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"Desterremos los viejos dogmas de los individuos y de las mentes, y renovemos el sublime ideal libertario..." |
Relato de una Acción: 27 de Octubre en la Noche.
Anónimo (*)
Buenos Aires, domingo 27 de octubre en la noche, mi amigo me espera en su casa con la pintura color rojo sangre y los panfletos para pegar en la vidriera de la tienda de animales ubicada a dos cuadras de la Plaza San Martin. Los animales son arrancados de sus habitat naturales para ser transformados en objetos de venta para una tienda de mascotas, muchos de los cuales mueren al vivir una vida encerrados en jaulas donde ni siquiera pueden moverse o ver la luz del sol y todo para que el dueño de la tienda se llene los bolsillos de dinero. Ademas, almacenados como si fueran tomates en una verduleria, los animales soportan en su rincon, sin luz y sin ventilacion, el frio del invierno y el calor del verano mientras se asfixian con el metano de sus propios excrementos a pesar de que se acostumbra a mantenerles sedientos para que orinen menos.
11:20 p.m. llego a la casa de mi amigo a la hora acordada, nos sentamos en el patio y analizamos tranquilamente nuestro plan. Somos viejos amigos y nos tenemos mucha confianza. La fuerza de nuestras convicciones son el motor que da vida a nuestra accionar.
Tenemos todo preparado y estamos listos para actuar, subimos a las bicicletas con la pintura, los panfletos, los guantes y las jeringas con pegamento liquido.
Antes de llegar a la tienda dejamos las bicis estacionadas a la vuelta, en caso de que algo no salga como lo habiamos planeado y entonces poder salir corriendo y no exponernos. Era muy tarde en la noche y por lo tanto las calles estaban desiertas, rapidamente a pie llegamos a la tienda, mientras mi amigo se encargaba de empapelar la vidrieda de panfletos con consignas como "los animales no son objetos de compra-venta" y "toda jaula es prision", yo arroje el tarro entero de pintura roja color sangre en la vidrieda manchandola como si fuera sangre de verdad y luego con la jeringa envie el pegamento liquido en la cerradura (esto le ocasionara perdida de ventas a los explotadores y abusadores). Terminada la tarea corremos hacia las bicis, nadie vio nada, nadie oyo nada. El boicot concluyo como lo habiamos planeado, todo salio a la perfeccion. Los explotadores se llevaran la gran sorpresa!
Somos concientes que con este acto no acabaremos con toda la explotacion y el sufrimiento animal, mas, por chiquitas o grandes que sean nuestras acciones, todas ellas contribuyen como un puño y una garra unida por la liberacion animal. Hay un viejo grupo punk llamado crass que escribio: "si no estas buscando la solucion eres parte del problema". Si solo mandamos mensajes por internet y nos quedamos quietos sin hacer nada tampoco acabaremos con todo el sufrimiento... mejor actuar, contra la explotacion animal, accion directa!
(*) El Autor del presente relato, fraternalmente nos ha pedido que guardemos su anonimato.
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Animalismo
Luciano Bonfico (frutariano@hotmail.com)
¿Qué misteriosa intuición
de lo que es el cosmos nos ha inducido, desde el amanecer de nuestra
juventud, a cuestionar sin tregua y a replantear sin darnos ni dar respiro
los así llamados principios básicos de la alimentación? ¿Qué tendencias
primordiales de nuestra mente es la que nos ha puesto a todos nosotros,
animalistas conscientes de nuestra misión, en camino de esta senda por la
que transitamos a diario? ¿Qué aventuras y desventuras nos esperan, a cada
recodo de un camino tal, si hemos de permanecer fieles a nuestra práctica de
una alternativa nutricia cuyos pilares básicos excluyan matanza y tortura de
animales? Estamos ciertos de transitarlo con determinación y dureza de
ánimo. Pero también, ¿por qué razón oculta esos mismos planteos, para
nosotros estimulantes e irrefutables, no ejercen influjo alguno en millones
de hombres y mujeres satisfechos de izar día tras días hasta sus bocas, como
una bandera de indiferencia universal, carne mutilada de animales?
¿Hay algo que exceda en fantasía y horror que el ver a una
persona devorar los restos de un animal con placer y con endemoniada sed de
sangre? Cambiemos el escenario que le rodea en ese instante; mutemos su
elegante cocina o su living-comedor por una cueva tupida y oscura,
imaginémoslo tosco y en cuclillas en vez de sentado y viendo la TV, y
dígasenos si quien deglute la carne muerta de un semejante no es un perfecto
salvaje. La tranquila apariencia de ese pacífico aposento no es más que el
último eslabón de un extenso circuito de captura, tortura, matanza y carneo
que lleva hasta su mesa los restos de una víctima inocente. Es como si una
película empezara mostrando la cara sonriente y bonachona de alguien, sin
indicarnos que su sonrisa es debido a la eficiencia asesina con que acaba de
estrangular a una niña. Si el decorado del pacífico aposento de nuestro
ejemplo fuese correlativo a los usos alimenticios de sus dueños, sus paredes
debieran chorrear sangre y sus pisos chapotear pieles desolladas.
Pues claro está que jamás un animal nos dañará adrede y con
malicia. Jamás veremos a un animal torturando por placer, pues la única
especie que tortura, a la propia y a las demás, lamento recordárselos, es la
nuestra. Los animales cuidan a sus hijos como los cuidaría un ser humano y
cualquier animal defenderá a su hijo con idéntica o mayor ferocidad con la
que lo haría una madre humana. Su capacidad de sufrimiento y sensibilidad
equipara a la nuestra y nos supera en rubros como el concerniente a la
protección de su propia especie, puesto que jamás incurrirían en la cantidad
abrumadora de deslealtades hacia la propia prole en que incurrimos los
humanos a diario a través, por ejemplo, del aborto, de la drogadicción pre-parto,
de la intoxicación nicotínica sobre el feto o de tantos otros manipuleos
modernos que equivalen, muchas veces, a un agazapado instinto suicida.
Muchos seres
humanos que dicen amar a los animales llorarían a gritos si frente a sus
ojos alguien arroja sobre brasas ardientes en la parrilla, a su perro, a su
gato, o al hamster preferido de su infancia, pero sin embargo, ellos mismos
son quienes luego ponen en
la
parrilla sin parpadear a una vaca, a un cerdo, a un pollo o a un cordero,
que son animales tan inteligentes y sensibles como los otros.
Amamos a
nuestro perro como a amaríamos a nuestro mejor amigo y luego vamos y nos
atiborramos de los cadáveres de animales. ¡Con qué facilidad la veleidad
humana triunfa sobre la débil voluntad! Marionetas de carne es lo que somos,
marionetas que no nos atrevemos a sospechar siquiera que se pueda vivir sin
hacer sufrir, sin castigar, sin matar y sin torturar, como si una vocación
siniestra por inferir dolor nos arrastrara sin remedio a profundidades
insondables de crueldad.
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