TESEO y el hilo de Ariadna
El rey
Egeo, de Atenas, tenía un hijo único, Teseo, que no sólo era bellísimo, sino también
valeroso, y había realizado muchas empresas gloriosas. Pero Teseo estaba muy triste
y descontento porque todos los años veía partir de su bella ciudad a siete jóvenes
y siete doncellas que debían ser llevados a Creta para alimentar al Minotauro.
El Minotauro era un monstruo cruel, con cuerpo de hombre
y cabeza de toro, el cual estaba encerrado en un palacio inextricable, llamado el
Laberinto, atravesado por obscuros y tortuosos corredores, por galerías tenebrosas
e infinitas. En el centro de esta morada misteriosa, estaba el monstruo, que se
alimentaba de carne humana. El rey de Creta, Minos, durante cierto período, había
tenido que proveer él mismo a la alimentación del Minotauro, entregándole los condenados
a muerte y a los niños arrebatados a sus madres; pero después de quedar vencedor
en una guerra contra Atenas, había impuesto a esta ciudad el terrible tributo. He
aquí por qué cada año partían en dirección a Creta siete jóvenes y siete doncellas,
de los más bellos y más nobles de la ciudad.
Por fin, un año, cuando los prisioneros estaban preparados
para partir, el joven príncipe dijo al rey:
-Padre mío, no quiero que mi patria soporte este vergonzoso
tributo de sangre. Esta vez, partiré yo con los jóvenes condenados al suplicio y
mataré al Minotauro o moriré con mis compatriotas.
En vano el padre intentó disuadir a su hijo de aquella
audaz empresa: Teseo estaba decidido a realizarla. Entonces Egeo le dijo:
-Ve, hijo mío; toma estas dos velas, una blanca y otra
negra. Si tienes éxito en la empresa, cuando a tu regreso avistes nuestra tierra,
iza en tu barco la vela blanca; de ese modo, sabré yo algunas horas antes que los
demás si aún estás vivo.
Teseo dio las gracias a su padre, se hizo encadenar
con los prisioneros y partió rumbo a Creta.
Después de un viaje favorable, los prisioneros llegaron
a la isla y fueron recibidos por el rey Minos. Este rey tenía una hija bellísima,
llamada Ariadna, la cual, apenas vio a Teseo y supo su historia, se enamoró de él
y sintió angustiarse su corazón ante el pensamiento de que el bello héroe tuviese
que sufrir una muerte tan poco gloriosa, truncando así su destino. Por eso escondida
detrás de una roca, esperó a los prisioneros que marchaban hacia la muerte; cuando
vio a Teseo, se acercó a él, y dándole un puñal y un ovillo de hilo, le dijo:
-Toma un extremo de este hilo y deshaz el ovillo al
pasar por las intrincadas galerías del palacio. Te servirá para encontrar el camino
de regreso. Toma también este puñal, que es mágico; ataca con él al Minotauro y
podrás matarlo.
Teseo, conmovido, dio las gracias a la doncella y se
adentró valientemente en aquella maraña de corredores.
El monstruo acogió a los prisioneros con mugidos espantosos
y se lanzó sobre Teseo, que era el primero de la fila; pero rápido como el pensamiento,
el héroe le clavó el puñal mágico en el pecho. Dando un rugido terrible, que sacudió
el Laberinto hasta sus cimientos, el monstruo cayó al suelo sin vida. Un grito de
alegría salió de los pechos de los míseros prisioneros. Entonces, Teseo les dijo:
-Ahora, salgamos de este palacio maldito; seguidme.
Y guiado por el hilo de Ariadna, deshizo el camino recorrido.
Así pudo volver a admirar la luz del sol. Fuera del
Laberinto, Ariadna esperaba a su héroe, dispuesta a seguirlo hasta Atenas, ya que
a causa de la ayuda que había prestado a los prisioneros, no podía volver al palacio
de su padre. Teseo la tomó de la mano y prometiendo hacerla su esposa, la condujo
a la nave anclada cerca de la orilla, que zarpó apenas los jóvenes subieron a bordo.
Teseo navegó hasta Atenas. En su gran alegría por haber
realizado la empresa, olvidó la recomendación de su padre y no cambió la vela del
barco. El pobre Egeo, que desde lo alto de la torre vigilaba el mar, vio en lontananza
la vela negra, y creyendo que su hijo había muerto, se arrojó de la torre al mar,
que desde aquel día, tomó su nombre.
De ese modo, Teseo, que a su regreso esperaba fiestas
y honores, se encontró rodeado de llanto y lágrimas.
Mariluz
