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Generalidades

Época prehispánica

Los cazadores nómadas dejaron testimonio de su presencia en Apizaco, hace casi 10,000 o 12,000 años, mediante una pequeña “lasca” retocada, que en asociación con paleofauna fue encontrada por el arqueólogo Rafael Abascal, en un sitio que se localiza a escasos 8 kilómetros al sudoeste de la cabecera municipal. La lasca se halló en una capa fosilífera menos profunda, que la que guardaba la punta de proyectil tipo “clovis”, descubierta en San Juan Chaucingo del municipio de Santiago Tetla, de similar antigüedad.

Sin embargo, estos nómadas no se establecieron en el territorio del actual municipio de Apizaco, sino más bien continuaron su recorrido hacia El Bloque Tlaxcala, la sierra La Caldera, El Bloque Nativitas y el extremo oeste, limítrofe con Calpulalpan, donde hallaron condiciones más propicias para transformarse en núcleos sedentarios, quienes irán constituyendo asentamientos hasta conformar la República de Tlaxcala. Durante varios milenios, el territorio de Apizaco permaneció deshabitado.

Los pobladores de esos asentamientos, acumulan una serie de conocimientos y técnicas productivas en agricultura y en materia de control de los recursos hidraúlicos, así como otros adelantos en la arquitectura, las artes y las concepciones religiosas, además de formas de organización social, cada vez más avanzadas, hasta consolidar una cultura con perfiles propios hacia el año 350 a.n.e. Explicablemente, ésta cultura entrará en un periodo de estancamiento que se superará con la llegada de nuevos núcleos de población y, finalmente, interrumpirá su desarrollo ante la presencia europea, a partir de 1519.

El largo proceso de los grupos señalados durante la época prehispánica ha sido dividido en “fases”, “culturas”, “periodos” o “cortes históricos”, por los investigadores nacionales. De esta manera han llamado fase Tzompantepec, al periodo que va del año 1700 al 1200 a.n.e.; fase Tlatempa, a la serie de años que comienzan en el 1200 y terminan en el 800 a.n.e.; fase Texoloc, la que abarca del año 800 al 350 a.n.e.; fase Tezoquipan, la que se inicia en el año 300 a.n.e., y concluye en el año 100 d.n.e.; fase Tenanyecac, la que abarca del año 100 al 650 d.n.e.; fase Texcalac, la que principia en el año 650 y acaba en el año 1100 d.n.e.; y, finalmente, la fase Tlaxcala que va del año 1100 al 1519 d.n.e.

Esa secuencia cultural no fue única. Subsecuentemente se fueron incorporando otros asentamientos que ocuparon los llanos de Apizaco y de Huamantla, la sierra de Tlaxco, así como el extremo oeste que corresponde a Calpulalpan. En estos sitios hubo presencia de grupos que arribaron al área tardíamente, entretejiéndose en el transcurso de los siglos con los asentamientos más antiguos, como fue el caso de las culturas teotihuacana y cholulteca, que convivieron de forma simultánea con la fase Tenanyecac, o bien, la fase Texcalac, que ocurrió de manera paralela con las culturas Acopinalco, Amantla y Tlaxco.

Fase Texcalac

No sería sino hasta las fases Texoloc y Tezoquipan, que el territorio de Apizaco lo ocuparon grupos humanos que han dejado vestigios arqueológicos pertenecientes a estas fases, además de otros asentamientos que pertenecieron al corredor teotihuacano durante la fase Tenanyecac.

Este corredor partía del mismo cerro Ahuatepec, situado al norte de Apizaco y Santiago Tetla, seguía hacia la loma de La Cruz, que se encuentra al noroeste de Cuaxamalucan, dirigiéndose al sudeste, hasta llegar a terrenos de lo que hoy es la ciudad de Huamantla.

De aquí se bifurcaba en dos rutas: la oriente, que continuaba hacia El Carmen, para de ahí dirigirse a las poblaciones del Golfo central, a través de la Sierra Blanca y, la ruta hacia el sur, que bordeando las faldas orientales del Matlacuayetl, se dirigía a Acatzingo, Puebla y de ahí, al sureste de México.

Sin embargo, en los trabajos publicados hasta ahora, no se ha encontrado mayor información que permita identificar los sitios correspondientes a estas fases culturales. Es probable que tales asentamientos hayan sido sólo aldeas, o estancias, que carecieron de importancia en el desarrollo de las fases citadas y, por ello, no fueron especificados.

Solamente hacia el año 650 d.n.e., se encuentran referencias a tres sitios pertenecientes a la fase Texcalac: San Miguel Contla, que se localiza al sudeste de la cabecera municipal; otro sitio en la cumbre y laderas del cerro Ahuatepec, al norte de la ciudad de Apizaco y, finalmente, el de la loma de Santa María Texcalac, que dio nombre a esta fase.

De las tres poblaciones citadas, la del cerro Ahuatepec y la de Santa María Texcalac formaron parte del corredor teotihuacano.

Tanto Santa María Texcalac, como el sitio de la cumbre y las laderas del cerro Ahuatepec, habían sido centros de acopio y de intercambio interregional que sostenía la ciudad de Teotihuacán con el Tajín, en Veracruz; Mitla y Monte Albán, en Oaxaca; así como Cholula y Tehuacán, en Puebla. Ciudades que en esa época representaron el mayor desarrollo urbano y cultural en Mesoámerica.

Sin embargo, tanto el sitio del cerro Ahuatepec como Santa María Texcalac, deben ser fundaciones más antiguas, que tal vez comenzaron como simples estancias o aldeas durante las fases Texoloc y Tezoquipan. Es muy probable que al final de la última fase citada, grupos procedentes del Golfo Central hayan desplazado o se hayan fusionado con los primeros pobladores. La pronta vinculación de estos grupos con Teotihuacán, al final de la fase Tezoquipan, logran desarrollar una cultura considerada por los arqueólogos como prototeotihuacana.

Con el establecimiento del corredor comercial durante la fase Tenanyecac, parte en dos regiones a los asentamientos de esa cultura, desarrollándose así la cultura teotihuacana que abarca no sólo ese corredor, sino la sierra de Tlaxco y el extremo oeste, que hoy constituye la región de Calpulalpan.

La fase Tenanyecac del año 100 al 650 d.n.e., significó un periodo de estancamiento para las poblaciones seculares de Tlaxcala, después de haberse anticipado a la cultura del Valle de México, en una fase clásica que se caracterizó por avances y adelantos tecnológicos en la producción agrícola, las ciencias y las artes, así como en la formación de las ciudades-estado, o pequeños estados teocráticos.

La decadencia de los antiguos poblamientos tlaxcaltecas, ocurrió como una consecuencia de la emigración de los tejedores, lapidarios, constructores, arquitectos, alfareros etc., quienes habiéndose desarrollado en un régimen teocrático y guiados por su fervor religioso, fueron atraídos por las nuevas urbes, a las que aportaron su talento y habilidad manual, contribuyendo a su engrandecimiento, mientras las viejas poblaciones entraban en un proceso de ruralización.

Durante 550 años, los asentamientos más antiguos de Tlaxcala sobreviven en un periodo de estancamiento, hasta que en los años 650 al 1100 suceden otros acontecimientos que les van a dar unidad y cohesión: la ciudad de Cholula entra en un proceso de decadencia, lo que implica la pérdida del control de las poblaciones ubicadas en el valle poblano-tlaxcalteca y del Bloque Nativitas, incluso un nuevo grupo emergente, los olmecas-xicalancas, logran substituir a Cholula, trasladando la hegemonía regional a la ciudad de Cacaxtla; al norte de Tlaxcala, se suceden una serie de conflictos entre grupos que llegan y desplazan a los asentados con anterioridad en una lucha por el control regional que no termina por definirse, dando origen a un complejo cultural que se denominará Acopinalco; a su vez, los asentamientos teotihuacanos del corredor comercial que tiene por extremos.los actuales puntos geográficos de Apizaco y Huamantla, se enfrascan en una pugna con la metrópoli buscando la autonomía y el control del intercambio interregional, lo que se traduce en la desestabilización de Teotihuacán, que por otras causas, también comienza a perder la hegemonía en la cuenca del valle de México.

Santa María Texcalac y Ahuatepec, son sitios teotihuacanos del año 100 al 650 d.n.e., hasta que aparece en Tlaxcala un nuevo grupo étnico, los teochichimecas, mejor conocidos como “tlaxcaltecas”, quienes aportan nuevas concepciones tecnológicas e ideológicas a los asentamientos seculares de Tlaxcala. Este nuevo grupo termina por apoderarse del corredor teotihuacano, unificando en una sola área los asentamientos que en la fase Tenanyecac habían quedado separados por el corredor citado. Finalmente, expulsan a los olmecas-xicalancas del Bloque Nativitas, dando unidad y cohesión a la mayoría del territorio que hoy conocemos como el estado de Tlaxcala, a excepción de Calpulalpan que, culturalmente, seguirá desarrollándose ligado a las culturas de la cuenca del Valle de México. Ahuatepec y Santa María Texcalac se convierten en poblados con mayor carácter civil que religioso, pues carecen de construcciones ceremoniales destacadas, como había sucedido en las fases anteriores, dando mayor énfasis a los palacios o residencias de la clase gobernante. Las plataformas son más bien para soportar las estructuras habitacionales o de carácter cívico.

Los lugares seleccionados para los asentamientos Texcalac, fueron las laderas altas y cimas de los cerros, donde grandes conjuntos concentrados se agrupan para formar el poblado.

La subsistencia de los asentamientos Texcalac depende de la agricultura, de la recolección de la caza y de la pesca, así como de los intercambios interregionales. Sin embargo, la agricultura enfrenta los retos de la erosión que dejó el abandono de terrazas, así como de la tala de los bosques que deterioró la cubierta vegetal protectora de los suelos, lo que obliga a usar todos los suelos disponibles para los cultivos. Los instrumentos y técnicas agrícolas usados en esta fase, son las mismas que usaron en la fase Tezoquipan y que habían heredado de sus antepasados y sólo varían en forma y arreglo.

En los asentamientos explorados, se han encontrado numerosos malacates o pesos de huso para hilar, hechos de cerámica, así como desfibradores de piedra, lo cual indica el incremento de las actividades textiles a base de la fibra de maguey.

La cerámica descubierta ha sido clasificada como Texcalac café oscuro y Texcalac naranja. La primera es de pasta compacta de grano fino, con superficie pulida o bruñida, que tal vez por el cocimiento aparece como “craquelada”. Las piezas son en general cajetes de paredes conexas; cajetes y platos de base plana y paredes recto-divergentes, con soportes largos o sin ellos; ollas y jarros de cuello alto curvo-divergente y con reborde medial a mitad de cuello, o bien de dos o tres a sus verticales del borde al cuerpo.

La Texcalac naranja es de pasta fina con agregados de arena, lleva un engobe en el mismo barro y está poco pulida. Además de la monocroma, también se produjo cerámica policroma, entre los que se cuentan la Texcalac negro sobre rojo y naranja, de pasta compacta con agregados de ceniza volcánica.

Los ceramistas Texcalac, también produjeron figurillas moldeando únicamente la cara o cabeza de personajes y dioses, apareciendo con mayor frecuencia Tláloc.

La religión adquiere también formas de culto militarista, ligados más a la guerra y el sacrificio. Aparece el culto a Cuamaxtli, al mismo tiempo que se rinde culto a Xipe, Texcatlipoca y Tláloc.

Fase Tlaxcala

Esta fase toma su nombre del grupo étnico que adquiere la hegemonía sobre las poblaciones seculares de Tlaxcala, y ya no de una población en particular. Durante esta fase, Santa María Texcalac logra avances sustanciales, convirtiéndose en uno de los 21 señoríos que conformaron la República de Tlaxcala, comandados por las cuatro cabeceras de Tepeticpac, Ocoteculco, Tizatlán y Quiahuixtlán, cuyo desarrollo se vio interrumpido, cuando, el pequeño ejército español llegó, conquistó y dominó a las diferentes naciones indígenas que poblaban el territorio de lo que hoy es la República Mexicana.

La Colonia

La región de Apizaco, al igual que otras de Tlaxcala, no escapó a la penetración española procedente de Puebla, que más tarde formaría enormes latifundios, violando la prohibición inicial que impedía el establecimiento de españoles en tierras de Tlaxcala.

Una forma de hacerse de estancias, ranchos y haciendas, fue el método de las “composiciones”, que representaba el reconocimiento de la posesión de tierra indígena por los españoles, mediante compras fraudulentas que legalizaba la autoridad real, con la finalidad de obtener recursos para sostener las contiendas bélicas en Europa..Entre estas contiendas destaca la que se entabló entre 1701 y 1714 por la sucesión del trono español a la muerte de Carlos II, quien no dejó herederos directos. Uno de los aspirantes, que sería conocido como Felipe IV, duque de Anjou, solicitó de sus súbditos novohispanos un “donativo” de 100 pesos por hacienda y 50 pesos por rancho o estancia, para lo cual debería realizarse un censo de estas propiedades en las provincias que integraban la Nueva España.

Gracias a ese censo conocemos que en el partido de Apizaco había 25 haciendas y ranchos, destacando las siguientes: Piedras Negras con sus dos ranchos; Ocoyuca y San Cosme Buenavista, que en conjunto tenían una extensión de 34 caballerías, valuadas en 14 000.00 pesos, propiedad de Ignacio Pedroza; la hacienda de San Juan Ococotla, compuesta de 28 caballerías con un valor de 32 000.00 pesos, por tener tierras de mejor calidad, contando además con 107 mulas, 100 bueyes y 1 200 ovejas, propiedad de Luis Durán; la hacienda de San Francisco, que había adquirido en 20 000.00 pesos Juan Díaz de Huerta, con una extensión de 20 caballerías; el rancho de San Diego Xaltetulco, propiedad de Antonio Torres; el rancho Xaltianquisco, de Antonia Mendoza, viuda de Pedro Torres; el rancho de nuestra Señora de la Asunción que tenía 10 caballerías y contaba con 40 bueyes aperados; y, la hacienda de Quimichuca, con tres ranchos anexos. Mención aparte merece el Mayorazgo de José Romano Altamirano Nájera y Becerra, que comprendía las haciendas de Cabalonja, Tlacotepeque y Tlajalotepe, además de Topisaque, que se localizaba en los distritos de Apizaco y San Juan de los Llanos. Estas propiedades en conjunto superaban las ochenta caballerías.

Los frailes, fundadores de pueblos, congregaban caseríos dispersos, anteponiendo a los nombres indígenas, el de los santos de su predilección. Así, la población de San Luis Apizaco (hoy Apizaquito), se fundó en 1543 por los españoles Luis García Nájera y Luis Becerra, quienes además de anteponer su nombre al de Apizaco, hicieron de San Luis, el Santo Patrono de la localidad.

Entre los colonos españoles que se asentaron en Apizaco, destacó Francisco López Arroñez, quién estableció el obraje textil más importante de Tlaxcala. La factoría contaba con una hacienda de sustanciales dimensiones, donde pastaban las ovejas que producían la lana para la factoría. La producción de lana fue de tal magnitud que los sobrantes se vendían a otras factorías, siendo una fuente secundaria de ingresos. La bonanza de la empresa era tal, que los obreros indígenas que ahí laboraban bajo contrato, tenían vivienda proporcionada por la empresa y comida que provenía de la producción cerealera de la misma y del ganado mayor que también servía para este fin. La cocina estaba a cargo de empleados especializados para preparar carne, tortillas, etc., para los trabajadores, quienes además tenían como una prestación adicional, velas para iluminar sus viviendas durante la noche. El orden estaba a cargo de un mayordomo español, quien contaba con una cárcel para castigar a los delincuentes y a los obreros faltistas.

La factoría auguraba un futuro promisorio para los pobladores de San Luis Apizaco, incluso durante la Colonia llegó a otorgársele la categoría de cabecera de partido. Don Miguel Lira y Ortega en su Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico y Biográfico del Estado de Tlaxcala, consigna que San Luis Apizaco también contó con un molino de trigo de dos piedras, movido con la fuerza hidráulica del arroyo de Tetla, el cual poco a poco fue tecnificado con medios mecánicos que aumentaron su capacidad de molienda.

La prosperidad de San Luis Apizaco iba en aumento, pues religiosamente se le consideró un curato de la diócesis. Sin embargo, la formación del Mayorazgo de la familia Gorozpe cortó el desarrollo de la población, que quedó situada dentro del mismo, sin posibilidades de ampliar su fundo legal, convirtiendo a los vecinos en auténticos feudatarios de la familia citada. La población fue languideciendo, hasta que en 1871 apenas contaba con medio millar de habitantes, dedicados a las faenas del campo, el comercio y algunos oficios.

No corrió mejor suerte el convento franciscano de Texcalac, establecido en el siglo XVI, el cual en sus inicios atendía los pueblos de Santiago Oxotitla, (ahora Tetla), Matlahocan Texcatzotic (ya desaparecido), Tocatlán, San Cosme y San Luis Apizaco. El convento fue suprimido por el virrey Conde de la Coruña.

Apizaco, como el ave fénix, volvería a renacer de sus cenizas. El viejo camino de Veracruz a México, que pasaba por Apizaco, era la ruta mediante la cual los comerciantes del altiplano intercambiaban sus productos con los del Golfo de México, e incluso con los de Centroamérica. Fue el camino que usaron los recaudadores de tributos tenochcas, cuando expandieron la dominación hacia otros horizontes más lejanos. Veracruz fue la puerta por donde entró Hernán Cortés con rumbo a Tenochtitlán. Por Veracruz llegaron los decretos del Consejo de Indias, por ahí mismo llegaban las mercancías europeas, previa autorización de la Casa de Contratación de Sevilla. De México, vía Veracruz, salían el oro, la plata y los cueros de animales, rumbo a España. A lo largo de ambos puntos camineros fueron surgiendo “ventas”, posadas y mesones que atendían a viajeros, carretas de carga y recuas.

La importancia de esta ruta de diligencias y de carretas llegó a ser tan destacada durante la Colonia, que el virrey José Iturrigaray concesionó el camino a los comerciantes del Consulado de Veracruz, para que mantuvieran y repararan el tramo entre el puerto y la población de Perote. De 1803 a 1811, el Consulado invirtió casi tres millones de pesos en esos menesteres.

Tlaxcala, por encontrarse en medio de los puntos terminales, vio surgir, a la usanza española, numerosas “ventas” que servían de descanso a viajeros y a conductores de diligencias y carretas, entre ellas fue famosa la de la hacienda de Piedras Negras, en Apizaco.

La Independencia

La principal ruta comercial de la Colonia sufrió averías, como consecuencia de los acontecimientos de la guerra de Independencia, incluso en las inmediaciones de San María Texcalac, fue aprehendido el 27 de octubre de 1810, el insurgente Ignacio Aguilar, originario de San Pablo Apetatitlán, quien protagonizó en 1802, uno de los primeros movimientos libertarios en el país: la batalla en Zacatlán, contra el capitán Bernardo Miramón.

A propósito de la ruta Veracruz-México, es notable que la inauguración en 1825 del ferrocarril de Stockton a Darlington en Inglaterra, causara revuelo en todo el mundo. Las ventajas de este nuevo medio de transporte sobre rieles, movido por locomotoras de vapor entusiasmo a los líderes del México independiente, quienes pensaron de inmediato en introducir el novedoso transporte en su principal ruta comercial: México-Veracruz.

El 22 de agosto de 1833 el presidente Anastacio Bustamante otorgó a Don Francisco Arriaga, la primera concesión para la construcción de un ferrocarril entre los puntos citados, pero todo quedó en proyecto. Una segunda concesión fue otorgada por el gobierno del general Antonio López de Santa Ana a la Comisión de Acreedores del Consulado de Veracruz el 31 de mayo de 1842, quienes lograron construir 11 kilómetros y medio de vía férrea entre Veracruz y El Molino de 1842 a 1850. Este tramo fue inaugurado el 15 de septiembre de 1850. Entre las causas que impidieron la continuidad de los trabajos se encuentran la invasión norteamericana de 1848, además de la negligencia del concesionario.

El presidente Antonio López de Santa Ana otorgó una tercera concesión al inglés John Laurie Rickards, el 31 de octubre de 1853, para construir un ferrocarril de Veracruz a México, pasando por Orizaba, misma que canceló el veleidoso dueño de la hacienda de Manga de Clavo, en abril de 1855.

Ese mismo año fue otorgada una cuarta concesión a los hermanos Miguel y Leandro Mosso, quienes se asociaron con José Antonio Suárez y el novelista y financiero Manuel Payno. Esta empresa intentó terminar el tramo Buenavista - La Villa de Guadalupe, importando locomotoras y materiales de construcción. No obstante, el 19 de agosto de 1856 optó por vender la concesión a los hermanos Manuel y Antonio Escandón. A esta empresa se uniría Eustaquio Barrón, suegro de Antonio Escandón y dueño de la hacienda de San Diego Apatlahuaya en Tlaxcala. Con estos empresarios comienza, propiamente, la historia de lo que sería el Ferrocarril Mexicano, el cual tuvo una gran influencia en el desarrollo de Apizaco.

De los hermanos Escandón, Manuel era el más emprendedor, capaz de correr riesgos e iniciar negocios de gran envergadura. Accionista del mineral Real del Monte, se incorporó al negocio del transporte adquiriendo, de capitalistas norteamericanos, la primera línea de diligencias que daba servicio en la ruta México-Veracruz. Empresa que más tarde abrió otras rutas en diferentes partes de la República.

No fue el empresario que se quedará en sus oficinas a esperar las utilidades. Por el contrario, gustaba de conducir sus propias diligencias para conocer las dificultades que surgían en la operación de los servicios, y de esa manera establecer los correctivos adecuados.

La operación de la empresa de diligencias, le dio un conocimiento preciso sobre el tráfico de pasajeros entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México, quienes se transportaban en viejas carretas entre ambos puntos. Visualizó con nitidez el ahorro de tiempo al recorrer la misma distancia a través del ferrocarril, además de aumentar la capacidad para manejar volúmenes y pesos en contenedores más amplios, que en los guayines tirados por mulas. Ello lo llevó a adquirir la concesión ferroviaria y a iniciar una empresa que no pudo concluir a lo largo de su vida, pero que dejó ejemplo de constancia y empuje empresarial, cualidades escasas ayer y hoy, en los hombres de empresa.

El 4 de julio de 1857, diez meses después de haber adquirido la concesión, se inauguraron 5 kilómetros del tramo de Santiago Tlatelolco a la Villa de Guadalupe. A la ceremonia asistió el presidente Ignacio Comonfort y Don Manuel Payno, así como Alejandro Arango y Escandón, quienes pronunciaron elogiosos discursos sobre el nuevo sistema de transporte..Los logros ferroviarios en veinte años se redujeron a dos pequeños tramos: el que comenzaba hacia el Puerto de Veracruz y San Juan, y el de Buenavista a la Villa de Guadalupe. Ambos no modificaron substancialmente el sistema nacional de transporte.

La Reforma

A fines de 1857, Antonio Escandón viaja a los Estados Unidos y contrata al ingeniero Andren Talcott, para que se encargara del levantamiento topográfico de la ruta que debía seguir el Ferrocarril Mexicano de Veracruz a la ciudad de México, pues se presentaban dos alternativas: La de Veracruz-Jalapa-Puebla-Ciudad de México, o Veracruz-Orizaba-Puebla-Ciudad de México. Desde el punto de vista técnico la primera era la más apropiada. Pero los Escandón eran dueños de la fábrica textil de Cocolapan, cerca de Orizaba, lo que influyó indudablemente para que se decidieran por la segunda ruta, además de que argumentaron, no sin las protestas de los jalapeños, que la ruta escogida era la que tenía más población, garantizando mayores volúmenes de tráfico.

Para 1858, los conservadores, con Felix María Zuloaga a la cabeza, habían tomado el poder. Las relaciones entre ese gobierno y la empresa no fueron nada agradables, terminando por encarcelar a Manuel Escandón. Al regresar los liberales con Benito Juárez a la ciudad de México, a principios de 1861, las relaciones entre el gobierno y la empresa mejoraron. Sin embargo, Manuel Escandón muere el 7 de junio de 1862, y su hermano Antonio da un viraje, formando parte de la Comisión de Notables, mismos que en octubre de 1863 ofrecen la Corona de México al archiduque Maximiliano de Habsburgo, en su castillo de Miramar. Los franceses que invaden a México tratan de acelerar la construcción del ferrocarril México-Veracruz, para usarlo en la transportación de sus ejércitos y material bélico. El 16 de octubre de 1867 ya se habían construido sesenta y dos kilómetros de vía férrea de Veracruz a Camarón.

Escandón, en un intento de allegarse recursos, crea dos compañías ferroviarias: la de Veracruz-Orizaba y la de México-Puebla, pero no tuvieron mayor éxito. En el caso concreto de la ciudad de Puebla, se reunieron los hombres más prominentes de negocios, y los más destacados abogados. Uno de ellos argumentó que a la ciudad de Puebla “no reportaría más beneficios el paso del tren, que el ruido molesto del silbato y el humo de la locomotora”. Así, se decidió que la vía de Veracruz a México pasara por Apizaco y Huamantla, Tlaxcala, quedando como proyecto un ramal de Apizaco a Puebla. Ante la negativa de los poblanos, Antonio Escandón define la ruta de México a Veracruz en secciones: 1) México-Otumba, 2) Otumba-Apizaco, 3) Apizaco-Boca del Monte, 4) Boca del Monte-Paso del Macho y 5) Paso del Macho-Veracruz..Al norteamericano Andren Talcott le sucedió el inglés William Loyd, como ingeniero en jefe en la construcción de la obra. Para 1865, el personal del Ferrocarril Mexicano llegaba a 9 535, de los cuales 7 233 eran obreros. En ese año se avanzó bastante en la construcción de la vía férrea, llegando a tener 82.7 kilómetros; 262 estaban en proceso de construcción y 130 no se habían iniciado.

El 1º de marzo de 1866, Guillermo Lloyd entrega su informe sobre el adelanto de las obras ferroviarias, indicando que no había ningún problema para tender los rieles de Apizaco a México. Agregaba que se podía avanzar 2 millas diarias, siempre y cuando les fueran entregados los durmientes con prontitud. Calculaba Guillermo Lloyd que a principios de junio podrían circular los trenes de Apizaco a México, y el ramal hacia Puebla, en agosto.

El optimismo menguó conforme Napoléon III ordenó el retiro de las tropas francesas que apoyaban al Imperio de Maximiliano, así como por los ataques constantes de los guerrilleros a las instalaciones del ferrocarril. El 25 de junio Antonio Escandón suspendió temporalmente las obras por problemas financieras y falta de seguridad. La presión del emperador Maximiliano y del mariscal Bazaine, obligaron a la empresa a concentrar sus esfuerzos en el tramo México-Apizaco.

Se proyectó que al tramo México-Apizaco sería inaugurado el 1º de septiembre de 1866, pero hubo que posponer la fecha por falta de seguridad. En realidad los trenes operaron de México-Apizaco en octubre de ese año, aunque la línea no había sido inaugurada oficialmente.

Las relaciones entre el gobierno imperial y la empresa, entraron en un período de franco deterioro, pues ésta suspendió las obras al darse cuenta que el Imperio no sobreviviría. A su vez, Antonio Escandón se niega a pagar una deuda de su difunto hermano Manuel, lo que las autoridades imperiales aprovechan para encerrarlo en prisión.

Los técnicos del ferrocarril y los empresarios, decidieron construir el tramo Ciudad de México-Apizaco. Para ello establecieron un campamento en la región, al que simplemente le adjudicaron el nombre de la población más cercana: San Luis Apizaco. Ésta, más tarde, terminaría en diminutivo, y el campamento se apropiaría del nombre. Nunca pensaron los técnicos del riel que estaban fundando una de las más importantes ciudades de la República Mexicana. Por ello, no levantaron acta de la fundación, ni pidieron cédula real a ninguna autoridad ¿cuándo se fundó Apizaco?. Incógnita que, durante varios años, sería motivo de controversia entre los propios apizaquenses..El historiador Niceto de Zamacois, relata que el 8 de septiembre de 1867 ya corrían los trenes de Apizaco a Perote, lo que indicaría que el campamento fue establecido en fecha anterior.

El historiador y cronista de Apizaco Don Luis Nava, ha señalado que la primera fe de bautismo de un ciudadano apizaquence que existe en el archivo de la parroquia de Tetla, está fechada el 21 de diciembre de 1867. De ésta testimonial se deduce que el campamento de Apizaco debió establecerse, cuando menos el año anterior a esa fecha.

Aunque la discusión sobre la fecha de la fundación no ha cejado, la mayoría de los apizaquenses consideran como fecha fundacional de Apizaco el 1 o de marzo de 1866, cuando el Ing. Guillermo Lloyd escribió su informe al Ministro de Fomento sobre los adelantos de la construcción del ferrocarril de México a Veracruz, donde menciona la división del camino de hierro en secciones.

Los terrenos donde se estableció el campamento y posteriormente la estación de Apizaco, pertenecían en su mayoría a la hacienda de San Diego Apatlahuaya, del municipio de Santa Cruz Tlaxcala, de la que era propietario Don Antonio Barrón y parcialmente del rancho El Ateneo, del municipio de Tetla, propiedad de Don Manuel González Durán. Las primeras construcciones habitacionales aparecerían en 1866, donde hoy se encuentra la casa redonda del Ferrocarril Mexicano, perteneciendo a los señores Nicanor Carbajal, Bernardino Valdés, Fernando Rojano, Jesús Ramírez y el español Federico de la Gádara.

El 5 de mayo de 1867, la línea de México hacia Apizaco fue cortada en tres lugares, y además fue saqueada la bodega de Tlatelolco-Buenavista. El 21 de junio de ese año, la ciudad de México quedó en manos del general Porfirio Díaz; el 15 de julio el presidente Benito Juárez regresó a la ciudad de México. Una vez restaurada la República, Apizaco se convirtió en el centro tanto de la construcción del tramo México-Puebla, como del correspondiente México-Paso del Macho, Veracruz.

Entre las primeras inauguraciones que se llevaron a cabo sobre los diferentes tramos, para Apizaco y Santa Ana Chiautempan, fue importante la ceremonia del 1 o de junio de 1869, cuando quedó inaugurado el tramo entre ambas poblaciones, mediante un viaje procedente de la estación de Buenavista de la ciudad de México a las 8 de la mañana, llegando a las 12 hrs., a Apizaco. Los señores Escandón y Barrón, de la empresa ferroviaria, y los abogados de la misma Pardo y Martínez de la Torre, invitaron a numerosas personalidades de la banca, el comercio y la industria y, desde luego, a hacendados preeminentes, así como a destacados miembros de la clase política.

El recorrido de cuatro leguas se hizo sin contratiempos, salvo la parada que se efectuó para admirar “El puente de Santa Cruz”, obra de ingeniería y bella arquitectura para su tiempo, cuyo diseño fue encargado al ingeniero civil Guillermo Coss, habiéndose mandado construir la armazón de hierro a Inglaterra. La descripción de la obra estuvo a cargo del Sr. Buchanan, ingeniero en jefe de la compañía.

Los viajeros gozaron el pintoresco y animado paisaje tlaxcalteca, desde las ventanillas de los vagones. Junto a La Malinche se erguía el cerro de Cuatlapanga, que significa “cabeza partida”. La sorpresa para los viajeros fue mayúscula cuando escucharon las voces alegres de la población de Santa Ana Chiautempan, donde les esperaba una animada recepción con estruendosos cohetes, alegres notas musicales y flores.

Al descender los viajeros en la estación, fueron conducidos a una enramada donde tomaron un almuerzo que había sido preparado por la población. Después de disfrutar de la tradicional cocina tlaxcalteca, subió a la tribuna Ignacio Manuel Altamirano, quien pronunció un elocuente brindis por el acontecimiento, deseando la mayor prosperidad para Tlaxcala.

Animados por el brindis de Altamirano, abordaron la tribuna los señores Pardo, Martínez de la Torre, García Torres y dos periodistas norteamericanos redactores de Trade de Unión y del Two Republics. Por su parte los señores Zamacois y Mobellan, recitaron hermosos y cadenciosos poemas.

Después de un recorrido por la población, los invitados y funcionarios de la empresa regresaron a la ciudad de México, dando por concluida la ceremonia de inauguración de este ramal del ferrocarril México-Puebla. Los deseos de que la empresa ferrocarrilera llegara a Puebla y Veracruz, fue expresada por Ignacio Manuel Altamirano en su brindis: “¡Que el cielo nos dé vida para presenciar tan fastuoso acontecimiento! ¡Que Dios proteja a la empresa!”.

Las inauguraciones ferroviarias se seguirían una tras otra. El 16 de septiembre de 1869 el Presidente Benito Juárez inauguró la línea México-Apizaco-Puebla. Después de la muerte del Presidente Benito Juárez, el Presidente Don Sebastián Lerdo de Tejada inauguró en el año de 1873, el ferrocarril México-Veracruz.

Finalmente, la ruta de México-Apizaco-Chiautempan, Tlaxcala y Puebla, fue inaugurada el 9 de septiembre de 1867 a las diez de la mañana. Una abigarrada multitud se congregó en la estación de Buenavista para vitorear al Presidente Juárez, quien inauguraba la línea México-Puebla..Al convoy presidencial lo había precedido un tren explorador con dos horas de anticipación, además de otra locomotora exploradora que, en la retaguardia, se conservaba a cierta distancia del tren presidencial. La velocidad fue de 32 kilómetros por hora, adecuada para su época, pues permitía realizar el viaje con celeridad y comodidad.

En esa oportunidad, la primera parada del tren fue en Otumba, donde hubo una ceremonia organizada por las autoridades locales; de manera similar se comportaron los pobladores de Apan, a los que saludó el Presidente Benito Juárez; en Soltepec hubo otras manifestaciones festivas a las que también atendió el presidente; Apizaco, punto de convergencia ferroviaria, también vitoreó y saludó al primer magistrado de la nación.

En Santa Ana Chiautempan, la delegación de Tlaxcala que presidía el Sr. Gobernador Don Miguel Lira y Ortega, subió al convoy presidencial donde conversó breves minutos con el Presidente Benito Juárez.

Hacia las quince horas con quince minutos, el tren presidencial arribó a la ciudad de Puebla en medio de una lluvia de confeti, aclamaciones, cohetes, música y salvas de cañonazos. Ni el aguacero que se desató en esos momentos enfrió el entusiasmo de la población. El Presidente Benito Juárez y los ministros de su gabinete, bajaron del tren caminando bajo la lluvia y entre la valla de poblanos que se formó hasta el centro de la ciudad.

Los empresarios Barrón y Escandón, ofrecieron un baile esa noche al Presidente Benito Juárez, a sus ministros y a sus esposas en el teatro Guerrero. Al día siguiente las autoridades estatales organizaron un banquete en el antiguo colegio jesuita. El Ejecutivo Federal permaneció dos días más en Puebla, antes de regresar a la ciudad de México, donde fue recibido con honores militares, música, guardias de honor y un saludo de veintiún cañonazos.

Las inauguraciones ferroviarias, como ya se ha indicado, culminarían en 1873, cuando el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada inauguró la línea México-Veracruz. El Presidente Benito Juárez no pudo verla terminada, pues murió el 18 de julio de 1872.

Para la inauguración integral de la línea México-Veracruz, el convoy presidencial salió a las cuatro de la mañana del 1 o de enero de 1873 desde la estación de Buenavista. Se detuvo en el puente Tlaxcala, donde los viajeros bajaron para admirar la obra de ingeniería que tenía una longitud de sesenta metros. Los hacendados y los pobladores de las haciendas de todo el valle de Tlaxcala, quienes se había beneficiado con la transportación del pulque y de otros productos a la ciudad de México, olvidaron sus viejos temores y recibieron con música y cohetes el paso del tren presidencial. Después de una parada en la estación en Orizaba, el tren llegó al puerto de Veracruz el 2 de enero, donde hubo numerosas festividades por tan fasto acontecimiento.

El brindis de Manuel Altamirano cuando se inauguró el tramo Apizaco-Chiautempan, fue promisorio. El político liberal, escritor, poeta y diplomático, formó parte de la comitiva del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, en el viaje de inauguración de la línea México-Veracruz.

También acompañaban al presidente: Ignacio Ramírez, Mariano Riva Palacio y Antonio García Cubas.

La terminación de la línea después de 50 años de problemas políticos y económicos, fue un alivio para la economía nacional. Los viajes en diligencia, en las mejores condiciones, duraban tres días, ahora las incomodidades se superaban y el viaje podría hacerse en un sólo día. La carga que se transportaba en una semana, también llegaría en un solo día. Y, por fin, la temporada de lluvias que impedía todo movimiento de carga quedaría remontada.

Desafortunadamente no todo sería fiesta, pues antes de la inauguración del ferrocarril y, pese a la estabilidad que impusieron al país las administraciones de los presidentes Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, hizo su aparición el bandidaje, al que tampoco escapó el ferrocarril. El 20 de febrero de 1870 el tren de la línea México-Veracruz fue asaltado en Tepexpan, punto intermedio en el tramo de la ciudad de México a Apizaco. Los asaltantes, un grupo a caballo, se llevaron un botín de 2 700 pesos, relojes y objetos personales de los pasajeros y de la empresa. El grupo estaba dirigido por el temerario Sotero Lozano, quien se dio el lujo de dejar un recibo firmado por el monto de lo robado, ordenando a la tripulación no mover el tren durante una hora. Tiempo suficiente para emprender la huida.

Obviamente la línea de telegrafía había sido cortada, lo que impidió alertar a las tropas cercanas al punto del asalto..Tres semanas más tarde ocurrió otro asalto en el mismo lugar. Los pasajeros comentaron que los asaltantes a caballo eran como doscientos que actuaban bajo el mando del bandido Paulino Noriega, quien no contento con desvalijar a los asustados pasajeros, se llevó hasta correspondencia oficial.

Ante estos acontecimientos las autoridades proporcionaron una escolta de cien hombres, encargada de la protección de los trenes de pasajeros. La medida funcionó pues el tercer asalto fue frustrado, huyendo los bandidos cuando encontraron resistencia a sus pretensiones. Así, los delincuentes pusieron fin a sus intentos de asaltar trenes.

Pese a estos acontecimientos, Apizaco se fue consolidando. En enero de 1873 fue trazada la ciudad por el ingeniero agrimensor Antonio P. Castilla. La traza consistió en la lotificación de 100 solares con una extensión de 1 933.7 varas cuadradas cada uno, que fueron vendidos a los colonos a precios “módicos”. Asimismo, se fijaron lotes de dimensiones similares para los servicios públicos y se introdujo el agua potable desde los manantiales de la hacienda de Apatlahuaya.

Pero no sólo las comunicaciones ferrocarrileras que dieron origen a Apizaco, fueron impulsadas en las postrimerías de la Reforma. El visionario gobernador Miguel Lira y Ortega, combatiente contra la intervención francesa y defensor de la soberanía de Tlaxcala, imbuido de un espíritu progresista, solicitó autorización al Congreso del estado para que el Ejecutivo estatal erogara lo necesario para la reconstrucción de un camino más recto entre la capital Tlaxcala y la población de Apizaco. Si el sueño de Ignacio Manuel Altamirano, en el célebre brindis de Chiautempan, había sido vincular la ciudad de México con las playas de Veracruz, Miguel Lira y Ortega, con este proyecto, restablecía los nexos prehispánicos de Tlaxcala con las culturas y poblaciones del Golfo de México y con los del Altiplano Central.

Otra de las preocupaciones del gobernador Miguel Lira y Ortega, fue dotar de infraestructura educativa a la noble población de Apizaco. Para ello la Junta Directiva de Instrucción Primaria, aprobó el establecimiento de la escuela de niños. La construcción fue inaugurada el 15 de mayo de 1873, quedando la escuela bajo la dirección de la profesora Dolores Salazar, con una población escolar de 30 niños.

Como se señaló, la estación de Apizaco fue considerada una sección política del municipio de Tetla. Su rápido crecimiento, como consecuencia del ferrocarril, la convirtió en un pujante centro comercial con recursos suficientes para que los vecinos se organizaran en la Sociedad Pro Municipio Barrón Escandón, llevando a cabo las gestiones  pertinentes ante el gobernador y el Congreso local. Con fecha 9 de mayo de 1873, fue expedido el decreto No. 31 por el gobernador Melquiades Carbajal, estableciendo el municipio de Barrón-Escandón, con la estación de Apizaco, como cabecera. Se dieron instrucciones al Agente Municipal de la Sección de Apizaco, para proceder a organizar la elección del Ayuntamiento del nuevo municipio.

Los límites originales del municipio de Barrón Escandón, quedaron fijados por el decreto del 23 de octubre de 1873. Estos fueron ampliándose paulatinamente, mediante una serie de decretos que fueron agregándole nuevas localidades. Con fecha 17 de diciembre de 1873, se le incorporó el rancho El Ateneo; el 22 de octubre de 1875, se le anexó la localidad de Texcalac, que fue desincorporada del municipio de Tetla; el 9 de  noviembre de 1880 se le anexo la hacienda de Tlalcoyotla, que fue segregada del municipio de Xaltocan; el 2 de enero de 1884, se le agregó el pueblo de Santa Ana Huiloac, misma que pertenecía al municipio de San Dionisio Yauhquemecan.

En 1871, la estación de Apizaco contaba con una población de 500 vecinos, pero para 1905 el municipio de Barrón Escandón reportaba una población de 4 180 habitantes y su cabecera, Apizaco, 2 504. Este incremento poblacional fue consecuencia de la anexión de nuevas localidades, constituyendo la estación ferroviaria un atractivo para nuevos pobladores.

El Porfiriato

La derrota que sufrieron las fuerzas lerdístas en la batalla de la hacienda de Tecoac, no modificaron el camino ascendente de Apizaco, pues nuevamente ocupó la gubernatura Miguel Lira y Ortega. Durante su administración Apizaco, aparte de constituir la cabecera del municipio de Barrón Escandón, lo fue también del Distrito de Cuauhtémoc. Por su parte, al hacerse cargo de la gubernatura del estado el coronel Próspero Cahuantzi, en 1894 informaba al Congreso del estado, que en el citado distrito se seguía con entusiasmo la construcción del puente sobre el río Ateneo y que se estaba abriendo el camino de Apizaco, y por concluirse la construcción del rastro municipal, la Plaza de Armas y varios pozos para el riego de los árboles que se habían plantado.

La administración de Próspero Cahuantzi, también se preocupó por dotar a la pujante población de Apizaco de una infraestructura educativa más adecuada a los requerimientos de la creciente población infantil. El 28 de agosto de 1898, el presidente municipal Bernardino Vargas, colocó la primera piedra del edificio donde funcionarían las escuelas oficiales y las oficinas públicas de la localidad. Diez años más tarde, quedó terminado el edificio, mismo que fue inaugurado solemnemente por el gobernador en una fecha muy significativa para los porfiristas: el 2 de abril de 1907. La escuela se llamó en un principio Xicohténcatl, años más tarde cambió al de Lauro Aguirre.

Durante la ceremonia de inauguración, interpretó la orquesta típica de la escuela oficial Niñas Leona Vicario animadas melodías, que integraban las señoritas Margarita Yañez, Felix Carmona, Paz del Razo, María Luisa Chumacero, Estela Flores, José López y Carmen Gómez. Actuó, además, el cuarteto Vázquez, grupo muy prestigiado en su tiempo.

Asimismo, el proceso de urbanización de Apizaco se aceleró a fines del siglo pasado. El Ayuntamiento inauguraba su hermoso zócalo y jardín frente al Palacio Municipal el 16 de septiembre de 1894, al mismo tiempo que rendía culto a los fundadores de la Nación.

La población crecía sostenidamente, por lo que fue necesario extender la traza urbana hacia los terrenos que donó el señor Miguel González, dueño del rancho Ateneo. Además, el puente del río de la hacienda del Ateneo y un cuartel fueron inaugurados por el gobernador Próspero Cahuantzi, el 24 de noviembre de 1895.

Al languidecer el siglo pasado, Apizaco contaba con los servicios de los abogados Joaquín Castillo, Crispín Hernández, Manuel León y Anastacio Camarillo, quienes litigaban los asuntos de la comunidad; la salud de la población estaba a cargo de los doctores Felix Espinosa y Angel Medina, cuyas recetas eran surtidas en las boticas de Fernanda Huerta, Andrés Gómez y Leandro Bernal. Además del farmacéutico Don Andrés Gómez, los niños asistían a las escuelas municipales que atendían los profesores Manuel Vargas y Carmen Báez, a las escuelas particulares de José Gutiérrez Urrutía y Juan Fonseca. Funcionaba además el Colegio Evangélico; La profesora Celestina A. Viuda de Crail daba cursos de inglés y de francés, a los interesados. Los jóvenes con talento musical cultivaban sus facultades artísticas con los profesores Lorenzo Vázquez y Juan Fonseca, quienes enseñaban desde solfeo hasta la ejecución de instrumentos musicales.

Los útiles escolares y papelería para oficina se compraban en los establecimientos de Fernando de la Gandera, quien además manejaba el ramo de la cristalería para las demandantes amas de casa. También se ocupaba de surtir los artículos ferreteros, y de mercería, dándose tiempo para actuar como comisionista en cuanto negocio redituable se presentaba.

Los apuntes de los escolares y el cuidado de los libros estaban a cargo del taller de encuadernación de Francisco Herrera, quien era capaz de empastar libros en papel pergamino con letras doradas, hasta los sencillos de papel queratol..La llegada del tren no desplazó del todo la vieja actividad de la arriería. Para atender a los arrieros y recuas se contaba con los mesones de Miguel Carvajal, José María Quintanilla y Macario Polanco, donde por módicas cuotas se daba posada y pienso a las acémilas. A sus dueños, comida casera. De la sierra Norte de Puebla llegaban numerosos arrieros con sus recuas cargados de huacales, cambiando sus mercancías mediante trueque por otras en la tienda de Agustín Sánchez Baños. Pero el refinamiento también había llegado a Apizaco, que contaba con los hoteles para el turismo de Alejandro Guillot, de Miguel Carbajal y José María Quintanilla. Las tiendas mixtas de Antonio Sánchez, Mariano Galicia, Rafael Gómez, Maximino Hernández, Aurelio T. Romero, Feliciano Romano, Miguel Palafox, Agustín Robles, Manuel Pérez, Macario Polanco, Manuel Carbajal y Trinidad Carrasco, atendían el comercio al menudeo. Para satisfacer demandas más especializadas, se recurría a la tienda de abarrotes nacionales y extranjeros de Agustín Sánchez Baños.

Los miembros de la clase media de Apizaco, que no eran pocos, solicitaban los servicios de los sastres Luis Delgado, Liborio Paredes y Pablo Palafox, quienes se mantenían a la moda que, en esa materia, dictaba la ciudad de México. Las camisas y mancuernillas, corbatas y demás prendas, las encontraban en el cajón de ropa de Pascual Pérez, quien también atendía los requerimientos a la moda de las mujeres distinguidas de Apizaco.

Los centros de esparcimiento casinos y sociedades eran pocos: la Sociedad Igualdad, la Independencia y la Unión y Concordia. La población contaba con los baños públicos propiedad de la viuda de Masset y Nicolás Bonilla, quienes no se daban abasto para atender a su numerosa clientela los sábados y domingos de cada semana.

Si el ferrocarril había sido el detonador de Apizaco, los vecinos no se quedaron con esa única fuente de trabajo. Hombres emprendedores de empresa como Juan Campos estableció su fábrica de fideos que, aparte de dar empleo a varios apizaquences, daba fama a la ciudad, enviando su producción a poblaciones lejanas; Juan Martínez estableció una fábrica de botellas de vidrio, que surtía a diferentes empresas del estado; la fábrica de estampados finos de percal “Juan Manuel”, se estableció cerca de Apizaco, posteriormente se transformó en fábrica de hilados y tejidos finos. Los molinos de trigo subsistían a fin del siglo y eran propiedad de Simón Stefani y Pablo Escandón.

Las viejas haciendas también continuaban produciendo como en sus primeros años, y entre los prominentes hacendados figuraban Francisco del Razo, Miguel González y Mucio Carbajal. Pero la modernidad también alcanzó a las damas de Apizaco, quienes se auxiliaron en las labores de la casa, mediante la adquisición de las primeras máquinas de coser en la agencia de Tomás de la Gándara, superando el cansado trabajo de coser a mano..La vida tranquila de este municipio iba a tener algunos sobresaltos, que no pasaron a mayores, durante la etapa armada de la Revolución Mexicana.

Los nubarrones que se ceñían sobre la República Mexicana a finales del porfiriato, también hicieron acto de presencia en Apizaco, pues por ser cabecera del distrito de Cuauhtémoc, tuvo que recibir en la cárcel municipal y en el cuartel de rurales, al comandante del temido cuerpo policiaco, Agustín García, al que apodaban “colgador”, con varios de sus subordinados, quienes estaban acusados de haber dado muerte al líder

Andrés García, líder que había encabezado la protesta de varios pueblos contra la Ley de Hacienda puesta en vigor el 5 de mayo de 1897, y aprobada por el Congreso del estado a propuesta del entonces gobernador.

La versión oficial sobre el deceso de Andrés García en Xaltocan del Distrito de Cuauhtémoc, fue que ocurrió al intentar fugarse. Sólo que la hija del dirigente hizo llegar un informe al presidente Porfirio Díaz, que más tarde publicó el periódico El Tiempo, al que siguieron severas críticas contra el gobernador Próspero Cahuantzi en otros diarios, como: El del Hogar, El País y el Popular.

Los rurales presos en la cárcel de Apizaco, involucrados en el crimen de Andrés García, salieron en poco tiempo, y su comandante Agustín García, aunque tardó un poco más en salir, fue liberado una vez que amainó el temporal.

Los acontecimientos revolucionarios en Tlaxcala tuvieron como escenario los municipios de San Bernardino Contla, Santa Ana Chiautempan, Santa Cruz Tlaxcala, Tzompantepec y Zacatelco. El presidente Porfirio Díaz renunció el 25 de mayo de 1911 y el 30 de ese mes, hacía lo propio el gobernador Próspero Cahuantzi.

La Revolución

No se ha encontrado suficiente información sobre los clubes antirreleccionistas en Apizaco. Seguramente los ferrocarrileros que viajaron hacía el norte o la ciudad de México, así como los jóvenes que participaron en el servicio militar, organizado por el general Bernardo Reyes, debieron manifestar algunas inquietudes como sucedió a lo largo de la República. Pero sí existe información y testimonios sobre acontecimientos de carácter nacional, en los que Apizaco fue escenario y que han sido descritos en la novela de la Revolución Mexicana.

Así, el general Francisco L. Urquizo en su novela Tropa Vieja, narra que el 16 de octubre de 1912 llegaron a Apizaco el segundo y onceavo batallón, comandados por el Coronel.Jiménez Castro y el Teniente Coronel Ocaranza, respectivamente, quienes iban con rumbo a Veracruz, para enfrentarse contra los sublevados del veintiún y diecinueve batallones, favorables a Felix Díaz.

La efímera esperanza de una vía democrática para México se pospuso con los asesinatos del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, así como por el cuartelazo que llevó al gobierno al chacal Victoriano Huerta. La estafeta que recogió el gobernador de Coahuila Don Venustiano Carranza con el Plan de Guadalupe, iba a convertir a Apizaco en escenario de la vindicación del apóstol de la democracia.

El Ejército del Noroeste, a cargo del general Alvaro Obregón, en 1915 se trasladó desde Sonora hasta la ciudad de México, lo mismo hizo el Ejército de Oriente, a cargo del general Pablo González. Las fuerzas del general Pablo González tenían que llegar a la estación de Apizaco, donde se les unirían las del general Juan Mérigo, provenientes de Veracruz. En el trayecto a Apizaco, en la estación de Orizaba, Veracruz, se les unieron varios contingentes, entre los cuales están: el 4º batallón “rojo”, del coronel Ignacio Enríquez y el batallón del general Carlos Tejeda, así como el de Juchitecos al mando del coronel Felipe López. Más adelante se incorporaron trescientos dragones de la Sierra de Puebla bajo el mando del mayor Enrique Medina Quintanilla.

Por varios días todo el Ejército de Oriente convirtió a la ciudad de Apizaco en una fortaleza militar, hasta que en los trenes avanzaron hacía la ciudad de México, donde fue quebrado y disuelto el ejército federal al servicio de la dictadura porfirista y de la usurpación huertista, que se entregó y disolvió en la población de Teleoyucan, estado de México.

En la medida que las fuerzas constitucionalistas avanzaban desde varios puntos a la ciudad de México, y el gobierno de la Convención se batía en retirada hacia el estado de Morelos y hacia el norte de la República, Don Venustiano Carranza impulsó la iniciativa de reforma social, promulgando las adiciones al Plan de Guadalupe, entre las que se encontraba la ley del 6 de enero de 1915.

Después de la Convención de Aguascalientes y la lucha de facciones, que también involucró a los revolucionarios tlaxcaltecas, herederos de Juan Cuamatzi, se promulgó la Constitución de 1917 e inició el período de gobierno de Don Venustiano Carranza.

La grandeza del varón de Cuatro Ciénegos no le impidió imponer al Ing. Ignacio Bonilla (conocido por el sobrenombre de Flor de Thé), como candidato a la presidencia de la República, sobre la opinión mayoritaria del partido de la Revolución Mexicana, que se manifestaba, a través del ejército organizado, a favor del candidato general Alvaro Obregón..La imposición por el hombre que tanto bien había hecho a la República, vindicando al apóstol Francisco I. Madero, lo habría de llevar al sacrificio en su intento de llegar al puerto de Veracruz, donde tendría el apoyo de las fuerzas leales al mando de su yerno el general Cándido Aguilar. Don Venustiano Carranza emprendió su viaje de la ciudad de México al puerto de Veracruz, en el famoso tren Dorado, integrado por un pesado convoy de civiles y militares, cuya carga hacía más lenta la marcha cuando el tiempo apremiaba.

El 8 de mayo de 1920 el convoy se detuvo en Apizaco. Ahí se incorporaron las mermadas fuerzas del general Pilar R. Sánchez, jefe de Operaciones Militares en el estado de Puebla, a quien seguía un regimiento de caballería al mando del general Ignacio Flores Palafox; también llegó con su pequeña escolta el general Margarito Puente, jefe de las Operaciones Militares en Tlaxcala. Los escasos contingentes que lo acompañaban, eran los que habían quedado después de la defección de la mayoría de sus fuerzas que se pasaron a las obregonistas, durante la rebelión en Agua Prieta.

El comandante el jefe de tan escasos contingentes, dispuso que en Apizaco se organizaran las fuerzas leales al Presidente Carranza quien, acompañado de los generales Murguía, Lucio Blanco, Pilar Sánchez, Montes, Barragán, Marciano González, etc., pasó revista a tres mil hombres.

El trote lento del jinete de albas barbas, teniendo como fondo el redoble de los tambores de guerra que tocaban la marcha dragona, y de una tropa que entusiasmada vitoreaba a su presidente, debieron de impresionar a los apizaquenses que fueron testigos de los acontecimientos.

La población de Apizaco asistió a la revista de los contingentes militares leales al Presidente de la República, quien a caballo recorrió la larga formación, acompañándolo los generales Murguía, Lucio Blanco, Pilar Sánchez, Millán, Bruno Neira, Dávila Sánchez, Montes, Barragán, Marciano González, Muriel Mosel, Pérez, Olvera, De la Torre y Alcocer, en sus respectivas cabalgaduras.

Después de la revista, Don Venustiano Carranza salió con una pequeña escolta para internarse en la sierra de Puebla. En su improvisado campamento de Tlaxcalatongo, muere asesinado por el grupo que comandaba el general Rodolfo Herrero.

El trayecto de Apizaco a Tlaxcalantongo a caballo con su pequeña escolta, llevó al sacrificio innecesario e inútil del hombre que había combatido la usurpación huertista y que había dejado una Constitución a su país. Un monumento sencillo, como las personas de Apizaco, con el nombre de los contingentes leales al Presidente Venustiano Carranza, recuerda los acontecimientos y al varón de Cuatro Ciénegas..Entre los recuerdos que Don Venustiano Carranza dejó a los apizaquenses, se encuentra la restitución de las tierras a las viejas comunidades indígenas, conforme a la legislación del artículo 27 constitucional, el 4 de febrero de 1917, cuando estaban a punto de promulgar la carta magna. Así, por resolución del Ejecutivo federal se restituyeron los terrenos ejidales conocidos como Chizagua y Tlacotepec, del pueblo de San Cosme Xalostoc. El 26 de julio de ese año se desprendieron 144 hectáreas de las haciendas que durante siglos impidieron el desarrollo de San Luis Apizaco, dotando a los campesinos de tierras ejidales; el 15 de noviembre de 1917 se dotó también de tierras ejidales al núcleo de La Concordia con 500 hectáreas que habían pertenecido a las haciendas de la Segura Michac y San Tomás Xostla; de estas mismas haciendas se tomaron otras 190 hectáreas y en la misma fecha de la dotación anterior se otorgaron tierras ejidales al barrio de San Juan Tepactepec.

Durante las administraciones de los generales Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, el país transitó un período de relativa estabilidad, pues el primero enfrentó al final de su período la rebelión De la Huertista y el segundo, los intentos de rebelión de los generales Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, así como la crisis política que provocó el asesinato del presidente electo, general Alvaro Obregón, más la rebelión cristera.

Apizaco observó los acontecimientos nacionales con interés y sus pobladores sintieron que el país se orientaba, después de muchos avatares, hacia una etapa constructiva de cambios substanciales.

Época Contemporánea

Los primeros apizaquenses en asistir a los cambios nacionales fueron los trabajadores del riel, quienes en los incipientes balbuceos para enfrentar la discriminación y la marginación a las que los habían sometido los administradores de las empresas extranjeras, formaron las asociaciones mutualistas con las que concurrieron a la nacionalización de los ferrocarriles a finales del porfiriato.

El 13 de marzo quedó disuelta la asociación Mutualista Héroe de Nacozari de Apizaco, transformándose en la vigorosa Sección No. 3 del Sindicato Nacional de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (SNTFRM), en la magna Convención que se efectuó en la ciudad de México.

De la desaparecida sociedad mutualista, la Sección No. 3 del SNTFRM heredó la casa No. 21 de la avenida Hidalgo, además de tres lotes del fraccionamiento de la exhacienda de Apatlahuaya, correspondientes a las manzanas 20, 20A y 25. El patrimonio no sólo de la.organización sindical se incrementó con nuevas adquisiciones, sino el de los propios trabajadores, quienes a través de su organización y de la empresa compraron 330 347 metros cuadrados de la exhacienda de San Diego Apatlahuaya, para subdividirlos en lotes que fueron adquiridos por los trabajadores, formando la colonia Xicohténcatl el 28 de septiembre de 1933. La colonia abarcó desde la actual calle Aquiles Serdán, hasta la calle Centenario, y de la calle Prolongación Sur a la Avenida Libertad y Zaragoza. El plano topográfico de la nueva colonia incluyó los espacios adecuados para amplias calles, escuelas, parques deportivos, etc.

El aspecto educativo fue y ha sido una constante preocupación de los pobladores de Apizaco, quienes desde los inicios del presente siglo observaron que los espacios educativos de las instituciones oficiales era insuficientes para atender la demanda de los escolapios, en constante aumento. Surgieron como respuesta a esta necesidad, el Colegio Josefino de Niños y el Sagrado Corazón para niñas, que se ubicaron a los lados del templo parroquial, gracias a la promoción del párroco Don Vicente Segura, quien por esa época recibió la visita del arzobispo de Puebla Don Pedro Vera.

Como antecedente de las escuelas católicas, debemos citar las que por el año de 1905 instalaron los profesores Pascual Gutiérrez y Leonor Vargas, en el local que hoy ocupa el cuartel y que en 1923 se cambiaron a los altos de la antigua vidriería, donde funciona actualmente el club de leones.

La separación de la enseñanza elemental en primaria y jardín de niños se oficializó en 1927, con el establecimiento del Jardín de Niños Narciso Mendoza, pero que por esos avatares impredecibles cambió el nombre a Gabino Barreda.

La imposibilidad de que la única primaria oficial Xicohténcatl atendiera a la población demandante, obligó en 1937 a la fundación de la Primaria Federal Comunidad Obrera, la cual se instaló en el edificio de la Avenida Hidalgo e Independencia. Después cambiaría de nombre y se llamaría Benito Juárez.

Las escuelas particulares siguieron creciendo, algunas de manera modesta como las que atendían los profesores Raquel Armenta, Margarita Rodríguez Avila y Don Carmino M. Martínez.

Apizaco, al igual que Huamantla y Puebla, recuerdan con afecto a la destacada profesora Leonor Herrerías, quien laboró y dirigió escuelas oficiales, dedicando con esmero sus esfuerzos en bien de la niñez.

Las inquietudes de los apizaquenses por tener accesos a mayores niveles educativos, fue entendida por el progresista gremio ferrocarrilero, el que se preocupó por fundar la.primera secundaria en Apizaco. La escuela secundaria “Jesús García” abrió sus puertas el 10 de abril de 1938, gracias a las gestiones de los dirigentes ferroviarios Juan Remedios Rodríguez, del entonces senador Felix C. Rodríguez y de Luis Gómez Z., ante el Lic. Gonzalo Vázquez Vela, Secretario de Educación.

Otro de los aspectos de la vida social que preocupó a los apizaquenses fue la salud. Si bien desde el siglo pasado varios médicos se habían establecido en Apizaco, la salud requería de mejores instalaciones que poco a poco fueron mejorando. En 1940 se funda la Sociedad Médico Mutualista por los doctores Braulio Hernández, Jorge R., José Serrano y Rubén Ramírez Flores, que tendía a otorgar servicios más especializados. Al concluir la década de los años 30, la medicina social, adquirió nuevo rango durante los regímenes revolucionarios, que se dieron a la tarea de modernizar los viejos nosocomios. El Hospital Civil de Apizaco en 1942 fue dotado del instrumental necesario para su sala de cirugía que ya era muy indispensable; los pabellones de enfermos y de maternidad fueron dotados igualmente de camas nuevas y de la ropa necesaria para una higiene y atención a pacientes. En buena medida, esto se logró gracias a la gestión del presidente municipal Don Domingo Bonilla.

La medicina social impulsada por la Revolución Mexicana se coronó el 1º de mayo de 1945, con el establecimiento del Instituto Mexicano del Seguro Social en de instalaciones médico-asistenciales en las calles de Francisco I. Madero No. 601 de Apizaco.

Pero si los servicios educativos y sanitarios mostraron adelantos, lo mismo ocurrió con los servicios de comunicación, entre ellos el telefónico que empezó a funcionar entre las haciendas y la ciudad por necesidades obvias de mantener una mejor comunicación. Sin embargo su alto costo impedía su extensión y desarrollo, por lo cual Don Manuel Llovera Cazado, quien tenía la concesión, traspasó sus aparatos y suscriptores a la Empresa Ericson, a efecto de que ésta pudiera dar el servicio local y de larga distancia a partir del 23 de agosto de 1930.

Otro importante medio de comunicación fue el servicio aéreo. La ciudad que había nacido con los silbatos de las locomotoras ferroviarias, empezó a querer volar y lo logró, cuando en 1934 se inauguró el campo de aviación en los que ahora son las calles del 2 de abril a Ignacio Zaragoza, hasta los límites con el panteón.

Los apizaquenses vieron asorados, las piruetas que daban los aviones en las alturas durante la ceremonia de inauguración, así como las bombas que arrojaban los aparatos en vuelo dejando un reguero de polvo blanco en el piso. El mejor número del evento fue el lanzamiento de su paracaidista y su aterrizaje feliz, que llenó a todos de contento.

Desafortunadamente la aviación no fue el fuerte los apizaquenses y la incursión en este.aspecto terminó cuando el Ing. Moizan, al probar una nueva hélice en su avión “El calcetín eterno”, después de elevarse por unos momumentos, se desplomó en el campo aéreo, falleciendo su tripulante.

Los presidentes municipales Baltazar Maldonado y Antonio de la Loza durante el periodo 1933-1936, dedicaron esfuerzos substanciales hasta lograr la introducción y el establecimiento de una red de agua potable para la ciudad de Apizaco, misma que en octubre de 1935 inauguró el Presidente Lázaro Cárdenas y el gobernador, Gral. Adolfo Bonilla.

El esparcimiento y las actividades culturales pronto hicieron su aparición en Apizaco, entre ellas, el séptimo arte, con los cines Hidalgo ubicado en la esquina que forman las calles de Cuauhtémoc y 5 de mayo; El Olimpia propiedad, de Manuel Portillo, cuya construcción de madera se ubicó en la avenida 5 de mayo, número 204; El Reforma, del que únicamente quedan ruinas, propiedad de Efrén Suárez, ubicado en la avenida Xicohténcatl No. 212; El Victoria del empresario Jesús O. Caridas, en la avenida de 16 de Septiembre No 203 y, finalmente, el de la sección del SNTFRM.

La música siempre se cultivó en Apizaco casi desde su fundación. En 1930 destacaba y hacía el deleite de los melómanos el quinteto Suárez, bajo la dirección de Efrén Suárez; la orquesta “Los Amigos de la Noche”, de los hermanos Ríos que en 1937 amenizaban los eventos sociales de Apizaco.

No se puede dejar de mencionar a Roberto Pérez Vázquez, quien por 1947 se fue a radicar a la ciudad de México en busca de nuevos horizontes, destacando en la Orquesta Filarmónica de la UNAM, y más tarde director de la afamada orquesta “Los Violines Mágicos de Villa Fontana”, que durante largos años fueron el deleite de los capitalinos de la Zona Rosa, de la ciudad de México. Roberto Pérez Vázquez también es autor de una melodía que se escucha mucho en Apizaco: “Mi castigo es quererte”.

Ya se ha señalado, cómo los ferrocarriles restablecieron los viejos nexos comerciales entre los pueblos del Golfo de México y los del Altiplano Central. De paso convirtieron a la estación de Apizaco en un gran almacén, donde los pueblos cercanos tanto de Puebla como de Tlaxcala, intercambiaron su producción con las de las grandes regiones mencionadas. El comercio se desarrolló y a finales de los años cuarenta el cajón de ropa “Eureka”, de los Cohen y Dobbac, estaba consolidado. El Puerto de Veracruz de Don Bernardino Pérez, vendía no sólo artículos correspondiente a un cajón de ropa, sino que combinaba esta actividad con la venta de abarrotes. “El Eclipse” de Rafael Huerta vendía lustroso calzado, etc. Eran famosas las tiendas del comercio al menudeo de Don Guillermo Garlindo, Elena Barrera de Brito y Emilio R. de Rivera, además de un numeroso grupo de comerciantes que atendía diversos giros..Apizaco, a lo largo de su historia, mostró un camino ascendente que la ha llevado a ser considerada una de las ciudades de mayor desarrollo urbano en el país. Por ello, en los años sesenta se festejó el centenario de la ciudad, abriendo una discusión, que aún no concluye, sobre la fecha de su fundación

En 1960 el H. Ayuntamiento interesado en festejar el centenario de la fundación de Apizaco, en junta de Cabildo acordó como fecha de la fundación de la ciudad el 1º de enero de 1866, pero según el ingeniero en jefe de construcción del ferrocarril, el campamento había sido instalado el 1º de marzo de 1866. Ninguna de las fechas fue del agrado del presidente municipal de Apizaco para el período 1962-1964, quien opinaba que debería tomarse como fecha de la fundación el año de 1871, cuando la localidad se elevó a la categoría de Sección Política.

Como la discusión entre los apizaquenses no cejaba, el gobernador Anselmo Cervantes convocó a una reunión para que se nombrara una comisión que se encargara de dilucidar la fecha de la fundación. A la reunión asistió también el ingeniero Ezequiel M. Gracia, presidente de la Sociedad de Geografía, Estadística, Historia y Literatura del Estado. En esa reunión se acordó que se formara en Apizaco una sección de dicha sociedad, la cual se encargaría de resolver la discusión de la fecha de la fundación de la ciudad.

En la fecha señalada para el establecimiento de la sección de la Sociedad de Geografía, Estadística, Historia y Literatura del Estado, no asistió ninguno de los convocados, por lo que el propio organismo dictaminó como fecha de fundación de la ciudad el 1º de enero de 1866, comunicándolo al H. Ayuntamiento, para que éste, a su vez, lo hiciera del conocimiento del Congreso y se expidiera el decreto correspondiente.

Sin embargo, el entonces ayuntamiento de Barrón de Escandón (hoy Ayuntamiento de Apizaco), volvió a turnar el expediente a la Sociedad de Geografía, Historia, y Estadística y Literatura del Estado, que presidía Don Crisanto Cuéllar Abaroa, quien dijo que: “no existiendo documentos certificados que hagan prueba plena de cuanto le exponen los solicitantes, se debe tomar como fecha de fundación de la localidad de Apizaco el 20 de diciembre de 1871, cuando se le concedió la categoría de Sección Política” y que el centenario de la ciudad de Apizaco debería considerarse cuando la localidad fue elevada a ciudad el 6 de julio de 1921, conforme al decreto No. 49 del Congreso del estado.

Como el dictamen de Don Crisanto Cuéllar Abaroa no dejó satisfechos a tiros y troyanos, el asunto fue turnado nuevamente al Congreso, quienes elaboraron y aprobaron el 29 de diciembre de 1965 un decreto, mismo que publicó el gobernador Anselmo Cervantes Hernández, el 7 de enero de 1966, por el cual se fijó la fecha de la fundación de Apizaco el 1º de marzo de 1866..La discusión anterior muestra de manera fehaciente, que la actual ciudad de Apizaco debe su origen al Ferrocarril Mexicano y que las vicisitudes por las cuales pasó el trazo, construcción y operación del mismo, propiciaron la fundación de la estación de Apizaco y en buena medida su desarrollo posterior.