Sobre la cima de la luminoso montaña griega del Olimpo,
en la que el aire era claro y transparente, y donde reinaba una eterna primavera,
habitaba Cronos, el rey del Universo, en un magnífico palacio.
Cronos, llamado Saturno por los romanos, era hijo
de Gea (la Tierra) y de Urano (el Cielo), quienes habían tenido antes otros
muchos hijos, llamados los Uránidas: doce Titanes, seis varones y seis hembras;
tres Cíclopes (Brontes, Astéropes y Arges), todos los cuales habían sido
precipitados por su padre en el Tártaro, para que no pudieran destronarlo.
Cronos tomó por esposa a Rea, que se sentía muy desgraciada
porque había tenido varios hermosos hijos y su cruel marido los había devorado.
Un oráculo había anunciado al feroz padre que sería destronado por uno de
sus hijos, y él trataba de evitar tal desdicha engulléndolos al nacer.
La pobre madre estaba desesperada. Cuando le nació
otro hijo, al cual puso el nombre de Zeus, envuelta en el manto de la Noche,
salió del Olimpo con el niño en brazos; lo llevó a una gruta escondida en
la isla de Creta y lo confió al cuidado de las Ninfas. Después, tranquila
sobre la suerte de su último retoño, volvió a las altas cumbres de su regia
morada y presentó a su marido una piedra envuelta en pañales, que él engulló
creyendo que era el nuevo recién nacido.
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