POLÍTICA DE ESTADOS UNIDOS HACIA AMÉRICA LATINA DESPUÉS DEL 9-11-2001.

     Los ataques del 11 de Septiembre del 2001 han dejado como resultado - entre otras cosas - una revolución en la política exterior norteamericana, como aseguran Daalder y Lindsay (Brookings Institution, 2003).  Septiembre 11 cambió el pensamiento de la administración Bush principalmente en dos formas: La primera, la Casa Blanca abandonó la creencia de que la competencia de poder priva en todos los asuntos de política mundial, y que grandes poderes no hostiles constituyen la primera amenaza a la seguridad de Estados Unidos.  Esta distinción ahora se refería a Estados terroristas y armados con armas de destrucción masiva. La segunda, Septiembre 11 movió el tema de la política exterior al tope de la agenda de la administración Bush (Daalder and Lindsay, 2003: 17). 
     Los ataques terroristas marcaron la inmensa vulnerabilidad de Estados Unidos, y prevenir un nuevo ataque sería ahora la prioridad número uno.  Los autores que sostienen esta tesis arguyen también que así como los ataques cambiaron el pensamiento de la política exterior Estadounidense, también cambiaron el panorama político dentro del país.  El apoyo público y político de manera masiva que recibió el presidente Bush fue de niveles imprecedentes en la historia política de Estados Unidos (pp. 18).  El Presidente Bush eventualmente consiguió el apoyo de 25 países para reforzar las tropas Estadounidenses en la lucha anti-terrorista (pp. 21).  A pesar de las numerosas críticas, y desacuerdos en el marco de las Naciones Unidas, Estados Unidos fue a la guerra contra Irak el 19 de Marzo del 2003.  Sin el apoyo de la ONU, y contando sólo con tres aliados potenciales: España, Gran Bretaña, y Bulgaria ((Daalder and Lindsay, 2003: 27).  En este contexto, los países de Latinoamérica jugaron un papel decisivo.  Al menos Chile y México, quienes sostenían la difícil posición de dar el voto decisivo en el Consejo de Seguridad de la ONU.
     Entre los nuevos intereses de Estados Unidos como resultado a los ataques del World Trade Center, esta como la mas alta prioridad la elaboración de una nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS).  Susan Rice del Brookings Institute describe lo que sería la base de esta estrategia enfocada en los ¨ países fracasados ¨ (o fallidos), que son aquellos países que sirven como espacio de resguardo para las organizaciones terroristas (Rice, 2003).  Estados débiles como Afganistán pueden ser de gran peligro para los intereses de los ¨ Estados fuertes.¨  Problemas como la pobreza, la debilidad institucional, y la corrupción hace a estos Estados débiles vulnerables a redes terroristas y carteles de droga dentro de sus fronteras.  Estados fracasados, de acuerdo a esta postura,  son aquellos donde el gobierno central tiene poco o ningun control sobre ciertas zonas del territorio, y en las áreas fronterizas donde, por ende, se albergan distintos tipos de organizaciones criminales (Rice, 2003: 2).  Entre ellos estan Somalia, El Congo, Sudán, Sierra Leona, Angola, Burundi, Zimbawe, e incluso Colombia.  La nueva Estrategia de Seguridad Nacional fue lanzada por el Presidente Bus el 20 de Septiembre del 2002, y contempla: mejorar la colección de inteligencia en estos países, ayudar a la regenaración de estos países `fallidos,` proveer ayuda económica, construir en estos paises una capacidad anti-terrorista por medio de asistencia financiera, e incrementar así las posibilidades de mantener la paz en estos países (Rice, 2003: 6-9).   
     Resulta obvio que la región Latinoamericana ya no figura en la lista de prioridades de Estados Unidos. Pués la mirada de este país se voltió por completo hacia los países que representen un riesgo para su seguridad interna (Afganistán, y luego hacia Irak).  Lo que Bush alguna vez llamó ¨la relación mas importante de Estados Unidos,¨ la relación con México, quedó en segundo plano, y de la misma forma la muy publicitada prioridad de estrechar lazos con los vecinos del hemisferio.  Estados Unidos
no sólo esperaba el total apoyo de los países de la región, sino que nunca imaginó las reacciones generalizadas de rechazo a su política de atacar a Irak a través de todo el continente Latinoamericano.   Muchos analistas políticos de la región atribuían las causas del ataque a Afganistán a razones históricas de imperialismo y expansionismo ¨yanqui¨ (Esther Charabati, 2001).    La reacción de la región en términos generales fue de repudio ha la guerra con irak.  Sólo Colombia apoyó a Estados Unidos en esta desición.
    Una encuesta hecha por la famosa cadena BBC Mundo muestra la aplastante mayoría de personas que rechazan la acción Estadounidense.  De un total de 62 personas que respondieron a la pregunta sobre si Estados Unidos tenía suficientes razones para atacar a Irak, 51 personas respondieron que ¨¨no¨ ( BBC Mundo, Febrero del 2003).  Resulta evidente que esta pequeña encuesta no representa las población regional en su totalidad, pero si demuestra de alguna forma el gran rechazo que existe en el area, sobre todo suramericana, hacia el tema.  De la misma forma, las manifestaciones de repudio a la guerra por parte de la sociedad civil en virtualmente todas las capitales de Latinoamérica mostraron la posición que muchos de estos gobiernos tomarían mas tarde e manera oficial. El caso de México es ilustrativo a la hora de justificar las posturas oficiales de los gobiernos de la región hacia la guerra con irak por las presiones internas, y obligaciones domésticas.  Las manifestaciones en México comenzaron desde antes de comenzar la guerra, y cuando el Presidente Fox decide no apoyar a Estados Unidos en su acción, su popularidad subió a niveles impensables (La Opinión, Marzo 2003).  Un 82% de la población Mexicana aprobaba la desición del presidente Mexicano, y un sondeo hecho por el diario Mexicano La Reforma indicaba que de 10 mexicanos, 8 apoyaban la postura de Fox.
No solamente Fox recibió el apoyo de la sociedad civil, sino que también logró el tan deseado respaldo del Congreso y los gobernadores de las distintas organizaciones políticas existentes en México (Robles Nava, La Opinión, Marzo 2003).  Las manifestaciones abundaban en Brazil, Argentina, Uruaguay, Perú, Venezuela, Chile, y sobretodo en Europa, lo cual explica el origen de las posturas oficiales de estos gobiernos ante la guerra de Estados Unidos contra Irak. 
Esta realidad debe mover a Estados Unidos a repensar la política exterior hacia la región, en un entorno de ¨anti-americanismo generalizado.¨  Estados Unidos debe rescatar el respeto de estos países y sus poblaciones para crear un ambiente sano y cordial en visperas de un acuerdo de Libre Comercio de las Americas.

     I. ANÁLISIS SUB-REGIONAL DE AMÉRICA LATINA RESPECTO A ESTADOS UNIDOS EN EL MARCO DE LA GUERRA CONTRA IRAK.

    
Sudamérica:
    
Brasil: El nuevo gobierno Brasileño de Luiz Inácio Lula Da Silva no ha mostrado nunca simpatía por una guerra contra Irak sin el apoyo de las Naciones Unidas.  Incluso desde antes de que esta comenzara, ya el presidente Lula había expresado su desacuerdo con una posible guerra.  Durante un viaje a Europa, justo después de tomar posesión en Enero de este año, Lula comentó su opinión públicamente sobre la ¨ obsesión del Presidente Bush con Irak ¨ (Oppenheimer, Febrero 2003).  La administración Brasileña ve la guerra como una amenaza económica real  para los países de la región Sudamericana, mas aún, como un precedente político peligroso que pudiese incitar a otras naciones a ejercer ataques unilaterales contra estos países (Oppenheimer, 2003).  En este sentido, el Ministro del Exterior Brasileño expresó que Brasil esta preocupada básicamente por el posible impacto económico que una guerra tendrá en Latinoamérica (Oppenheimer, 2003).  Estos impactos  comprenden el riesgo de un alza en los precios del petróleo, la contracción del mercado mundial, el congelamiento de la inversión extranjera en la región, y por supuesto una recesión a nivel mundial.  Un diario Brasileño llegó a decir incluso, que ¨ a menos que Bagdad demostrase ser una amenaza inminente, era razonable creer que los motivos de Estados Unidos para atacar a este país eran el petróleo y la hegemonía Estadounidense ¨ (Folha de Sao Paulo, citado en Oppenheimer, Febrero del 2003).  Estas demostraciones no sólo trasmiten la posición del gobierno Brasileño frente a la guerra en Irak, sino también la percepción que se tiene de Estados Unidos como agresor e invasor en la sociedad Brasilera.  Una treintena de ciudades Brasileras se han unido en protesta antibelicista y con carácter multitudinario, entre ellas Sao paulo, Río de Janeiro, y Brasilia.  A estas protestas asistieron incluso ministros del gobierno de Lula Da Silva (Reforma, 16 de Febrero de 2003).
     Brasil es todavía un país con un altos niveles de pobreza, desempleo, violencia criminal, y desigualdades económicas y sociales; de modo que en cara a estas y otras dificultades, y comprometido con un importante paquete otorgado por el Fondo Monetario Internacional ($30 billones) (Inter.-American Dialogue, 2003: 13), es improbable que Brasil profundice sus críticas hacia Estados Unidos, o propague en el área un mayor sentimiento anti-americano.  Sin embargo, y como hemos visto en el caso de México, las posturas de política exterior están directamente relacionadas (sino es que dependen) con el entorno doméstico, y si el gobierno Brasileño no logra controlar las masivas manifestaciones contra la guerra, es probable que asuma una posición mas determinada frente a Estados Unidos.
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