¬ Otros números

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¬ Número uno

Cartas al director :

Contra el contubernio filisteo: Sixteen, clumsy and shy

El Efecto Orégano: Otra aproximación

San Remo trágico: Ciao, amore, ciao

Chicas de Colegio: Otra historia sentimental del pop baboso español

Demos la paz: cronicas clericales

Belle& Sebastian Una visión generacional

¡Graciás mamá!: una declaración de amor de hijo

Yo y los soviets: Alex Tornasol y los coches rusos

El valor de la palabra: El Zurdo explicando su locuacidad

Vainica Doble: un pequeño homenaje

Carrusel de melodías musicales: Una historia sobre el Easy listening

Jardiel Poncela: Jardiel por Alex Tornasol

Luis Aguilé: un crooner hispano

Número Cinco

"Y alguno hasta tiene un Guillermo Brown de pega, posterior a La infancia recuperada, de Savater. Pero las tapas le delatan, están demasiado nuevecitas. Yo sé que miente como un bellaco y que leía a Enid Blyton. No hay más que verle."
 
Iñaki Ezkerra, "Marginalias"
 

Carta al Director:

Sé quien es usted, pues si no, no estaría ahora leyendo mi carta cruel. Le escribo para recordarle que en una muy próxima onomástica rebasará usted la todavía edad ambigua de los treinta e incurrirá en ese dígito fatídico del cuatro. Ahí comenzará definitivamente su cuesta abajo, e incluso en el Efecto Orégano le dirán que se acabó su tiempo. Será mejor para todos, porque se empeña usted por un lado en añorar todo lo que tenemos; nuestros gustos, las películas, los videojuegos, nuestra moda, nuestros fanzines, nuestra música.

Pero en cambio usted tiene miedo a cambiar y a comprender lo nuevo, porque eso lleva tiempo, que es lo que le empieza a escasear. Por esa razón entra usted en nuestra reunión con aires joviales y pide su whisky, señor Pureta, de la marca de siempre, pues tiene usted todos los efectos secundarios bien medidos. Y como se le va acabando el tiempo de la actuación, y lo sabe, no nos escucha cuando estamos conversando, sino que nos interrumpe, y nos ametralla con sus opiniones tan veces repetidas, con sus chascarrillos que todos conocemos ya. Detestables monólogos que nadie ha escrito para este escenario nuestro y usted se empeña en improvisar sin pausa.

Está convencido de que es de los nuestros, pero cuando le vemos en nuestras fiestas muchos tememos que, al salir, podamos ser cacheados por agentes de la autoridad (qué casualidad), o que el lunes nuestro jefe, un empresario de su círculo, haya decidido despedirnos del trabajo por nuestra vida disipada (aunque no conste esa causa en la carta de despido). Esa es la confianza que nos inspira su presencia.

Está claro que tiene prisa usted, porque superar la mitad del camino hace ver las cosas de una manera diferente. Su universo ha cambiado y todo se mide ya en él en términos de "porcentaje restante". Por eso espero que enseguida ya no nos veamos. Espero que olvidemos para siempre su aspecto esforzado, su semblante tan comprensivo de nada, sus miradas envidiosas de un pasado más brillante que no fue y sus opiniones tan rotundas.

Que cada palo aguante su vela. Está cantado, señor Pureta: con sus cuarenta años El Efecto Orégano, su último juguete, se le caerá de las manos y se romperá en mil pedazos.

Suyo afectísimo.

Enrique Kruel

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Contra el contubernio filisteo

Una nueva propuesta para aquellos que en algún momento se han sentido, como bien narraron The Smiths, adolescentes, torpes y tímidos ("sixteen, clmsy and shy") ante un mundo confuso dominado por fuerzas ajenas al bien común (¡Viva Tintín!, ¡Vivan los caballeros medievales!) o al sentido también común (¡Viva el estoicismo! ¡ Viva la ecuanimidad ante la adversidad!). Los cantos de sirena de la madurez- si ésta es sumisión ante el dinero, el poder o cualquier otra forma de dominación- pueden continuar. ¡Que suene nuestra propia música! (aplausos)

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El Efecto Orégano


...como Bilbao, moderno pero que no puede evitar mirar hacia atrás

...unas tijeras escolares y pegamento IMEDIO en los dedos de la mano

...juegos de la edad tardía en los que Faroni se llama Mr Ringo Rango, El chaval de la trenca, The catcher, Partysana, Corusco, Ramón Barroco, Roberta, Juan Andropop, Onésimo Fettice, Enrique Kruel, Mr Shankly u otros mil heterónimos

...soñar con protagonizar una historia del desorden como la propuesta por Enrique de Hériz en su segunda novela publicada por Seix Barral

...recorrer librerías en busca de autores silenciados, incorrectos y malditos- quizás insoportables- pero que nuestra intuición nos exige leer

...un fuerte rodeado de indios... y la caballería aún por llegar

... el niño tímido, hiperactivo y torpe que tira la Fanta en los cumpleaños infantiles arruinando el mantel de papel y recogiendo todas las miradas que él odia.

...leer entre divertido y esperanzado panfletos ácratas contra el mundo del trabajo

...abrir el apartado de correos nº 13 y encontrar cartas amigas desde Tenerife, Barcelona, Albacete , Oviedo, Jaén, Madrid o Baracaldo con letras amigas de Tito Lorenzo, Txuso Fernández, César Prieto, Javier Morales, Los Empresarios, The Jelly Furs, Luis Demano y su plan secreto o Pepe Flores y su Spanish Bizarro.

..seres no hipnotizados por un presente sucio y las tontas fuerzas de la época

...leer las apologías de los ociosos escritas por Robert Louis Stevenson y los elogios de la holgazanería de Bertnad Russell

...encontrar presuntos afines que una vez, hace años, también soñaron con una nueva explosión juvenil (¡la próxima vez será diferente!)


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San Remo trágico
Cia amore, ciao amore: ¿la canción más gafe de la historia de la música pop?

Cuando la madrugada del 27 de enero del 67 Luigi Tenco se volaba la cabeza, con su Walther PPK calibre 7.65, en la habitación 219 del hotel Saboya de San Remo tras ver como su canción Ciao, amore, ciao - que había presentado al festival de esa ciudad junto a la cantante italofrancesa Dalida - era eliminada por el jurado popular con tan sólo 38 votos sobre 900 posibles, el drama saltaba a primera plana de la prensa italiana y sudamericana.

Cuando un mes más tarde, exactamente el 27 de febrero, Dalida intentaba a su vez acabar con su vida ingiriendo una sobredosis de barbitúricos, el drama adquiría dimensiones shakespearianas.

La llegada a San Remo había sido espectacular, Dalida - en la cumbre de su carrera - y Tenco - cantante del momento en Italia - mantenían un romance desde octubre del año anterior, y se presentaban como favoritos a llevarse el festival.

La cantante francesa, locamente enamorada de Tenco, acudía a San Remo por compromisos con la discográfica RCA (con la que ambos tenían contrato) y, fundamentalmente, para apoyar la todavía emergente carrera de Tenco quién, por el contrario, se mostraba reticente a tomar parte en el festival.

La velada del 26 de enero, día del concurso, no comenzaba de la mejor manera posible. Tenco, que había tenido que tomar una fuerte dosis de calmantes y whisky para vencer su miedo escénico, veía como su pase de Ciao, amore, ciao dejaba indiferentes a los espectadores congregados en el Teatro del Casino de San Remo.

Cuando llegó el momento del segundo pase, esta vez a cargo de Dalida, Tenco asistía entre bastidores a la ovación del público a la cantante, pero no así a su canción.

Una vez la eliminación por el Jurado Popular era ratificada por la Comisión de Expertos, toda la gente de la RCA desplazada al festival se reunía para cenar en el Nostromo. Todos menos Tenco quien, tras acompañar a Dalida hasta la puerta del restaurante, se había retirado al hotel debido a su estado de ánimo, mezcla de ira, frustración y tristeza.

Preocupada por su amado, Dalida abandonaba el Nostromo en mitad de la cena, y se desplazaba al Saboya con la intención de consolar al abatido Tenco.

Sin embargo, llegada a la habitación 219 sólo un cadáver la esperaba, tendido en el suelo en medio de un charco de sangre.

El orgulloso amante no había soportado ser causante de la humillación de su bienamada y su canción, que aunque de calidad notable, era demasiado complicada para un festival como éste. Cuando un mes más tarde, días después de cantar Ciao, amore, ciao en el festival Guy Lux en honor a su amado muerto, Dalida intentaba acabar con su vida ingiriendo 75 calmantes, la prensa no dudaba en hacer de la pareja unos nuevos Amantes de Verona recordando las palabras de la cantante que, parafraseando a Victor Hugo, decía: "Cuando se pierde a la persona amada, el mundo se vacía".

Hay quienes aportan otra versión de este drama, más trágica si cabe, amparándose en la existencia de tres cartas que Tenco habría enviado entre 1965 y 1967 a quien el llamaba su amada Valeria, una muchacha romana que habría sido el amor verdadero de Tenco, y a la que habría perdido por su romance con Dalida (que él, en su tercera carta explicaba como un montaje publicitario) y por la participación junto a ella en el festival.

Esta pérdida, y no la derrota en el Festival, habría sido según esta versión la causa del suicidio del cantante.

Dalida, haciendo caso omiso de esta teoría, mantuvo en sus declaraciones que el amor entre Tenco y ella había sido real. Así lo hizo hasta que el 3 de mayo de 1987, y de nuevo mediante una sobredósis de barbitúricos, conseguía poner fin a su existencia.

Junto al cadáver se encontró una escueta nota que decía: "La vida se ha vuelto insoportable … perdonadme".

The Catcher

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CHICAS DE COLEGIO: Otra historia sentimental del Pop Baboso Español

Probablemente comencé a escuchar el pop baboso de los Secretos, Mamá o Totem porque, además de empezar a rasurar mi pelusilla de melocotón en una década luminosa como los ochenta, a los quince años sufría una timidez ingobernable y mis relaciones con el mundo femenino eran conflictivas, cuando no inexistentes. Supongo que aquellas canciones lloronas de chicos abandonados, ignorados o maltratados por perversas féminas las recibía como la solidaridad en la desgracia que es una forma elegante de reescribir el refrán castellano "mal de muchos , consuelo de tontos".

Sin embargo, mi vida sentimental era mucho peor que la de cualquiera de los protagonistas de las canciones de los Pistones, Trastos o Modelos. A estos por lo menos alguien les abandonaba lo que presuponía una posesión previa (Se fue como llegó, Hoy tarde vas a regresar o Está bien), incluso algunos se permitían el desdén hacia las féminas como el protagonista del famoso Déjame o el perdedor en la canción de los Modelos. A mi ninguna ni tan siquiera me dio, como en la canción de Mamá, el número equivocado en alguna fiesta.

En aquella época era más bien un espectador apasionado de un mundo vedado en el que ciertos amigos de mágicas melenas rubias, zapatos Nautimoc, jersey Privata y cazadora Levis con piel de borrego en el cuello (ésta era uno de los difraces pijos en los primeros 80) se adentraban con seguridad en la selva del mundo femenino. Los desplazados entretanto esperábamos - muchas veces intercambiando cintas grabadas en Radio 3 de grupos con temas cercanos a nuestro estado vital adolescente como Paraíso o Nacha Pop- su regreso para escuchar sus aventuras- hoy en día ciertamente pacatas comparadas con las peripecias de los adolescentes del nuevo milenio- de besos arrancados en la oscuridad del Parque de los Patos a una niña de uniforme.

Porque en aquellos años el mito eran las Chicas de Colegio, tan bien reflejadas en la homónima canción de José María Granados, siempre inalcanzables.

¿Conocéis con quince años - y una testosterona peleona- una imagen más desasosegante que una chica de uniforme?

Tanto contemplar pudores protegidos con aquellas carpetas, llenas de pegatinas de Leif Garret, Miguel Bosé, Pedro Marín o Iván publicadas por el Nuevo Vale o el Super pop, no resultaba bueno para mi salud mental y física. Menos mal que ahí estaban las canciones que me hermanaban en la lejanía con otros adolescentes madrileños que sufrían las ráfagas, como cantaban los Secretos versioneando a las Bólidos, lanzadas por algunas tetitas incipientes ( si se me permite, el feliz vocabulario adolescente) o la indiferencia recogida como último fruto de una perversa premujer en la sensacional Nada Más de Mamá.

Para acabar quiero contaros una historia que hará las delicias de los psicoanalistas que siguen esta publicación: Hace poco a altas horas de la noche, teniendo ya 30 años, tropecé con una de aquellas atractivas chicas de uniforme azul con las que me cruzaba a diario camino de mi colegio. Supongo que envejecer tiene que servir de algo, además de para que desaparezcan los granos, y comencé a charlas con ella.


Después de las frases de tanteo para identificar que estuviese libre de ataduras, comencé con notable éxito una tarea de acoso y derribo, hasta que repentinamente en el bar en el que nos encontrábamos comenzó a sonar la canción "Déjame" de los Secretos. Supongo, como dice Borges, que algo que no se puede definir con la palabra azar rige estas cosas y en ese momento, desde mi resucitada adolescencia le espeté a la atractiva madurita "¿Sabes ? cuando tenía 15 años me ignorabas por completo, tardes y tardes me cruzaba contigo y para ti yo era inexistente, sólo tenías ojos para los de 20, ahora...¡ déjame!." Y me largué (teatral pero extrañamente feliz).

Don Pin Pon


Ranking de uniformes


Mi ranking de uniformes femeninos favoritos en el Bilbao de los años ochenta:

1º Esclavas (¡aquellas melenas rubias fuertemente contrastadas sobre el pichi azul...!)

2º Ayalde (el atractivo pijoinalcanzable e insoportable)

3ª La Pureza (éstas mucho más que por su uniforme por su fama de libertinas en el maledicente mundo bilbaino adolescente que con notable éxito rebautizó su colegio como la Puteza).

Ranking de canciones babosas

Cualquier ranking siempre es parcial y totalmente subjetivo, cuando no autobiográfico.

Quizás no sean las mejores canciones o tal vez algunas no puedan ser consideradas strictu sensu babosas, pero ...¡ahí están!

1. Déjame - Los Secretos
2. Ya no volverás - Mamá
3. Nada Más -Mamá
4. Las siete menos cuarto- Pistones
5. Para tí - Paraíso
6. Otra tarde - Los Secretos
7. Te voy a buscar - Trastos
8. Está bien - Los Modelos
9. El desván - Totem
10.El poli te ve - Trastos
11.Puertas del metro - Materia Prima
12.Noche de lluvia en Madrid - Los Modelos
13.Todo ha sido un juego - Unidad Móvil
14.No me digas que me dejas - Melodrama
15. Ráfagas - Bólidos

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Demos la paz: historias clericales

Andaba yo metido en una iglesia. Esto es, que asistía a una boda, bautizo, comunión o funeral. Como no había ni flashes ni paletas con tacones, era evidente que me hallaba en lo último. ¡Cuánto luto! No soy de rezar los latines a menudo, pero por aquello de la tradición y por
haber estado trece años y un día en un colegio de curas, uno siente que ha de guardar ciertas formas. Lo cual, es que me levanto con la concurrencia y me siento con ella, aunque los de las primeras filas siempre hacen algún amago para despistar y caigo en la trampa. No tarareo, no me persigno y me mantengo en una discreta esquina. Y, por supuesto, por un correcto sentido del respeto, no comulgo.

Ahora bien, siempre llega el momento crítico. Un rato antes de que se dé, ya me empiezan a sudar las manos. Miro de soslayo a la viejecita que está a mi lado (porque es siempre una viejecita la que está a mi lado). Me cruzo de brazos y fijo mi atención en alguna bombilla, confiando en que piense que me encuentro en un estado elevado del pensamiento. Pero no. La megafonía, siempre deficiente, dice que nos demos la paz.

Y ahí estoy yo, con las palmas sudadas bajo mis brazos cruzados y con la mirada en lo alto, sintiendo cómo una mano aguarda extendida junto a mis costillas, amenazando con clavarse debajo de ellas. Una mano arrugada, ensortijada y, por supuesto, desconocida. La viejecita me sonríe. Al final bajo la mirada, como un cobarde, y me hago el despistado. Oh, sí, amable señora, aquí tiene mi manita sudada, estrújela, que yo le doy mi paz. Y sí, cómo, no, yo me llevo la suya conmigo, que me vendrá muy bien, que el mundo me alumbrará más y mejor en cuanto esquive a los mendigos de la puerta. Al final, nuestras palmas se juntan y, oh sorpresa, se crea un chapoteo.

A la viejecita también le suda la manita.

CORUSCO

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¿Belle &Sebastian ¡Salvad a esta generación!

Soy uno de los gafados que nació en los malditos primeros setenta. La "movida" me pilló demasiado joven como para disfrutarla en toda su plenitud,los Smiths habían hecho ya sus mejores canciones, la Velvet ya estabán acabados para cuando los conocí y los Ramones daban sus últimos y poco afortunados coletazos.

En definitiva, que soy de la generación de Mecano y de U2, de Duncan Dhu y de Bon Jovi, de los cromos de la abeja Maya, de Phil Collins en solitario y de los 40 Principales. Hay que joderse.

Es cierto que también nos ha tocado vivir alguna honrosa excepción como la efímera existencia de los Stone Roses o los magníficos discos de La Granja, pero han sido tan escasas que, como en el refrán, no han hecho más que confirmar la regla.

Quizás por eso, para los que nos sentimos así, para esta generación de post-adolescentes cercanos a la treintena saturados de tanto rock'n'roll greñudo y cervecero, cansados de tanto pseudo-pop para mononeuronales musicales y defraudados por tanto underground postizo, los discos de Belle&Sebastian son nuestra particular píldora anti-nostalgia.

Realmente, no sabemos si es porque odiamos la mierda de generación que nos ha tocado vivir o porque son realmente tan buenos, pero el hecho es que disfrutamos como locos con sus letras y sus melodías.

Y es que nadie nos había regalado tanto alimento espiritual a los chicos de Munich'72 y de la crisis del petróleo del 73 como el talento lánguido y melancólico de Stuart Murdoch.

Originario de Glasgow, empachado de Kerouac y Kafka, y con una sensibilidad musical muy cercana a la de Morrissey, Murdoch lidera una banda algo misteriosa capaz de firmar discos tan espectaculares como el impresionante If you're feeling sinister o el más reciente Fold your hands child, you walk like a peasant. Belle&Sebastian lo tienen todo para representarnos.

Desde el Efecto Orégano nos atrevemos a pedírselo: pedirles que sigan haciendo excelentes canciones, que no se disuelvan, que no les dé por sacar discos raros o por hacer giras para salvar a los indios del Amazonas. Porque hay que admitirlo, es patético que My generation, Going underground y Hand in glove sigan siendo las canciones que más suenan en nuestros reproductores de CD (sí, yo también he tirado mi tocadiscos).

Quiero tener ídolos de mi tiempo, quiero contar dentro de diez años en un fanzine cutre como éste que Belle&Sebastian eran buenísimos, que los vi una vez en concierto y que se salieron... ¡Quiero ser un hombre de mi generación!


Mr. Shankly

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Gracias, mamá

Resulta ahora que los responsables de Educación pretenden que los niños disfruten de más días de clase y que les recorten las vacaciones. Parece ser que así los padres están más contentos pues, como todos saben, los padres no aguantan a sus hijos en casa (es normal, yo tampoco soporto los niños y, en cuanto pasa uno cerca y sus padres no me ven, suelo apagarles el cigarrillo en un ojo). En vista del nuevo calendario escolar los maestros y profesores ya han solicitado al ministerio una subvención especial para comprar Valium. Todo el mundo argumenta que esta medida es fantástica porque asi los niños serán listísimos.A los políticos y a los educadores se les debe haber olvidado que en el colegio no se aprende nada.

Os refrescaré la memoria. En el "cole" lo único que hace un niño entre los 5 y 12 años es colorear garabatos e ir al retrete a un ritmo de tres veces cada hora para asombro de los urólogos y desesperación de las maestras; de los 12 a los 14 años el niño solo piensa en comprar revistas guarras mientras un pobre desgraciado intenta acercarle al bonito universo de los números racionales; de los 14 a los 18 el cerebro del niño ha desaparecido por completo y ha sido definitivamente sustituido por un balón de fútbol, una rubia y dos graciosos estribillos que son "Papa, cómprame una moto" y "Mamá, no estoy bodraso, lo que paza ej que argo ma sentau mal". Pero de aprender algo, nada de nada.

Donde de verdad se aprende es en el hogar. Y la persona que de modo efectivo brinda una educación a los niños es la madre. Si yo mismo me detengo a recordar los hitos fundamentales en mi formación advierto que las materias fundamentales de la vida me las ha enseñado mi madre. ¡Sabia y bondadosa mujer!

Aún recuerdo cuando me brindó las primeras nociones de Física aquella mañana que me dijo, con voz clara y fuerte, para que tomase conciencia de la importancia de la Teoría Cuántica: "¡Alex, como vuelvas a hacer eso te suelto un guantazo que te descompongo la cara en átomos"

¡Y cómo olvidar su delicadeza para explicarme las predicciones de Einstein sobre la relatividad y los viajes en el tiempo! Aún me parece oírla exponer aquel curioso teorema que enunciaba así: "¡Alex, o sueltas a tu hermana o te pego una patada en el culo que vas a aparecer en la próxima semana!"

Pero mi madre no sólo sabía Física. Tenían que verla ustedes en Química. No ha habido científico en el mundo que haya expuesto con tal meridiana claridad el principio osmótico como mi madre cuando un día en la cena me iluminó así: "¡Alex! ¡Cierra esa bocaza y comete la sopa de una vez!"

¡Además con cuanto tesón se empeñó en inculcarnos también principios de comportamiento básicos como el amor por el trabajo bien hecho! Jamás olvidaré aquel día en que yo intentaba estrangular a mi hermana y me aconsejó: "Si vais a mataros hacedlo en la calle que acabo de limpiar" Pero en lo que de verdad era una eminencia era en Filosofía, dominando con soltura todas las ramas de tan oscura ciencia; la lógica ("¿Qué por qué no puedes ir con tus amigos? ¡Pues porque yo lo digo!); la teología ("Ya puedes rezar para que se quite esta mancha, que si no..."); y las teorías cíclicas de la existencia ("Yo te he traído a este mundo y cuando me hartes te arrearé un puntapié que te sacaré de él"). Y si regalar toda esta sabiduría fuera un esfuerzo pequeño, tenían que verla haciéndome ejercitar las extremidades superiores y sin dejar de animarme: "¡Venga, Alex! Ahora vas a estar fregando platos hasta que vomites".

Y les aseguro, amigos, que fue ella y no ningún profesor quien me marcó mi futuro. Lucía el sol la mañana que me sorprendió en el baño orinando con bastante mala puntería y me dijo - "¡Eso es, ya estás haciéndolo todo igual que tu padre! ¿Sabéis lo que os digo? ¡Que me divorcio y que ahí os quedáis!"- y entonces se puso su gorra de plato y su traje de cuero y agarró su fusta y se independizó para siempre. Y la hecho mucho de menos porque ella si que sabía educar y no esos necios del colegio. ¡Gracias, mama!

Alex Tornasol

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Yo y los soviets
"Back in the U.S.S.R."

La vida de un hombre muchas veces queda ligada a una especie de suerte cultural. A veces es un paisaje, en ocasiones una institución, o un autor, o una película o muchas otras cosas que forman el estribillo iconográfico del destino. Y en mi caso el tema recurrente ha sido la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Todo en mi vida ha sido soviético.

Mi adolescencia como ateo practicante en un colegio religioso para pijos fue la vida de un conspirador bolchevique en la corte de los zares. Mi moto, el único artefacto que me ha brindado más satisfacciones que penalidades, también fue fabricada mas allá del telón de acero. Siempre me gustaron las películas de espías rusos malísimos y siempre me llevaba un disgusto cuando al final ganaban los americanos. Incluso mi chica es algo soviética. Ella es como aquellas mujeres de origen judío que le servían de contacto a Michael Caine en su papel del superespia mod Harry Palmer. Es de ese tipo de chicas deslavazadas, secas, frías y tristes. Es una de esas con las que dormía una noche Palmer y que practicaba el sexo como quien se cepilla los dientes. Es de esas a las que uno abandona, como lo hacía Harry Palmer, consciente de que mañana la capturará el KGB y que mientras la apliquen los electrodos seguirá sin decir palabra porque es una mujer discretísima.

Pero no voy a hablar de amor, de sexo ni del maltrato a mujeres que son asuntos de pésimo gusto. Voy a hablar de mi último contacto con la CCCP: ¡Me he comprado un coche ruso!

¡Ah, aquellos coches soviéticos que salían en las pelis de espías! ¿Cómo olvidar aquella versión del 124 que hizo LADA? Allí siempre iban apretujados cuatro agentes de la Seguridad a detener a un ingeniero sospechoso de pasar
información a los capitalistas. Le había traicionado Ivanka, su esposa, a cambio de unas onzas de chocolate y unas medias de nylon. Luego eran los cuatro agentes y el pobre ingeniero los que volvían a montar en el LADA, aún más apretujados, para dirigirse a un sótano donde le inyectaban un nosequé para que lo contase todo.
Volga, Wartburg,...

¿Por qué no recordar los inmensos VOLGA?

Eran esas copias rusas de los Cadillacs americanos de finales de los 50 reservados a los miembros del Comité Central del Partido. Y eran el VOLGA y un chófer como un armario los que esperaban en un parque de Sheffield a que el embajador ruso y Lord Whattcliff (un muy influyente personaje británico que se había unido al Partido durante su estancia en Oxford y que ahora era el topo comunista en el MI5) terminasen una importante entrevista secreta.

¿Quién podría despreciar ahora los WARTBURG? Ese cochecito humeante en el frío de la noche centroeuropea (culpa de su motor de 2 tiempos) conducido hacia los muelles del puerto de Kolberg por Sven Horgën, comandante de la Marina de Guerra Soviética, minutos antes de embarcar en el Krasni Krim, submarino de la flotilla del Báltico, para ir a encontrarse, mas allá del Círculo Polar Ártico, con Sidney Poitier que va de periodista rojeras en una fragata USA a hacer un reportaje sobre la Guerra Fría en el mar.
¿Cuánto pagaríamos por poder disfrutar ahora de un aerodinámico SKODA? Y aquí vuelvo a Harry Palmer conduciendo como un poseso, por las adoquinadas callejuelas de esa Praga que nos recuerda a la capital de Sildavia, un SKODA que acaba de robar para intentar alcanzar la frontera austríaca antes de que alguien descubra el cadáver. Lo peor es que en el forcejeo se le han roto sus poppies gafas de pasta negra.

¿Lo veis? Son los coches del imperio soviético. Todo un icono pop infravalorado. Basta adivinar la silueta de uno de estos autos e, igual que con una canción, ya se nos va la bola a viajar hacia un montón de películas, de series de la tele y de novelas de Le Carre. ¡Y ahora tengo un NIVA! Meto el bloque de cortas, introduzco la cinta del Rocket To Russia de los hermanos Ramone en el desfasado radiocassette, enfilo el cortafuegos en medio de un bosque de pinos, desembrago, acelero... ¡y me siento como un tovarisch cualquiera cinco minutos antes de invadir Chechenia!

Alex Tornasol

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El valor de la palabra

No, por favor, no tembléis ante el título: lo que vais a leer no va en modo alguno ni de «Tercera» de «ABC» escrita por un miembro de la Real Academia ni tampoco de baboso alegato contra la intolerancia. Quiero referirme a mi relación (en mi condición de letrista de canciones, de articulista, de narrador y de conversador compulsivo) con la palabra. En primer lugar, pienso que la palabra es como el oro: preciosa si se administra con sabia parquedad, devaluada si se degrada en incontinencia inflacionaria.

Siempre he apreciado más el laconismo que la charlatanería: desde mi hosca y randianamente antisocial tía Carmela Chinchilla (el único miembro de mi familia a quien he admirado) hasta mi dios en la tierra Ernst Jünger, pasando por toda una variada gama de criaturas sobrehumanas (o, a lo menos, titánicas-que ya es una manera de aspirar, desde lo subhomínido, a lo más alto sin pasar por ese purgatorio tedioso en el que la mayoría nos vemos obligados a transitar: eso que los ilustrados llaman «Humanidad» y que el cáustico Renan decía no tener el gusto de conocer-) como el coronel Kurtz, o como el taxista Travis, o como el samurai deloniano de «El silencio de un hombre», o como los personajes encarnados por Clint Eastwood (y algunas femeninas hormas de su zapato: la Sondra Locke de «Impacto súbito», la Mary Stuart Masterson de «Tomates verdes fritos», la dura Michelle Pffeifer de «Frankie &Johnny» o de «Los fabulosos Baker Boys»...), o como los hulkianos sabuesos imaginados por James Ellroy (todos variantes del noble bruto que interpretaba Russell Crowe en «L.A. Confidential»), o como el solitario Jeremiah Johnson (huyendo de la gente y de la palabra para sumergirse en el corazón de los bosques), o como el bárbaro Sean Connery de «Zardoz» (enseñando a una sociedad momificada por la más superferolítica civilización las virtudes del «Viva la Muerte» que tan pésimamente explicó en su momento Millán Astray), o como las voces cantautoras más lacónicas y concisas que puedo concebir (Nico, Jim Morrison y Leonard Cohen).

La gente que habla mucho me suele inspirar desconfianza y desprecio (la palabra como arma de engaño, como péndulo hipnótico, como incitación al conformismo, como chantaje moral y/o emocional, comosofística, como simulacro de oposición afeitado de cuerna, como afirmación maricona, como periodismo).
La gente que habla mucho y aborrega con sus artificios provoca indefectiblemente reacciones de lacónica brutalidad (en parte, lógicas aunque, atención: contrarias sólo en apariencia -complementarias en su incompletez-) quue no hacen sino degradar más el problema: pues a los impresentables (embaucadores magos de Oz -la charlatanería visual de un Spielberg es también charlatanería: el mero concepto de«melodrama» es ya mendaz en su fondo-, vendedores de enciclopedias, políticos a la americana, dirigentes de ONGs, periodistas, socráticos, radicales a la italiana...), si son objetos de violencia, se les llega a canonizar (una sociedad que canoniza a sus periodistas y filósofos cuando éstos no son sino elementos parapoliciales de un totalitarismo espectacular -quienes hayan leído a Debord y, aun mejor, a Karl Kraus sabrán de lo que hablo- es una sociedad en estado terminal que debe ser arrojada cuanto antes por el sumidero de la Historia -siempre será menos nocivo un opiáceo natural como el religioso que denunciaba Marx a un sucedáneo prefabricado en laboratorios mengelianos de guerra psicológica como el laicismo derechohumanista tan en boga en estos tiempos de antiutopía mundofelizoide-).

Está claro (como las dos últimas líneas indican) que yo soy antípoda de todos mis héroes lacónicos (por lo cual me sentiré siempre perennemente infeliz -valga esta redundancia como clavo que remacha mi incapacidad para la parquedad verbal-). Aspiro al haiku pero la exhuberancia palabreril me vence, aunque procuro que, al menos, esa verborrea sea lo más anómala posible.

Y es que, si se puede combatir la palabrería mendaz de los guardianes del desorden establecido desde arriba, desde la castidad verbal (esto es, desde el limitado y muy cuidadoso uso de los vocablos), también puede hacerse desde abajo, desde el borboteo patológico, esquizo (que diría Deleuze) de los inadaptados extremamente locuaces: la torrentera celiniana apenas encauzada por puntos suspensivos, la sacra incontinencia de Patti Smith (no sólo verbal -según confesión propia, a veces se meaba en sus actuaciones por puro trance-), la euforia locuazmente reactiva de McMurphy en «Alguien voló sobre el nido del cuco» (inspirada en parte, seguramente, por el -según KenKesey- sujeto más compulsivamente locuaz que ha existido jamás, Neal Cassidy), la interminable cadena de argumentos sobre los asuntos más variopintos de Samuel L. Jackson en «Pulp fiction», el asalto terrorista a la razón que supone Jim Carrey nada más abrir la boca, las flatulencias truculentas de Lovecraft o las morbosas transgresiones de ese Mr Hyde disfrazado de Dr Jekyll llamado Lewis Carroll (siempre bajo la máscara del candor y del orden y que tan bien estudió Deleuze en su «Lógica del sentido»).
Hasta que no me metieron interno a los ocho años en un colegio malagueño del Frente de Juventudes, yo apenas hablaba ni tampoco había demostrado una especial relación creativa con la palabra: era, sí, lector compulsivo (ya he contado alguna vez que aprendí a leer sobre los tres años con «El libro del convaleciente» de Jardiel) pero no tenía afición a la escritura, limitándome a dibujar de modo obsesivo coches, dinosaurios y banderas y mapas de países inexistentes. En el internado, mi relación verbal con los compañeros se limitaba a contarles en las comidas películas ficticias (siempre de terror) que yo decía haber visto en Madrid: germen éste de mi muy posterior narrativa (siempre pródiga en elementos inusuales).

Cuando, a partir de los catorce, empiezo a escribir canciones y a asumir que algún día habría de interpretarlas en público introduzco un elemento de autodefensa provocativa en mi expresión verbal (definida canónicamente en mi tema «Pero qué público más tonto tengo» -rigurosamente en sincronía y sintonía con lo que por aquellos últimos 70 estaba haciendo un tal Andy Kauffman por Hollywood: ¿visteis «Man on the moon»?, pues eso-) y, ya no sólo hablo con afines, sino también discuto y ataco a presuntos necios que se conjuran contra mis intuiciones.

Y, por desgracia, lo mismo que el autista que descubre la sociabilidad y se vuelve un plasta (los autistas curados -como los marxistas conversos-, en realidad, no mejoran -al menos, existiendo una sociedad como la presente-), yo pequé de polémico y controvertido tomando en no pocas ocasiones el rábano por las hojas y ensuciándome en compromisos y oposiciones irrelevantes que me impedían con frecuencia descubrir el valor enorme de las Ultimas Palabras, de ese cogollo boscoso que tantas veces es ocultado por el guirigay arbóreo. Por suerte, el Anarca me esperaba en la última esquina para refrescarme (pero corregido y mejorado) el viejo y sabio mensaje zaratústrico.

Y, bueno, estoo... ya está bien de bla, bla, bla...

FERNANDO MARQUEZ (petición de productos corazonescos: apdo 36132 - 28080 Madrid // cibercontactos: usuarrios.tripod.es/YNALINNE)

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Vainica Doble... y tú y yo mirando desde el jardín

El primer día del año 2000 el destino me situó en una emisora hablando de un libro añejo. Mi bizarría me animó a pedir que pincharan una canción poco propicia para la ocasión. "El Duelo", del disco "El Tigre del Guadarrama" de Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen.

Yo no sabía que en Julio iba a morir Carmen. Sólo quería quejarme por los modos de la gente de hoy, que tira a la basura tantos escritos, poesías y papeles viejos; llenos de "bendita chifladura", que dice la canción.

Gloria y Carmen formaron Vainica Doble hace muchos muchos años, y ya en 1966, después de oir los bodrios del Festival de Benidorm, se decidieron a componer sus propios temas. Nada hay documentado sobre cómo esas dos niñatas sufrieron al menos una evolución que les convirtió de pronto en dos "super heroínas". Su condición heroínica provenía sin duda de una rara capacidad sensorial que les permitía explicar con desparpajo a ciertos oídos predispuestos la clave del 83% de la realidad cotidiana. Y también que hay cosas más chungas que la muerte propia, como por ejemplo la muerte de los demás, o su traición, o su deterioro.

Mas no hay heroína sin su villano, y el villano de esta historia ni siquiera esperó al duelo por Carmen para intentar repartir los bienes de la herencia. El último disco que viera ella es un despropósito del que ambas renegaron todo lo que pudieron. Una encerrona que les urdieron. No sé por qué pudimos consentir los demás desde nuestra sagrada imparcialidad semejante felonía infligida a dos mujeres. Miguelof Fétido Bosé es uno de quienes se lleva las "honras" del desafuero, y también el sello Polygram Ibérica S.A. y también Legende S.L. y un señor de nombre Miguel Angel Arenas cuyo domicilio no encuentro en el listín.

Pero junto a una heroína suele aparecer también un duende bueno y al menos gracias a los de Elefant, que ya les editaron un disquito de cuatro canciones repescadas con acierto y cariño, podemos disfrutar ahora de más canciones de las Vainica, las últimas, y aderezadas en esta ocasión con el gusto que ellas se merecen. Ahora en familia, "con una guitarra si no cabe un piano", con sus hijos (y sus nietos) acompañándoles y tú y yo mirando desde el jardín por una ventana.

Donjo

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Carrusel de Melodías Mundiales

Igual que otros sábados me reuní con los de la tienda de discos a comer y luego oir algo de música en la trastienda. Esta vez había una sorpresa para mí.

Una señora de abrigo oscuro había llegado el otro día diciendo que su hijo, marino, tenía discos que quería vender. Había cosas buenas y el trato debió de resultar sencillo. Pero eso no era todo:

-Estos discos son para ti.- me dijeron los de la tienda - La señora no los quería y los trajo al día siguiente. Decía que no hacían otra cosa que ocupar sitio.

Estaban en una caja azul, de tela de imitación. Sobre una imagen de fuegos artificiales a todo color lucía un título bien ilustrativo: "Gran Carrusel de Melodías Mundiales". Me los obsequiaban sabedores de mis gustos extraviados.La Caja también tenía esta leyenda: Recorded and manufactured especially for Readers Digest by the Custom Record Division of the Radio Corporated of America. Es una grabación Cyclophonic MIRACLE SOUND- RCA. Lo primero que hice fue mirar uno de los sellos sobre el vinilo. El depósito legal era de 1962, el año en que yo nací. Los discos estaban muy bien conservados y contenían versiones orquestales de diferente tipo clasificadas así: -Bailables de todas las épocas - Clásicos al día - Bailando de Viena a Rio -Música de Películas - Música para soñar - Melodías de Italia y Brasil - Marchas- Éxitos de todo el mundo

"Éxitos de todo el mundo", por ejemplo, contenía: Abril en Portugal, Volaré,Canadian Sunset, C'est si bon, Poinciana, Grizing ... Títulos que debieron de oirse una y otra vez en los hogares españoles en los primeros sesenta. Melodías que seguramente amenizaron mi mamífero subconsciente en aquellos días en que Dylan o los Beatles comenzaban a cambiar el modo de entender las cosas.

Todavía entre los vahos del vinacho que nos habían dado en el menú decidimos poner uno de los ocho discos.
Comenzó sonando Musica Proibita, obra de un tal Gastaldon Lama. Una pieza con violines y flautas, de ritmo muy poco andante, más bien "lánguido ma non tropo". Con las primeras notas, sin darme cuenta bien de lo que hacía, dije:

- Bailas, cariño?

Es lo que dije. Nos miramos. Esas dos palabras habían sido un involuntario ensalmo. Tras pronunciarlo pudimos ver al apuesto marido recorrer un pasillo. Acudir solícito a la sala, adonde su joven esposa le ha requerido. Nadie les ve. No hay más testigo que la voluntariosa biblioteca y la televisión en blanco y negro. Cada objeto del ajuar está en su sitio, pues así debe ser en un hogar reciente. La señora de la casa, 38 años más joven, muy joven por tanto pero tan señora ya, tras bajar la tapa del tocadiscos, se deja acaricicar la cintura con aparente descuido, tal como ha visto en las películas. Y apaga el cigarrillo, que fuma siempre en el secreto de su hogar. Al son de estas músicas comienzan, sin ellos darse siquiera cuenta, a moverse por la estancia al ritmo de la orquesta, a bailar. La radio, cómplice de la pasión, calla expectante en la alcoba.
No sería difícil adivinar cuál fue la pieza favorita de la joven pareja observando el desgaste de los surcos de estos discos que ahora están en mis manos. Contienen piezas que hoy se ubican en las tiendas de vinilo bajo la etiqueta de Easy Listening.

¡Fácil de escuchar! Grandes producciones musicales hechas expresamente para el consumo de una clase media que desde el final de las guerras se fue fortaleciendo con rapidez. Grabaciones que hoy se valoran por sus calidades artesanales propias de un mundo que ya no existe. A nosotros, en cambio, una pieza de Easy Listening se nos atragantó esa tarde en la trastienda. Tanto que decidimos guardar el disco junto al fantasma del pasado en la caja azul. Hasta hoy, que he decidido recordar de nuevo (son las cosas de la música) el año en que nací.

Onésimo Ruiz Vinilo

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Jardiel o cómo acabar con Vanesa

Jardiel Poncela, además de muchas otras cosas, era padre soltero. No le faltaba razón, en buena lógica, la reproducción no debería obligar a ningún hombre a cargar con una mujer del mismo modo que el jardinero que ha plantado crisantemos por la mañana no se ve forzado a pasarse el resto del día con el pico y la pala al hombro. Bueno, trataré de no divagar. El caso es que en su soltería se disponía a bautizar a su niña cuando el señor cura le preguntó: "¿Y qué nombre le ponemos a la niña?" Y Jardiel, imperturbable, respondió: "Menopausia, la niña se llamará menopausia". El señor cura estupefacto pero conciliador, ofendido pero tranquilo, amistoso pero enérgico, reprendedor pero suave (es decir, con una empanada mental del doce como todos los de su oficio) le dijo a don Enrique: "¿Pero cómo se le ocurre hacerle un desmán así a la niña? ¡Eso no es un nombre cristiano! ¡Eso es una aberración!" Y entonces Jardiel, con la tranquila superioridad del Lord inglés que conversa con el porquero mayor de su castillo, razonó así: "Por mi como si quiere ponerle usted Manolo; en casa todos vamos a llamarle Menopausia"

La moraleja de esta historieta es que en Jardiel lo que siempre triunfó fue el ingenio en la más elevada de sus presentaciones: ¡la originalidad! Y esto, la originalidad ingeniosa, no te lo perdona nadie.

¡Haz la prueba! Te plantas en la Plaza del Sagrado Corazón (justo al final de la Adolf Hitler Strasse, digo, perdón, la Sabino Arana Kalea) y te pones a dar saltitos a pies juntos haciendo zig-zag Gran Vía arriba por medio del asfalto. Te apuesto lo que quieras a que te detiene la policía antes de llegar a la Plaza Epiléptica. Por el contrario, si vas en perfecta manada de borregos recorriendo la misma ruta y cortando al trafico deforma aún más manifiesta y dices que lo haces por la Paz o por la Independencia o por Solidaridad, no sólo no te detienen sino que encima te sacan por la tele. Nadie tolera el arranque individual, ¡somos una civilización de gregarios! Somos la herencia lógica de un país que durante siglos ha tenido en la oveja merina su principal industria. Y Jardiel debió ser una mutación genética.

Hizo reír desde el cerebro y el corazón en un país en el que siempre se ha reído desde la tripa, los genitales y la mala leche. Intentó hacer siempre lo que le daba la gana y divertirse y conocer a señoritas rubias en la Cunard mientras todo el país se debatía entre diversiones tan estupendas como la misa de doce o la huelga sindical. Estuvo en Hollywood mientras esta tierra alpargatera iba a la Verbena de la Paloma. Vivió como rico siendo siempre pobre en una nación como la nuestra en que los ricos siempre se arrastran en la pobreza (¿En que otro sitio se ve a gente con dinero y posición asistiendo a un espectáculo tan proletario y chusmático como el fútbol?). Todo a contracorriente.¡Y nadie se lo toleró! Así que tuvo que irse a Buenos Aires y finalmente, desesperado de sus compatriotas, morirse (su único rasgo lamentable y nada original).

¡Jardiel es la luz! ¡Jardiel es la verdad! ¡Jardiel es la vida! Abandona ya a esa familia que te aburre. Abandona a esa novia tan tonta que tienes (¿Qué se llama Vanessa?


Abandona ese trabajo explotador que no te deja tiempo para realizarte a través de tu verdadera pasión: la papiroflexia. Abandónalo todo y vive como quieras.

El rebaño tratará de acabar contigo pero mientras podrás reír un montón. ¿Que no estás preparado para la liberación? Pues te vas a una librería y te compras "El libro del convaleciente" de Biblioteca Nueva. ¿Qué el obtuso de tu librero no lo tiene porque ahora lo que se vende es la literatura femenina? Pues te vas a Madrid, al Teatro Español, y te sacas una entrada para "Eloisa está debajo de un almendro". Esa será tu preparación revolucionaria mejor.

Hazme caso. Al paso del individuo, al paso del ingenioso, al paso del original, al paso de un Jardiel queda una estela de risa, buen humor, literatura y razón. Al paso del rebaño, tras la circulación del ovino por la cañada marcada durante siglos, sólo queda un rastro de negras bolitas; y no son arándanos, ¡es mierda!

Alex Tornasol

La vida de Jardiel Poncela fue un poco durilla, pero plagada de diversión. En parte porque su genialidad asustaba o molestaba y en parte porque el mismo se empeñaba en caer un poco mal y en destrozarse el hígado. Y escribió muchísimo, seguramente porque nunca le quedaba mucho dinero después de su anterior juerga. Incluso marchó a Hollywod para escribir guiones en la Fox y para perseguir a las girls. Su vida está hecha con trasatlánticos de la Cunard Line, con mujeres de escotes infinitos, con amores eternos en un departamento de los grandes expresos europeos, con autos de 12 cilindros y con un final decadente digno del mejor romántico.

Pero dejemos la vida del pobre Enrique y disfrutémoslo. Recomendaciones:

De las novelas: Pues son lo peor. Se inician con una idea genial (véase "La Tournee de Dios") y luego se van diluyendo aunque por el camino dejen un rastro de destellos fabulosos. Algunas ni siquiera las acaba. Incluso tiene algunas novelillas cochinas que se vendían por entregas.

Del teatro: Pues esto no hay quien lo entienda. Tres de sus obras - "Los habitantes de la casa deshaabitada", "Los ladrones somos gente honrada" y "Eloísa debajo de un almendro" - son lo mejor del teatro cómico universal y los babosos de turno siguen dispuestos a cantar las excelencias del sedante amargo de Buero Vallejo. ¡Ellos sabrán!

De los artículos: Esto es un portento. Nadie debe morir sin haber leído dos libros fundamentales, que son "Exceso de equipaje" y "El libro del convaleciente". Se trata de recopilaciones de artículos, aforismos, conferencias... que no tienen desperdicio.

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Luis Aguilé: Un crooner hispano

¿Si existe en la piel de toro un cantante injustamente olvidado e insuficientemente valorado es LUIS AGUILÉ. Desde aquí queremos reclamar su reconocimiento repasando unos cuantos factores que corroboran lo "pedazo de artista" que es, y que seguramente nos van a ayudar a quererlo todavía un poco más.

Luis María Aguilera Picca ¡¡con tan sólo catorce años!!, decidió que debía acortar su nombre de pila y reducirlo al pegadizo "Luis Aguilé", definitivamente el mayor de los aciertos de su vida profesional.

Desde luego, a nadie se le escapa que Aguilé se pronuncia con "L" líquida. Y aunque fuese la primera vez en nuestra vida que pronunciásemos ese apellido, por alguna sobrenatural razón lo pronunciaríamos correctamente. Además, posee otra particularidad. Y es que, cualquiera que haya oído este apellido, aunque sea una sola vez, no lo olvida jamás.

Esa "L" líquida es también una de las características de su forma de cantar y hacen que reconozcamos su voz en cuestión de nanosegundos.

Cuando L.A. se dejó ver por primera vez en España, con apenas veintiún años cumplidos, ya llevaba sobre sus lomos una larga carrera como cantante en su Argentina natal y parte de Hispanoamérica (algunos pensabais que era cubano). Desde su infancia, el mundo del espectáculo no le era ajeno. Su padre, empresario artístico, regentaba un teatro y un circo popular, el Sangri-La. A los trece años ingresó en un instituto superior de enseñanza radiofónica para estudiar locución y arte dramático. Con dieciocho años concluyó la carrera de perito mercantil (un paréntesis en su trayectoria artística). Con catorce firmó su primer contrato como cantante country para una sala llamada "Maison Doree". A raíz de esas actuaciones en mayo del 56 apareció en el programa de la televisión argentina "Music hall", grabando su primer single.

Ya era el cantante juvenil más popular de Argentina,...el primer cantante pop. Vestía desenfadado y siempre aparecía acompañado de su inseparable guitarra. Su repertorio era de lo más variado. Versioneaba a los crooners de la época ...Bing Crosby, Frank Sinatra, Doménico Modugno ...y cantaba fox-trots, rock´n roll, etc.

A los diecisiete años había viajado por diversos países de Hispanoamérica cosechando grandes éxitos, y haciéndose muy populares sus canciones. Y por fin, en el verano de 1963 llegó a España con un contrato para dos meses que se fue prolongando hasta llegar a cinco años. Su actuación en el Florida Park madrileño tuvo un gran eco en la prensa y en la radio. En este mismo verano grabó la canción "dile", una adaptación de Algueró del "Tell him" de Russell, que sin duda superó a este gran hit y supuso la primera canción del verano de nuestros veranos.

Al año siguiente triunfó con la canción Fanny, marcando un hito en la industria discográfica. La demanda de ese disco fue tal ese verano, que la fábrica de su casa discográfica tuvo que mantenerse abierta en Agosto para poder satisfacer los pedidos de las tiendas. Desconociendo la opinión de los trabajadores de esta empresa, que suponemos que no se encuentran entre los fans más aguerridos de Luis, podemos considerar que este singular hecho ha convertido a L.A. en el autentico y primer valedor del concepto de "canción del verano", recibiendo a partir de entonces apelativos como "el veraniego", "mister verano", "el rey sol"...etc Por desgracia este genero ha ido degenerando hasta situaciones insufribles de las cuales no podemos culpar a nuestro héroe.

Un repaso a su discografía

L.A. ha grabado más de setecientas canciones, la mayor parte de las cuales son composiciones propias. Entre España y Argentina se han editado más de sesenta singles y 30 Lp´s suyos desde 1960 hasta 1984. Transcribir todos los títulos ocuparía mucho espacio. Por eso sólo vamos a detenernos en algunas de sus canciones más significativas. Escojamos siete para no extendernos demasiado.

Camarero Champagne. El glamour, la melancolía y el romanticismo aguiliano se aunan en esta entrañable melodía, a la que acompaña una esmerada aproximación al acento francés. El caso es que Luis canta desde el recuerdo a un amor perdido y sin querer afrontar esa realidad se refugia en "las burbujas del champagne". Atención a los coros setentianos que adornan la canción.

New York. Alucinante versión del clásico de Sinatra, fundamentalmente por el atrevimiento de versionearla en castellano y lo marciana que queda esa adaptación. Y es que en realidad la canción es buena de todas las maneras y en todos los idiomas. L.A. ha hecho covers de al menos tres de las canciones que cantaba Frank Sinatra. Podríamos establecer a partir de este hecho múltiples analogías entre el crooner americano y el hispano; pero mejor que seas tú, lector, el que intentes este disparatado entretenimiento.

Camina, camina. Paradigma del optimismo, probablemente inspirado en versos de Machado. Veamos la similitud "caminante no hay camino, se hace camino al andar..", "camina, camina no mires atrás, no vuelvas la cara y no lo pienses más..". Si, es que, ¡hasta riman! Yo me quedo con la actitud de la segunda y su carácter balsámico para afrontar las derrotas. Sabed que ésta es un de las favoritas de Santiago Segura.

Soy currante. Al hilo del personaje ideado por Andrés Pajares surge este disparate de corte anti-sindical. Con frases realmente logradas como el estribillo "soy currante y tiro pa´lante ... no me asusta a mi el trabajo que sea duro, lo importante es que me paguen los del puro". Recomendable para empresarios.

La vida pasa felizmente. Se puede decir que este es su gran hit. Contiene un mensaje en la línea del tema anterior. Pero si en el otro existía un tono de resignación éste es positivo, optimista y hasta un poco hippie. Su escucha provoca espontáneos coros y cadenetas, haciendo todos nuestra esa frase que dice "es una lata el trabajar...todos los días me tengo que levantar..." Vamos, que te entran unas ganas de bailar...

Cuando salí de Cuba. Esta canción, que conoce todo el mundo (sea hispano-parlante o no), es casi un himno y es seguro la canción de su vida. Se ha traducido a más de quince idiomas y ha sido grabada por casi dos centenares de interpretes. Pues bien, la compuso en menos de dieciocho minutos en una cena en casa de unos amigos.

La Chatunga. Esta es una canción que le prestó la valenciana Marisa Simó y que Luis consideró apropiada para ponerle su voz; por supuesto no se equivocó. La palabra chatunga parece estar acuñada en una época en la que los piropos estaban en uso, y podría pertenecer a algún tipo de lenguaje semi-cheli. El comienzo de la canción y su estribillo se acompañan con curiosas interjecciones espasmódicas del tipo ¡je! ¡ja! ¡yeeh! ¡yaah!, que por cierto son recursos constantes en cantantes como Miguel Rios, Julio Iglesias, etc. Y es que han sido muchos los que han reparado en esta canción. Memorable fue la imitación de Fernando Esteso, con el propio Aguilé en escena, luciendo ambos corbatas imposibles. Recientemente los gamberros asturianos Doctor Explosión han hecho una versión cañera.

Hemos dejado en el tintero títulos como: Juanita Banana, La pachanga, El sol español, El frescales, El tío Calambres, Santa Margarita, Vamos a Pamplona, Un chico Ye-Ye , versiones de múltiples artistas como Paolo Conte y Frank Sinatra,..entre otros. En su repertorio se alternan situaciones festivo-jaraneras donde impera el buen humor y el carácter optimista con momentos romántico-glamourosos; pero, todas las situaciones tienen un matiz positivo que refleja la actitud ante la vida de una persona de gran corazón. Al dicho... "estás más acabado que L.A.", yo contesto... ¡pues no, no y no!

fop


p.d.: Para escuchar a L.A., el único sitio de Bilbao es el Café Plexiglás.

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