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Novelda del Guadiana en la prensa


10/10/2002 Diario HOY

Nuestra arquitectura vernácula


LA arquitectura tradicional del medio rural extremeño, además de ser un libro escrito con letras de piedra de la historia real de la gente que ha vivido y trabajado desde tiempos remotos en nuestra tierra, es un valioso patrimonio cultural lleno de sentimientos muy cercanos y entrañables... ¿Quién cuando en la soledad de una dehesa o el silencio de una sierra encontrándose en el interior de un “chozu”, un “bujío”, una “bóveda” o un “chafurdón”, no siente una satisfacción tan completa como si estuviera dentro de un huevo o del útero materno bajo la protección de todos sus ancestros? ¿A qué extremeño que regresa a su pueblo al cabo de muchos años, no se le pone la carne de gallina embargado por la emoción al contemplar nuevamente aquel viejo molino en ruinas o aquel horno de pan abandonado que él conoció activos en su infancia? ¿Cualquiera que haya nacido y crecido en esta tierra cuando con el paso del tiempo vuelve a pisar en el huerto de su abuelo, no tiene la sensación de que los pies se le hincan en la tierra como si quisieran echar raíces y siente la presencia de sus antepasados entre las antiguas piedras de los paredones cubiertos de musgo?

La arquitectura rural tradicional es un valioso legado patrimonial y cultural de nuestros antepasados. Es un testimonio histórico del pueblo extremeño que se corresponde a una tradición continuada a lo largo de los siglos y hasta fechas muy recientes, que reúne los criterios que justifican su valor excepcional como simbiosis de características culturales y naturales. La diversidad de tipologías y funciones de la arquitectura tradicional del ámbito rural de Extremadura es un excelente ejemplo de adaptación arquitectónica al medio natural, donde no desentona ni por la escala ni por los materiales, llegando a formar parte del paisaje natural. Es un sobresaliente ejemplo de ocupación tradicional del territorio que nos enseña que nuestra calidad de vida La arquitectura rural tradicional es parte importante del acervo cultural y patrimonial de Extremadura, es la expresión de la identidad de una cultura muy propia y representativa del pueblo extremeño. Pero lamentablemente este patrimonio, creado a lo largo de los siglos gracias al ingenio y el trabajo callado del pueblo extremeño, ha tenido y tiene la consideración de “patrimonio menor” y en consecuencia está en la categoría de los testimonios culturales prescindibles... En cambio el denominado “patrimonio mayor” testimoniado por palacios, castillos o monasterios, tiene todos los reconocimientos institucionales y ayudas públicas que se requieran, cuando en algunas de sus “obras monumentales” es el testimonio de la opresión y el saqueo al que históricamente estuvo sometido el país de las gentes y tierras extremeñas.

El “patrimonio mayor” arquitectónico es evocador del poder y el esplendor de nobles y obispos o de gestas militares que la mayoría de las veces sólo trajeron ruina material y desolación espiritual al pueblo extremeño, por ello es el testimonio de un pasado sin vida y sin raíces populares. El “patrimonio menor”, la arquitectura del pueblo, es evocador de las formas de vida y trabajo de las clases populares hasta hace pocos años, siendo por tanto un testimonio vivo ya que forma parte de la memoria colectiva del pueblo que recuerda los usos que la dieron vida. Por ello la arquitectura rural tradicional de Extremadura, nuestra arquitectura vernácula, es una de las manifestaciones más significativas de nuestra identidad cultural extremeña y como tal debería ser tutelada institucionalmente y valorada socialmente, objetivos que persigue y promueve la Asociación por la Arquitectura Rural Tradicional de Extremadura.

Pero en una época con voluntad arrasadora como es la actual, y en la que impera el criterio técnico e irracional del capitalismo salvaje que define a la cultura dominante del mundo occidental, la arquitectura popular se enfrenta a un futuro incierto y poco halagüeño. El desarrollo brutal que ha experimentado la ciudad desde la segunda mitad del siglo XX, ha terminado por empujar al hombre a las ciudades. Como consecuencia de este hecho los pueblos empezaron a despoblarse y con ello el deterioro de los núcleos rurales se fue incrementando. El resultado final es el de pueblos escasamente poblados y una arquitectura que amenaza ruina. Estos hechos, graves en sí, lo son aún más por cuanto significa la desaparición de un espacio histórico, de la memoria colectiva de pueblos que manifiestan la pervivencia en el tiempo y en el espacio de un pasado que emerge como referente cultural con el que nos podemos identificar y, superar así, la fragmentación que ha supuesto para el hombre el desarraigo con la naturaleza en el paso del medio rural a la ciudad.

Situación que se agrava con la supresión del P.E.R. y los subsidios agrícolas en nuestra Comunidad Autónoma, ya que el medio rural puede conocer una acelerada despoblación y por consiguiente la desvertebración de la sociedad extremeña y la desaparición del extraordinario patrimonio histórico y cultural que representa la arquitectura popular. El futuro de este viejo país de los extremeños depende de que se consiga mantener a la población en el medio rural: si nuestros pueblos, nuestros campos y nuestras sierras se vacían de gente, desapareceremos inexorablemente como Pueblo... Por ello pensamos que las políticas y estrategias institucionales sobre patrimonio histórico y cultural no deberán estar orientadas solamente a la tutela y conservación de este patrimonio sino también a su rehabilitación, modernización y promoción con fines culturales y como recurso para la creación de empleo. Y el mantener la estética y la funcionalidad de la arquitectura popular, creemos, que puede suponer un importante recurso que frene la huída del campo a la ciudad.

En ARTE consideramos que el mundo rural no debe entenderse como un mundo del pasado, en Extremadura debemos verlo y valorarlo como una apuesta de futuro. Y una de las claves para tener éxito en esta apuesta entendemos que está en lograr acertar en la política para la conservación y la puesta en valor de nuestra arquitectura vernácula, contemplada como referente histórico-cultural del pueblo extremeño y como recurso para el futuro de nuestra región.


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