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ANÁLISIS, COMENTARIO Y DEMÁS

 

Nacional

 

             Reflexiones para México en torno a la migración

La migración de connacionales a Estados Unidos no se detendrá mientras acá no se haga lo necesario para crear empleos bien remunerados. Los siguientes puntos nos aproximan a aspectos que debemos analizar en torno al "problema migratorio".

ABRIL, 2006. Se trata de compatriotas nuestros, alrededor de 10 millones, los que viven en condición irregular en Estados Unidos. No es un fenómeno nuevo pero se ha agudizado desde el 2001. Desde entonces han ido en busca de un nivel de vida más digno más de tres millones de mexicanos. Sin embargo hasta hace unas pocas semanas se habían mantenido relativamente ajenos a la política. La nueva Ley Migratoria del gobierno norteamericano colmó la paciencia y ahora las cosas se ven desde un ángulo distinto.

¿Es en realidad una ley racista la que discute en Senado norteamericano? ¿Habrá una nueva oleada xenofóbica, concretamente antimexicana, en las principales ciudades norteamericanas? ¿Paliará en algo la posible naturalización de 10 millones de mexicanos para que aspiren, con ciudadanos con todos sus derechos, a una vida mejor?

Son preguntas cuya respuesta desemboca en varias vertientes. Pero también aquí es necesario ver las cosas desde otras perspectivas que también están ahí, así las repercusiones y responsabilidades de quienes consigan su ciudadanía. Veamos algunas reflexiones:

1. Metámonos en los zapatos del gringo

A ningún país del planeta le parecería que llegaran oleadas de inmigrantes ondeando banderas de sus países de origen y al mismo tiempo exigiendo la ciudadanía, y que aparte de ello se tuviera que subsidiar vía impuestos muchos de sus gastos como la educación de sus hijos y servicio médico, con el agravante de no estar dados de alta como contribuyentes, y Estados Unidos no es la excepción.

Una excusa frecuente es que los inmigrantes mexicanos reciben sueldos bajísimos por trabajos que nadie más quiere hacer. Pues bien, aquí en México hacemos lo mismo con, por ejemplo, las empleadas domésticas, los jardineros y los paleteros, trabajos que muchos mexicanos consideran degradantes, pues por más bien que gane, por ejemplo, un peluquero, difícilmente será un empleo que quiera un graduado universitario. Dicho de otro modo: protestamos ante otro gobierno por algo que de lo que aquí tenemos idénticos prejuicios.

El problema aquí es que el asunto se ha polarizado: miles de mexicanos ha emigrado a Estados Unidos, prosperado y alcanzado un nivel de vida que en su país les habría sido muy difícil alcanzar. La diferencia ahora es que el norteamericano promedio --entre ellos muchos de ascendencia mexicana-- han visto una oleada distinta de inmigrantes, muchos de ellos esperanzados en vivir del gobierno, o que muchos otros, en contraste con el ilegal de hace algunos años, procedente del medio rural, provienen de una clase media con estudios universitarios y con cierto conocimiento del inglés aunque irónicamente no están lo suficientemente preparados para conseguir empleos bien remunerados en Estados Unidos. 

Y ello se debe a que, desde mediados de los ochenta, la feroz competencia ha hecho que un diploma universitario ya no sea suficiente. El que estos emigrados de clase media, y aun alta, tengan que realizar trabajos que en México difícilmente aceptarían ha creado una gran ola de resentimiento y rencor no hacia ellos mismos sino a Estados Unidos.

2. Las leyes migratorias mexicanas, iguales o peores


¿Qué país cobra por otorgar visas temporales, vuelve a cobrar por renovarlas, y cobra otra cantidades estratosféricas por regularizar una situación migratoria y lleva décadas sin otorgar una sola amnistía? ¿Estados Unidos? Difícil: por 45 dólares cualquiera puede solicitar una visa --si se le rechaza es asunto aparte-- mientras que la extensión de permisos temporales prácticamente es gratuita. ¿Canadá? Mucho menos: los ciudadanos mexicanos no requieren visa, la extensión de sus permisos se otorga sin costo y sólo necesitan demostrar solvencia económica para comenzar a tramitar una residencia temporal.

Con todo y las "trancas" migratorias norteamericanas, los migrantes encuentran que México ofrece los trámites más complicados, laboriosos y específicamente diseñados para exprimirle dinero al solicitante. Como ejemplo mencionamos a Diana N, una maestra de inglés originaria de Irlanda que ha tenido que desembolsar más de 6 mil pesos desde que se decidió a vivir en México. Recientemente contrajo matrimonio con un nacional y ello le ha costado la erogación de más de 4 mil pesos en permisos, cartas migratorias, "venga-mañanas", sellados y un exasperante papeleo. Y eso que se trata de alguien que viene de un país europeo y más desarrollado.

Los inmigrantes de países pobres que llegan a México no la pasan mejor. José N. originario de El Salvador, cuenta que fue descubierto por agentes de Migración en la carretera cerca a Zacatecas cuando se dirigía a Estados Unidos. Los agentes lo insultaron, maltrataron y amenazaron con quemarle los pies en venganza "porque hace años la selección mexicana perdió un partido contra El Salvador que se jugó allá".

José N. pudo regularizar su situación tras casarse con una mexicana --algo donde también erogó miles de pesos-- aunque las recientes manifestaciones en Estados Unidos le producen resquemor: "No dudo que a muchos ilegales la Migración de allá los trate mal, pero me parece de doble moral que un país que trata a los ilegales como me trató a mí se crea con absoluto derecho de denunciar vejaciones si abiertamente aquí también las comete, como ocurrió conmigo", a lo que podíamos añadir que un país con leyes migratorias tan ambiguas y confusas exija a su vecino del norte que modifique las suyas.

3. Deberes y derechos de los nuevos ciudadanos

Los nuevos ciudadanos se encontrarán frente a una realidad con la que quizá no se muestren listos para cooperar. Es verdad que la mayoría de ellos son gente trabajadora pero también hay quienes aspiran a vivir del welfare, o seguro del desempleo el resto de sus vidas. A ellos quizá no les haga gracia saber que, para tener derecho a éste, primero deberán encontrar un empleo y luego, comprobar ante el Estado que realmente no tienen trabajo pues se les pudiera sancionar y aun suspender el welfare, ello sin contar que estos fondos le serán deducidos de su fondo de retiro.

Muchos inmigrantes ilegales reciben hoy su welfare mediante argucias judiciales pero una vez que adquieren su ciudadanía pasan a tener obligaciones, como lo son el pagar impuestos, acudir como testigos a la Corte donde, en caso de no acudir, podrían ganarse el arresto por desacato, así como el entrar a una dinámica de reuniones, requerimientos del fisco ante los cuales --a diferencia en México-- no hay manera de evadir con "una corta" y, por supuesto, si se abstienen de votar como ciudadanos norteamericanos la primera vez que les toque podrían fácilmente ser neutralizados por sus contrincantes si luego aspiraran a un puesto de elección pues se considera una "obligación tácita" de los nuevos ciudadanos (esa razón, por cierto, le costó sus primeras aspiraciones políticas al gobernador Schwarzennegger, de quien de demostró lo anterior).

 

Otra más: al volverse contribuyentes, deberán pagar gravámenes cada vez más fuertes para mantener a los nuevos ilegales, igual que en un momento ocurrió con ellos. En tal sentido se pronuncia  Luis Roberto Galván, un jurista que ostenta las dos ciudadanías y adquirió la norteamericana en el 2003. "Entonces pasas a ser contribuyente directo y yo, que vivo en California, veo cómo cada año los gobiernos estatal y federal me suben los impuestos para cubrir los gastos que provocan los inmigrantes ilegales. Son mexicanos, como yo, pero sí he llegado a pensar '¿por qué tengo yo que pagarle servicios a alguien que acaba de llegar, no paga impuestos pero quiere vivir a costa mía?' Es frustrante".

Adicional a ello, dice Galván, "los nuevos ciudadanos norteamericanos pasan por un 'periodo de prueba' del gobierno para ver si efectivamente están dispuestos a cumplir los compromisos que el Estado les ha otorgado con su nuevon estatus. La ciudadanía norteamericana es la más anhelada del mundo pero es sólo el comienzo".

Las responsabilidades son, pues, mayores, e incluso mayores a las de un ciudadano mexicano. Los inmigrantes acostumbrados al trabajo no deberán preocuparse; antes bien, beneficiarán a su nuevo país como lo han hecho millones de inmigrantes antes de ellos. Pero la amnistía no conviene, en absoluto, a los inmigrantes más flojos.

4. ¿Quién no se va a asustar?

Algo que alarmó sobremanera a los legisladores y a buena parte de la opinión púnlica estadunidense fue la gran cantidad de banderas mexicanas entre los manifestantes. ¿Quién en su sano juicio no se va a asustar de ver insignias de otro país por parte de unos manifestantes que exigen convertirse en ciudadanos norteamericanos? ¿Imaginamos la reacción si en México un grupo de hundureños o salvadoreños, por mencionar un ejemplo, marcharan por el D.F. con banderas de sus países pidiendo que se les otorgue la ciudadanía mexicana?

Los manifestantes del pasado exigían su regularización pero portaban banderas norteamericanas. Y aunque en la primera megamarcha efectuada en Los Ángeles los organizadores pidieron no llevar insignias de otros países, cientos de personas desobedecieron con lo cual los norteamericanos, aparte de ver un espectáculo insólito, se alarmaron. En otras manifestaciones se ha insistido en lo mismo. "El mostrar banderas mexicanas para exigir ser ciudadanos americanos no ayuda mucho en esta causa", escribió Jacob Sollum en Slate, una página web de centro-izquierda. "Es comprensible que sientan orgullo de su nacionalidad, pero esas expresiones sólo confunden a los norteamericanos que ven, entonces, la posible aministía como una amenaza potencial a su soberanía".

5. El pasado, bueno, ya pasó

Un argumento frecuente entre los manifestantes es que la parte de Estados Unidos donde se encuentran "fue territorio mexicano" y por tanto "técnicamente no son ilegales" mientras otros, más radicales, ven en este movimiento una reivindicación del Aztlán, nombre que supuestamente llevaría el nuevo país secesionado de California, Nevada y parte de Arizona.

Lo curioso es que quienes sostienen este principio no han llevado a cabo manifestaciones en Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, que también alguna vez fueron territorio mexicano y ante los cuales debieran reclamar el mismo derecho. Pero no: por extraña casualidad, las protestas se dan dentro de los únicos territorios que más prosperaron luego que dejaron de pertenecer a México.

Para colmo, la parte correspondiente a California no fue "robada" por el gobierno norteamericano; la compró al corrupto gobierno de Antonio López de Santa Anna a precios irrisibles, y esa culpa no la tienen los gringos, quienes simplemente se aprovecharon de un tipo que malbarataba grandes extensiones de territorio nacional. Es cierto que hubo territorios abiertamente arrebatados por Estados Unidos, pero uno de ellos, La Mesilla, fue devuelto a México una vez que una Corte internacional falló a favor del gobierno de Adolfo López Mateos en 1961.

Pero a final de cuentas, todo esto pertenece al pasado. Desde 1851 California ha sido parte de Estados Unidos. Es desde esta perspectiva desde la cual se deben ver las cosas, y no a través el romanticismo de los territorios perdidos.

In English, please

Encarémoslo: Si el inmigrante desea propsperar en su nuevo país tendrá que aprender el idioma local. Actualmente toda la documentación oficial en California es expedida en inglés y en español; miles de tiendas, restaurantes y demás sitios públicos tienen información bilingüe, así como existen periódicos, estaciones de radio y televisión y páginas web en español. Pero si el inmigrante hispano desea alcanzar su American Dream, tendrá, forzosamente, que aprender inglés, y de no hacerlo se quedará inmóvil dentro de un perímetro muy limitado, e paradójicamente, muy similar al que tenía cuando vivía en México.

El penalista Galván pone el ejemplo cubano: "De entre todos los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, los cubanos han prosperado como ningún otro; ellos hicieron de Miami el polo económico que es hoy. Y para hacerlo tuvieron que aprender inglés. En sus casas se habla español, igual con los amigos, pero a la hora de los negocios tienen que acudir al inglés; después de todo es el idioma oficial del país que los acogió".

Prosigue: "Muchos latinoamericanos temen que al aprender el inglés perderán sus raíces y su cultura. Esto es falso. En todo el mundo, incluido México, los gobiernos promueven la enseñanza del inglés por ser arma indispensable para moverte cuando aspires a algo más, ya sea estudios universitarios en otro país, un mejor empleo o simplemente el conocer otras culturas. En México lo hemos visto: ¿quién se imaginaba hace 20 años que esa lengua sería tan importante como lo es hoy? Y pues si te vas al país donde es dioma oficial ¿cómo esperas progresar si no lo aprendes, más aún si vas a otro país donde sí se habla?