Hades, al que los romanos llamaron más tarde Plutón, era el dios del reino
de los muertos, de las obscuras cavernas del Tártaro. Vivía allí solo, en compañía
de las almas de los difuntos, y su soledad lo entristecía. Por ello, un buen día,
decidió tomar esposa y escogió como futura compañera a una ninfa bellísima llamada
Proserpina. Supuso que de esta forma, llevada por la gracia de una mujer amante,
algo parecido a la luz y a la alegría de la primavera entraría en los profundos
abismos para disipar la melancolía. Al decir esto, no se detuvo a pensar en las
consecuencias que pudieran derivar de ello.
Una hermosa mañana, la ninfa estaba cogiendo flores en las verdes praderas
de Sicilia, y en determinado momento, cuando se hallaba algo alejada de sus hermanas,
vio temblar la Tierra, y un abismo espantoso se abrió ante ella de pronto. Del abismo,
surgió un carro negro arrastrado por caballos también negros, con los ojos llameantes.
Sobre el carro estaba Hades, que se apoderó de la bella ninfa y volvió con ella
a su obscuro reino. Sin embargo, antes de que la Tierra se cerrara sobre ella, Proserpina
pudo lanzar un grito agudísimo.
El grito fue oído por Deméter, la madre de la ninfa, en las altas cumbres
del Olimpo. Angustiada bajó en seguida a la Tierra y se puso a buscar a su hija
durante nueve días y nueve noches, sin tomar un instante de reposo. Preguntaba a
los hombres si habían visto a la bella Proserpina; pero nadie sabía nada, y la doncella
no aparecía por ninguna parte. Abatida, desalentada, perdidas las esperanzas, la
pobre madre se dejó caer una tarde sobre la hierba de un prado y estalló en sollozos.
Entonces, bajó del cielo la diosa de la Noches, la bellísima Diana.
-No llores, Deméter -le dijo dulcemente.
-Ven conmigo a ver a mi hermano Apolo, que todo lo sabe, y él podrá
indicarte dónde está tu hija.
-Pues bien -exclamó Deméter irritada, -la Tierra no dará más frutos y las
mieses se secarán en los campos mientras no me sea devuelta Proserpina. Lo juro.
En efecto, después de aquel tremendo juramento, la Tierra se volvió árida,
las flores se marchitaron, los árboles perdieron sus hojas y las mieses quedaron
secas; los campos ya no produjeron nada y los hombres morían de hambre. Al ver aquel
desastre, Zeus envió a Mercurio, su mensajero, para tratar con Hades.
-Devolveré Proserpina a su madre durante los dos tercios del año, para que
el otro tercio lo pase conmigo -dijo el dios.
Así, cada vez que Proserpina está con Hades, la tierra se viste de luto
y no produce nada. Después, en primavera, cuando la bella ninfa vuelve con su madre,
la Naturaleza se despierta, las flores aparecen y las mieses maduran en los campos
con alegría de los hombres.
Mariluz
