HEFESTOS ó VULCANO             

Un desdichado día, la diosa Hera tuvo un hijo deforme. Todos los demás dioses se rieron del acontecimiento y se burlaron de su reina por haber traído al mundo adefesio semejante. Fuera de sí por la cólera Hera agarró al desgraciado hijo y lo arrojó desde la cima del Olimpo.

El niño cayó rodando por los abismos del firmamento  y después de veinticuatro horas de vertiginosa caída a través de los espacios, fue    a dar en el profundo cráter de un volcán. Con el golpe, se le rompió una pierna y quedó cojo para siempre.

En la cueva donde el Hado lo había hecho caer, vivía un enano que trabajaba como herrero. Este acogió al joven dios, al que llamó Hefestos (el Vulcano de los romanos) y le enseñó su oficio. En breve tiempo, se levantó una fragua en la garganta de la montaña de la cual, salían objetos preciosos finamente cincelados; armaduras prodigiosas, escudos, cadenas...

Pero el pobre Hefestos no estaba satisfecho de su suerte. ¿Por qué él, que era hijo de Zeus y de Hera, tenía que vivir solo en aquella cueva obscura y solitaria, mientras sus hermanos habitaban en los espléndidos palacios del Olimpo y pasaban el tiempo alegremente entre danzas y banquetes? ¡No, no podía soportar por más tiempo semejante injusticia! Pensó mucho en lo que debía hacer, y después de reflexionar durante días y noches, encontró la solución del problema: se puso a trabajar y no dejó el taller hasta haber construído un magnífico trono de oro adornado de piedras preciosas, que envió como regalo a su madre.

La bella diosa se sentó majestuosa en el trono construñido por su hijo; pero cuando quiso levantarse, una finísima red la encadenó al asiento encantado. En vano intentaron todos los dioses sacarla de aquella dorada prisión; en vano el mismo Zeus empleó todo su poder. La reina del Olimpo no podía moverse.

Entonces Hermes, el mensajero de los dioses, bajó del Olimpo y corrió a llamar al divino herrero. Eso era precisamente lo que Hefestos esperaba: subió a las altas cumbres del monte divino, y dijo a su padre:

-Padre mío, liberaré a mi madre Hera con la condición de que me permitáis habitar con vosotros en el Olimpo y me déis por esposa a Afrodita, la diosa de la belleza y del amor.

Estas atrevidas palabras produjeron gran sorpresa e indignación; pero fue forzoso aceptar las condiciones de Vulcano. Hera quedó libertada y Hefestos se casó con la más bella diosa del Olimpo, para la que construyó un palacio resplandeciente de oro y piedras preciosas, junto a las moradas de sus hermanos

Mariluz

 

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