Todo estaba preparado, la mesa puesta con ricos manjares, había mandado que
los músicos alegraran la velada a pesar de la reciente muerte del conde, don
Sancho estaba desconcerdado, sobretodo cuando su madre propuso un brindis. En
el momento de que cada uno cogiera su copa un viento helado entró en la estancia,
las velas se apagaron y todos los presentes pudieron ver una luz blanca, muy
blanca en forma de dos manos que arrancaron la copa de labios de don Sancho.
Todos quedaron asombrados, sin duda se trataba de las famosas manos del conde.
Demasiado tarse sin embargo para doña María que presa del pánico huyó por las
escaleras con tan mala suerte que rodó por ellas y se mató, su cuerpo quedó
tendido ante la armadura del conde que pareció moverse para acariciar los cabellos
de su amada con sus blancas manos.