Hablar de nuestra familia es hablar de fe y de esperanza. En nuestra unión encontramos la fuerza que utilizamos para afrontar las dificultades que se nos presentaron. Nunca fuimos de esas familias que hablan de Dios y proclaman ser sus seguidores. Nuestra fe la llevamos por dentro y la profesamos con nuestro ejemplo.

La familia representó siempre un factor importante en el desarrollo de nuestro hijo. Desde aquel primer día que ingresamos al hospital, y se corrió la voz de que Gabriel Vicente se encontraba enfermo, nuestra familia se volcó hacia nosotros y hacia él. Nunca nadie de nosotros se imaginó que él sería un niño muy especial, que vino a bendecir nuestro hogar y nuestra familia. En aquel entonces muchos pensaron que esa situación que nos tocó vivir, mas que bendecir a nuestro hogar parecía un castigo...

La noticia de Gabriel Vicente y su enfermedad incurable sorprendió a toda la familia. Poco a poco las cosas fueron cambiando, y así su situación fue aceptada como un hecho que nadie podría cambiar. Aprendimos a vivir con su enfermedad y a tolerar su sufrimiento, encontrando una gran felicidad en los pequeños logros y detalles de cada uno de sus días. Gabriel Vicente creció en un ambiente lleno de amor y de esperanza. La familia siempre se puso a la orden y todos, a su debido tiempo, aceptaron el reto. Con el tiempo él se ganó el cariño, el respeto y la admiración de todos.

No todas las familias son capaces de aceptar una situación de tanto dolor y sufrimiento tal y como lo hicimos nosotros. Todos en la familia tuvimos que afrontar con valentía dicha situación. Ayudar a Gabriel Vicente para que alcanzara sus metas fue un logro de todos los que lo rodeamos.

La familia se enfrentó a una sociedad que no está preparada para darle las mismas oportunidades a estos niños especiales. Muchas veces se presentaban situaciones incomodas ante algún desconocido, quien sin darse cuenta hacía algún comentario indiscreto. La familia entera se unía para defender a nuestro hijo. Nadie podía meterse con él o decir algo inapropiado. Siempre tenía detrás de él a un ejército completo dispuesto a defenderlo. Cada día nos uníamos mas, y así fuimos capaces de afrontar las dificultades que se nos presentaban. Siempre evitamos que los comentarios externos nos afectaran o le hicieran daño a Gabriel Vicente. Pero a pesar de todo esto, la familia no estaba preparada para manejar algo tan complejo...

Una época de gran felicidad en la vida de nuestro hijo fue cuando vivimos en Oklahoma, donde nació su hermanita Vanessa. No fue fácil tomar la decisión de tener otro hijo. Sin embargo, ese suceso llenó nuevamente de alegría nuestro hogar y nuestras vidas, y representó una bendición del cielo. Nuestra hija ha sido especial, ya que nació en un hogar diferente donde a diario se vivían experiencias que nos marcaban, y también a todos los que se encontraban a nuestro alrededor.

La relación de Gabriel Vicente con Vanessa fue igual a la que existe entre dos hermanos. Se querían mucho, jugaban juntos y también peleaban. Solían armar rompecabezas y legos, ver películas y jugar cartas. Su madurez le permitió aceptarla desde el primer momento, y él mismo decidió compartir su reinado con esa "princesa" que nos había llegado del cielo. Gabriel Vicente vivió esa linda experiencia de compartir con su hermana, y de ser su hermano mayor. El le llevaba 5 años y siempre trató de enseñarle lo que él ya había aprendido.


Gabriel Vicente se ponía furioso cuando ella entraba a su cuarto y le quitaba algo. A él no le gustaba que le tocara sus cosas, ni tampoco que se instalara en su cuarto a ver televisión. Ella sabía que eso lo molestaba y, como niña al fin, lo hacía a propósito para fastidiarlo. Recuerdo con emoción y gran nostalgia sus peleas, sus gritos, sus risas y sus lágrimas...

Vanessa no podía entender en esos momentos el impacto que tuvo la vida de su hermano en nosotros. Ella tenía solo 6 años y medio cuando Gabriel Vicente murió. Pero estamos seguros que esa experiencia la lleva muy dentro de sí, y marcará por siempre su visión de la vida. Hoy en día ella no habla mucho de lo ocurrido, pues sabe cuanto nos duele. Nos ha visto derramar muchas lágrimas con solo nombrar a su hermano. Algún día ella entenderá la gran dimensión que tuvo la vida de su hermano junto a ella.

Gabriel Vicente contó con grandes aliados en la familia. Con ellos conseguía normalmente lo que no le permitíamos en la casa. Descubrió en su abuela materna, Bubuta como él la solía llamar, su gran "compinche". Entre ellos dos se desarrolló una relación muy peculiar desde el primer momento. Su abuela pasaba por encima de nuestra autoridad, sin que nadie pudiera evitarlo. Ella representó para él no solo su abuela sino también su gran amiga. En sus últimos días ella se entregó en cuerpo y alma y no se separó de su lado.

Sus tíos y su madrina también formaron parte de esos aliados o "compinches" que él tenía a su disposición. Constantemente los llamaba para proponerles lo que tenía en mente. Solían recogerlo los fines de semana y llevarlo a pasear o a comer. A Gabriel Vicente le gustaba volar aviones pues soñaba con ser piloto algún día. Nos preguntaba si él podría llegar a serlo, y nuestra respuesta siempre fue que él llegaría tan alto como se lo propusiera... Disfrutaba viendo volar los aviones que construía su tío. Dejaba correr su imaginación y se emocionaba pensando que algún día él podría estar volando uno de verdad. Le gustaba ponerlos en situaciones de peligro. Sabía todo lo referente a la materia, y practicaba por horas en el simulador de vuelos que tenía en la computadora. Le gustaba compartir sus vuelos con familiares y amigos.

También le encantaba que lo llevaran a jugar maquinitas en los centros comerciales, donde no le importaba gastar su dinero. Siempre tenía dinero, ya que todo el mundo le regalaba. Resultó ser el banco de la casa a quien acudíamos cuando nos quedábamos cortos de plata. Siempre lo hacíamos en calidad de préstamo, ya que él sabía sacar muy bien sus cuentas y tenía claro lo que le debíamos.

Algo que siempre disfrutó y fomentó fueron las reuniones familiares, sobre todo los domingos en casa de sus abuelos. Le gustaba participar en todos los eventos, y preparaba actos que sorprendían a la familia. Convocaba a sus primos a la casa para practicarlos, de manera que todo saliera bien a la hora de presentarlos. Disfrutábamos mucho viendo la alegría que reflejaba en su rostro cuando mostraba sus habilidades, ya fuera tocando flauta, tocando otros instrumentos o compartiendo trucos de magia.
Le gustaba mucho la música y la compartía con todos. Recuerdo un día que grabó toda una cinta con la canción de Michael Jackson "You are the world", así que cuando la canción terminaba la volvía a comenzar. Todos en la casa nos la sabíamos de memoria.

 

 

Le encantaba que lo sacaran a comer pollo frito en el McDonald. Siempre conseguía que lo llevaran, y si alguien no podía hacerlo, se encargaba para que sus "compinches" se lo trajeran a la casa. Y cuando nosotros le reclamábamos por haber molestado a sus tíos, él nos decía que eran ellos los que querían comprarle la comida. Tenía siempre una explicación para cada cosa...

La relación con su papá fue única ya que él siempre lo complacía en todo y lo llenaba de regalos. Cada vez que salía de viaje llegaba con un montón de cosas escogidas y buscadas para él. Solían hablar mucho de deportes y les gustaba ver los programas deportivos en la televisión. Gozaban ligando sus equipos favoritos en los juegos de baseball. En el baseball profesional venezolano Gabriel Vicente era del Magallanes y su papá de las Aguilas del Zulia. En lo que si coincidían era en el equipo de las grandes ligas, ya que ambos eran fanáticos de los Indios de Cleveland.

También le encantaba ver los partidos de golf por la televisión. Sentía una gran satisfacción de poder practicar este deporte. Tenía sus propios palos y una maleta donde guardarlos. Su papá se los había traído en uno de sus viajes. Acompañaba a su papá, su abuelo y sus tíos, quienes se encargaban de empujar la silla de ruedas por toda la cancha. Disfrutaba el momento como cualquier niño normal. Le gustaba llevar las anotaciones y sobre todo llegar al club después de jugar, para desayunar y celebrar sus logros con el resto de la familia. Aprovechaba la ocasión para comer tocineta, huevos, chorizos y todas esas cosas que tenía restringidas en la casa.

Como le gustaba comer. Se la pasaba dando instrucciones y diciéndonos como quería que le preparáramos las cosas. Peleaba conmigo cuando las arepas no le quedaban tostadas como él las quería, y yo me ponía furiosa y se las hacía comer como se las había dado. Soñaba con ser chef algún día y se la pasaba dándole recetas a familiares y amigos. Tenía todas las condiciones, pues le fascinaba dar ordenes...

La relación conmigo era exclusiva. Sabía lo que podía conseguir conmigo y lo que tenía que conseguir por otro lado. Yo le ponía autoridad, carácter y disciplina para que no pensara que podía manipularme como lo hacía con los demás. Era muy estricta y trataba de exigirle de acuerdo a sus posibilidades, pero a la misma vez le ofrecía todo mi amor, cariño y apoyo. El sabía que podía contar conmigo para desahogarse, para decirme como se sentía y para que le entregara todo ese amor que solíamos compartir. Yo pasaba mucho tiempo pintando en mi taller y él me acompañaba. Celebraba mis triunfos y siempre me daba su opinión sobre mis proyectos. Muchas veces hasta atendía a mis clientas. Yo le ofrecía una comisión por las ventas que él hacía y esto le fascinaba. Me ayudaba a pintar, lo cual le proporcionaba una gran satisfacción y lo hacía muy bien.

Desde muy temprana edad Gabriel Vicente mostró un afecto inmenso por sus muñecos de peluche. A todos los bautizaba con un nombre, los sacaba a pasear en su andadera y los llevaba en sus viajes. Igualmente lo acompañaban cuando era hospitalizado y en las consultas médicas. Con el que más se identificó fué con "Alvin", con quien desarrolló una amistad inocente y llegó a ser considerado parte de la familia. Un día él hizo que yo se lo pintara y lo colgó con orgullo en la pared de su cuarto. Como él mismo lo describe en una de sus historias Alvin era su amigo. Cuando la puerta de su cuarto se cerraba y el miedo invadía su mente, Alvin tomaba vida y lo acompañaba en las noches tristes. Alvin también fue sepultado con él aquella mañana del 21 de Abril de 1997.


Gabriel Vicente fue el centro de atención de nuestra gran familia. El tuvo la suerte de contar con una familia como la nuestra. Hoy en día nos sentimos todos orgullosos de él, y agradecidos con Dios por habernos enviado ese ser tan excepcional, espontaneo y alegre que vino a bendecirnos. El fomentó la unión y la entrega entre los miembros de la familia. La felicidad de Gabriel Vicente no hubiese sido posible, sin la solidaridad de todas las personas que nos ayudaron en ese largo y difícil camino.

Gabriel Vicente sintió una gran seguridad y apoyo en su familia. Al principio tuvieron miedo de atenderlo, pero con el tiempo aprendieron a manejarlo tan bien como nosotros. Sabían como cargarlo sin hacerle daño a sus heridas, como doblar y guardar su silla de ruedas, como bajar y subir escaleras, en fin, todos querían ayudarnos. Esto le permitió crecer en un ambiente muy estable. Aprendió a tolerar las miradas de asombro y las preguntas indiscretas que en muchas oportunidades se le presentaron. El siempre sabía que decir cuando algo de esto le sucedía. Nunca alguien en la familia se acomplejó al presentarlo, o dejó de llevarlo a ningún lado por su condición. Al contrario, cada uno de nosotros sentía una gran emoción cuando lo teníamos a nuestro lado. Si nos encontrábamos con alguien conocido, él era presentado con el mayor orgullo como miembro honorario de la familia. El hizo que nuestra familia fuera distinta a las demás y nos hizo ser especiales...

Se la pasaba lleno de "antojitos" que recibía a menudo de alguno de sus tíos o de su madrina. Lo consentían muchísimo. Muchas veces nosotros ni nos enterábamos de estos regalos. Al preguntarle que de donde había sacado ese antojito, él nos respondía que se le había olvidado decirnos que alguien se lo había traído... Que casualidad que siempre se le olvidaban esos pequeños detalles. Su respuesta era que el no tenía la culpa que le trajeran tantos regalos.

Gracias a nuestra familia por el apoyo incondicional y porque siempre estuvieron a nuestro lado, acompañándonos y animándonos en ese difícil camino que nos toco transitar. Pero sobre todo, por continuar manteniendo vivo el recuerdo de nuestro querido hijo...

 






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