Las Ideas (cuento corto)

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    Acerca de "Las Ideas"


    Escribí "Las ideas" en la noche del 22 de Junio de 2002, al mismo tiempo que escribía un extenso correo electrónico a Erika, una de mis mejores amigas. Por esta sola razón, este cuento corto se lo dedico a ella.

    Este es el cuarto cuento corto de mi colección, para ver los anteriores revisa mi página de Hobbies.

     
    [22/06/2002 22:12] [ ]

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    Las Ideas


    Amaneció sin ideas. Así, de repente. Un día se levantó y al sentarse ante su máquina de escribir para trabajar en su siguiente artículo, se encontró con su cabeza esta vacía, nada le venía a la mente, nada podía imaginar.

    No importa exactamente que día, podría decirse 25 de Mayo o 12 de Septiembre. Era un día como cualquier otro. Tampoco importaba si era verano o invierno, porque sin apenas dar un asomo a la ventana, de un salto se paraba diariamente, bajaba a la cocina a prepararse una comida rápida -acaso un emparedado de algo frío y a medio cocer de una carne irreconocible- y bajaba al sótano donde tenía un estudio completo con una biblioteca envidiable y una máquina de escribir siempre bien engrasada.

    Qué preocupante para un escritor de fantasías el no tener ni una sola idea nueva. Y no es que su cerebro estuviera funcionando mal, podía recordar bien, cosa que comprobó un ejercicio mental tratando de recordar pasajes de novelas leídas, un diálogo de Hamlet y una receta para hacer tortas ahogadas (aunque nunca la había hecho, la conocía al dedillo). Normalmente tenía ideas todo el tiempo, que le acompañaban durante el día y que moldeaba durante la noche, en sueños. A la mañana siguiente no tenía más que bajar a su estudio y de una sentada escribir un cuento, un artículo o un capítulo más de su novela: la décima de su carrera.

    Pero no ese día. Ni siquiera pudo imaginarse lo que pasaría en la siguiente escena de su novela, habiendo dejado a la protagonista, Amalia, en un trance de muerte y a merced del malvado que la tenía secuestrada. En ese mismo capítulo el enamorado de la bellísima dormía plácidamente en su departamento sin imaginarse siquiera en el peligro que corría su amada. ¿Cómo hacer que se enterara? ¿Cómo encontraría las pistas obscenamente obvias que había dejado el raptor cuando cargó con Amalia para llevarla a su escondrijo?

    ¿Qué le diría a su editor, que esperaba con ansia el término de la novela para llevarla a las prensas cuanto antes y volver a promover un best-seller?

    ¿Qué le diría al director del periódico donde semana con semana, desde hacía más de once años había estado publicando una columna sobre los temas más variados? A diario recibía cartas de sus lectores donde le elogiaban su maestría para discutir en unos cuantos párrafos la relatividad Einsteniana un día y la política mexicana a la siguiente. Ni el mismo lo podía explicar: las ideas venían solas a su mente y solo tenía que sentarse a presionar las teclas una tras otra hasta llenar una, dos y muchas cuartillas a diario.

    ¿Habrían escapado durante la noche? ¿Ahora vivirían en la cabeza de alguien más? ¿Habrían muerto, marchitas, dentro de su cerebro y ahora esos cadáveres -cadáveres de ideas- terminarían por convertir en algo pútrido todo lo demás?

    Mesarse los cabellos, tomarse una de esas pastillas maravillosas que le había recomendado un lector para "despejar la mente", dormir otro rato, sentarse frente a la televisión. Todo probó sin éxito. Las ideas no llegaron al día siguiente, ni al siguiente, ni nunca más.

    ¿Será que las ideas viven en nuestra cabeza en un número fijo desde que nacemos y que conforme las vamos usando mueren para no volver más? Quizá ese número sea diferente para todos y sea suficiente para vivir una vida completa, apareciendo una de ellas de vez en cuando, en momentos cruciales y hasta en los no importantes. Pero para el escritor que usaba muchísimas de esas ideas a diario, no fueron suficientes.

    Aterido de frío y sin haber comido durante quién sabe cuanto tiempo murió en su propia silla, ante un sinfín de hojas arrugadas con el primer párrafo del siguiente capítulo de su novela, sin la más remota idea de como continuar.

     
    [22/06/2002 22:20] [Esta es una colaboracion de :  Luis M. Arteaga M. © 2002]


    © 2002 Luis Miguel Arteaga Mejía, Mi página personal.
    Este documento fué generado automáticamente por última vez el [22.06.2002 23:14] , usando PaGEN v. 1.2a
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