Participantes
Gran Hermano 1
Gran Hermano 2
Hombres - Gran Hermano 2
Roberto Parra
Haber nacido y vivir todavía en San Fernando es para Roberto Parra motivo de orgullo. Desde la separación de sus padres pasó por distintos lugares, hasta que logró independizarse y vivir solo, pero nunca se alejó de su barrio. Se describe a sí mismo como “un tipo serio, pero con muy buen humor”. “Soy sincero y capaz de llevarme bien con cualquiera, no importa su sexo, raza o religión”, agrega convencido. “Además, me gusta respetar y ser respetado”, advierte pensando en la convivencia de la Casa. Con sus 30 años a cuestas, este estudiante de tercer año de Marketing ingresó a Gran Hermano con un objetivo claro: “Quiero terminar de crecer como persona en una experiencia como ésta”. A la hora de hablar de sus expectativas, Roberto tampoco deja muchas dudas: “De los demás, necesito buena onda, sinceridad y compañerismo”. El trabajo no es algo extraño para Roberto. “Trabajo desde muy chico. Empecé con mi papá, trabajando los veranos, pero cuando terminé la secundaria empecé a trabajar todo el día”, relata. Hoy es socio con su madre en una pequeña peluquería, en la que su tarea es llevar el control de las cuentas. “Hoy mi prioridad es terminar la carrera, y ayudar a mi viejo, que está pasando por un mal momento”, confiesa aclarando que su padre está enfermo desde hace un año y medio. “Y mi vieja es oro en polvo. ¡Y del bueno!”, afirma enternecido. “Además tengo una hermana y un sobrino divinos, y un cuñado muy piola y compañero. Y por parte de mi viejo tengo otro hermano, Maxi de 10 años, que es un fenómeno”. Le encanta jugar al fútbol y también hace atletismo. Pero además del deporte, su tiempo lo cupa en sus hobbies: dibujar y restaurar muebles antiguos. El dato más curioso proviene de su niñez: cuando era chico, dedicó algún tiempo a estudiar zapateo americano. Ahora, todas sus ilusiones están puestas en Gran Hermano, y veremos cuál es la suerte de este representante de San Fernando dentro de la Casa más famosa del país.
A sus 26 años, Gustavo no tiene dudas sobre sobre cuál es el amor de su vida: los fierros. “Mi tiempo libre lo dedico a los autos”, confiesa sin pudor, aunque también encuentra tiempo para ir todos los días al gimnasio, jugar al futbol y nadar. Trabaja como conserje en un hotel, y vive sólo con su padre, ya que su mamá murió hace 6 años. Su fanatismo por los autos es absoluto: le dedica largas horas a su preparación y cuidado a su propia máquina, y su sueño es llegar algún día a tener un convertible. De todos modos, ningún sábado se pierde el partido de fútbol que juega con sus amigos. Tiene una novia que conoció hace muy poco tiempo, y veremos qué sucede con esa relación durante los más de tres meses de encierro que le esperan a Gustavo. Dice que quiere ser famoso, y que por eso ingresó a la Casa de Gran Hermano. Pero a la hora de hablar de razones más profundas, no duda en buscar un poco más dentro suyo. “Quiero saber cuál es mi comportamiento ante esta experiencia”, empieza a decir, para mostrar después algo de su personalidad. “Quiero mostrar al mundo entero la garra del argentino, la fuerza y la verdad de alguien como yo: un ser humano muy pero muy tansparente”, remata. “Soy un tipo divertido, con buen humor, digo las cosas de frente y no doy vueltas. Soy lo más sincero posible en todo”. Una personalidad fuerte, y un cuerpo también fuerte, para quien seguramente será uno de los centros de atención entre los nuevos participantes de Gran Hermano.
Nacido Javier Esteban Aureano, “El Paisa” va a tener el honor de ser el representante del campo entre los chicos de Gran Hermano. Aunque vive y trabaja en Capital, su familia y toda su historia está en Urdampilleta, provincia de Buenos Aires. Ahí hizo la escuela, desde el jardín de infantes hasta la secundaria, y de ese rincón tranquilo proviene la mayor parte de sus amigos. La normalidad no es para Javier motivo de vergüenza. “Mi niñez fue normal, criado por una familia normal, y entre muchos amigos en las mismas condiciones que las mías”, asegura. Su vida estuvo marcada por su pueblo natal y por sus viajes a Buenos Aires. Su primera novia llegó cuando él estaba en primer año de la secundaria. A partir de ahí, comenzó con sus salidas adolescentes, a boliches de Urdampilleta primero, y después a los de los pueblos vecinos. Su primer intento de vivir en Buenos Aires comenzó apenas terminó la secundaria. La exigencia de sus estudios, más la necesidad de trabajar para mantenerse, hicieron que la experiencia durara poco más de dos años. Fue entonces cuando volvió a Urdampilleta para comenzar a trabajar en una veterinaria. “Fueron dos años bárbaros, hasta que decidí volverme a Buenos Aires, porque tenía ganas de retomar el estudio, y también porque en ese momento mi novia estaba estudiando acá”. Si hay algo que le encanta a Javier son las motos. Su ídolo es el australiano y cinco veces campeón mundial de motociclismo Mike Doohan, su deporte favorito es el motociclismo y siempre elige revistas sobre motos como material de lectura. A la hora de hablar de los motivos por los que se inscribió para participar del programa, explica: “Soy oriundo de un pueblo de 2.000 habitantes, y este tipo de desafíos nunca estuvo a mi alcance”. Hasta que llegó la posibilidad de ingresar en Gran Hermano, Javier se encontraba trabajando en un banco, y estudiando Administración de empresas en la Universidad de Buenos Aires. Ahora, todas sus ganas están puestas en esta nueva experiencia. “Me gusta la idea de compartir una casa con gente que nunca vi”, admite. En la convivencia estará entonces la clave para que el resto del grupo lo acepte.
Maxi es un hombre peligroso. O al menos parece peligroso a la hora de “conquistar mujeres”, lo que él declara como su hobby. “Soy un atorrante. Todo un Don Juan. Me enamoro con facilidad”, confiesa sin ninguna vergüenza. “Soy polémico, carismático y seductor”, agrega, como para dejar en claro cuáles serán sus intenciones dentro de la Casa. Vive en Caballito, y su gran pasión, además de las mujeres, es el cine. Por eso, todas las noches concurre a la Facultad, donde estudia Dirección y Producción de TV. Pero las cosas no son tan fáciles para Maxi: “Para poder bancarme la Facultad, trabajo los fines de semana como barman en una disco de Saavedra”. Los amores de su vida son algo verdaderamente importante para Maxi. “Soy dulce, cariñoso, posesivo. Además, soy muy familiero, amo a mis viejos, a mi hermano, y sobre todo a mi abuela, que es una fenómena”. El sentimiento de Maxi lo lleva a elegir “comer en familia” como el mejor momento de cada día. Además, también adora a sus dos perros: “una ovejera que se llama Indiana y un Rotwailer llamado Tango”. Si hay algo que a Maxi le encanta es ir mucho al gimnasio, y sus músculos así lo confirman. “Al menos voy cinco días a la semana, porque además ahí me encuentro con mis amigos”. Posiblemente el cuerpo que consiguió a fuerza de gimnasio y voluntad lo ayude en su cometido: mostrarse gracias a Gran Hermano como “el Don Juan de la Argentina”, tal como se autodefine. Porque eso es lo que dice Maxi para explicar por qué quiso entrar a la Casa más famosa del país. “Esta vez no me quiero quedar afuera porque no hubo ningún Don Juan. Me apasiona amar a toda mujer que me de su mirada”, dice sin tapujos.
Quienes vean bailar a Pablo, difícilmente podrán olvidarlo. Y mucho menos las chicas, que le sumarán al recuerdo la imagen de su cuerpo en movimiento. Con apenas 21 años, Pablo ya puede decir que es un experimentado bailarín. Apenas terminó el colegio secundario, comenzó a dedicarse a lo que hoy es su profesión. Su trabajo es hacer shows musicales en diversos boliches, especialmente los dedicados a la música brasileña. “Mi vida fue feliz, y voy a tratar de que lo siga siendo”, afirma convencido. Hoy no tiene pareja, pero está seguro de que todavía no conoció a la persona ideal. “Todavía creo en los demás, y también creo que existe mi alma gemela”, agrega tranquilo. Por ahora vive con sus padres en Belgrano, y tiene dos hermanos, ya casados. “Mi ídolo es mi viejo”, asegura Pablo. Además de bailar, a Pablo le encanta hacer deportes y es fanático de la fotografía, a la que dedica gran parte de su tiempo libre. “Soy tolerante y pasivo. Veo las cosas lindas en todo lo simple que tiene la vida”, confiesa pensativo. “Siempre me gustó viajar”, agrega Pablo, “pero me interesa disfrutar de las cosas simples”. Esa parece ser su única fórmula. “Me gusta divertirme y me gusta jugar, y creo que siempre hay que seguir jugando”, responde, cuando se le pregunta por el desafío que significa ingresar a la Casa de Gran Hermano. “Me gustaría conocer gente nueva, y me interesa porque es una experiencia extraña en la vida cotidiana”, aclara. “Soy una persona que se adapta rápido a las situaciones, me gusta trabajar en equipo y me gustan los desafios”, detalla. “Y además, necesito la plata”, agrega con sinceridad.
Tiene 24 años y vive con su madre, su padrastro y un hermano. Además, tiene una hermana gemela. Con su papá no tiene una buena relación, ya que sólo lo vio cinco veces desde el divorcio de sus padres. “Mi familia es pequeña y humilde. Somos de clase media y estamos pagando un departamento”, comenta. La mayor pasión de Gonzalo es cantar. “Me gustaría que a la gente le gusten las canciones que yo canto, que conozca mi voz y mis letras”, dice. Sus gustos musicales son variados: Su grupo musical preferido es Divididos y su cantante predilecto Luis Miguel. ¿Cómo influirá esto en su composición artística? Trabajó desde chico. A los 15 años ya se pagaba las clases de canto. Terminó de estudiar en un secundario acelerado. Es muy enamoradizo. Su primera novia le duró 6 años. Prefiere a las mujeres cariñosas. Para él, es fundamental que su pareja lo apoye. “Lo que necesito de los demás es que sean fieles a lo que piensan, igual que yo”. Gonzalo afirma tener muchos verdaderos, “esos que cuando los necesitás están y son de fierro”. Una característica que lo define es su relación con sus amigos. “Mi mejor amigo no tenía plata para irse de vacaciones y le regalé un pasaje. Todos me dijeron que estaba loco”. Le gusta sorprender a sus amigos con regalos originales siempre que puede. Entre sus deportes preferidos, se encuentran el boxeo y el ski acuático. Es hincha de River y fanático de Ariel Ortega, aunque su mayor ídolo es Maradona. A pesar de su pasión por el equipo de la banda, Gonzalo reconoce la calidad de Batistuta (ex jugador de Boca) y Carlos Bianchi.
Para un hombre que viajó por todo el mundo, fue jugador profesional de squash, actuó en obras de teatro en España, escribe mucho, trabaja como gestor independiente y comenzó la carrera de Derecho a los 29 años, Gran Hermano es un desafío que no se puede dejar pasar. Actualmente Máximo tiene 31 años y se siente tranquilo de entrar a la Casa, ya que no tiene una novia a quien extrañar ni nada que se interponga entre él y su nuevo objetivo. Las chicas con las que sale lo podrán esperar, imagina. A cambio, la popularidad lo acompañará la próxima vez que lo vean. Si bien no tiene ninguna carencia material, es en su interior donde Máximo admite que algo está faltando. “Después de dos años de vueltas y sin un objetivo claro es que llego a Gran Hermano”, cuenta tranquilo. A pesar de su gusto por la acción, nunca le ha restado lugar a las relaciones afectivas. Su familia, que está compuesta por sus padres y dos hermanos analistas de sistemas, le inculcó de chico que la felicidad no se encuentra en la superficialidad de las cosas materiales. Máximo “adora” a sus amigos y no deja de repetir que es una persona “hipersensible” ante los problemas de los que lo rodean, lo que seguramente influirá én la relación con sus nuevos compañeros. Los deportes lo acompañan desde chico. Después de pasar por algunas inferiores de fútbol, una lesión lo obligó a buscar nuevos horizontes, y allí fue cuando conoció otro de sus amores: el squash. Rápidamente se convirtió en revelación argentina, y unos años después viajó como profesional a Estados Unidos y Canadá a jugar a ese deporte, que también le dio la oportunidad de conocer otros países y mucha gente. Actualmente Máximo trabaja como gestor independiente, lo que le permite tener un buen pasar, aunque no alcanza para evacuar sus inquietudes laborales. Por eso está en segundo año de Derecho, en busca de un título que le permita conocer otras posibilidades profesionales. Si le dieran a elegir, sugiere en broma que la profesión que más le gusta es la de ser campeón mundial de box; lo que menos le gustaría es ser oficinista. En los ratos libres que le dejan el trabajo y el deporte, Máximo aprovecha para leer y escribir mucho. Se autodefine como una persona natural, que no se anda con vueltas. “Soy un tipo simple, me gustan las cosas simples, y necesito que los demás confíen en mí, me quieran y me respeten como soy”, confiesa seguro de sus palabras. Veremos cómo le cae su simpleza a los otros habitantes de la Casa. Y si obtiene de ellos el respeto que espera.
A los 27 años, Luis Alberto Biondi puede golpearse el pecho y sentir que no se ha perdido nada de lo que la vida le ofreció. “Generalmente me fue bien en casi todo y gracias a eso puedo decir que estoy absolutamente feliz con lo que tengo”, cuenta con una mezcla de orgullo y alegría. Estudia Ciencias de la Comunicación, es hincha de River y su principal hobbie es leer, además de estar con sus amigos, que junto a sus padres ocupan un lugar muy importante en su vida. Por ahora no tiene novia, aunque esto puede cambiar durante su estadía en la Casa. Vive desde hace muy poco tiempo solo en un country de Pilar. El mismo lugar en el que se crió y le regaló algunos de los mejores momentos de su infancia, además de un puñado de buenos amigos que Luis no se olvida de mencionar. Allí disfruta de la posibilidad de jugar al fútbol y al squash, y de ir al gimnasio. También aprovecha la tranqulidad del verde para descansar de la ciudad y dedicarse a la lectura. Luis es hijo único. Sus padres, ya mayores, le dan los gustos y se ganan algunas de sus palabras más emotivas. “Tengo dos viejos maravillosos, que gracias a Dios gozan de buena salud y los puedo disfrutar y sufrir todos los días”, reconoce con la madurez de quien se ha tomado el tiempo para reflexionar sobre lo que la vida le ha dado. Si bien la lectura es lo que más le gusta, sus placeres no se limitan a los libros. Luis aprovecha sus ratos libres para escuchar música, ver televisión e ir al cine, donde trata siempre de encontrar alguna película de Robert de Niro. Si el ánimo acompaña, también se guarda un espacio para el arte. Pintar, y tocar la guitarra y el piano son sus actividades preferidas en ese campo. Luis actualmente trabaja como productor de seguros, aunque sus gustos se relacionan más con los temas que ve en la carrera de Ciencias de la Comunicación. La facultad le permitió entender, a través de la teoría, lo que le ocurre a la gente con Gran Hermano. No conforme con eso, él decidió conocer por sus propios medios lo que sienten y viven los principales implicados del reality show más importante de la Argentina: los participantes. Veremos, en un tiempo, sus nuevas conclusiones.