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"Desterremos los viejos dogmas de los individuos y de las mentes, y renovemos el sublime ideal libertario..." |
El Anarquismo Moral: Exposición Crítica - Francisco Larroyo
(Tomado del Libro: Los Principios de la Ética Social)
En toda la fuerza del concepto filosófico, el anarquismo es una doctrina contemporánea; nace apenas en el siglo XIX, bien que se le puedan adscribir antecedentes en Grecia. Aristóteles define la anarquía (del gr: de la privativa a, y arjée, mando, gobierno) como la falta de gobierno. Rasgos menos imprecisos de la doctrina anarquista, ofrecen ya en el siglo XVIII, obras de J. Meslier y de W. Godwin, y, sobre todo en la primera mitad del siglo XIX, P.J. Proudhon ("Que es la propiedad", 1840) y Max Stirner ("El único y su propiedad", 1845). Proudhon es el primero que usa él termino "anarquismo" como repulsa a todo gobierno, de toda autoridad, de todo orden jurídico moral y religioso.
Concepto
El anarquismo como filosofía militante se derivo del socialismo. Un primer programa anarquista fue dado a la luz en el congreso que celebro en 1866 la sociedad de obrero fundada por Marx, bajo el nombre de la internacional, en 1862. El anarquismo como doctrina trata de mostrar la necesidad de destruir en, en aras de la libertad individual, el régimen social, político y económico, suprimiendo el Estado y estableciendo en su lugar la comunidad de individuos, sin autoridad, sin religión, sin moral, sin propiedad, sin familia. Para lograr tal objetivo se preconiza la revolución, la cual, en caso necesario, pondrá en práctica los medios más rudos (el motín, las bombas incendiarias, etc.).
Representantes
Miguel Bakunin, uno de los jefes de la Internacional (Alianza para la Social Democracia), es primer expositor de este anarquismo táctico. En su folleto Catecismo Revolucionario, la biblia de los anarquistas europeos, pide la destrucción total de la sociedad contemporánea. "El revolucionario, dice, desprecia la moral, la religión, el derecho. Entre él y la sociedad hay una lucha a muerte, un odio irreconciliable". Debe estar pronto a matar a cuantos opongan resistencia a este aniquilamiento económico. Por su parte, el anarquista alemán Juan Most proclama: "Toda autoridad humana o celestial debe desaparecer, desde Dios hasta él ultimo agente de policía. Abolición de todo privilegio. No mas amos. Emancipación y reintegración del hombre individual y colectivo".
También el revolucionario, el príncipe ruso P.A. Kropotkin, intenta dar fundamento filosófico al anarquismo, que el propio autor suaviza al reconocer a la familia como grupo social. Ante el problema de la moral, empero, asume una posición lapidaria. "¿Por qué, dice en su obra Moral anarquista, no he de ser inmoral? ¿Por qué la biblia no lo quiere? Mas la biblia sólo es una colección de tradiciones babilónicas y judaicas, tradiciones coleccionadas como lo fueron los cantos de Homero, o como se hace aun con las canciones vascas o las leyendas mongólicas. ¿Debo, pues, volver al estado de animo de los pueblos semi-barbaros de Oriente? ¿No seré inmoral porque Kant me habla de un imperio categórico, de una misteriosa orden que sale de mí mismo y me ordena ser moral? Pero ¿por qué ese imperativo categórico ha de tener mas derechos sobre mis actos que ese otro imperio que de vez en cuando me incita a la embriaguez? ¡Palabras, sólo palabras, como las de Providencia y Destino, inventadas para cubrir nuestra ignorancia! O bien, ¿será moral para agradar a Bentham, quien me quiere hacer creer que seré más feliz si me ahogo por salvar a un transeúnte caído en ele río, que si le miro ahogarse? O bien, ¿quizás, porque tal es mi educación? ¿Por qué mi madre me ha enseñado la moral? Pero, entonces deberé también arrodillarme ante la pintura de un Cristo o de una Madona, respetar al rey o al emperador, inclinarme ante le juez que sé que es un canalla, sólo porque mi madre ----nuestras muy buenas madres pero ignorantes---- nos han enseñado un montón de tonterías. Prejuicios como todo lo demás; trabajare por desembarazarme ellos. Si me repugna ser inmoral, me esforzare por serlo, así como de adolescente me esforzaba por no temer a la oscuridad, el cementerio, los fantasmas y los muertos que me habían amedrentado. Lo haré para romper un arma explotada por las religiones; lo haré, en fin, para protestar contra la hipocresía que pretenden imponerme en nombre de una palabra llamada moralidad.
Kropotkin, sin embargo, se afirma en la idea de que, transformada, existirá en lo futuro una legislación. El conde León Tolstoi, también de filiación anarquista en cambio, es anomista (de nomos, ley, y a, alfa privativa, sin): niega que para lo porvenir deba existir derecho alguno. La corriente anarquista toma inconfundiblemente modalidades. Tocante a la manera de hacer la revolución, hay los insurgentes, que apelan a la fuerza, y los renitentes (como Tolstoi y Tucker), que interponen y recurren al convencimiento. Respecto a la propiedad de bienes, unos son doministas, por cuanto afirman la posesión ya individualista, ya colectivista, y otros son indomistas, dado que la rechazan. En fin, por la manera de entender la comunidad de individuos que ha de sustituir al estado, se clasifican las doctrinas en federalistas, si admiten una organización fundada en un pacto y en espontaneas, caso de que no reconozcan ningún convenio. Aun suavizado, el anarquismo rechaza toda idea de gobierno, y en punto a moral, ve en ella un hecho social inaceptable.
Deficiencias de la doctrina
Quebradiza, frágil, como teoría, es la moral anarquista. De parecida manera que el escepticismo, cae toda ella en una interna y ostensible contradicción. Quiere destruir un orden de vida, porque, en el fondo está deacuerdo con otro, el que propugna ella. Los anarquistas todos, a decir verdad, rechazan cierto régimen de convivencia, el actual, pero postulan uno nuevo. ¿Utópico?---Poco importa. Piden un nuevo orden de cosas; mas al fin y al cabo, ciertas normas de convivencia, que juzgan dignas, preferibles, valiosas. La comunidad de individuos que proclama, supone, así, una conducción de la vida conforme a ciertos preceptos. También allí habría un éthos, una forma, acaso inusitada, de coexistencia moral. Todo ello, sin embargo, es reconocer cierta forma de vida, determinado tipo de gobierno. Podrá éste ser harto diverso del actual (lo que aquí no se discute); será, empero, un poder, un régimen de autoridad. Hay mas: el anarquismo niega la autoridad y reclama sin advertir el contrasentido, justicia para todos; quiere destruir al estado, exige un nuevo régimen de propiedad, olvidando, quien habrá de efectuarlo y mantenerlo; pide la libertad para todos, pero la niega a quienes no aceptan su doctrina.
«« La revolución, por su naturaleza, produce gobierno. La anarquía no produce sino anarquía. »» G.K. Chesterton
La moral anárquica, como tal, es otra utopía. El acto ético es un acto de libertad, pero supone un orden social, jurídico, de gobierno. Aunque uno sin el otro. El derecho es heterónomo, ordena por si, pero solo se realiza y vive en la conciencia de la comunidad. Cuando el Hombre, gracias a su voluntad, acata las normas jurídicas, considerándolas como máximas de universal observancia; cuando al obedecerlas, en ellas reconoce el camino hacia el cumplimiento de mejores fines, está muy lejos de toda servidumbre: ejecuta un acto moral, libre.
La moral es autónoma. Kropotkin, en su crítica a la moral, supone que esta es heterónoma, que el hombre solo es súbdito de un mandato. Deficiente interpretación. El aguerrido anarquista lucha contra un fantasma; derrota, impertérrito, a un fantasma.
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