Cuando
sea grande...quiero ser un Luthier
Después de treinta y pico de años de cosechar éxitos por el mundo, regresa al país el grupo de música-humor Les Luthiers. Si no había vuelto es porque nunca había venido, pero estaba aquí desde hace rato, mucho antes de que conociéramos la realidad virtual y los CD. Sus integrantes se burlaron del tiempo y llegaron a nosotros de todas las formas posibles, menos en la de carne y hueso.
Durante mucho tiempo vivimos con la incógnita de saber cómo serían estos constructores de instrumentos, qué hacían y cómo lo hacían. Cuando aparecía alguien que estuvo en alguno de sus espectáculos, poco faltaba para invitarlo a pasar un fin de semana en la casa, tres noches, dos días, todo incluido.
Luego, cuando el vídeo vino a sumarse a nuestra lista de "chunches", muchas dudas se aclararon: Les Luthiers son personas, o al menos eso es lo que parecen. A simple vista dan la impresión de ser, cada uno de los cinco, una entidad física sujeta a derechos y obligaciones, como cualquiera. Pero estas personas nunca son una sola; continuamente adquieren fisonomías y acentos diferentes. Quien en un momento era un mariachi enamorado, ahora es un oso libidinoso; el que fungía como brigadier en el ejército se convierte en ministro de Dios, y la bella moza que marchóse a lavar la ropa es ahora protagonista del romance del joven conde, la sirena y el pájaro cucú.
Motivados por la cercanía de su visita, y con esa curiosidad que suele dejarnos a las puertas del chisme, hicimos una llamada a Buenos Aires. Del otro lado esperábamos escuchar a Daniel Ravinovich, uno de los luthiers, pero contestó otra ¿persona?
-Aló, por favor con Daniel.
-No está.
-Ah, bueno y ¿quién habla?
-Aquí Mastropiero ¿y allá quién?
-Pe... pe...
-Ah, hola Pepe ¿en qué puedo servirte?
-No, no, soy Beto... pe... pero ¿qué está usted haciendo ahí?
-Contestando el teléfono. Cuando Daniel sale al jogging yo hago de recepcionista. Le he dicho que ahora hay unas maquinitas que graban los mensajes, pero no se decide. Somos muy buenos amigos.
-Sí, claro. Usted y él y los otros cuatro tienen una amistad muy antigua.
-Pues sí, nos conocimos desde la primera vez. Esto sucedió en 1970, cuando interpretaron una de mis obras, Las cartas a la Condesa Shortshot.. Yo había leído sobre ellos en un boletín de prensa que enviaron el 20 de setiembre de 1967. Recuerdo bien la fecha porque ese día sentí que el destino nos pondría frente a frente, nariz a nariz, y algunos de ellos sí que la tienen bien grande... la nariz. Anunciaban el nacimiento de un conjunto de instrumentos informales compuesto por cuatro exintegrantes de I Musicisti. Este último grupo había surgido como una broma de estudiantes, al término del Festival Universitario de Coros celebrado en La Plata, en 1964. Unos días antes, ellos habían escuchado un disco de Gerard Hoffnung, un inglés que hacía música-humor en los años 50 y eso los motivó a componer una ópera para burlarse de la ópera. Por aquella época la modalidad del café-concert estaba en boga y ellos empezaron a explorar el mundo de la farándula en un lugar llamado La Cebolla. Desde entonces han aprendido a ganarse la vida con el sudor de la risa y, mirá vos, hablando de sudor acaba de entrar Daniel, te lo paso...
Reponiéndome de la emoción por haber conversado con tan ilustre compositor, saludo a Daniel Ravinovich y despliego mi hoja de preguntas surrealistas que no sirvieron para nada, porque al final tuvimos un diálogo muy correcto y nada enfermizo, casi profiláctico.
--Siempre tuve curiosidad por saber cómo la pasaron en la época del llamado "Proceso", que los militares argentinos impusieron y por el cual, dicho sea de paso, no han sido procesados.
--El espectáculo siempre corrió igual. Tuvimos suerte en el sentido de que no se le ocurrió a ningún troglodita de esa época matarnos o perseguirnos, pero como ciudadanos y seres humanos sufrimos lo que todo el mundo sufrió con la persecusión, el caos y la barbarie.
--El humor tiene que haber sido un gran paliativo...
-- Pienso que sí. Si un espectáculo de humor está bien hecho, si tiene jerarquía y finura, le sirve a la gente para aliviarla de lo que es la vida diaria.
--¿Cómo ves el mundo hoy?
--Yo lo veo muy revuelto, con muchas dificultades para la gente, para desarrollarse, con una enorme crisis en la educación y en la cultura.Yo creo que ese famoso eslogan del liberalismo, que dice achicar el Estado, es un error garrafal. Yo pienso que lo que corresponde es agrandar el Estado, que debe ser grande y poderoso.
--Este mundo en buena medida es resultado de una clase política sin sentido del humor. ¿Qué es un político sin humor?
--Es como la mayoría de los políticos. Tienen bastante poco humor y bastante poco sentido del humor. Yo creo que un poco de esto puede ayudar a un político a tener autocrítica.
--Y aparte de los políticos sin humor y el liberalismo, ¿qué cosa te aburre en la vida?
--A mí me parece que la palabra aburrimiento es sinónimo de depresión o de melancolía. Más que aburrirme, me deprimen la mediocridad y la intolerancia.
Vuelvo a ver mi hoja de preguntas surrealistas e inútiles, para ver cómo sigo la conversación. Sin darme cuenta, le propongo a Daniel que hablemos sobre el mundo que han recorrido Les Luthiers. Casi de inmediato escucho un forcejeo al otro lado de la línea; alguien discute por la posesión del aparato telefónico. Parece que dos cuerpos ruedan por el piso. Algunos objetos se quiebran. Luego de un silencio mortal escucho una respiración jadeante y alguien que me dice:
_--¡Ya lo amordacé!
--¿A quién?
--A Daniel ¿a quién si no?
--¿Y usted es?
--Soy Don Rodrigo Díaz de Carreras, archiconocido explorador que la historia oficial no registra en sus volúmenes y un personaje que estos locos dieron a conocer en su espectáculo Mastropiero que nunca, en el 77.
--Y ¿qué está haciendo, si se puede saber?
--Mire, si alguien tiene autoridad para hablar sobre el mundo recorrido, ese soy yo. Estos luthiers han sido cronistas de mi vida, pero yo también lo he sido de ellos. Yo le puedo contar cómo en aquellos días en Mar del Plata, cuando sus bolsillos carecían precisamente de ella, poco a poco su talento fue reconocido y grabaron comerciales. Antes de terminar el 71 sacaron su primer disco, con lo que demostraron que efectivamente ¡sonaban pese a todo! Al año siguiente vino su primera gira internacional y fueron a Punta del Este; luego, a Punta de Otros realizaron su primera gira doméstica. Después prepararon otro disco: Cantata Laxatón. Ahí es donde aparece el bolero de mi amigo Mastropiero. En mayo del 73 por fin una gira los manda lejos del Cono Sur. Se me adelantaron y llegaron a Caracas, donde tuvieron una experiencia reveladora. Supieron de la existencia de todo un continente situado hacia el norte: una tierra llamada América Latina, cuyos habitantes estaban dispuestos a acudir masivamente a los recitales de ese extraño conjunto. Al regresar, dieron noticia a sus compatriotas y empezaron a preparar el tercer disco, ese que fue titulado, apropiadamente, Volumen 3, para diferenciarlo del Volumen 4.
--Perdone la interrupción. Me parece que el 73 y el 74 fueron los años en que el grupo definitivamente "despegó" desde un punto de vista comercial.
--Sí, y eso que aún no habían grabado mis desventuras. El mundo entero me conocería en el 79, con la grabación en vivo de Mastropiero que nunca.
De pronto, un grito amenazador corta la exposición de don Rodrigo y alcanzo a oír: "A ver cómo te desenvuelves con esto. ¡Plim, plam, Tomá guacho!". Otro silencio. Pasado un momento, es Daniel Ravinovich quien con una risa maligna y en pleno control de sus facultades y del teléfono, continúa la conversación.
Un poco contrariado por esta última escena, se me ocurre preguntar:
--¿En cuál país han encontrado a la gente con el mejor humor?
--No veo muchas diferencias, porque la gente en general no la pasa muy bien en la vida. Tiene bastantes problemas, pero bueno, yo diría que el público latinoamericano es el más efusivo.
--Me cuesta imaginarlo, pero, ¿alguna vez han recibido una crítica negativa?
--Bueno, yo recuerdo, en la prehistoria del grupo, una bastante negativa en Barcelona. Pero ahora venimos de allí y nos fue muy bien, una vez más.
--En medio de tanto trajín, ¿qué se pierde y qué se gana siendo un luthier?
--He ganado la posibilidad de trabajar en lo que más me gusta, en lo que siempre fue mi vocación y mi hobby: el arte, el humorismo, la actuación y la música. He perdido la posibilidad de ser un brillante abogado. En grupo, hemos perdido la posibilidad de haber hecho algo individual, pero estoy muy feliz de haber llegado adonde hemos llegado.
--¿Y el gran secreto del grupo...?
--El gran secreto del grupo y de cualquier grupo ha sido y es aprender a aceptar las ideas de los demás y discutirlas con elegancia. Como sea: en un ring, con guantes, con protectores para no dañarse y poder pelearse, para discutir posiciones pero... con elegancia.
--¿Será que hacer humor produce mal humor?
--No, en absoluto. Es una actividad que personalmente me dignifica, me produce buen humor. Y esto, en las dos situaciones claves en las que se lo hace: cuando se lo piensa y cuando se lo actúa. Yo prefiero mucho más la parte de la actuación, es la que más me divierte.
--Ya a punto de concluir esta plática, todavía me esperaba otra sorpresa. Daniel, de un momento a otro, empezó a sonar muy raro. Algo así como un videotape pasando a alta velocidad. Finalmente, y después de otro silencio mortal, una voz ciertamente familiar me dijo:
--Debemos ser rápidos, porque me falta perfeccionar la técnica de posesión de espíritus y solo puedo garantizar dos minutos. Es una actividad común en la familia, pero por razones que no vienen al caso, yo me tuve que alejar de ellos por un tiempo y me faltó aprender algunas cosas.
--Bueno, está bien, pero ¿y usted quién es?
_Soy Yogurto N'Ge, el de Cartas de Color.
--¿Y qué está haciendo aquí?
_Vine a denunciar una serie de atropellos que los sindicatos de trabajadores de las artes escénicas no conocen. Verá usted; desde mi aparición en el show business, y esto fue en 1980, en el segundo disco grabado en vivo y que se titulaba Muchas gracias de nada...
--¿Cómo? Ah sí, sí... donde también aparecía la gallinita que dijo Eureka.
--Pues bien, en ese disco se usó cualquier cantidad de extras y nunca le pagaron a nadie. Esta situación no varió, más bien se mantuvo en las dos siguientes grabaciones. En el Volumen Siete, del 83, le hicieron un homenaje a Huesito Williams. Ellos quedaron muy bien parados y los extras muy mal pagados. En el 91 grabaron Cardoso en Gulevandia y ningún gulevandés recibió algo a cambio. Y eso no es todo, figúrese que en el año...
--No pude saber más, pues vencieron los dos minutos de posesión espiritual. Supongo que en algo afectó el que fuera una llamada de larga distancia. Daniel Ravinovich, bastante afectado, continuó la conversación. Yo quise aprovechar su malestar físico y averiguar qué se necesita para ser un luthier. Pero su respuesta no reveló mucho:
--Tener la suerte de haber conocido a estos señores en el ambiente universitario bonaerense del año 60 y tantos, y ser aceptado, desde luego. En este momento es un grupo cerrado, por eso siento que tuve la suerte de conocerlos y la fortuna de haber formado esta maravilla con ellos.
CLIC. Fin de la entrevista.
Alberto Zúñiga, La Nación, 22-11-98 (Costa Rica)