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Esos colegio patito

Para muchos son la opción ante la sobresaturación de los planteles públicos. Hay quienes dicen que son desplumaderos para padres de familia con júniors deficientes. Para otros son un mero engaño. Hagamos una visita

OCTUBRE, 2006. Hay un listado de acuerdos tácitos entre los colegios patito y quienes van a solicitar información. Que el director describa las cualidades y conveniencias del plantel es una. Otra es referirse a un "ambiente estricto" donde tanto alumnos como maestros siguen los parámetros que se les han asignado. Otro más es enfatizar la importancia que el colegio da al deporte y a la convivencia. Y otra más, ponerle el adjetivo de "capacitados" tanto a profesores, secretarias y aun conserjes. A todo ello el solicitante, como parte del trato responde con un "me parece excelente" o simplemente da un sí con la cabeza.

Los colegios patito, como se ve, son aquellas instituciones educativas que durante muchos años se enfocaban al nivel secundaria, aunque ahora también las hay que ofrecen carreras universitarias. Se les denomina así, dicen, en referencia a un cloro llamado así y cuya calidad es bastante mala, incluso corrosiva. No existen cifras exactas --el INEGI, por ejemplo, incluye a éstas con los planteles serios, de modo que hacer una distinción resulta sumamente complicado-- pero se estima que en territorio mexicano existen alrededor de 3,500.

La cifra fluctúa drásticamente pues mientras unas desaparecen súbitamente (en ocasiones sin previo aviso a sus alumnos, quienes ya cubrieron sus colegiaturas), otras sólo cambian de membrete y buena parte de ellas se subdividen debido a conflictos internos entre sus profesores y sus directores.

Realmente es fácil identificarlas. Se encuentran ubicadas en viejos caserones o en el piso de algún derruido edificio de oficinas. Los nombres que llevan son en honor a figuras relativamente desconocidas de la literatura, la ciencia y las humanidades (Bécqer, Jean Piaget, Neils Bohr) o bien son redundantes, siempre con el "Superior" en su membrete. Pero lo que más las distingue es que su alumnado es mayoritariamente de clases media-alta y alta rechazado de planteles caros debido a sus bajas calificaciones, y porque a las afueras siempre hay estudiantes con sus autos lujosos y sus estéreos a todo volumen. La mayoría son laicos pues los religiosos necesariamente deben estar asociados.

Otro aspecto importante de los colegios patito es el culto a la personalidad que profesan al director o a la directora: en algunos de ellos las clases son interrumpidas el día de su cumpleaños y en algunas de ellas, sin mínimo decoro, piden "cooperación" a los alumnos para "el regalo de nuestro director". Por supuesto que nadie da explicaciones respecto al costo del "obsequio", e incluso nadie lleva a verlo.

Como se ve, pues, los colegios patito son un negocio feliz. Los padres de familia, la mayoría adinerados pero con hijos incapaces de estudiar, se conforman con que saquen su certificado de secundaria o preparatoria; el que se pongan a trabajar como recomendados del papá o terminen casándose tan pronto saquen en diploma ya será problema de ellos.

"Si quisiéramos ver el lado positivo de las escuelas patito sería el que éstas absorben un segmento de estudiantes deficientes", dice el abogado Víctor Parra. "Pero por el otro sólo están desplumando a los padres y en nada mejoran el rendimiento académico; por el contrario, lo empeoran. El diploma que reciben los muchachos rara vez respalda lo que en realidad aprendieron.

"El asunto se torna aun más cruel en las universidades patito", agrega. "Si actualmente los egresados de planteles prestigiados batallan para encontrar empleo, los títulos que éstas expiden sólo te sirven si papá logra recomendarte con un conocido".

Prueba de esfuerzo

Debido a que buena parte de las mañanas las tengo libres, decidí visitar el mundo de un colegio patito, en el rol de preocupado padre de familia.

Tras revisar en el directorio telefónico el nombre de algunos institutos un tanto desconocidos, me incliné por el que tiene el nombre de un célebre biólogo. La secretaria, amable, me concertó una cita para la mañana siguiente. Ahí me entrevistaría con "el Maestro Efraín".

Exactamente a las 11:30 de la mañana llegué al colegio, un edificio con pintura descarapelada que, recuerdo, hace muchos años fue donde se encontraban las oficinas de la TV por cable. La secretaria, una morena con jeans y de bella figura, me pidió que esperara, "ahorita lo atiende el director". Un cuarto de hora después apareció "el maestro Efraín". Pasamos a su oficina que parecía haber sido desvalijada y donde había varias cajas de cartón abiertas; "ai disculpe, es que estamos por cambiarnos".

Le expliqué mi ficticio caso: Tenía hijo adolescente que había tenido muy bajas calificaciones, y aunque a esas horas se encontraba estudiando, había pensado cambiarlo de plantel. "No se diga más, llegó usted al sitio indicado", dijo "Efraín", "nuestros estándares de disciplina y calidad educativa son mucho más altos que los colegios con muchos alumnos".

"Efraín" era, digamos, un tanto peculiar. Alto y de frente amplia, hablaba con cierto acento centroamericano, no sonrió una sola vez durante la plática y lucía una camisa guinda claro, de esas llamadas guayaberas que fueron usadísimas en el sexenio de Luis Echeverría. Enseguida me mostró un "decálogo de eficiencia", una copia de esténcil con mayúsculas y algunas faltas ortográficas. Recuerdo claramente un "inciso": LA SUPERASIÓN (sic) CONSTANTE ES NUESTRA PRIORIDAD, DANDO (sic de nuevo) ENFASIS A LAS NECESIDADES DEL FUTURO". "Efraín" se molestó visiblemente cuando le hice notar que "superación" llevaba c en lugar de s. "Bueno, ésta es sólo una prueba del tríptico que estamos preparando... ya hicimos esa corrección hace tiempo..."

Durante buen rato habló de las virtudes del instituto. "Aquí no verá usted problemas de disciplina, estoy seguro que su hijo congeniará con los demás alumnos, aquí siempre atendemos cualquier problema que pudieran tener nuestros alumnos, contamos con un psicólogo en el departamento de orientación".

Cuando le comenté la posibilidad de negociar el pago de colegiaturas (razón por la que supuestamente también iba a cambiar a mi hijo de un colegio mucho más caro), "Efraín" se sorprendió, y luego, con fingida comprensión, contestó, "eso podíamos platicarlo luego. Aquí estamos conscientes de la dura situación económica... podemos negociarlo, claro...."

Le pregunté a "Efraín" acerca del uniforme escolar. Tras carraspear respondió: "aquí no lo consideramos indispensable, queremos que los alumnos vengan como mejor se sientan; creemos que es una camisa de fuerza para su desarrollo personal..." Adiós, disciplina.

Le pedí dar un recorrido por los salones, "aulas", me corrigió. Se excusó al alegar que tenía que ir por unos papeles a la SEP dentro de 20 minutos. "Los recorridos son antes del mediodía", argumentó, "pero si quiere venir mañana antes de esa hora con todo gusto yo lo acompaño en su recorrido".

Al día siguiente fui por la mañana. "Norma", la secretaria que en mi primer visita llevaba unos ajustados jeans, aseveró que "Benjamín" no se encontraba y que no tenía yo cita concertada con él, "llega y se va, a veces sin avisar", comentó. Le dije que aunque no estuviera el director, deseaba dar un recorrido por el colegio donde estudiaría mi hijo. Súbitamente "Norma" se acordó: "Es usted la persona que vino ayer ¿verdad? Me dejo dicho que le avisara que por el momento no tenemos cupo en el instituto pero que si deja su teléfono con todo gusto nos comunicamos con usted para que traiga a su hijo..." Hace casi un mes comenzó el nuevo ciclo escolar y ni "Benjamín" ni su secretaria de cuerpo agraciado han llamado al número que les dejé.

Cuando comenté el episodio con el abogado Parra, éste no se extrañó: "Hay dos cosas que hacen sospechar a los directores patito, una, que hagas muchas preguntas, pues se supone que vas a lo que vas y ya sabes que es un colegio patito. Naturalmente que al director no debió haberle caído muy bien eso de pagar la colegiatura en parcialidades..." En otras palabras, rompí el "acuerdo tácito" que debe existir al solicitar información en un colegio patito.

Colofón

Me preguntó cuántos "efraínes" estarán al frente de colegios patito en México. Si se hacen cuentas leves, las cifras dan vértigo. El que tengan validez oficial por parte de la SEP tal vez se debe, como asegura el abogado Parra, a que son una alternativa necesaria frente las hipersaturadas escuelas públicas, donde la calidad educativa no es ni con mucho mejor a la de los colegios patito. De lo que no se duda es que venden diplomas como si fueran espejos, y que pese al tufo de fraude que expiden cientos de ellas, continuaremos soportándolas mientras no mejore sustancialmente el nivel educativo nacional.

 

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