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De lo dicho se infiere que el exceso de amor y misericordia en el sagrado Corazón de Jesús para con nosotros, no estuvo solamente en tanto sufrir en su pasión, ni en la muerte mas espantosa, ni en el desamparo mas horrible de la Cruz,ni siquiera en perpetuar su sacrificio en la Iglesia, aún a vista de tantos olvidos, soledades, ingratitudes, desprecios, profanaciones y sacrilegios,sino que hechando el colmo al exceso de misericordia y amor, la misma victima se hace alimento y comida de las almas que quieran recibirle en la Eucaristía, en donde es pan de vida y resurrección eterna; y para más estimular a recibirle dice: ¨ Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, no tendréis vida en vosotros... El que come mi carne...tiene vida eterna¨ ¡Qué exceso de amor¡ ¡Obligar al hombre que pretende alcanzar la vida eterna, a la imponderable gracia de recibirle sacramentado¡¡Ah, Señor¡¿Qué dirán después los que no os reciban, cuando se encuentren con la doble muerte, la temporal y la eterna?¿Qué dirán después de haber repetido nuestro Vicario en la tierra, el Papa Pio X, el eco de vuestras palabras, recomendando en su decreto  de 20 de diciembre de 1905, que procuren todos los fieles que no estén en pecado mortal comulgar todos los dias? Devoto del divino Corazón, aprovéchate de tanto exceso de amor, para corresponderle fielmente, hasta que te lleve a la vida eterna.

Punto 3.En el exceso de misericordia de mi Corazòn...Mucho es considerar, devoto del sagrado Corazón, que no solo aparece el exceso de misericordia en su abundancia y profusión, palabras del mismo Salvador, sino que se ve también en todos los medios de que se dignó servirse para manifestarnos su misericordia y amor, y redimirnos y salvarnos. Pudo tomar para ello la naturaleza del ángel impasible e inmortal, y para más manifestarnos su amor, tomó la del hombre, humillándose hasta el anonadamiento. Todavía podía haber tomado la humana naturaleza impasible e inmortal, pero quiso padecer y morir, para manifestarnos, que aún teniendo que hacer muchos milagros, como el de suspender en su alma los efectos connaturales de la visión beatífica y otros muchos, prefirió padecer y morir, para enseñarnos, para dejarnos ejemplo del más sólido y meritorio amor, y dejarle perpetuado en el sacrificio de nuestros altares, no de una manera solamente conmemorativa de su pasión y muerte en la Cruz, como pudo hcerlo, sino reproduciendo el mismo sacrificio real y verdaderamente, siempre que un ministro suyo celebra el santo sacrificio de la misa, y todo para más amarnos y más enseñarnos la ciencia del mayor amor. ¡Qué exceso de misericordia y amor¡...

El verdadero misericordioso, no para en compadecerse y socorrer al necesitado, sino que le alivia y socorre cuanto puede, que en ésto consiste la virtud de la misericordia. Y en llevar alivio y remedio. ¡Qué exceso de misericordia manifiesta el divino Corazón¡ Es creencia general que está dispuesto en su amor e infinita misericordia a volver a padecer y morir por cada uno de los redimidos, si fuera necesario para su salvación. ¿Se parece a ésta tu misericordia, devoto del divino Corazón?¿Estás siempre dispuesto a padecer y sufrir, cuando necesita el pròjimo tu sacrificio para alcanzar su eterna salvaciòn? Dichoso serías, si pusiera fin a tus dias este sacrificio, que te equipararía a los mártires, te haría bienaventurado y te abriría de par en par las puertas de la gloria.
De esta misericordia, en grado perfectísimo e infinito, hizo uso Cristo Jesús al manifestar al mundo su divino Corazón, puesto que con esta manifestación ofreció a sus redimidos un nuevo linaje de redención, para sustraer a los hombres del imperio de Satán, dice el mismo segrado Corazón por medio de la Beata (hoy Santa) Margarita, y colocarlos bajo el imperio de su dulcísimo amor. Y ofrece establecer esta redenciòn amorosa, esfuerzo supremo de su amor, en todos los corazones que le sean devotos. Lo que el mismo Salvador llama esfuerzo supremo de su amor, bien podemos llamarlo nosotros exceso de la misericordia y amor de su Corazón. Devoto suyo, acógete a esta última manifestaciòn de su amor y misericordia, y podrás exclamar con la bienaventurada Margarita:¨ ¡Ah, es todo amor y misericordia¡¨ . 
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