primero, los cambios estructurales que un sistema sufre en su historia individual, necesariamente siguen un curso contingente a la secuencia de interacciones del sistema cuando opera como totalidad en su dominio de existencia, y
segundo, las interacciones actuales que un sistema sufre, y de ahí, los cambios estructurales gatillados en él, siguen un curso contingente a los cambios estructurales del medio cuando este cambia en una manera operacionalmente independiente del sistema que contiene (Maturana, 1987)
      Maturana indica que el curso que siguen los continuos cambios estructurales que un sistema viviente sufre durante toda su vida, es contingente tanto al curso de su dinámica interna como al curso de sus interacciones, y que el curso seguido por las interacciones de un sistema viviente durante toda su vida es contingente al curso de sus cambios estructurales y al curso de cambios estructurales que toman lugar en el medio. En estas circunstancias, el observador puede entender a un sistema viviente solamente si él o ella se mantiene conscientes de que los sistemas vivientes existen en dos dominios fenoménicos que no se intersectan y mantiene esta doble mirada que no los confunde, y si él o ella, asimismo, se mantiene consciente de la manera de modulación mutua de los fenómenos de esos dos dominios.
      Maturana además sostiene que lo que un observador ve como conducta es una dinámica de cambios que involucra a dos sistemas operacionalmente independientes: el sistema viviente y el medio. La conducta, por lo tanto, pertenece al dominio de las relaciones del organismo, no al organismo.
      La conducta como la relación entre un sistema viviente operando como totalidad y el medio operando como una entidad independiente, no toma lugar en el dominio anatomo/fisiológico del organismo, pero depende de él. En otras palabras, los fenómenos anatomo/fisiológicos son necesarios para que la conducta pase, pero no la determinan porque ellos están involucrados en la operación de sólo uno de los participantes en la dinámica de relaciones que constituye la conducta, o sea, el sistema viviente. Es solamente el observador que conserva la doble mirada al atender simultáneamente o en sucesión, a la dinámica estructural de un sistema y a su relación como un todo, quien puede hablar de una relación generativa entre los procesos de la dinámica estructural de un sistema viviente y los fenómenos de su dominio de conducta. Lo que un observador ve es que cada una de las diferentes conductas que un sistema viviente puede exhibir como fenómenos de su dominio de relaciones e interacciones, surge en cada caso solamente cuando hay una coincidencia entre un dinámica estructural particular en el organismo, y una configuración estructural particular en el medio (Maturana, 1995, p. 151),
      Concordantemente, la conducta que un sistema exhibe no es ni determinada por él ni por el medio solamente, aún y cuando un cambio estructural particular en un sistema viviente pueda específicamente interferir con su habilidad para generar una conducta en particular. La conducta surge y toma lugar en el fluir de las interacciones de un organismo y el medio; y es una relación dinámica entre los dos.

Sistema viviente y medio

      De acuerdo a Maturana, el vivir de un sistema viviente es un proceso de interacciones recursivas entre el sistema viviente y el medio que cursa como un fluir de cambios estructurales congruentes y recíprocos. Este proceso toma lugar como un curso, sin esfuerzo o dirección externa, como un resultado sistémico de sus interacciones recurrentes como sistemas estructuralmente determinados independientes (Maturana, 1987). En otras palabras, los sistemas vivientes y el medio cambian juntos en una dinámica de congruencia estructural a través de su mutuo gatilleo recursivo de cambios estructurales, mientras que el sistema viviente conserva su organización viviente (autopoiesis) y su adaptación al medio (congruencia estructural dinámica operacional con él). El observador que ve tanto al sistema viviente como al medio, ve que el sistema viviente se desliza en el medio a través de sus continuos cambios estructurales siguiendo un curso en el que conserva su organización viviente (autopoiesis) y su congruencia estructural dinámica con el medio (adaptación), o se desintegra. Debido a esta relación sistémica entre un sistema viviente y el medio, la dinámica estructural de un sistema viviente está siempre, mientras viva, en una congruencia estructural adecuada con el medio para la realización de su vida.                 Cuando tal coincidencia desaparece, el sistema viviente muere (Maturana y Mpodozis, 1992).
      Maturana propone que un sistema viviente existe tanto en el dominio de su dinámica estructural como en el dominio de sus acciones e interacciones como totalidad, y que estos dos dominio no pueden ser reducidos uno al otro. En este sentido, el dominio de la conducta no puede ser reducido al dominio de la fisiología.
      Las teorías biológicas de la depresión lo hacen al mantener que este fenómeno se debe a una deficiencia bioquímica en el cerebro.            Ciertamente, esto último hace posible al fenómeno pera la depresión en sí pertenece solamente a la relación. Por ejemplo, un "ser deprimido" que está protegido y alimentado en el útero no está "deprimido", y lo que parece ser la restricción de su actividad, es su modo normal de ser como feto. Por lo tanto, la depresión no está localizada en la situación bioquímica sino en la relación entre organismo y medio. Además, Maturana mantiene que la no intersección de los dominios fisiológico y conductual, no permite el determinismo genético de la conducta, y que el entender esto, abre un espacio para aceptar la posibilidad de cambio en el sistema, y así, para la psicoterapia. En otras palabras, d
esde la perspectiva de Maturana, no podemos hablar de determinismo genético de la conducta debido a que la constitución del ser del organismo, como una entidad conductual total, es sistémica. Así, la identidad de un sistema viviente como una clase particular de sistema viviente, es un fenómeno sistémico que surge y es conservado cuando su realización participa en la creación y conservación de las condiciones que lo hacen posible.
En el mismo sentido, si los cambios estructurales de un sistema viviente no están determinados por el medio, sino que el sistema viviente y el medio sufren cambios estructurales congruentes, la conducta de una persona no puede ser afirmado que está determinada por el sistema social al que él o ella pertenece, como está implícito en las teorías que enfatizan determinismo ambiental. Tampoco podría ningún terapeuta o psicoterapeuta determinar los cambios que toman lugar en el sistema del paciente. La psicoterapia merece un comentario adicional en relación con la identidad sistémica. Una dinámica sistémica –como ya se dijo– es una dinámica relacional que mantiene cierta identidad en un sistema. Pero ninguna persona es unidimensional debido a que hay muchas dimensiones de interacción para cualquier sistema vivo.
      Desde un punto de vista psicoterapéutico, la dificultad frente a un cliente que pide ayuda está en encontrar una dimensión de interacción que no pertenezca al dominio de conservación de la identidad no deseada, a través del cual el terapeuta pueda gatillar cambios estructurales internos en el cliente que resulten en una interferencia con la dinámica de conservación de esa identidad no deseada.

                                                                                     

                                                                                                         
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