En el año 1853, debido a unas reformas del abandonado castillo, comenzaron los
rumores de unos ruidos que por la noche no dejaban pegar ojo a los obreros,
tanto era el misterio que alarmados, la cuadrilla de trabajadores permanecieron
una noche en vela esperando descubrir el origen de aquellos gritos. Vieron con
espanto que procedían de un pozo situado en el centro de la derruida plaza.
El mismo se encontraba tapado y sellado con una losa enorme. Entre todos y con
ayuda de palancas lograron desplazar la piedra, en ese momento una terrible
explosión liberó una luz cegadora, todos cayeron al suelo, ante ellos aparecieron
las figuras de dos guerreros que espada en mano subieron por las murallas y
desaparecieron por encima de sus cabezas. Atónitos permanecieron tirados en
el suelo algunos, otros corrieron a refugiarse en algún lugar. Cuenta la leyenda
que eran las figuras de Alvar y Fernán Núñez que cuatrocientos años después
lograron por fin su objetivo, recuperar la libertad y limpiar su honor