Gaviotas.GIF (8544 bytes)

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La forma perfecta de hacer el bien, es hacerlo clandestinamente.
Como ese ser de la ficción el hombre invisible pero con huellas bien marcadas y perceptibles al ojo humano. Siempre se ha hablado de los grandes hombres y sus grandes obras o gestas. Pero tras ese gran hombre han habido otros muchos que hicieron posible, con su labor oculta, el gran éxito atribuido a uno solo. Cierto es que, una vez lograda la meta, la figura que sobresale es la del líder. Pero nadie recuerda o pocos agradecen el trabajo de ese "equipo" que ha podido sostener la cabeza del triunfador a flote. A salvo de fracasos y sacrificios. El mérito de una correcta estrategia militar no está en el general que la ideó sino en el "equipo" de soldados que la llevaron a buen fin. El mérito de una empresa que va hacia adelante, no está tanto en el capital invertido como en el "equipo" que día a día la levanta con su trabajo y esfuerzo.

Hoy es de esos días que para sacar una idea en claro antes tengo que dejar en blanco mi interior. Es de esas veces que no me importaría pasarme horas enteras ante la nada, escrutando el vacío, intentando descubrir el horizonte de la racionalidad. Mirando la línea imaginaria que divide nuestro ahora entre el niño que fuimos y el hombre que somos actualmente ¡me gustaría tanto retroceder al momento en que se rompieron mis sueños! Es tan fácil decir que haría todo lo contrario a lo que hice, que me horroriza pensarlo. La verdad es que tan mal no me ha ido. Sólo que no he hecho realidad ninguno de mis sueños. Bueno sólo una vez (y con la veintena avanzada) vi hacerse realidad un sueño: Juan Salvador Gaviota.

Por ese momento de soñar despierto pasaron todas las alegrías y desilusiones; todas las inquietudes y desganas; todas las luchas y batallas perdidas que habían azotado mi vida interior. Por ese sueño, hecho realidad, pasaron todas mis evoluciones, realizándome con el sueño. Y lo más maravilloso de todo, evolucionó y creció todo un "equipo" de jóvenes que lo hizo posible. ¡Crecimos en grupo y en madurez multiplicándonos dejando a un lado el individualismo!

¿Cómo olvidar la colaboración de quienes en realidad fueron artífices de mi sueño? ¿Cómo negar la magnífica labor que realizaron aquellos jóvenes contagiados por la misma ilusión, inundados por la misma inquietud, que evolucionaron más rápidamente más profundamente al hacer real y vida su propio sueño?

Ciertamente, lo que comenzó como un juego, una utopía, se convirtió en la razón de existir, en la meta a alcanzar, por encima de imposibles, de cansancios, desganas, luchando contra los estudios y la diversión. Juan Salvador Gaviota se hizo realidad. Existía y había que anunciarlo.

Todos fuimos un poco (o un mucho) J. S. Gaviota. Todos nos hicimos más libres y conscientes de esa libertad.

Por unos pocos días todos abandonamos al ser adulto para jugar a realizar sueños. Esos sueños que tantas veces se nos han quedado en la cuneta. Esos sueños que de alguna forma, nos siguen atando a la infancia. Por eso, cada vez que llevamos a la práctica alguna ilusión, es como si nuestro ser retrocediera en el tiempo y el espacio y quedara suspendido de las manos de un niño: nuestra infancia.

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Cada momento de nuestra vida es único e irrepetible, y quiero daros las gracias a todos, absolutamente a todos los que desde atrás o dando la cara hicisteis de mi sueño el nuestro; dando a luz facetas desconocidas para nosotros mismos y abriendo caminos de realización e ilusión en todos aquellos que tuvieron la gran suerte de soñar con nosotros siendo J. S. Gaviota.

En nombre de la ilusión, GRACIAS


M.G.H.

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