En ocasiones los Partidos centralistas
intentan desprestigiar la imagén de Blas Infante llamandole
Burgues e incluso poniendo en tela de juicio su actitud ante los
temas de la epoca que le tocó vivir, uno de estos temas es la
horrible matanza de Casas Viejas donde fuerón fusilados por la
Guardia Civil un gran numero de anarcosindicalistas Andaluces.
Unos amigos de la CNT nos han pasado este documento que habla
sobre Blas Infante y su reacción ante estos hechos.
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Charla Andalucista
El rosal de «Seisdedos»
Blas Infante acudió a Casas Viejas tras la masacre del
capitán Rojas. Todavía con el olor de la muerte. Infante
recogió cuidadosamente la planta del rosal de Seisdedos, que se
llevó a su jardín. El anarquista Pedro Vallina (nació en
Guadalcanal, Sevilla, en 1879, y murió en el exilio mexicano, en
1970, médico, santón del anarcosindicalismo andaluz por el que
el propio Infante sentía veneración), recogió este episodio
que une simbólicamente la vida del carbonero de Casas Viejas con
la del notario de Casares en un artículo, «El Rosal de
Seisdedos», dedicado a la memoria de Blas Infante:
En aquel corralón de Seisdedos, en Casas Viejas, en donde
fueron sacrificados muchos jornaleros andaluces en aras de una
República macabra, fue arrancado de cuajo en la refriega un
rosal anónimo, que rodaba por los suelos cubierto de lodo y
sangre.
Mi gran amigo Blas Infante fue en peregrinación a Casas
Viejas, contempló la caseta en ruinas de Seisdedos, con sus ojos
cegados por las lágrimas y recogió condolido aquel rosal
profanado por las bestias sanguinarias del Poder.
Lo llevó piadosamente a Sevilla y lo plantó en el más
fértil suelo de su jardín, y lo regó con la más cristalina de
sus aguas. El rosal se vistió pomposamente de verde y se cubrió
de capullos prometedores de las más bellas rosas.
Y fueron objeto constante de especulación por porte de los
visitantes del jardín las flores rojas que un día brotarían de
aquel rosal cogido en la casita del crimen, rojos como el color
de la sangre derramado por los campesinos mártires; Rojos como
el color de la bandera de la rebelión de los esclavos.
Pero una esplendoroso mañana de primavera, en que la
naturaleza renacía en un ambiente de luz y pájaros, al toque
del alba dado por las campanas de la torre morisca, cambió el
rosal sus capullos por unos hermosas flores, no rojas, como se
esperaba, sino blancas como el color de la nieve y el armiño.
¡Cómo se regocijaba Blas Infante de la ocurrencia del rosal,
burlando nuestras esperanzas y ajeno a los furiosos batallar de
los hombres! Para nosotros, el rosal, agradecido, reflejaba en
aquellas rosas blancas y puras lo conciencia inmaculada de Blas
Infante, que lo había devuelto a la vida.
Otros bárbaros como los asesinos de Casas Viejas, esta vez no
disfrazados con el gorro frigio, sino llevando por enseño la
cruz gamada, aparecieron en Sevilla de improviso y dieron muerte
al más ilustre de sus hijos: a Blas Infante.
El duelo tendió su manto sobre la viuda y huérfano del
caído, y el jardín, no regado más que con lágrimas de dolor,
se convirtió en campo yermo. El rosal perdió su lozanía, dejó
caer como lágrimas, las hojas mustias de sus rosas; se despojó
de su ropaje verde y se vistió con otro gris, de luto; y por
último, la savia dejó de correr por sus venas. Y en una oscura
noche sin luna y sin estrellas, exhaló su último suspiro el
rosal de Seisdedos. Unico superviviente de la más inicua de las
tragedias, digna de la pluma del gran Esquilo.
Ya en el jardín no hay mayores, ni niños juguetones, ni
pájaros cantores, ni flores blancas ni rojas, ni aguas
cristalinas, ni por allí cruzan como otras veces, visitantes
soñadores. El desastre cobijo aquella tierra del crimen, en la
que no crecen, como en el corralón de Seisdedos, más que cardos
y espinas.
Como no hay noche sin aurora, esperemos un alba rojo, tan
encendido que todo lo revestirá de color de fuego, como el que
arde imperecedero en nuestros corazones de revolucionarios
andaluces.
Luisa Infante que nos ha enviado este pasaje de Mis memorias,
de Pedro Vallina Martínez (publicadas en Caracas, en Tierra y
Libertad, 1971), nos escribe: «Recuerdo a mi Padre sembrando
personalmente el rosal y que era de estos que en Andalucía
llamamos mosquetas, que son unas rosas blancas con pocas hojas.
Después del asesinato de mi Padre, todas las tardes mi madre
cogía las mosquetas y las ponía delante de una fotografía de
mi Padre»
Aquel Rosal de Seisdedos, que plantó Blas Infante, floreció
y murió en este jardín de la casa andalucista, entre Puebla y
Coría del Río. Alegría, la hija más pequeña de Blas Infante,
recuerda cuando su madre y ella cortaban las flores del rosal de
Seisdedos. Luisa, que es la mayor, ermitaña y guardiana del
andalucismo, saca del arcón la bandera verde y blanca de su
padre. María de los Angeles me detiene junto a una puerta y
dice: «Aquí fue donde mi padre dijo: "Es la primera vez en
mi vida que soy corregido y detenido".» Luis Blas, el
único hijo varón, no está ni en Coria, como Luisa, ni en
Sevilla, como María, ni en Lora, como Alegría. Porque Blas es
emigrante en Holanda, donde otro puñado de andaluces de la
emigración, con los de Frankfurt, Badalona, Baracaldo o Zurich,
celebrarán este Día de Andalucía. Y esta casa de Coria,
santuario del andalucismo, Blas Infante la construyó por la
enfermedad de Luis Blas, que necesitaba del aire limpio. La
guerra no acabó en Andalucía en 1939. A la muerte de los
padres, siguieron las muertes de los hijos en esta otra guerra de
la emigración que es interminable, y hasta hizo desaparecer el
rosal de Seisdedos que Blas Infante plantó en su jardín.
Blas Infante había estado ante la tumba de Fermín Salvochea,
el andalucista revolucionario. Sentía verdadera pasión por los
santones del anarcosindicalismo andaluz: Salvochea, Pedro Vallina
(al que le dedica un canto en el Complot de Tablada), Seisdedos.
Adoraba la mística de aquellos revolucionarios, como la del
pacifista Francisco de Asís, El gesto de acudir a Casas Viejas y
traerse para su jardín de Coria un plantón de rosal de
Seisdedos, revela la devoción mística de Infante por los
defensores de la causa andaluza.
«Al día siguiente de ocurrir la masacre de Casas Viejas
-cuenta Luisa- mi padre fue allí. Aquí vino alguien,
representante del Gobierno, o de algún organismo, según nos
decía mi madre, y creo que le dijo a mi padre: Usted, que es un
hombre imparcial, venga a ver lo que ha pasado en Casas
Viejas." Y fue mi padre a Casas Viejas. Y de allí se trajo
una pata, quemada, de la cama de Seisdedos, y un plantón, que lo
cogió de la misma choza, del corral, donde estaban los
cadáveres calcinados. Me acuerdo yo hasta del coche que
llevaban, que metieron sillitas bajas porque no cabían todos. Mi
padre plantó aquel rosal, que nosotros llamaríamos después
mosqueta, en el jardín. Y después puso otro en la huerta. El
mismo cogió un amocafre y lo plantó. Y floreció. Y dio rosas
blancas. Recuerdo que m¡ padre había escrito un artículo, que
no sé dónde se publicaría, ni lo hemos conseguido, que se
llamaba: "El rosal de Seisdedos." Y decía: El rosal de
Seisdedos no ha dado rosas rojas, ha dado rosas blancas."
Los rosales tardaron mucho tiempo en perderse. Yo creo que se
helarían. La pata de la cama, carbonizada, estuvo siempre en la
biblioteca mientras vivió mi madre. Después ya no sé qué
pasaría .... »
«El rosal -dice Alegría- estaba frente por frente a la
puerta de entrada, Al lado había un jazmín. Mi madre cogía una
sillita baja, porque ya se cansaba mucho, para cortar flores de
la mosqueta y del jazmín. Los ponía en una canastita de mimbre
y después entrábamos las dos a colocar las flores, con las
rosas de Seisdedos, en las fotografías de mi padre, que había
puestas por toda la casa. Tampoco recuerdo cómo se perdió el
rosal.»
«Mi padre vino horrorizado de Casas Viejas», comenta Luisa.
Y María dice: «Yo recuerdo que mi madre nos hablaba del rosal
de Seisdedos y de que mi padre había escrito no sé si en verso
o en prosa, que aquel rosal en lugar de dar flores rojas de
sangre, había dado flores blancas de paz.» «Y mi padre
-insiste Luisa- no sabía cuando trajo el plantón sí el rosal
de Seisdedos daba rosas blancas o rojas, o de otro color, porque
cuando llegó a Casas Viejas se lo encontró todo quemado y fue
un milagro que se salvara el plantón.»
- Mi padre no conocía a Seisdedos, creo yo. Pero mi padre
quería muchísimo a los campesinos andaluces. Eran su pasión. Y
entonces, casi todos eran anarcosindicalistas. El hambre que esos
hombres pasaban... -dice la mayor de los Infante, que es una
mujer con un caudal humano impresionante.
- ¿Por qué esa devoción de su padre por los
anarcosindicalistas?
- Mí padre estaba con los que defendían a los campesinos,
porque veía que la verdad está en los trabajadores. Andalucía
son los pueblos. Andalucía es el campo. Mi padre, a nuestra
edad, no nos hablaba de política. Yo creo que mi padre era un
hombre profundamente bueno, liberal, que estaba contra la
mentira, viniera de donde viniera. El no podía tener partido,
Donde hubiera un hombre que valiera, no tenía por qué mirarlo a
través del partido al que perteneciera. Por encima de los
partidos estaba su tierra.
- Por su obra, era un hombre profundamente avanzado...
- Avanzadísímo. La misma letra del himno lo canta:
Andaluces, levantaos, pedid tierra y libertad. Él veía
que su pueblo estaba conducido por los fascistas
aquellos, y que todavía lo conducen, que compraban los
votos por un plato de potaje. Por eso yo digo que el
Ideal Andaluz fue el libro de la ilusión, y el Complot
de Tablada, el libro del desengaño. Pero él confiaba...
Su delirio eran los campesinos y los pueblos. Mi padre
adoraba a su pueblo, Casares. Yo recuerdo cuando nos
llevaba. ¡Qué bonito es Casares! Y se rebelaba por la
situación de los campesinos. Aquí cada hombre venía a
vender espárragos o cisco, había que atenderlo. Cuando
mi padre empezó a hacer esta casa, 61 no la proyectaría
tan grande. Pero como había tanto paro en Coria, las
obras no se acababan. Yo recuerdo ver aquí a mucha
gente. Dormían los carpinteros, los escayolistas...
todos, menos los albañiles, que eran de Coria.
-
Una cita de Blas Infante (Ideal Andaluz, 1914) apoya la
opinión de Luisa acerca de cómo sentía su padre el problema de
los jornaleros:
«En Andalucía, prescindiendo de las ciento treinta mil
hectáreas, próximamente, que ocupan las denominadas marismas en
las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, son innumerables las
dehesas, los cotos de caza, los terrenos inscritos en los
amillaramientos como de puro pasto; terrenos a los cuales, si los
jornaleros tuvieron acceso libre, no se verían precisados a
emigrar, He presenciado muchos casos elocuentes que demuestran
cómo tal vez, con sólo tierra, sin necesidad de que los poderes
se preocupasen de facilitar capital al jornalero, éste
lentamente llegaría a redimirse. Les he visto demandar tierras
en montes. Dehesas y prados naturales, para sembrar semillas,
procuradas a costa de inmensos sacrificios y negárselas
despiadadamente, impidiéndoles de este modo trabajar durante las
huelgas festivas o los paros forzosos, y privándolos así de la
ayuda que buscaban para su jornal!
Enero de 1933: Seisdedos, Casas Viejas. Agosto de 1936: Blas
Infante, García Lorca... Kilómetro 4, carretera
Sevilla-Carmona, Víznar-Alfacar... Largos años de posguerra,
dictadura, represión... 21 de julio de 1970: Granada, tres
albañiles (Antonio Huertas Remigio, Cristóbal Ibáñez Encinas
y Manuel Sánchez Mesa) muertos... 1 de agosto de 1974: muere de
otra bala perdida en manifestación, Miguel Roldán Zafra...
Agosto de 1976: «Pan, T ... ». Almería, la pintada reprimida
por otra bala. La muerte de Francisco Javier Verdejo... 4 de
Diciembre de 1977, Día de Andalucía en Málaga: el turno de
José Manuel García Caparrós... 4 de Enero de 1978. Muere
Francisco Rodríguez Ledesma. Otra bala perdida le llegó al
obrero sevillano, resultando gravemente herido el 9 de Julio de
1977 en una manifestación de trabajadores en El Cerro del
Aguila, de Sevilla... lo de Mayo de 1981, Barranco de Gérgal,
Almería: Luis García Montero, Luis Cobo Mier y Juan Mañas
Morales, Los tres murieron carbonizados confundidos por
etarras... 2 de Marzo de 1982, Trebujena: muere Ignacio Montiya,
18 años, y su primo, Antonio López, de 16, cae gravemente
herido. Jornaleros furtivos. Venían de ordeñar una cabra cuando
disparó un guardia civil... Cuánta sangre en este camino...
Hasta que el rosal de Seisdedos vuelva a florecer con rosas
blancas.
"Despues de Casas Viejas" de Antonio
Ramón Espejo- Editorial Arcos Vergara- 1984
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