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Medios
La Hermana Mayor
Una propuesta del Instituto Nacional de la Mujer exige “restringir” o “modificar”, como si los ciudadanos fuéramos niños de teta, los anuncios comerciales que “degraden” a la mujer. Què necedad, francamente...
MARZO, 2006. Tal vez con la finalidad de justificar su presupuesto, el recientemente
fundado Instituto Nacional de la Mujer dio a conocer una iniciativa que establece, entre otras cosas, la creación de un “ente regulador” en torno a la publicidad privada, esto con el fin de evitar que las mujeres “sean objeto de degradación” o se les considere “meros objetos sexuales”, todo esto por parte de un grupo de damas que se considera “progresista” y no hace pocos años acusaba a la “ultraderecha” de intolerancia en torno a los anuncios del Wonderbra (que, si entra en vigor esta ley, jamás volveremos a ver por medio alguno).
Naturalmente que estoas intentonas por parte de la Gran Hermana abren posibilidades aterradoras e irritantes. En primer término, ¿quién va a decidir cuándo un comercial es “ofensivo” y “degradante” y, sobre todo, ¿cuándo quedará determinado esto?
¿Será acaso que las ilustradas damas del INM considerarán “degradante” un comercial donde una mujer lava los pisos a mano cuando se quiera anunciar un producto quitagrasa? ¿Serán “sexualmente ofensivos”, por ejemplo, todos los anuncios donde aparezcan bellas chicas? ¿Considerarán “insultante” un anuncio de navajas de afeitar recomendado para los hombres pues ello ofendería a las mujeres que, como Frida Kahlo, están contentas con su abundante vello facial?
Este es precisamente el peligro: que con un criterio estrictamente subjetivo, un burócrata (en esta caso
una burócrata) decida desde un escritorio cuándo es conveniente y cuándo no el contenido de los comerciales. Uno se pregunta si, dado el caso, a la susodicha dama le parecerá “degradante” un comercial donde se anuncien desodorantes (no vaya alguien a pensar que hay mujeres que despiden mal olor corporal), o donde se le sugiera a una mujer que estudie una carrera (¿qué tal si ello le parece “moralmente ofensivo” a alguien que se siente menospreciada porque abandonó la escuela?), o que se haga alusiòn a “la mujer de hoy” (pudiera haber algunas sexagenarias que se sintieran discriminadas por el comentario).
Por supuesto que esta ley esconde otro, el enésimo, intento por suprimir y ahogar a la libertad de expresión, pues ésta incluye –aunque las damas del INM parecen desconocerlo—la facultad del publicista para anunciar un producto como más se le pegue la gana sin que un burócrata interfiera con su trabajo. Si dejamos que prosperen y crezcan estas iniciativas absurdas, pronto será “ofensivo” ver las películas de Mauricio Garcés –las chicas utilizaban el lucimiento de su físico para salirse con la suya—o de Marilyn Monroe, pues la rubia actriz solía interpretar papeles de tonta, algo degradante de acuerdo a la óptica “políticamente correcta” que, lo hemos dicho anteriormente, está aniquilando la creatividad de manera espeluznante.
Desde que George Orwell escribió su libro ha habido varios cambios: el Big Brother terminó como un
reality show (¡eso es mucho más degradante, damas del INM!) pero la
Big Sister existe, y amenaza al negocio de la publicidad en México, lo cual es el primer paso, ciertamente, hacia la supresión de otras libertades.
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