El
originalísimo grupo humorístico-musical habla de su viraje hacia
el terreno de los temas comprometidos.
Les Luthiers: cambio de humor
De Les Luthiers, se sabe, se puede esperar casi cualquier cosa. Que arranquen sonidos a objetos improbables como calefones, latas de dulce de batata y tubos de ensayo. Que le pongan música a un teorema.
Que reescriban la historia al revelar que un navegante español, Rodrigo Díaz de Carrera, llegó a costas americanas antes que Colón (?).
¿Pero volverse serios? No se trata de que se hayan volcado al drama o pretendan hacer canciones sobre Bosnia al estilo Pavarotti & Friends. Pero Bromato de armonio, su nuevo espectáculo, se mete decididamente en terrenos que no solo les son de alguna forma nuevos, sino también serios de toda seriedad. La vida es hermosa, uno de los números de Bromato, se ríe de los servicios telefónicos de ayuda al suicida. Educación sexual moderna habla de cómo prevenir el sida en clave musical gregoriana. Y La comisión, el número clave y final del espectáculo, se burla de la intención de un presidente ficticio de cambiar la letra del himno nacional para convertirlo en una burda marcha proselitista. No por nada este momento lleva por subtítulo el neologismo himnovaciones.
Si bien formalmente Bromato de armonio es un típico espectáculo de Les Luthiers "por estructura, musicalidad y, fundamentalmente, humor", hay algo que ha cambiado. Después de todo, no es lo mismo reírse de un animador de TV imbécil...
"... que de
un imbécil que es presidente de la República", completa
Carlos López Puccio (alias el canoso y pelilargo).
"Está claro que hay imbéciles que tienen mayor incidencia
en nuestra sociedad..." "Esto de meterse con temas
serios, ¿se decidió con premeditación y alevosía o surgió
sin que se dieran cuenta? "La intención de hacerlo más
virulento y actual estaba en nosotros "dice Marcos Mundstock
(alias el pelado)". No fue una conjura, pero hubo
muchas charlas de café para decidir en qué dirección cambiar.
En serio. Tengo testigos...
"El público se sorprende", dice Carlos Núñez Cortés
(alias el pianista). "Están acostumbrados a que (el
ficticio compositor Johann Sebastian) Mastropiero trate de
levantarse a una fulanita y de pronto se encuentran con una cosa
más comprometida. Se cagan de risa con la mitad de la cara y
pescan la crítica mordaz." Un ejemplo de esa mordacidad: en
Educación sexual moderna, que lleva el sugerente
subtítulo de Cántico enclaustrado, cuatro
"monjes" dan una clase que incluye conceptos como: el
uso del preservativo es bárbaro... pero si lo usás te vas al
infierno.
"Ese chiste lo usamos nosotros pero no nos pertenece. Es de
la Iglesia", aclara Mundstock.
"Al meterse mucho en terrenos del humor político, ¿no
temen estar perdiendo originalidad? "Pero nosotros
seguimos usando el piano y el violín. Si hacemos un chiste,
siempre tiene un costado musical "insiste Núñez".
Fijate que la esencia del número más político pasa porque el
presidente quiere cambiar el himno. Nuestro lenguaje sigue siendo
la música. Nos movemos un poquitito, pero siempre con nuestras
herramientas.
"¿No resulta de alguna forma contradictorio eso de
volverse contestatario en la edad de la madurez? "Siempre
tuvimos una preocupación en esa línea "dice López Puccio.
"El cambio fue sutil "agrega Mundstock". Otras
veces parodiamos dictaduras bananeras y ahora parodiamos
democracias..." "... bananeras", dicen los demás
a coro.
"No tan bananeras", acota Mundstock.
"... Vamooooos", apura López Puccio.
"Bueno: coqueras", redondea Jorge Maronna (alias
el más tranquilo).
"En otras épocas no nos habríamos animado a hacer algo
así, ni siquiera en casa, en secreto", dice Daniel
Rabinovich (alias el más payaso). "Habríamos
cuidado más ciertas cosas." "La vida, por
ejemplo", acota Puccio.
"Recién me crucé con (el autor teatral Carlos) Gorostiza y
me dijo que le habían regalado un libro llamado El ideario de
Carlos Menem. El chiste es que todas las páginas están en
blanco", cuenta Rabinovich.
"Va a ser un boom editorial", dice Puccio.
"Lo bueno es que además se puede usar como cuaderno",
remata Mundstock.
"Este espectáculo carece de piezas puramente musicales,
como en otros lo eran los números de jazz. ¿A qué se debe? "No
nos lo permitimos "dice Núñez.
"Pensamos que el público no viene a escuchar música sino a
divertirse", dice Puccio.
"En realidad tenemos divergencias en ese tema", retoma
Núñez. "Algunos creen que podemos incluir tres minutos de
pura música por el simple placer de sonar, y para otros es un
despropósito." "Hace algunos años yo hinché tanto
que terminamos incluyendo un arreglo del Grupo Vocal Argentino a
modo de bis", cuenta Rabinovich. "Como tenía una parte
de la letra en quechua, la gente se empezó a reír..."
"Como con la herida mía de la mano", dice Núñez,
recordando un incidente real que el público se negaba a tomar en
serio. "Yo soy de los que piensan que nos perdemos un
mundo al no acariciar la sed musical de la gente", dice
Mundstock. "Pero como no tenemos la respuesta inmediata de
la risa, nos da incertidumbre. Donde vemos tres compases sin
carcajadas, los cortamos." "En general se pregunta a
los humoristas qué cosas los hacen reír. ¿Qué cosas los ponen
de mal humor? "El maltrato a la gente en las cámaras
sorpresa. Me indigna "dice Mundstock". Ven a una
viejita y le pegan. Pam! Eticamente es un delito. Y
después le cuentan que es para el programa tal, y la gente,
pobrecita, sonríe y dice: "Y bueno..." "A
mí me pone de mal humor la intolerancia, la indiferencia, el
macartismo", dice Núñez.
"La falta de autenticidad", dice Mundstock
irónicamente.
"Claro, como diría Clarín porteño bajo el título:
Lo importante", dice Rabinovich.
"A mí lo que me pone de mal humor es este tema",
remata Maronna.
"El infarto que sufrió Rabinovich, ¿modificó en algo
la dinámica interna del grupo? "Fue una muestra de la
fragilidad sobre la que descansa nuestro trabajo "dice
Maronna.
"Nunca ganamos un peso sin estar sobre el escenario. Y si la
máquina falla...", dice Puccio.
"Lo mío fue una piña, pum, una explosión",
explica Rabinovich. "Yo no sé si en realidad estoy
enfermo del corazón o si simplemente tuve un accidente. Al mes
me habían dado el alta, y no tengo que hacer más que dejar de
fumar y controlar el peso, como cualquier cincuentón. Pero
pensé mucho en la muerte, en qué les podía pasar a ellos... Es
uno de los finales posibles. Hasta sería deseable morir sobre el
escenario." "Sí, claro", dice Mundstock.
"¿Por qué no? Les Luthiers puede terminar así",
insiste Rabinovich.
"Por embarazo seguro que no", acota Núnez.
"Después de varias décadas juntos, ¿podrían decir de
qué forma sus vidas privadas han influido o influyen en la
relación del grupo? "Marcos (Mundstock) hizo todo un
cambio de vida en los últimos años. Se enamoró, se casó, tuvo
una hija... Lo esperamos durante años! "dice Puccio.
"Carlitos (Núñez) también hizo una cosa así, un poco
antes", agrega Mundstock.
"Yo chocho fui a contarte...", rememora Núñez.
"Sí, chocho, precisamente", dice Maronna.
"Aclará que ya me había casado varias veces antes",
pide Mundstock.
"Lo que pasa es que Marcos luchó durante mucho tiempo con
su definición sexual", dice Núñez.
"Ponelo grande", pide Maronna.
"Uno de los Luthiers lucha contra su definición
sexual", dice Mundstock imaginándose el titular.
"... Y pierde", acota Maronna.
"Son muchos años. Nos venimos observando desde lejos",
dice Núñez. "Daniel (Rabinovich) fue el primero en
casarse, en tener hijos. Me acuerdo de la casa que se compró
cuando dejó el Centro..." "Se fue a Hollywood",
mete baza Maronna.
"... Una casa como la de las películas norteamericanas, con
parquecito, los chicos...", sigue Núñez.
"La compró con los chicos adentro", dice Puccio.
"Era un modelo para envidiar o imitar", concluye
Núñez.
"Y después envidiaban a Mundstock, que no tenía mujer
ni hijos... "Sí. Se la pasaba de joda, Marcos
"dice Maronna.
"¿Dirían, finalmente, que el cambio de humor de estos
últimos Luthiers es positivo? "Si nos fuéramos a guiar
por las críticas o la respuesta del público, ¿cómo podríamos
estar descontentos? El cambio real está en que hacemos cada vez
mejor lo que hacemos "dice Puccio.
"Digamos que tuvimos el olfato para abrir terrenos
colindantes e intuir qué quería nuestro público", dice
Mundstock.
"¿Cambió el país o cambiaron ustedes? "No, el
país no cambió "dice Puccio". Los imbéciles son
otros, nada más.
Marcelo Figueras. Clarín Digital. 27 de julio de 1996