Editorial | Panorama
Internacional Nº 7
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Los problemas relacionados con la situación política mundial fue lo que menos logramos discutir en la Conferencia, por lo antedicho y porque durante el período preconferencia fue también la discusión más débil. Queremos que todos seamos plenamente conscientes de esta limitación.
Esta Resolución tiene dos propósitos centrales: el primero, plantear los problemas fundamentales cuya discusión colectiva tenemos que abordar de inmediato para que cuando se reúna la próxima Conferencia hayamos logrado avanzar en su respuesta. Algunos de estos problemas son los siguientes: la etapa de la lucha de clases abierta en 1943, El proceso abierto en los llamados Estados Obreros, el proceso de la restauración capitalista y su estado actual, la situación económica mundial, la dirección y el curso político que han tomado las direcciones tradicionales del movimiento obrero (socialdemocracia, burocracia sindical, guerrilla y PC), el carácter de algunas luchas como las de Ecuador, Albania y el Zaire, así como el programa.
El segundo propósito es presentar a todos los compañeros el aspecto sobre el cual se concentró toda la discusión política realizada antes del evento y que se refiere al cambio de la caracterización de la situación política mundial de revolucionaria por reaccionaria, tratando de ubicar la importancia de esta variación política y cómo esto afecta nuestra actividad política diaria.
El Programa que está al final es incompleto pero consideramos que los ejes centrales y muchas de sus consignas nos pueden servir para el trabajo cotidiano. La discusión colectiva en todas las secciones debe permitir avanzar en dotarnos de un programa acabado de acuerdo con las caracterizaciones con las cuales nos armamos. Por tanto el programa es una herramienta también para la elaboración colectiva y en ello radica su provisionalidad, pues de los análisis que hagamos se van a desprender otras consignas o el cambio de algunas de las presentes allí.
La Resolución tiene entonces tres partes fundamentales: la presentación de algunos de los grandes problemas que tenemos que abordar en este próximo período o sea año medio dos años, una caracterización de la situación política mundial, acompañada de algunos elementos de orientación política y, finalmente, un programa. Todo lo aquí expresado debe ser tenido en cuenta en dos sentidos: uno, como orientación política y dos, como materia prima para la elaboración política que tenemos que realizar de ahora en adelante.
No obstante que los avances en la discusión política no son globales, si queremos recalcar en la importancia político-práctica que tiene el cambiar la caracterización sobre la situación mundial, pues de la ambigüedad y confusión de antes podemos pasar a una mejor ubicación para el accionar de nuestros partidos siendo concientes de cual es la real relación de fuerzas entre la revolución y la contrarrevolución.
La conferencia es conciente que este punto es una de nuestras prioridades en el período inmediato. De ahí que la revista la ubiquemos como instrumentos en el proceso de elaboración política.
Hasta dónde ha avanzado el proceso, cuál es la dinámica objetiva de él y cuál es la perspectiva que se abre para la clase obrera de esos países y de todo el mundo es lo que el CITO debe responder en su elaboración colectiva.
Otro tanto se presenta en los países donde los regímenes stalinistas no han caído, como China, Cuba, Vietnam y Corea del Norte. Allí también hay un proceso restauracionista que debemos estudiar y en lo posible dotarnos de una orientación hacia ellos. La reciente visita del Papa a Cuba debe ser incorporada, como un hecho muy importante, en esta discusión, apropiándonos de la mayor información posible y siendo serios y sistemáticos en el seguimiento de este proceso.
El problema de la dirección se torna especial por lo que plantea Moreno en Actualización del Programa de Transición :
« A partir de la primera guerra imperialista, al iniciarse la época de crisis definitiva del imperialismo y el capitalismo, la época de la revolución socialista, cambian las relaciones causales de los acontecimientos históricos. En relación con las grandes épocas históricas y el desarrollo normal de las sociedades, el marxismo ha sostenido que el hilo rojo que explica todos los fenómenos son los procesos económicos. Pero en una época revolucionaria y de crisis, esta ley general tiene su refracción particular que invierte las relaciones causales, transformando el más subjetivo de los factores --la dirección revolucionaria-- en la causa fundamental de todos los fenómenos, incluso los económicos. Hasta la primera guerra mundial el proceso económico tenía un carácter predominante y en cambio no tenían mayor importancia los factores subjetivos. La misma lucha de la clase obrera era reformista porque no atentaba contra el proceso de acumulación capitalista, contra el desarrollo económico capitalista, contra sus leyes, sino a lo sumo significaba una ligera variación del proceso. Por eso fue una época reformista. Pero a partir de la primera guerra mundial ya no es así. Los procesos económicos dejan de ser los determinantes; y el factor subjetivo -la dirección- se convierte en el fundamental. No olvidemos que esto es así porque la época está determinada por la lucha revolucionaria de las masas .
La existencia de Marx y Engels en el siglo XIX no fue un factor objetivo en el desenlace de ningún proceso histórico. Su existencia no pudo garantizar el triunfo ni evitar las derrotas de la revolución proletaria en el año 1848 ni en la Comuna de París. En cambio la existencia de Lenin y Trotsky y del Partido Bolchevique pudieron garantizar el triunfo de la revolución de octubre, mientras que en Alemania la inexistencia de un partido bolchevique y de un Lenin y un Trotsky hizo que no se pudiera garantizar el triunfo de la revolución socialista. De la misma manera, la existencia de direcciones contrarrevolucionarias burocráticas al frente de los grandes partidos socialistas permitió el estallido de la Primera Guerra Mundial .»
«La izquierda socialdemócrata, confiada en el proceso lineal y evolutivo, al comprobar retrocesos y derrotas de éste como consecuencia de la inmadurez del proletariado o de la traición de sus direcciones, formuló una ley marxista, dialéctica, en una bella frase: el camino del proletariado está plagado de derrotas que llevan al triunfo. Señalaban así la dialéctica de derrotas y triunfos, su transformación de unas en otros. Pero la Primera Guerra Mundial, al hacer aparecer con toda su crudeza el nuevo factor determinante del proceso histórico --la crisis de dirección revolucionaria del proletariado mundial-- estableció una dialéctica invertida de las relaciones entre los triunfos y las derrotas que vale para toda la época que se abre con la Primera Guerra Mundial, y es más actual que nunca y la podemos formular de la siguiente manera: mientras el proletariado no supere su crisis de dirección revolucionaria no podrá derrotar al imperialismo mundial y todas sus luchas, como consecuencia de ello, estarán plagadas de triunfos que nos llevarán inevitablemente a derrotas catastróficas . Nada lo demuestra mejor que el boom económico de esta posguerra: su verdadera causa es la traición del stalinismo, que llamó a los obreros occidentales a trabajar más que nunca para el imperialismo.»
Mientras la Minuta mundial defiende con claridad que seguimos en una etapa revolucionaria, abierta desde el 43, hay camaradas que plantean que ya hubo un cambio de su carácter. Por ahora consideramos que las situaciones «provocan la inflexión» en las etapas, es decir, son las transiciones entre dos etapas distintas. Examinar con cuidado cuál es la dinámica de la lucha de clases mundial, a partir de la situación reaccionaria que vivimos es una tarea que tenemos para elucidar. El hecho que definamos la situación como reaccionaria no hace cambiar automáticamente la etapa. « Las situaciones son un punto de ruptura en la continuidad de la etapa », dice Moreno, pero no necesariamente el cambio total de ella. De todos modos los acontecimientos que se han venido desarrollando en el planeta tienen mucho peso y debemos balancearlos para aclarar este importante aspecto que nos puede permitir prever en mejor forma la intervención partidaria en las luchas d los trabajadores.
En la apreciación de varios delegados hay una tendencia objetiva de bonapartización de los regímenes políticos burgueses como consecuencia del desarrollo de la crisis económica del imperialismo y de su necesidad de aplicar sus planes derrotando la resistencia obrera y popular.
Así mismo hay discusión abierta sobre el carácter de las luchas que se han desarrollado en Albania, El Zaire y el Ecuador, pues su dinámica política objetiva ha cuestionado los gobiernos y regímenes hasta cambiarlos por lo cual podríamos definirlas como revoluciones democráticas o de febrero, más allá de si triunfaron o no o su triunfo fue reorientado a favor del imperialismo y la burguesía. La importancia de estas luchas amerita profundizar en esta polémica pues no es descartable que se produzcan similares luchas, para lo cual el CITO debe prepararse.
Otro problema, que aunque no se refiere a la situación objetiva de la lucha de clases, es muy importante y debemos estudiar y discutir, es la situación del movimiento trotskista mundial.
Reafirmamos que las condiciones objetivas para la revolución socialista no sólo están maduras sino que comenzaron a pudrirse hace varias décadas, ya que el capitalismo imperialista, en su degeneración, conduce a la barbarie. La alternativa que enfrenta la Humanidad no es revolución socialista o permanencia del capitalismo hasta el fin de la historia, sino revolución socialista o barbarie.
Reafirmamos que, incluso si enfrenta un régimen democrático burgués, la clase obrera sólo podrá imponer su dictadura a través de la insurrección y la guerra civil contra la clase capitalista y el imperialismo mundial. Por eso ratificamos la premisa básica del marxismo: sólo la movilización permanente e internacional de las masas conduce al triunfo de la revolución socialista.
Reafirmamos que el primer paso fundamental en este combate es la toma del poder por la clase obrera, instaurando un régimen leninista: la dictadura revolucionaria del proletariado. Este régimen se basa en la democracia obrera revolucionaria (organismos de tipo soviético y partido bolchevique) y tiene dos objetivos centrales. Primero y principal, extender la revolución a nivel internacional y profundizarla a escala nacional a través de la movilización permanente de la clase obrera. Segundo: estatizar los medios de producción y de cambio, instaurar el monopolio estatal del comercio exterior y planificar democráticamente la economía, para liquidar como clase a la burguesía nacional y resistir la presión del capitalismo mundial hasta que éste sea derrotado, es decir, instaurar una economía de transición.
Reafirmamos que el Estado obrero revolucionario no sólo no se debilitará desde el primer día sino que, por el contrario, deberá fortalecerse cada vez más hasta que no sea derrotado el imperialismo. Y, como parte fundamental de ese fortalecimiento y como transición hacia la economía planificada a escala mundial, los Estados obreros que se vayan conquistando deberán unirse de inmediato en una federación política y económica.
Reafirmamos que desde la Revolución de Octubre el problema de los problemas es la dirección revolucionaria del proletariado, y que, a escala histórica, el triunfo o la derrota de la clase obrera y la revolución socialista dependió y dependerá de la capacidad del proletariado para dotarse de una dirección revolucionaria internacional. Nuestra tarea es luchar por construir esa dirección: una Internacional obrera, socialista y revolucionaria, que se proponga derrotar y destruir al capitalismo imperialista, y comenzar a construir el socialismo, la Cuarta Internacional.
Reafirmamos que los partidos y la Internacional que nos proponemos construir, si de verdad van a ser revolucionarios, deberán asumir la teoría-programa de la revolución permanente y la concepción leninista (bolchevique, centralista democrática) de organización y régimen, desarrolladas en el Qué hacer y en la Resolución de la Tercera Internacional.
Reafirmamos, en síntesis, que la revolución socialista sólo puede triunfar como revolución internacional, y que, como tal, sólo puede ser llevada a cabo hasta el fin por un sujeto social, la clase obrera, y un sujeto político, el partido leninista.
En este marco y teniendo en cuenta los grandes aspectos que tenemos por definir, la Conferencia considera de suma importancia una reubicación global con respecto a la caracterización de la situación política mundial.
Los dos pilares de nuestra reubicación política son sin lugar a dudas dos hechos objetivos de gran magnitud no sólo para nosotros, marginales y débiles teórica, política y metodológicamente, sino para el conjunto de la clase obrera mundial: el hecho que signó el cambio de época, al comenzar el siglo, fue la revolución rusa y la existencia de una dirección revolucionaria como la bolchevique y la de la tercera Internacional hasta 1924. En el declinar del siglo la realidad mundial vuelve a estar marcada por la referencia a dichos acontecimientos: el derrumbe de los Estados obreros, el fracaso de la revolución política y la dinámica de la restauración capitalista están acompañados de la mayor crisis en la historia de la dirección revolucionaria. Estos dos hechos, el estructural y de la génesis del socialismo y el de la dirección, nos obligan a reubicarnos reconociendo que ellos signan todos nuestros análisis, caracterizaciones y tareas.
La realidad de la lucha de clases que estamos viviendo desde 1989 - 91 no tiene el mismo signo que la descrita por las Tesis de 1984 y el Manifiesto de 1985. Es el opuesto y la política que se necesita debe cambiar en forma acorde con ese cambio de la realidad. Debemos, sin embargo, examinar colectivamente si esta situación se presenta desde antes, cuándo se produjo el punto de inflexión y cuáles han sido y son las políticas centrales del imperialismo. En la interpretación de estas circunstancias hay diferentes puntos de vista que es necesario clarificar luego. Después de Vietnam se produjeron triunfos del movimiento de masas como revoluciones democráticas, más tarde revertidos a favor del imperialismo. Pero lo determinante son los dos hechos que colocamos arriba.
Durante los últimos años el imperialismo, fundamentalmente a través de la reacción democrática, logró un enorme triunfo: derrotar el inicio de la revolución política en los Estados Obreros e iniciar el proceso de la restauración del capitalismo. Y tuvo otras victorias muy importantes en los sitios en los cuales se apoyaba la LIT(CI) de Moreno para definir la situación mundial como revolucionaria: impidió el triunfo del ascenso revolucionario marcado por la Intifada palestina pactando con Arafat; impidió el triunfo de la revolución negra en Sudáfrica pactando con Mandela; impidió el triunfo de la revolución centroamericana pactando con Castro, los sandinistas y las guerrillas salvadoreña y guatemalteca; derrotó el ascenso revolucionario en el Cono Sur, produjo la invasión a Panamá y derrotó por la vía militar al gobierno de Irak.
Si lo esencial para definir una situación es la relación revolución-contrarrevolución, es claro que no atravesamos por una situación revolucionaria. El imperialismo y la reacción mundial agrupados en el Frente Por la paz y la democracia, están a la ofensiva: combinan la "intervención militar humanitaria" con la negociación, las formalidades democráticas burguesas y el papel político-ideológico de aparatos tan poderosos como las iglesias y organizaciones de «derechos humanos».
Atravesamos una situación reaccionaria , lo que significa que la relación de fuerzas es favorable a la contrarrevolución burguesa-imperialista, no sólo en el terreno económico y social sino también en el político, militar e ideológico.
El que esté a la ofensiva el imperialismo no hace que haya estabilidad económica y política, por el contrario la crisis crónica del capitalismo producirá disputas interburguesas y luchas de resistencia del movimiento obrero y popular que generarán inestabilidad en los regímenes políticos.
El que se hayan producido y estén en curso estos fenómenos y la relación de fuerzas entre las clases sea desfavorable al proletariado no quiere decir para nada que no se produzcan luchas tanto en los países coloniales y semicoloniales como también en los imperialistas y en los exEstados obreros burocratizados.
Estas luchas son en general defensivas, de resistencia del movimiento obrero y popular que libra sus combates de manera dispersa, sin centralización, en general bajo la conducción de direcciones burocráticas, nacionalistas y conciliadoras, en el marco de las viejas organizaciones, bajo la política de la concertación con el enemigo de clase y fundamentalmente dentro del marco económico y político capitalista, para defender las conquistas existentes o retroceder peleando. No estamos ante ascensos de masas anticapitalistas y revolucionarias como el Mayo Francés, el movimiento a favor de Vietnam, etc. y cuando la movilización logra adquirir un carácter revolucionario, rápidamente es cercenado de éste por las direcciones actuantes.
En este contexto se han producido importantes luchas no sólo económicas sino políticas: en Albania, el levantamiento armado contra el gobierno de Berisha; en Ecuador, la importante movilización de masas que derrocó a Bucaram; en Africa, en El Zaire, donde una guerrilla dio al traste con una dictadura militar. (Como señalamos más arriba, aquí está planteada una discusión importante sobre el carácter de estas luchas, si transcienden la defensiva para ser objetivamente revoluciones en medio de la situación general reaccionaria); la huelga de camioneros en EEUU, las grandes huelgas de Europa y Rusia, las luchas obreras en Corea del sur (planteando también una pregunta: es el movimiento obrero el que está jugando un papel de primer orden en la resistencia?) son expresiones de que el movimiento obrero y popular mundial no quiere aceptar la contrarrevolución económica (los planes de «ajuste y flexibilización», el proceso de semicolonización y la restauración capitalista) con los brazos cruzados.
En algunos casos se han producido derrotas, en otros se han logrado frenar transitoriamente los planes gubernamentales y en unos terceros se han producido triunfos episódicos. Todas estas luchas, gracias a la situación de la dirección no han avanzado y por el contrario han sido canalizadas por la burguesía y el imperialismo.
No obstante lo anterior, las masas obreras y populares de todo el mundo seguirán luchando: es la característica de la época revolucionaria. Los revolucionarios debemos intervenir en dichas luchas golpeando sobre la conciencia de las masas para orientarlas hacia la confrontación con el capitalismo y el imperialismo en su conjunto, partiendo del método del programa de transición y reubicando las consignas de acuerdo a las necesidades y al grado de conciencia de las masas tratando de hacer ver a los trabajadores que cualquiera de sus luchas es política y debe plantearse como crucial el problema de su dirección. Debemos propender por su centralización y por que combinen sus consignas reivindicativas y de defensa con las políticas, que le muestren al movimiento perspectivas sociales de clase.
Veamos algunos factores que debemos tener en cuenta hacia un posible cambio en la etapa: a) el derrumbe de los EEOO burocratizados; b) la traición de las direcciones; c) el avance en los planes de la contrarrevolución económica; d) el debilitamiento orgánico de la clase obrera en todo el mundo y la confusión existente en sus filas, así como la ofensiva ideológica y política del imperialismo.
En otro sentido apuntan factores como a) la crisis crónica del capitalismo; b) las luchas de resistencia económica, democrática y algunas con un marcado carácter político; c) algunos triunfos de la movilización y d) la inestabilidad de los regímenes políticos en algunos países.
En uno u otro sentido habrá más aspectos que deberemos examinar, no con el criterio de la suma y la resta sino en su relación dialéctica y su dinámica global. Pero la tarea central de los socialistas revolucionarios consiste en actuar para que la clase obrera no sólo impida que cambie la etapa sino para que se desarrollen luchas revolucionarias, para lo cual debemos construir una organización política acorde con esa tarea.
El imperialismo y todo el frente contrarrevolucionario, incluyendo a las burocracias políticas y sindicales que parasitan del movimiento obrero y popular (la socialdemocracia, las distintas versiones del stalinismo y sus variantes recicladas, no sólo en los Estados llamados obreros sino en los países capitalistas, las guerrillas, los partidos obreros o laboralistas como el PT de Brasil o los nuevos partidos burgueses y movimientos cívicos con que la burguesía trata de canalizar la crisis de los viejos aparatos partidistas) se han apoyado en las derrotas infligidas al proletariado y en la crisis de dirección para trabajar arduamente sobre la conciencia de las masas.
La lucha ideológica, por todos los medios, contra el socialismo y el marxismo, contra sus postulados elementales como la existencia de las clases sociales y su lucha objetiva, contra la necesidad del partido revolucionario, sobre el triunfo definitivo y eternizante del capitalismo, así como la política contrarrevolucionaria de la burocracia stalinista que durante el tiempo de existencia de los estados obreros burocratizados mostraron --como hoy lo hacen las burocracias de China, Vietnam, Corea y Cuba-- que el socialismo y la dictadura del proletariado se identifican con el totalitarismo, el partido único, la coexistencia pacífica con el enemigo de clase y el reforzamiento de las fronteras nacionales, ha producido una confusión de magnitudes colosales en la conciencia de la clase obrera mundial. De manera cualitativa las iglesias, religiones e ideologías esotéricas cabalgan sobre esta confusión para canalizar la inconformidad de las masas hacia el futuro de la recompensa divina, abriendo el camino a la recompensa terrenal de todos los capitalistas que se lucran con la miseria.
Luchar contra esas ideologías, contra esas falsas conciencias de los trabajadores, partir de la clase obrera en sí para luchar por una clase obrera para sí, he ahí la ardua tarea que tenemos entre manos. La lucha y la movilización de las masas no le darán a éstas la conciencia revolucionaria espontáneamente. Es el partido revolucionario quien tiene la tarea de combinar tal movilización con la propaganda más extensa para cambiar la conciencia obrera y popular.
La despolitización enorme del movimiento obrero ha repercutido también sobre nuestras filas. Por esta razón la primera y más importante tarea es declarar la guerra a muerte a la despolitización. Nuestra organización internacional se podrá reconstruir si desde su dirección, sus direcciones nacionales, sus cuadros y la base, se da la pelea a muerte por rescatar al marxismo, irrigarlo en toda nuestra militancia y hacerlo materia viva en la intervención en las luchas de los trabajadores donde tengamos presencia.
Necesitamos reafirmar nuestras estrategias de luchar por la movilización permanente de las masas hacia la toma del poder y por la construcción del partido mundial de la revolución socialista.
Para ello es absolutamente necesario darle mucho énfasis a la propaganda revolucionaria tanto al interior de nuestras filas como hacia la clase obrera. Esto no significa, obviamente, que sólo haremos propaganda, pero es cada vez más claro que si no la realizamos sistemáticamente no podremos «cambiar lo que podemos». Hay que politizar la lucha obrera, haciendo todos los esfuerzos pacientes por sacarla del apoliticismo, el economismo y el gremialismo. Captar para nuestra organización, en las actuales condiciones de la lucha de clases, no será posible sino es para el marxismo revolucionario; si no captamos o lo hacemos con las consignas económicas, mínimas, democráticas de las luchas de resistencia, no podremos avanzar un ápice en revertir la crisis de dirección revolucionaria.
Abrirnos a las relaciones de discusión con otras expresiones políticas del trotskismo mundial es una necesidad no sólo porque nos obliga a elaborar teórica y políticamente sino porque el partido revolucionario no se construye evolutivamente sino a partir de fusiones y divisiones, a saltos, como se desarrolla la propia realidad.
Tenemos un reto que hoy es más obligante que antes: los cambios producidos en la dirección del movimiento obrero nos concitan a dotarnos concientemente de nuevos métodos y tácticas para intervenir en los sindicatos. Nada más perjudicial para nuestro avance que la inercia de los tiempos pasados y de la anterior situación. Volver al «Qué hacer?» de Lenin será un buen camino para entender lo que necesitamos. Trabajar inercialmente en los sindicatos, sin ubicar con claridad nuestras fuerzas y nuestras tareas nos conduce irremediablemente a la claudicación ante las burocracias de esos aparatos.
Necesitamos dotarnos de tácticas políticas y metodológicas que permitan a los trabajadores hacer procesos de revolución política en sus organizaciones para transformarlas en independientes frente a la patronal y los gobiernos.
Nuestra plataforma programática debe partir de la lucha intransigente contra el imperialismo en sus distintas versiones (yanqui, europeo, japonés) y contra cada una de las matizadas expresiones de la política contrarrevolucionaria que implementa. Contra las intervenciones militares, los procesos de bonapartización de los regímenes políticos y contra la política de concertación y negociación contrarrevolucionaria. Necesitamos reivindicar hoy más que nunca nuestros marcos programáticos expresados en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels y su actualización de Trotsky, el Programa de Transición de Trotsky y su Actualización de Moreno, así como los principios políticos de los Cuatro primeros congresos de la Tercera Internacional.
Apoyar las luchas de resistencia contra los planes imperialistas y burgueses en cada país. Por las condiciones en que estamos como organización, debemos planificar cómo hacemos tal intervención. Nuestro eje central será el de realizar todas las tareas que contribuyan objetivamente a construir el partido. No intervenimos por hacerlo, por inercia, con sólo agitación, debemos combinar acertadamente ésta con la propaganda. La unidad de acción y las tareas de frente único obrero deben partir de combinar acertadamente, valga decir planificadamente consciente, el impulso a la movilización con una clara denuncia del nefasto papel de las direcciones actuales de las luchas. También aquí es necesario combinar la agitación con las explicaciones exhaustivas a los trabajadores de lo que estamos proponiendo, lo que hacemos y nuestros propósitos revolucionarios.
En el marco de que nuestra construcción estratégica partidaria es en el movimiento obrero, cada sección nacional debe definir con claridad los sectores en los cuales hacemos pie para construirnos, lo que más conviene no es «participar en todas luchas» siguiendo el espontaneismo de las luchas desarticuladas. Desde uno o dos sectores donde hagamos pie planteamos una política para el conjunto de la clase. No podemos hacer lucha sindical o gremial en cada sector: desde donde estamos estructurados intervenimos con el conjunto de nuestra política diseñada y evaluada concientemente.
Partiendo de las necesidades objetivas de las masas y de su grado de conciencia, nuestra intervención en las luchas debe servir para jalonar a las masas hacia la revolución, hacia acciones independientes de las burocracias, los patronos y sus gobiernos. En cada huelga general está planteado el problema del poder y por eso debemos ser claros en la perspectiva que impulsamos tales luchas: la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo.
El sistema capitalista imperialista es el responsable de que la humanidad se hunda en el hambre y la miseria. La desocupación, la sistemática caída del salario, el trabajo eventual, la superexplotación de la mujer y la juventud trabajadora, el resurgimiento del trabajo infantil, son las lacras de un sistema capitalista imperialista que nos conduce a la barbarie. Somalia y Haití son dos de sus expresiones más dramáticas, pero no las únicas de esta situación. Las guerras, la destrucción del medio ambiente, la descomposición social, así como la degradación humana, son elementos de esta barbarie. Esta crisis hunde sus raíces en la existencia misma del capitalismo en su etapa imperialista de decadencia y putrefacción.
El imperialismo y las burguesías nacionales son los responsables de esta trágica situación. Pero para poder llevar a cabo esta explotación sin límites han contado y cuentan con la complicidad directa de las direcciones burocráticas y pequeñoburguesas del movimiento obrero y de masas, que han llevado los procesos revolucionarios al callejón sin salida de la democracia burguesa como es el caso del FSLN y el FMLN en Centroamérica, de la dirección de la OLP en Palestina y del CNA en Sudáfrica. Todas ellas, al igual que las burocracias stalinistas restauracionistas de los Estados obreros, se han convertido en defensores intransigentes de los planes de ajuste en los países semicoloniales, de la restauración capitalista en los Estados obreros, de los regímenes de democracia burguesa en todo el mundo y de las agresiones militares imperialistas contra la clase obrera y los pueblos explotados y oprimidos que osen levantarse contra ellos.
El imperialismo está dando sobradas pruebas de que para defender los privilegios de un puñado de naciones y millonarios explotadores, no vacila en empujar a la inmensa mayoría de la humanidad a un abismo sin fondo de miseria, degradación y verdadera barbarie genocida.
Frente a esta situación la clase obrera y las masas resisten heroicamente pero sin poder superar, hasta el día de hoy, la crisis de dirección revolucionaria del proletariado y las masas. Tarea de vida o muerte para la clase obrera y que sólo puede ser resuelta mediante la movilización permanente hacia la toma del poder por el proletariado y la construcción de un partido revolucionario armado con el Programa de Transición que ayude «... a las masas en el proceso de lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa socialista de la revolución. Este puente debe contener un sistema de reivindicaciones transitorias, que partan de las condiciones actuales y de la actual conciencia de amplias capas de la clase obrera y la conduzcan invariablemente a un sólo resultado final: la conquista del poder por el proletariado » (Programa de Transición, Ediciones Crux, pág. 33).
El CITO llama a los trabajadores explotados y oprimidos del mundo, a los pueblos de los países atrasados, a la clase obrera de los Estados obreros, a las mujeres y los jóvenes a sumarse al combate que millones de hermanos en el sufrimiento ya están empeñando a lo largo y ancho del planeta. Los llamamos a seguir esta guerra hasta el fin, hasta la derrota total de los esclavistas, del capital imperialista, de las burguesías y burócratas, y de los aparatos contrarrevolucionarios agentes del gran capital, para imponer la Dictadura Revolucionaria del Proletariado.
El CITO sostiene que la alternativa para los trabajadores y la humanidad no reside en la utopía reaccionaria de mejorar el capitalismo, porque la realidad de este período histórico está encerrada en la disyuntiva pronosticada por Trotsky hace medio siglo: Socialismo o Barbarie .
En plena continuidad con el combate de la Cuarta internacional, el CITO se fundó con la convicción de que «... la necesidad más urgente y profunda que hoy tiene la humanidad es la revolución socialista mundial. Hasta las necesidades diarias más elementales (desde tener un trabajo, comida y vivienda, hasta gozar de libertades) se resumen en ella... La agonía mortal del capitalismo agudiza cada día más la necesidad de la revolución socialista mundial » (Tesis de fundación de la LIT-CI).
Las dos huelgas de los obreros metalúrgicos alemanes, las cuatro huelgas generales de la clase obrera griega, la huelga general de los obreros españoles, las huelgas y violentas movilizaciones de los jóvenes y obreros franceses, la huelga general de los obreros ucranianos, las de los obreros rusos, las catorce huelgas generales de los trabajadores uruguayos, las de los ecuatorianos, la que están realizando los obreros bolivianos, el santiagueñazo y la huelga general de los trabajadores estatales de ocho provincias del noroeste argentino, son sólo algunos de los ejemplos de la actualidad de nuestro programa.
Contra la desocupación, escala móvil de horas de trabajo sin reducción del salario.
Contra la miseria salarial, escala móvil de salarios, ajustados automáticamente con la inflación.
No a la contrarreforma laboral y la contrarrevolución económica, no al trabajo eventual, temporal o por contrato, por la defensa de las conquistas adquiridas, por los convenios colectivos de trabajo, por la defensa de la jornada de 8 horas, defensa del salario social y de las prestaciones laborales. Contra la multiplicidad de tareas y toda otra forma de organización del trabajo que signifique el aumento de los ritmos de trabajo. No a los "salarios basura" y a la discriminación salarial de la mujer trabajadora y de la juventud. Igualdad de derechos para los trabajadores inmigrantes.
No a la privatización de las empresas del estado. Renacionalización bajo control obrero de las empresas ya privatizadas. Toda empresa que cierre o despida debe ser nacionalizada para mantenerla en actividad bajo control obrero.
Contra el recorte de los presupuestos de salud, educación y de los gastos destinados a servicios sociales. Contra el alza en tarifas e impuestos. Por el aumento de los presupuestos para educación, salud, vivienda y servicios públicos.
No a la privatización de las jubilaciones y pensiones. Luchemos por la defensa de las jubilaciones y pensiones, que sean los patrones los que las garanticen, que los jubilados y los trabajadores controlen los fondos para ellas.
¡Abajo los planes de ajuste del imperialismo y de las burguesías nacionales! ¡Abajo los planes de restauración capitalista del imperialismo y de las burocracias restauracionistas! Son las consignas que unifican la lucha de los trabajadores contra las medidas que ellos llevan adelante. ¡Por planes económicos obreros y populares discutidos democráticamente por los trabajadores que incluyan las medidas que aquí proponemos y el no pago de la deuda externa en los países semicoloniales y estados obreros!
Esto se sintetiza en los países semicoloniales atrasados en la lucha por la Segunda Independencia , junto a ella:
Por la ruptura de los pactos y acuerdos políticos, económicos y militares con el imperialismo.
Contra la OEA, que somete a América Latina al imperialismo yanqui.
Contra los acuerdos de Yaoundé, que atan a los países francófonos africanos al imperialismo
Contra la ASEAN, que sujeta a los pueblos del sudeste asiático al imperialismo norteamericano.
Contra la Asociación para la Paz propuesta por el imperialismo yanqui y europeo para garantizar el ingreso de los gobiernos burocráticos restauracionistas a la OTAN y avanzar en los planes de semicolonización.
Luchamos por la independencia de los países aún sometidos a la dominación colonial. ¡Fuera Francia de Martinica, Guadalupe y nueva Caledonia! ¡Fuera Norteamérica de Puerto Rico! ¡Fuera Inglaterra del Caribe! ¡Fuera España de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias!
Luchamos por la destrucción de los enclaves imperialistas en todo el mundo, en Israel y Malvinas, en Hong Kong, Macao y Gibraltar, en Cuba.
Junto a la lucha contra los planes de ajuste del imperialismo, la otra gran consigna que une a todos los países capitalistas atrasados en la lucha antiimperialista sigue siendo el no pago de la deuda externa. A pesar del plan Brady, la deuda externa sigue aumentando en todos los países semicoloniales que ingresaron a él. El resultado es que hoy la deuda externa es mayor que nunca y junto a los planes de ajuste, hunde en la ruina y decadencia a estas naciones para engordar a los usureros de la banca internacional.
Por el no pago de la deuda externa al imperialismo.
Por la ruptura con el FMI, con el Banco Mundial y la banca imperialista.
Por un frente de los países deudores para resistir de conjunto a las represalias imperialistas.
Por la expropiación inmediata y sin indemnización de los monopolios y las propiedades imperialistas.
La tarea de la independencia y liberación nacional quedará a mitad de camino y retrocederá si no culmina con la revolución socialista y la federación política y económica de los países atrasados, por regiones o continentes. Luchamos por la Federación Socialista Latinoamericana, del Africa Negra, de los pueblos árabes del norte de Africa, de Medio Oriente --incorporando al proletariado judío de Israel--, del sudeste asiático y del subcontinente indio.
La lucha antiimperialista no es patrimonio exclusivo de los pueblos de los países atrasados. Es también deber fundamental de la clase obrera de todos los países.
Los trabajadores de los países imperialistas deben exigir y luchar porque su país se retire de las colonias que aún posee, que retire las bases militares y tropas que tenga en otros países, que declare inexistente la deuda externa de los países semicoloniales y los Estados obreros, que suspenda toda agresión militar contra cualquier pueblo del mundo, que levante todos los bloqueos económicos, embargos de armas, etc., que se estén llevando adelante como contra Yugoslavia y Cuba, que detengan unilateralmente la producción de armamentos y el dispositivo nuclear que tienen.
Los trabajadores y las masas de los Estados obreros deben exigir el no pago de la deuda externa, la ruptura de todos los pactos que se están haciendo con el imperialismo, económicos, políticos y militares, particularmente los de desarme nuclear, debe rechazar todas las inversiones imperialistas directas, que para incorporar tecnología se compren fábricas llave en mano, nacionalizándolas con control obrero y que se haga lo mismo, sin indemnización alguna con todas las empresas y capitales imperialistas que se han instalado en la industria, en el comercio y en la banca.
Llamamos a los trabajadores y pueblos de todo el mundo a luchar contra la agresión militar del imperialismo, no hay excusa posible para justificarla. ¡Es mentira que se realiza para garantizar la paz y la democracia! ¡Es mentira que se hace para llevar ayuda humanitaria! ¡El imperialismo interviene militarmente para aplastar a la clase obrera y a los pueblos del mundo entero que se levantan contra su explotación y opresión!
Llamamos a la clase obrera y a los pueblos de los países agredidos a levantarse en armas contra los ejércitos imperialistas aunque estén disfrazados de cascos azules de las Naciones Unidas o tengan el carácter de ayuda humanitaria, como lo hicieron las masas y el pueblo somalí.
Llamamos a los trabajadores y pueblos norteamericanos y de los países imperialistas a que luchen por la derrota de su propio país cuando ataquen a una nación semicolonial o a un estado obrero. Los obreros y las masas norteamericanas, franceses, españolas, italianas, tendrían que haber luchado y tienen que luchar por la derrota de su propio imperialismo frente a la agresión militar a Irak, a Somalia o a los servios de Bosnia, y por el retiro inmediato de las tropas imperialistas de esos países y de todos los países del mundo. Y con la clase obrera y las masas de los países imperialistas, los trotskistas tenemos que estar en la primera fila de este combate.
Llamamos a los trabajadores y pueblos de todos los países cuyos gobiernos han enviado tropas a participar de la agresión imperialista como miembros de los cascos azules, a exigir y luchar por el regreso inmediato de esas fuerzas y por la derrota y expulsión de los cascos azules.
Llamamos a los trabajadores y pueblos de los Estados obreros burocráticos a exigir y luchar por el regreso inmediato de las tropas que sus gobiernos hayan enviado como miembros de los cascos azules, y a dar todo su apoyo a la lucha de los pueblos contra la agresión militar del imperialismo.
Llamamos a los trabajadores y pueblos de todo el mundo a exigir el retiro inmediato de las tropas imperialistas de todos los rincones del planeta, a que se desmonten todas las bases militares y las tropas que poseen los países imperialistas en cualquier país del mundo y a apoyar, por todos los medios posibles, la lucha de la clase obrera y de los pueblos agredidos o invadidos por expulsar y derrotar a la agresión y a las tropas imperialistas.
Nos oponemos --como siempre lo hemos hecho-- a los acuerdos entre la OLP y el Estado de Israel hechos bajo la supervisión del imperialismo norteamericano y de la burocracia rusa, porque traicionan la heroica lucha del pueblo palestino por una Palestina laica, libre y democrática; a los acuerdos entre el CNA y el gobierno blanco de Sudáfrica que garantizan la participación de los blancos en el gobierno y que pretende detener la lucha de la clase obrera y del pueblo negro en el marco de la democracia burguesa capitalista e impedir el desarrollo de la revolución. Nos oponemos a las negociaciones que llevan adelante las burocracias restauracionistas y el imperialismo para la división de Yugoslavia, nos oponemos a la recientemente creada federación croata-musulmana que se ha convertido en punta de lanza de la política imperialista y que liquida la lucha por una Federación socialista, libre y democrática de todas las naciones de la ex-Yugoslavia. Llamamos al pueblo somalí a no detener la lucha contra la presencia de las tropas imperialistas en su territorio, a no confiar en los acuerdos que se negocian con el imperialismo, sólo la movilización y la lucha armada podrá expulsar a las tropas imperialistas y asegurar la independencia de los somalíes.
Rechazamos el acuerdo de Maastricht, instrumento de la burguesía imperialista europea para avanzar en la aplicación de los planes de ajuste contra la clase obrera y las masas europeas y aumentar la explotación de los trabajadores. Denunciamos los acuerdos del FMLN con el gobierno salvadoreño como una gran traición de la lucha de los trabajadores y las masas salvadoreñas, como antes lo fueron los acuerdos de Contadora y los del M 19 con el gobierno colombiano, todos ellos llevaron a la desmovilización de los trabajadores, al retroceso de la revolución centroamericana y colombiana y estas direcciones traidoras se han convertido en pilares de la democracia burguesa semicolonial que lleva adelante los planes de ajuste del imperialismo.
Denunciamos el apoyo de todas las direcciones contrarrevolucionarias a estos pactos y acuerdos. A la burocracia restauracionista de los Estados obreros, a la burocracia china, a Castro y a todos los integrantes del Foro de San Pablo, con Lula a la cabeza. Alertamos a los pueblos del mundo para que rechacen operativos similares que se ejecutan o programan en otros focos de la revolución mundial.
Así como impulsamos la lucha por las libertades democráticas y apoyamos las revoluciones democráticas protagonizadas por las masas contra los regímenes totalitarios o dictatoriales, atacamos y combatimos de manera intransigente a los regímenes democrático burgueses que impulsan el imperialismo y todas las direcciones contrarrevolucionarias.
Con esta política tratan de hacer que las movilizaciones de los trabajadores terminen en un régimen democrático burgués. Luchamos porque la clase obrera se movilice en forma permanente y se dote de un programa y una dirección que la lleve a la toma del poder, única manera de disfrutar de las libertades y de conseguir la más amplia democracia jamás conocida por la humanidad: la democracia obrera.
Denunciamos ante las masas del mundo y especialmente en el Este de Europa, que la democracia burguesa --con sus gobiernos corruptos, con los parlamentos al servicio de los millonarios y de las multinacionales, con la justicia al servicio del imperialismo y de los patrones-- es una democracia imperialista para la opresión y explotación de los trabajadores y pueblos del mundo. La democracia norteamericana y las democracias europeas son las democracias que no vacilaron en masacrar al pueblo iraquí, como ayer lo hicieron con el pueblo vietnamita, o con el panameño, las que han patrocinado los centenares de miles de muertos en la ex-Yugoslavia y las que enviaron los aviones y bombas contra el pueblo servio, las que apoyan al gobierno de Israel para que masacre al pueblo palestino. Son las de los bloqueos económicos a Serbia y a Cuba, las que llevan adelante los planes de ajuste que han llevado a que un tercio de la fuerza de trabajo de la humanidad esté desempleada. Estas democracias imperialistas, con la yanqui a la cabeza, son los más grandes genocidas de la humanidad.
Denunciamos que la democracia de los países atrasados, son democracias burguesas semicoloniales, al servicio del imperialismo, de las multinacionales y de las burguesías nacionales, que atienden a los dictados del FMI, de las multinacionales y de los grandes grupos económicos y no a la « voluntad popular » .
Denunciamos que ellas están llevando adelante una brutal contrarrevolución económica que está liquidando las conquistas que han conseguido el movimiento obrero y las masas en años de lucha. Llamamos a la destrucción de sus parlamentos y su justicia, ellos son los que promulgan y convalidan las leyes con las que se llevan adelante esos planes y con las que se reprime al movimiento obrero y a las masas cuando salen a luchar. Participamos en las elecciones y utilizamos la tribuna parlamentaria para destruir esas instituciones de la democracia burguesa como con claridad lo plantea la Tercera Internacional y no para crear ilusiones en ellas. Denunciamos a los ejércitos burgueses y a las fuerzas de represión como instituciones al servicio del imperialismo y de los patrones y llamamos a su destrucción y reemplazo por las milicias obreras y populares, por el armamento de la clase obrera y el pueblo.
Frente a estos regímenes de democracia burguesa, los trotskistas revolucionarios siempre levantamos una alternativa obrera y popular, el gobierno obrero y popular basado en sus organizaciones democráticas, bajo cualquier formulación que nos plantee la realidad concreta. Es una traición levantar ante regímenes democrático burgueses consignas de democracia burguesa radical porque ellas no existen, y porque es plantearle a las masas que con reformas en el régimen o apelando a sus mecanismos podemos transformar la situación de los trabajadores y de las masas, esta es la política que han adoptado las direcciones contrarrevolucionarias como el FSLN, el FMLN o el PT de Lula para traicionar a las masas y mantener las democracias burguesas semicoloniales.
Denunciamos que la democracia burguesa es un mecanismo de integración de las organizaciones sindicales como así también de corrupción de millares de activistas tanto políticos como sindicales. El más reciente ejemplo es la dirección de los sindicatos mineros de la ex-URSS que, con la ayuda de la AFL-CIOLS norteamericana, se entregaron al gobierno de Yeltsin. O los dirigentes del PT de Brasil que apoyan al gobierno proimperialista, aplica los planes de ajuste en los estados y municipios en los que gobierna y es puntal de esa democracia burguesa semicolonial. O los sandinistas integrados al gobierno de la Chamorro reprimiendo las luchas de los trabajadores contra los planes del gobierno y del imperialismo o los dirigentes del FMLN integrados ahora al parlamento y a las Fuerzas Armadas del gobierno salvadoreño.
Denunciamos que esta democracia burguesa se basa en los acuerdos y pactos con las direcciones contrarrevolucionarias del movimiento de masas, para desmovilizar a los trabajadores y llevarlos a la derrota como ha sucedido en toda Centroamérica y tratan de hacer en Palestina, en Sudáfrica, en Yugoslavia, en Somalia y en tantos otros sitios de la revolución mundial.
El que luchemos contra la política de reacción democrática del imperialismo y contra los regímenes de democracia burguesa, no niega nuestro permanente combate por las más amplias libertades democráticas y contra las dictaduras militares, las bandas fascistas, parapoliciales y paramilitares que son los enemigos de las libertades democráticas. Llamamos a los trabajadores y a las masas a luchar contra todo régimen totalitario, a los sindicatos y partidos que se reclaman democráticos a enfrentar y destruir esas bandas a través de la unidad de acción en las calles. Exigimos libertades democráticas plenas, de expresión, prensa, acceso a los medios masivos de comunicación, organización, cultura y religión. Combatimos contra el estado de sitio y la justicia militar. Enfrentamos también a los aparatos represivos oficiales de los estados burgueses y burocráticos, que sólo sirven para defender por las armas los privilegios de sus amos. Exigimos la libre sindicalización y organización política de los soldados y suboficiales, única forma de impedir los golpes de estado militares. Nos oponemos al monopolio de las armas por una clase o una casta privilegiada: la única garantía de plena democracia es el armamento del pueblo todo
Las masas deben reclamarle a sus direcciones que toda negociación con el enemigo, con el imperialismo y la burguesía, debe ser pública, discutida democráticamente por los trabajadores y el pueblo.
La lucha contra la diplomacia y los acuerdos secretos deben encabezarla los trabajadores. Ellos deben exigir para la política nacional y mundial lo mismo que exigen todos los días en su fábrica o sindicato: que la dirección informe con quién negocia y qué se negocia, y que se someta el resultado de esa negociación a la aprobación o rechazo de la asamblea de fábrica o sindicato.
Al igual que en la lucha cotidiana contra la patronal, la negociación sólo sirve si hay una movilización que arranque las conquistas.
Cuando la movilización sufre una derrota es lícito y necesario negociar para que sus consecuencias sean lo menos malas posible. Pero en esos casos hay que exigir a las direcciones que digan la verdad, que se trata de un acuerdo desfavorable a las masas porque la lucha ha sufrido una derrota parcial, y que la negociación sólo sirve para retomar aliento y salir con más fuerza a la lucha para revertir la derrota. El que negocia las condiciones de una derrota, le dice a las masas que es un triunfo y las llama a no seguir luchando, es un traidor.
La negociación no puede ser la excusa para pintar al enemigo como amigo de las masas. Una condición de principios para negociar con el enemigo es denunciar sistemáticamente que sigue siendo el enemigo. El que, para negociar, pinta el enemigo imperialista y burgués como amigo de los trabajadores, es un felón, por muy necesaria y correcta que sea la negociación en curso. Este es el caso de Castro, del FMLN, de la OLP, de Yeltsin y de toda la burocracia restauracionista, particularmente la de Yugoslavia, cuando pintan al imperialismo o a las burguesías nacionales como amigos del movimiento de masas.
No somos, pues, aventureros opuestos a las negociaciones por principio. Pero denunciamos como traidoras a las direcciones que negocian con el enemigo en secreto, frenan la lucha para negociar, no consultan a las masas, pintan las derrotas como triunfos y al enemigo como amigo ante los ojos de las masas.
Batallamos por la libre afiliación a los sindicatos. Por el derecho de los trabajadores a organizarse en cuantos sindicatos y centrales quieran -aunque nosotros proponemos el sindicato nacional único por rama de industria y la central nacional única. Por la libre organización en tendencias sindicales y por la representación proporcional de las tendencias en la dirección sindical.
Rechazamos la ingerencia del Estado, sea capitalista u obrero, en las organizaciones sindicales.
La lucha por la democracia obrera es la misma lucha contra la burocracia, tanto en los sindicatos de los países capitalistas como en los Estados obreros. La democracia obrera debe ser la forma de organización de cualquier organización obrera, ya sea sindical, partidaria, soviética o estatal.
La resistencia obrera, campesina, popular y estudiantil a la ofensiva económica, política y militar del capitalismo imperialista, da más actualidad que nunca a los métodos de lucha y organización de los trabajadores.
Para luchar contra la miseria y la desocupación, contra las llamadas "reformas laborales o flexibilización", contra la restauración capitalista, contra la reacción democrática y sus pactos y acuerdos:
Los trabajadores han vuelto a utilizar la huelga general. Las huelgas generales de Grecia, España, Bélgica, Ucrania, de los territorios ocupados en Palestina, en Uruguay, Bolivia, Ecuador, Paraguay, las de Senegal, son sólo algunos ejemplos de como la clase obrera tiene en la huelga general su herramienta de lucha más importante y como la está utilizando para la lucha económica y política. Junto a ella las huelgas por fábrica o por rama de producción y las huelgas por región -como la del noroeste argentino que se realizó con la participación de los trabajadores de 8 provincias-, en el camino de preparar la huelga insurreccional contra el gobierno de la burguesía o de la burocracia restauracionista.
Ocupación de empresas y control obrero de los libros y la producción acompañando la huelga y combinándola cuando sea necesario con la permanencia en los lugares de trabajo.
La movilización en las calles, con grupos de agitación que reclamen la solidaridad y el apoyo activo al conflicto, actos y manifestaciones masivas, bloqueo de rutas y edificios gubernamentales.
Trabajo en los sindicatos tal como existen en la medida que, a pesar de su crisis, siguen siendo las organizaciones a través de las cuales están luchando los trabajadores. Las huelgas generales de Grecia fueron organizadas y realizadas bajo los sindicatos y las direcciones tradicionales, la de España por la UGT y Comisiones Obreras, las de los metalúrgicos alemanes por el IMG, las Uruguay por la PIT-CNT, la de Bolivia por la COB. Mientras está sea la realidad seguimos las enseñanzas de Lenin, Trotsky y Moreno, de trabajar en los sindicatos tradicionales por reaccionarios y contrarrevolucionarios que sean porque en ellos se siguen organizando los trabajadores y en ellos tenemos que pelear la dirección a la burocracia.
Al mismo tiempo nuestra política busca desarrollar nuevas formas de organización de los obreros en lucha, como los comités de huelga, comités de empresa, coordinadoras de esos comités o de los sectores en lucha, o cualquier otra forma de organización independiente y democrática de los trabajadores, en la perspectiva de que se conviertan en una alternativa de poder obrero contra el estado y el gobierno burgués o burocrático.
Ante la cada vez mayor violencia de los enfrentamientos con la burguesía y la burocracia y con sus fuerzas represivas, impulsamos la formación de piquetes de huelga y la autodefensa contra las bandas fascistas, los piquetes de "carneros" o esquiroles y la represión policial y militar del Estado burgués
La unidad de la política de contrarrevolución económica expresada en los planes de ajuste y restauración capitalista que se aplican en todo el mundo, y la acción común de las multinacionales, plantean problemas idénticos a los trabajadores de diversos países, a los que es preciso responder con acciones de lucha internacional para enfrentar estos planes y los proyectos de reconversión industrial, de contrarreforma laboral, de contrarrevolución económica que los acompañan. Un buen ejemplo es la huelga general europea contra el desempleo convocada a mediados del año pasado y que con parcial éxito se realizó en varios países del viejo continente.
Hacemos nuestras las reivindicaciones del campesinado contra los terratenientes. Por la reforma agraria que liquide a los terratenientes y permita al campesinado pobre explotar la tierra como mejor le parezca: reparto en parcelas individuales, cooperativas, propiedad comunal u otras formas.
Hacemos nuestras las reivindicaciones de las masas marginales de las grandes ciudades: servicios, vivienda digna, trabajo.
Hacemos nuestras las aspiraciones de las nacionalidades oprimidas: luchamos por el respeto a la autodeterminación nacional, pero siempre planteando que nuestra política central es la eliminación de las fronteras nacionales y la unidad en Federaciones Socialistas por continente o región.
Hacemos nuestras las exigencias de todos los sectores oprimidos y explotados de la sociedad: las mujeres, los jóvenes, las minorías religiosas y raciales.
Apoyamos todas las luchas de masas, cualquiera sea su método de acción revolucionaria. Muy especialmente, defendemos las guerrillas de masas campesinas, populares y nacionales, como legítima expresión de la movilización revolucionaria de estos fundamentales aliados del proletariado. Al mismo tiempo mantenemos y señalamos nuestras discrepancias con las direcciones, programas, tácticas y métodos de lucha de sus organizaciones y direcciones.
La más alta expresión de la alianza revolucionaria de la clase obrera con las masas empobrecidas y explotadas es el gobierno obrero y popular, ejercido por la clase obrera a través de sus propios organismos y apoyado por las organizaciones de masas del campesinado y el pueblo pobre, que expropie al imperialismo y a la burguesía.
En el caso de las repúblicas de la ex-URSS, levantamos: ¡No a las fronteras económicas entre las naciones! ¡No a los gobiernos y direcciones que nos quieren llevar a guerras comerciales y enfrentamientos militares! ¡No permitamos que nos conviertan en una nueva Yugoslavia! ¡Federación socialista, democrática y libre de las repúblicas de la ex-URSS, sin fronteras económicas y sobre la base de la economía nacionalizada, democráticamente planificada y coordinada a escala de la Federación por la clase obrera y el pueblo!
Nos oponemos a las guerras entre Estados obreros. Llamamos como tarea central a la expulsión con las armas en la mano de las tropas imperialistas si ellas están presentes como en Yugoslavia. Si el imperialismo ataca a uno de los sectores en conflicto, estamos militarmente en el sector atacado y llamamos a los trabajadores y masas de las otras nacionalidades a unirse contra el imperialismo. Frente a la agresión militar imperialista contra los servios bosnios, estamos con los servios bosnios y llamamos a la clase obrera musulmana y croata a unirse a los servios bosnios para derrotar y expulsar al imperialismo.
« Nuestra política más general será de fraternidad entre todos los Estados obreros y por el arreglo pacífico y democrático de la disputa. Esta posición debe ser acompañada de una campaña permanente por la federación democrática de los Estados obreros existentes .... Pero esta línea es propagandística y no podemos quedarnos allí en el caso concreto de una guerra o de choques militares. En principio, estudiando cuidadosamente si alguno de los Estados tiene ambiciones de hegemonía sobre el otro, tendremos una política de defensa del Estado obrero que fue agredido y en contra del responsable de haber comenzado la agresión... Cuando la guerra se produzca entre un Estado obrero burocratizado y uno revolucionario, los trotskistas apoyaremos incondicionalmente al revolucionario, sea o no el que comenzó la guerra » (Nahuel Moreno, Actualización del programa de Transición , pág. 99, Caracteres Editores). Por eso apoyamos a los bosnios contra la agresión servia, hasta que se produce la agresión imperialista.
Junto con el régimen leninista, reivindicamos las figuras de Lenin y Trotsky. No hay consideraciones tácticas que valgan: o la clase obrera soviética recupera sus tradiciones y sus héroes de Octubre o jamás hará la revolución.
El régimen de democracia obrera es aquel en que la clase obrera domina el aparato de estado con sus organizaciones democráticas. Los organismos obreros -soviets, comités de lucha, sindicatos, etc.- son organismos ejecutivos y legislativos al mismo tiempo, organismos de lucha del movimiento obrero. Llamamos a echar a los parásitos mafiosos de la nomenclatura del aparato estatal y de la dirección de las empresas nacionalizadas. Que a todo alto funcionario del viejo régimen lo investiguen comisiones y jurados populares. Que se le expropien todas sus fortunas para dedicar esos fondos a la educación y la salud. Los funcionarios del estado obrero no tienen ningún tipo de privilegios y ganan el sueldo promedio de un obrero y son revocables en cualquier momento.
Porque los trabajadores y el pueblo puedan organizarse en todos los partidos que deseen y puedan expresar libremente sus ideas. Por sindicatos independientes del Estado, con pleno derecho y con pleno funcionamiento de la democracia obrera. La más amplia libertad de prensa, cultural y religiosa. Que el Estado pague y facilite los medios de comunicación para la libre expresión de los trabajadores y sus organizaciones. Nos oponemos a cualquier limitación de estas libertades democráticas, que deben ser mucho más amplias que las que brinda el capitalismo, salvo para aquellos sectores que se nieguen a defender al Estado obrero ante una agresión imperialista o una guerra interna desatada por los contrarrevolucionarios que hayan perdido sus fortunas y privilegios a manos de la revolución.
Por la destrucción del viejo aparato represivo. Investigación, juicio y castigo para todos los represores, a través de comisiones y jurados obreros y populares democráticamente electos. Por la disolución de los organismos de represión política, policiales, militares y estatales y el encarcelamiento inmediato --hasta tanto sean juzgados- de todos sus jefes y de todo miembro que sea denunciado como represor. Por el derecho a la sindicalización y actividad política de los soldados y policías. Que se establezca que la tropa tiene derecho a no acatar órdenes que signifiquen hacer de carne de cañón para reprimir luchas obreras y populares, para cercenar libertades públicas o para dar golpes bonapartistas o dictatoriales. En consecuencia, estamos por la destrucción, no por la reforma, de las fuerzas armadas y represivas del régimen burocrático.
Contra la constitución de Yeltsin, contra la división de poderes, es decir, contra el régimen de democracia burguesa que pretende imponer la burocracia restauracionista aliada con el imperialismo. Oponemos el régimen de democracia obrera, el de Lenin y Trotsky de los primeros años de la revolución.
Estamos por la construcción de piquetes de huelga para defender y garantizar las huelgas y movilizaciones obreras. Por piquetes de autodefensa contra las bandas de la burocracia y contra las fuerzas represivas del gobierno y del régimen. Por el armamento del proletariado.
Nos oponemos al desarme de los Estados obreros ya sean burocráticos o revolucionarios, de la misma forma que nos oponemos al desarme de los países capitalistas atrasados. Sólo estamos por el desarme del imperialismo. Denunciamos como pacifismo traidor la política de ocultar el desarme unilateral de los estados obreros burocráticos tras la consigna de «reconversión del complejo militar industrial militar» . Que los trabajadores decidan que hacer con él y como lo controlan. Los trotskistas luchamos por impedir que sea el imperialismo la única fuerza militar mundial, lo cual deberían pagar con ríos de sangre los propios trabajadores de los Estados obreros al día siguiente que el imperialismo decida intervenir militarmente para aplastarlos.
Denunciamos a Yeltsin y al conjunto de la burocracia por acordar con el imperialismo el desarme de la ex-URSS, expresado en los pactos firmados con Bush y con Clinton. Denunciamos esta política como criminal y al servicio de la restauración capitalista y de la semicolonización imperialista y levantamos la consigna por el desarme unilateral del imperialismo genocida y por el control obrero del complejo militar.
Llamamos a la clase obrera y pueblos de la ex URSS y de todos los Estados obreros burocráticos a luchar por el socialismo en su propio país y por el socialismo a nivel mundial.
Para ello tenemos que llevar nuestro programa expresado en consignas que impulsen la movilización contra el régimen y el gobierno de Yeltsin y contra el imperialismo, para a partir de esta movilización ganar lo mejor de la vanguardia obrera y de masas para el programa y el partido trotskista.
El régimen de la democracia obrera, la dictadura revolucionaria del proletariado, tiene que tener a su frente, o dicho de otra manera, dirigiendo los organismos del poder obrero, a un partido marxista revolucionario, porque es un régimen para impulsar la movilización revolucionaria permanente de la clase obrera y el pueblo para avanzar cada vez más en la revolución nacional e internacional y esto no lo pueden hacer las direcciones pequeñoburguesas o burocráticas, aunque dirijan revoluciones que expropien a los capitalistas en el terreno nacional, sólo lo puede llevar adelante un partido que tenga como centro de su programa la revolución socialista internacional.
Nos solidarizamos con las huelgas, movilizaciones, insurrecciones y guerrillas de masas que enfrentan la explotación capitalista imperialista y los gobiernos burocráticos restauracionistas. Estamos del lado de los obreros europeos en su enfrentamiento contra los planes de ajuste de la burguesía imperialista, de los obreros y de las masas rusas que luchan contra el gobierno de Yeltsin, de los obreros ucranianos que enfrentaron al gobierno de Krakchuk, de los obreros bolivianos, paraguayos, uruguayos, argentinos, brasileros en el enfrentamiento con sus respectivos gobiernos.
Estamos con los palestinos en su enfrentamiento con el ejército israelí, del lado del IRA contra el imperialismo británico, de la ETA contra la monarquía imperialista española, del lado de Sendero Luminoso contra el gobierno de Fujimori.
Apoyamos las luchas de los negros, latinoamericanos y mexicanos que viven en los Estados Unidos, así como las de la clase obrera norteamericana. Saludamos a la clase obrera y a las masas negras que con su lucha llevaron a la liquidación del Apartheid y apoyaremos sus luchas contra el gobierno capitalista y proimperialista de Mandela.
El internacionalismo proletario que preconizamos se concreta en campañas mundiales por el triunfo de la revolución en los centros fundamentales de la lucha de clases que hoy tienen como eje fundamental Europa oriental y todo el continente europeo.
Para lograr todo esto, los trabajadores apoyados en los campesinos y el pueblo explotado, deben tomar en sus manos el gobierno de sus países, instaurar en ellos un régimen de democracia obrera y unir a sus países en una Federación. Esta lucha comienza en el terreno nacional, ya que su primer paso es el derrocamiento de los gobiernos capitalistas o burocráticos existentes y la destrucción del aparato estatal y militar que defiende los intereses de los capitalistas o burócratas, Pero continúa y se extiende en el terreno internacional y mundial, puesto que todas las revoluciones enfrentan a un mismo enemigo: el sistema capitalista imperialista mundial, comandado por los Estados Unidos. Todas las revoluciones son, pues, parte de la revolución mundial. Ninguna revolución en un país tiene el futuro asegurado hasta tanto no se derrote al imperialismo yanqui y, con él, al capitalismo mundial, en la propia Norteamérica.
Sólo así se podrá construir el verdadero socialismo.
Socialismo es una economía mundial planificada por los trabajadores. El socialismo no puede construirse de país en país. Sólo puede alcanzarse a escala mundial, expropiando al capitalismo en la mayor parte del planeta, especialmente en los países avanzados, y levantando las barreras de las fronteras nacionales.
Socialismo es un mundo sin armas. Al terminar con el imperialismo capitalista, acabaremos con una de sus peores lacras, la industria armamentista. No sólo desaparecerá la amenaza de destrucción que hoy pende sobre la humanidad y toda la vida en el planeta. Inmensos recursos quedarán disponibles para solucionar los tremendos problemas que sufren los países atrasados. El billón de dólares que hoy se gasta en armamentos bastaría para que cien países atrasados recibieran diez mil millones de dólares anuales.
Socialismo es respeto a las nacionalidades y fin de toda opresión. Al respetar el principio de la autodeterminación nacional, se pondrá fin a las invasiones y guerras entre Estados obreros. La federación socialista de los estados obreros democráticamente gobernados por los trabajadores inaugurará el reinado de la más completa fraternidad de clase entre los explotadores del mundo.
Con el socialismo la humanidad se verá libre de toda opresión. Se acabará con la explotación y la desigualdad que hoy sufren las mujeres, con la explotación, marginamiento y falta de oportunidades para los jóvenes, con el trabajo de los niños, no habrá discriminación racial ni religiosa y los ancianos dejarán de ser un estorbo.
El gobierno de los trabajadores es la más amplia democracia jamás conocida por la humanidad. Llamamos a los obreros y pueblos del mundo a tomar en sus manos el gobierno en todos los países. El régimen de la democracia obrera tal como lo hemos planteado será un ejemplo para los trabajadores de todo el mundo.
El socialismo es poner la economía y la política internacional al servicio de los pueblos. Por más duras que sean las condiciones, el plan económico dará prioridad a las necesidades de las masas. La política comercial tendrá en cuenta a los trabajadores de otros países, no se venderán armas a gobiernos antiobreros y antipopulares, no se venderán productos para sabotear huelgas en otros países. El eje rector de la política internacional será ayudar a la lucha revolucionaria en el mundo.
Pero todo será una utopía, un sueño irrealizable, sin una movilización multitudinaria de centenares de millones de explotados, que destruya al sistema capitalista imperialista mundial y a sus socios y cómplices, los explotadores de los países atrasados y los gobiernos burocráticos restauracionistas de los Estados obreros.
Esta tarea se hace más urgente porque se ha profundizado la crisis de dirección revolucionaria del proletariado y porque, como parte de este proceso, nuestra organización internacional, el CITO, también se encuentra en la más profunda crisis de su historia.
El partido que queremos construir tiene como modelo al partido bolchevique que dirigió a la clase obrera rusa hacia la toma del poder en octubre del 17 y construido sobre la teoría descubierta y aplicada por Trotsky, y a la Tercera Internacional de Lenin y Trotsky. En sus documentos y en los estatutos y Tesis de fundación de nuestra organización está contenido el tipo de partido y de Internacional que queremos y al que llamamos a construir.
Confiamos ciegamente en nuestra clase. Si la clase obrera se moviliza y organiza, ella misma será la gran artífice de la revolución socialista mundial, pondrá fin a la explotación del hombre por el hombre, a las guerras, al hambre, a los genocidios y torturas, a las represiones sangrientas, a la burocracia, a la incultura y el embrutecimiento que provocan la explotación, la superstición religiosa y la falta de libertades en todos los terrenos de la vida social e individual.
No creemos en partidos únicos e infalibles ni en comandantes que «hacen la revolución», ni en Estados que, sofocando a las masas, supuestamente construyen el socialismo».
Las masas no pueden jugar un rol pasivo, esperando órdenes de los partidos, comandantes y gobiernos. Ellas son las que ponen su sangre para hacer la revolución y ellas son las que deben dirigir su propia lucha y el rumbo de la sociedad después del triunfo. Aunque algunos partidos, comandantes o gobiernos lideren algunas luchas y obtengan algunos triunfos parciales, son las masas las que deben movilizarse y autorganizarse. Sólo así se logrará la victoria mundial, que es la única victoria definitiva, la de la revolución socialista.
Diciembre 20 de 1997
Resoluciones Panorama Internacional Nº 7 |
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