|
Allí, en una cama bordada con oro y plata, la princesa yacía como un ángel dormido. Cuando el hada joven supo lo que había pasado, se dirigió al castillo. "Está bien que la princesa duerma tranquila-dijo-, pero me preocupa que, cuando despierte, se encuentre entre extraños." El hada tomó su varita y tocó a cada ser vivo del castillo, a excepción del rey y la reina: todos los criados y soldados, los caballos y los perros guardianes, incluso el perro de la princesa, Mopsie, que descansaba junto a ella sobre el lecho. Todos ellos quedaron dormidos también. El rey y la reina dieron con tristeza un beso de despedida a su hija y dejaron el castillo, prohibiendo que nadie se acercara. Para proteger a la princesa, el hada rodeó el castillo con un bosque de zarzales y espinas tan gruesas que nadie podía atravesarlo, y tan alto que sólo las puntas de los miradores podían verse entre la maleza. Pasaron cien años. El rey y la reina murieron, y otra familia real vino a gobernar el reino. Un día, el hijo del rey salió en busca de aventuras, cuando vislumbró las torres de un castillo que asomaban sobre un lúgubre bosque. Preguntó a los que pasaban por allí, y le aseguraron que las torres eran desde luego las de un castillo. Pero unos decían que estaba lleno de fantasmas, otros que habitaban las brujas, y otros que vivía un sucio ogro que comía niños. Entonces un viejo granjero le dijo: "Cuando era niño, decían que una hermosa princesa dormía en ese castillo, esperando que un príncipe la despertara". Con el corazón palpitando de emoción, el príncipe partió de inmediato para el castillo. Cuando alcanzó el bosque que lo rodeaba, los matorrales de zarzas y espinas se separaban misteriosamente para dejarlo pasar. Después, se cerraban de nuevo tras él. Alcanzó el patio y se maravilló al ver que todas las personas y animales yacían, como muertos, en todas partes. Se dirigió a la sala de guardia y vio a los centinelas alineados de pie, las picas a hombros, roncando. Fue entrando en cada sala hasta que por fin encontró el aposento donde la princesa dormía. Asombrado por su belleza, que parecía rodearla de resplandor, cayó de rodillas y la despertó con un beso. |
|