Pagina de Inicio - Opiniones Ácratas - Manifiesto - Editorial - Textos - Frases - Sin Fronteras - Enlaces - Libro de VisitasContacto

"Desterremos los viejos dogmas de los individuos y de las mentes, y renovemos el sublime ideal libertario..."

El Concepto de Sociedad sin Coacciones - J. Wittkop

 

(Tomado del Libro: Bajo la Bandera Negra)

 

«El hombre es bueno». El anarquismo se basa en esta convicción y a partir de ella extrae sus argumentaciones: si el hombre es bueno, no se necesita violencia para mantenerlo en el camino recto, cosa por la que se han esforzado siempre las instituciones estatales (policía, tribunales, leyes, gobiernos e iglesias) con sus medios de coacción, y mediante la cual, además, justifican su existencia. El hombre tiene derecho a la libertad sin restricciones. Puesto que es autónomo solamente una adhesión voluntaria puede obligarle a algo. Sin embargo las instancias coactivas no quieren renunciar a la fuerza que se han arrogado. De aquí surgen todas las opresiones, injusticias, crímenes y sufrimientos sociales. Por eso el hombre debe liberarse a sí mismo, es decir, debe desencadenar la revolución; no la revolución política, que lo único que hace es sustituir una dominación por otra, sino una revolución mucho más amplia que destruya todas las formas anteriores que han conducido a los hombres en un desarrollo unilateral a las actuales situaciones de dependencia; una revolución que traiga consigo la liberación de las coacciones económicas y políticas, puesto que esta libertad puede ser el único estado apropiado. Por esta razón todo lo que acelere su estallido debe favorecerse, mientras que ha de ser destruido, por el contrario, todo lo que se le oponga o le sustituya.

 

Esta profesión de fe del anarquismo, reducida a la formula más simple, contiene ya la paradoja de que aspira a alcanzar el estado final de ausencia total de violencia con ayuda de la misma, si bien hay que tener en cuenta también que había tendencias anarquistas que rechazaban toda forma de violencia. Precisamente el anarquismo no conoce dogmas. Teóricamente todos los anarquistas coincidían tan solo en defenderse frente a toda violencia estatal, y sobre todo frente a toda dictadura, aun en el caso de que fuera concebida como solución de transición a la «extinción del Estado» prometida, por ejemplo, por Carlos Marx y se llamara «dictadura del proletariado» (en realidad dictadura de los dirigentes del partido).

 

Los anarquistas sienten una profunda desconfianza por los partidos políticos. Ven en ellos únicamente un medio para el ejercicio de la dominación, por lo cual se abstienen generalmente de votar en las elecciones. Por lo tanto renuncian a representaciones en parlamentos, que en su opinión constituyen solamente posiciones de poder ajenas a la base y alcanzadas a costa de los electores; jamás se han unificado en un autentico partido puesto que no quieren dominar ni ser dominados. Ciertamente entre ellos se constituyeron grupos y asociaciones hasta llegar a las confederaciones anarcosindicalistas, pero el principio supremo siguió siendo la igualdad y la solidaridad entre sus miembros. Incluso una personalidad tan carismática como Bakunin, por ejemplo, uno de los fundadores del anarquismo revolucionario, no fue considerada nunca como un jefe por los socialistas libertarios de la llamada Confederación del Jura, sino tan solo como l´ami Michel, como un amigo.

 

Cuando en el último cuarto del siglo pasado se produjo una serie de espectaculares atentados, las prefecturas de policía de los estados europeos sospecharon, muy equivocadamente, la existencia de una organización internacional. Se trataba en todos los casos de acciones de partidarios aislados de la an-arquia (ausencia de dominación) que no retrocedían ante el auto sacrificio y el crimen en pro de su fe impregnada de mística política. Con su «propaganda por el hecho» han sido causa continua de titulares periodísticos a lo largo de varias décadas. Sin embargo tras estos hombres perseguidos por sus ideas y representaciones obsesivas se hallan los teóricos del anarquismo, cuyos programas político-económicos y sociales presentan un muestrario de modelos del pensamiento libertario y no necesitan albergar ningún temor, por lo menos en muchos puntos, ante una comprobación seria, sin prejuicio de las aberraciones terroristas y a pensar de todos sus utópicos objetivos.

 

Es cierto que bajo la palabra anarquismo se agrupan ideas contradictorias, pues no existe la doctrina anarquista. Las vías hacia la sociedad libre de dominación se presentan a los distintos teóricos de manera muy diferente. Todos ellos continúan un remoto sueño filosófico, cuyas huellas ha seguido más de un historiador hasta la antigüedad. Max Nettlau, cronista alemán del anarquismo, ha escrito un libro sobre lo que el llama la Primavera del anarquismo. Desde el filósofo alejandrino Karpocrates (siglo II a. C.) hasta el italiano Carlo Pisacane --- caudillo de los cuerpos francos que escribió un Ensayo sobre la revolución y cayó en la lucha durante el Risorgimiento italiano--- pasando por Rabelais (1495-1553), Nettlau examina toda la historia espiritual europea en busca de los orígenes del pensamiento libertario. Lógicamente el siglo XVIII, época en que se comenzó a tomar conciencia de los problemas sociológicos, fue prodigo en «construcciones sobre el tablero» de sociedades futuras libres de coacciones. Baste con mencionar aquí únicamente el libro de Morelly Naufrage des îles flottantes, ou Basiliade du célèbre Pilpai (1753), donde el sabio abate describe un sistema social de «anarquía natural» que comenta anónimamente en su Code de la nature (1755): sin leyes, sin instituciones, sin propiedad; la vida se desarrolla allí como entre los miembros de una familia primitiva asombrosamente armónica, gobernada por una especie de rey-padre carente de medios de poder debido a que rige como un supuesto natural una unanimidad basada en la razón. De esa perspectiva idílica toma su colorido la confortable visión del futuro del varón Von Knigge (1752-1796), conocido prácticamente sólo por su libro Sobre el trato con los hombres, libro mal citado a menudo y escrito para la emancipación de la burguesía: «Príncipes y naciones desaparecerán de la tierra sin violencia; el género humano llegara a ser algún día una familia y el mundo la morada de hombres racionales (...) Cada padre de familia será algún día, como antaño Abraham y los patriarcas, el sacerdote y el señor absoluto de la misma, y la razón el único código de la humanidad».

 

No es necesario mencionar todas las utopías sociales elaboradas durante la Ilustración. Las representaciones de un mundo sin la dominación del hombre por el hombre se hicieron más concretas tras la caída de la teocracia, es decir, tras el desmoronamiento de la sanción divina de la dominación. Pero cuando la fiebre de libertad de la revolución francesa solo produjo una dominación nueva y más dura, cuando en la época burguesa la explotación del hombre por el hombre adoptó nuevas formas espantosas, diferentes pensadores intentaron transformar el viejo sueño en postulados políticos, económicos y sociales. Únicamente podían inspirarse en el arsenal de ideas de la filosofía de la ilustración. En el fondo el anarquismo asume de nuevo la consigna que la revolución burguesa había utilizado y más tarde traicionado: Libertad (su exigencia suprema), igualdad (eliminación definitiva de toda clase de tutela autoritaria), fraternidad (profundizada hasta la solidaridad).

 

Pagina de Inicio - Opiniones Ácratas - Manifiesto - Editorial - Textos - Frases - Sin Fronteras - Enlaces - Libro de VisitasContacto