Hercules
y La Hidra de Lerna

Después de la muerte del león, se le ordenó a Heracles otro trabajo: acabar con la terrible hidra de Lerna, que era un dragón enorme con siete cabezas, de las cuales salía un aliento venenoso que mataba a quien lo respirase. Este monstruo vivía en los pantanos, y cuando salía a cazar, hacía morir con su aliento las hierbas y las mieses, y destruía el ganado.

El héroe partió acompañado de su fiel sobrino Yolao. Cuando estuvo en las cercanías del pantano donde vivía el monstruo, vio asomar sus siete horribles cabezas, pero no se asustó: blandió la clava y comenzó a darles golpes. Consiguió así derribar una cabeza; más como por arte de magia, en el lugar de aquella, le crecieron otras dos. La lucha se prolongó durante muchas horas, encarnizada, incansable, pero todo era inútil: por cada cabeza derribada, otras dos ocupaban su lugar. Entonces, Heracles tuvo una idea luminosa: llamó a Yolao, que se mantenía aparte y miraba aterrorizado el combate, y le ordenó que estuviera preparado con un tizón ardiente para ir quemando las nuevas cabezas a medida que fueran brotando. Yolao dispuso una antorcha encendida, se situó junto al héroe y con diligencia fue cumpliendo la orden dada. En poco tiempo y una tras otra, cayeron cortadas las siete cabezas del monstruo, que cayó muerto al fin. Heracles mojó sus flechas en la hiel de la hidra y las hizo aún más mortíferas.

Mariluz                                             

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