La forma
perfecta de hacer el bien, es hacerlo clandestinamente.
Como ese ser de la ficción el hombre invisible pero con huellas bien
marcadas y perceptibles al ojo humano. Siempre se ha hablado de los
grandes hombres y sus grandes obras o gestas. Pero tras ese gran hombre
han habido otros muchos que hicieron posible, con su labor oculta, el
gran éxito atribuido a uno solo. Cierto es que, una vez lograda la meta,
la figura que sobresale es la del líder. Pero nadie recuerda o pocos
agradecen el trabajo de ese "equipo" que ha podido sostener la cabeza
del triunfador a flote. A salvo de fracasos y sacrificios. El mérito
de una correcta estrategia militar no está en el general que la ideó
sino en el "equipo" de soldados que la llevaron a buen fin. El mérito
de una empresa que va hacia adelante, no está tanto en el capital invertido
como en el "equipo" que día a día la levanta con su trabajo y esfuerzo.
Hoy es de
esos días que para sacar una idea en claro antes tengo que dejar en
blanco mi interior. Es de esas veces que no me importaría pasarme horas
enteras ante la nada, escrutando el vacío, intentando descubrir el horizonte
de la racionalidad. Mirando la línea imaginaria que divide nuestro ahora
entre el niño que fuimos y el hombre que somos actualmente ¡me gustaría
tanto retroceder al momento en que se rompieron mis sueños! Es tan fácil
decir que haría todo lo contrario a lo que hice, que me horroriza pensarlo.
La verdad es que tan mal no me ha ido. Sólo que no he hecho realidad
ninguno de mis sueños. Bueno sólo una vez (y con la veintena avanzada)
vi hacerse realidad un sueño: Juan Salvador Gaviota.
Por ese momento
de soñar despierto pasaron todas las alegrías y desilusiones; todas
las inquietudes y desganas; todas las luchas y batallas perdidas que
habían azotado mi vida interior. Por ese sueño, hecho realidad, pasaron
todas mis evoluciones, realizándome con el sueño. Y lo más maravilloso
de todo, evolucionó y creció todo un "equipo" de jóvenes que lo hizo
posible. ¡Crecimos en grupo y en madurez multiplicándonos dejando a
un lado el individualismo!
¿Cómo olvidar
la colaboración de quienes en realidad fueron artífices de mi sueño?
¿Cómo negar la magnífica labor que realizaron aquellos jóvenes contagiados
por la misma ilusión, inundados por la misma inquietud, que evolucionaron
más rápidamente más profundamente al hacer real y vida su propio sueño?
Ciertamente,
lo que comenzó como un juego, una utopía, se convirtió en la razón de
existir, en la meta a alcanzar, por encima de imposibles, de cansancios,
desganas, luchando contra los estudios y la diversión. Juan Salvador
Gaviota se hizo realidad. Existía y había que anunciarlo.
Todos fuimos
un poco (o un mucho) J. S. Gaviota. Todos nos hicimos más libres y conscientes
de esa libertad.
Por unos
pocos días todos abandonamos al ser adulto para jugar a realizar sueños.
Esos sueños que tantas veces se nos han quedado en la cuneta. Esos sueños
que de alguna forma, nos siguen atando a la infancia. Por eso, cada
vez que llevamos a la práctica alguna ilusión, es como si nuestro ser
retrocediera en el tiempo y el espacio y quedara suspendido de las manos
de un niño: nuestra infancia.
. . . . .
. .
Cada momento
de nuestra vida es único e irrepetible, y quiero daros las gracias a
todos, absolutamente a todos los que desde atrás o dando la cara hicisteis
de mi sueño el nuestro; dando a luz facetas desconocidas para nosotros
mismos y abriendo caminos de realización e ilusión en todos aquellos
que tuvieron la gran suerte de soñar con nosotros siendo J. S. Gaviota.
En nombre
de la ilusión, GRACIAS
M.G.H.
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