupo; y a ellos hay que asociar a otro más que hondamente moderno, asume, no obstante, perfil clásico:
7. Extraordinario por la universalidad de su cultura en lenguas y literatura extranjeras, Monseñor Ignacio Montes de Oca y Obregón (1840-1921) culivó, con particularidad
vocación y amor, los modelos grecolatinos y castellanos, y por ello se le juzga, singularmente, un clásico. Ipandro Acacio se llamó entre los árcades romanos. Fué, no menos,
consumado humanista y orador esclarecido. Débensele espléndidas versiones del griego: la integral de Píndaro -que por primera vez se hizo en nuestra lengua- y las de los bucólicos
Teócrito, Bión y Mosco. Su abundante producción en prosa comprende, notables piezas de oratoria sagrada, discursos literarios y oraciones fúnebres. Sus Ocios Poéticos
encierran lo más de su poesía original: odas, himnos, canciones, elegías, llenos de soltura y elegancia; amén de los sonetos, forma predilecta suya, en la que tubo indudable maestría,
y a la que peramanició fiel hasta sus postreros años.
8. Monseñor Arcadio Pagaza (1839-1918) es, entre nuestros clásicos genuinos, poeta de magnífico estro, y el de mayor y más honda sensibilidad. Entre los árcades romanos figuró
con el nombre de Clarco Meonio. Considerársele como uno de los más acrisolados versificadores clásico en lengua castellana. Tradujo con insuperable tersura a Horacio y Virgilio.
Como poeta original, por sus versos, puros y cristalinos, en el resalta inefable dulzura se le estima como el primero de nuestros bucólicos. Su obra más festejada son los Murmurios
de la selva. Hay también maravillosos sonetos suyos que son un modelo por la inspiración y por la forma.
9. Era Manuel José Othón (1858-1906) por educación y gustos literarios, un clásico; por temperamento, algo más que un romántico: un moderno. De ahí que haya realizado el milagro
de satisfacer a los devotos de la tradición y a los extremistas de la lírica. Poeta de explendorosa nitidez por lo que mira el lenguaje, poeta de enorme pasión, supo ver y pintar a la
naturaleza con fidelidad y emocionante fuerza. Forma y sentimiento conjugándose en Othón en maestría. Cultivó el teatro y el genero novelesco. Lo mejor de su poesía está en los
Poemas Rústicos.
El Modernismo
Fué el modernismo un ardiente y batallador movimiento de renovación. Propendía a renovar, en lo exterior, las formas inveteradas de la métrica española, tanto como a enriquecer
el lenguaje poético; y, en lo interno, en lo interno, a dilatar la posibilidad expresiva de la palabra, haciéndola vehículo de las más sutiles impresiones y emociones. Puso en contacto
a nuestra poesía la nueva escuela con las corrientes universales de la literatura; pero fueron muy particularmente los modelos franceses los que en ella ejercieron mayor influjo.
Dos etapas abarca el modernismo en México: la inicial, que se hace notar por la influencia directa -aunque tardía- del romanticismo francés, en la que se destacan Gutiérrez Nájera
y algunos de los poetas de Revista Azul; Y la del apogeo -de influencia simbolista también francesa- representada por Nervo en su primera época y por los poetas de Revista
Moderna.
10. Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), popular y conocido bajo el seúdonimo de El duque Job, que le hizo famoso, es el iniciador del modernismo. Introduce la melodía
en la estructura del lenguaje; después de él fluye más suave y musical el verso de los poetas, y la prosa se hace más ágil y luminosa. Sus primeros cantos fueron de inspiración mística.
A poco, recibió -modernizándola- la influencia de los antiguos; y, sobre todo, otra influencia mayor y aún más penetrante, que logró asimilar del todo: la de la poesía francesa a partir
del romanticismo.
Cualidad predominnte en gutiérrez Nájera, es la gracia alada y ligera. A la distinción, primor y elegancia de estilo, asocia una imaginación ponderada, una íntima delicadeza y ternura
de sentimiento, y cierto humorismo señoril y escéptico que atempera la exaltación de su sensibilidad. Fué, en el fondo, un romántico y un elegíaco, aunque lleno dela inquietud de su tiempo.
Coleccionáronse sus poesías después de su muerte. Entre las más características cabe mencionar Tristissima nox, La Serenata de Schubert, Pax animae, Mis enlutadas, las Odas breves.
Su obra en prosa, no menos deliciosa que sus versos, comprenden cuentos, humoradas, crónicas y fantasías, todo ello de una encantadora vaporosidad. Entre sus cuentos son célebres Rip-rip
y la Historia de un peso falso.
11. Salvador Díaz Mirón (1853-1928) Figura también entre los precursores del modernismo. En su primera época sobresale como poeta heroico, todo él arrogancia, brío y deslumbramiento;
de entonces datan sus versos A Gloria, Sursum y la Oda a Víctor Hugo, que tiene reciedumbre y soronidad de bronce. Aspira despues a crear una nueva técnica en el verso; gusta
de la expresión lapidaria. Y lo que, por virtud de esto, gana en perfección plástica y rítmica, al punto de colocarse entre los más grandes versificadores de nuestra lengua, lo pierde en
espontaneidad y fuerza comunicativa. A esta segunda manera pertenecen los poemas contenidos en el volumen intitulado Lascas.
12. Amado Nervo (1870-1919), que empezó por ser un poeta preciosista, todo él lleno de sutilezas, emociones, palabras y ritmos raros y de seductora elegancia, ternura y efusión
(perlas negras, El Exodo y las flores del camino, Los jardines interiores), al correr de la vida cifró su ideal en apartarse de lo exterior deslumbrante para interrogar a su yo
interior profundo, y tendió a la sencillez y a la simplicidad, según se advierte en los libros de su segunda época: En voz baja, Serenidad. Por tal camino, que le llevaría de intento
aún a mayor simplicidad, con ánimo contemplativo y casi diríamos ascético, alcanza a dar a sus versos una espiritual, tenue hermosura, en los libros postreros: Elevación, El estanque de
los lotos. Dentro de esta misma tendencia hay que considerar su gustadísimo volumen de prosas intitulado Plenitud, Rico, original y fecundo poeta, en que la maestría, limpidez
novedad y variedad de la forma hermana con la fuerza de la emoción, fué también Nervo excelente y abundantísimo prosista. De su obra en prosa recordaremos las novelas cortas El Bachiller y
Pascual Aguilera, tan llenas del paisaje y de los tipos nuestros; entre sus cuentos hay algunos admirables, como Lía y Raquel y Los dos claveles.
13. Luis G. Urbina (1868-1934) aparece, en cierto modo, como el sucesor directo de Gutiérrez Nájera. Como él, se dedicó al periodismo y fué maestro en la crónica y en la crítica teatral.
Con el tiene de común, aparte sierto grado de espíritu, perceptible aunque no definibles, la musicalidad, el humorismo, la tristeza de su poesía. De Gutiérrez Nájera se diferencia, empero, en el
casticismo de su inspiración; en que su melancólica es mucho más honda y penetrante -pues quizá en ningún poeta mexicano, mejor que en él, se ha hecho sentir la honda melancolía de la raza-.
y en si su lírica es musical -predominantemente melódica-, a la inversa de El Duque Job es esencialmente plástica.
Su obra poética se desarrolla en una misma y cada vez más pujante y luminosa trayectoria; a toda ella la nutre el mismo sentimiento romántico, y absoluta maestría técnica. Sus composiciones de
juventud hállanse en Ingenuas; las de la madurez, en Puesta de sol y Lámparas de agonía. Ausente de la patria, ahóndase en su poesía la actitud meditativa, la nota dolorosa.
A esta época postrera pertenecen El glosario de la vida vulgar y El cancionero de la noche serena. Hay un género de poema lírico que Urbina creó, que le es peculiar, y en el que acaso
se sorprenda y descubra, mejor que en ningún otro, el espíritu del poeta: las Vespertinas.
Cronista, crítico e historiador de la literatura, la producción en prosa de Urbina es mucho más abundante que la poética. Señalamos, de ella, La vida literaria de México, Hombres y libros,
Cuentos vividos y crónicas soñadas. Era Urbina un grande y cautivador prosista. Su estilo, de suprema elegancia, y, como sus versos, de mórbida plasticidad, se colorea adrede de finura arcaica.
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