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¡Qué seguridad tan estable y asequible da esta omnipotencia a la promesa, por parte de Jesús que la hace, agotando en ella todos los recursos de su bondad y misericordia¡ ¡Oh, sí¡ agotó en ella su bondad amorosísima. El Verbo divino se hizo hombre, se anonadó por amor al hombre pero no agotó en ello su amor. Vivió entre los hombres, dándoles infinitas pruebas de amor, pero no le agotó. Fundó su Iglesia santa, estableció los sacramentos, entre ellos el llamado de amor, el sacramento de la comuniòn y tampoco agotó su amor. Padeció, fue crucificado, muerto y sepultado, resucitó y subió a los cielos, todo por amor al hombre y aún no agotó el amor. Solo le agotó, a nuestro modo de entender y decir, cuando haciendo el esfuerzo supremo y último de su amor en estos últimos tiempos, manifestó al mundo su divino  Corazón con todos los tesoros que encierra.

Y ofrece repartir de estos tesoros, con abundancia y profusión, según Él mismo dice, en todos aqullos que le amen, honren y glorifiquen, para apartarlos de la perdición con estos tesoros divinos, que manan de su Corazón como de su fuente. Y, devoto suyo, entre estos tesoros se distingue el de su duodécima promesa, en la cual ofrece la perseverancia final y el reino de los cielos, y te ofrece tanto, mandándote comulgar nueve veces, para aumento de tus riquezas y de tu gloria. Aprecia en el alma, y busca con todo el interés que puedas este rico y eterno tesoro, en el cual, como que agotó Jesús los recursos de su amor, dando su Corazón. ¿No le entregarás el tuyo para siempre?.

Punto 3.Que su amor omnipotente...Aunque el amor del sagrado Corazón de Jesús es omnipotente, y aunque quiera seria y antecedentemente la salvación de todos los hombres, sin embargo, no le ha querido imponer la omnipotencia de su amor, respetando en él la libertad que dió, como fundamento del merito; porque si obrara el hombre obligado como las máquinas, no sería capaz de merecer. ¡Con qué delicadeza de amor trata a sus redimidos el divino Corazón¡...¡Con qué respeto y deferencia reconoce los dones y prerogativas con que le crió¡ Todo bien desciende de Él, y de tal manera le deja  a la aceptación del hombre, que parece depende todo de la voluntad del favorecido, como si fuera el hacedor del bien. Así que, cuando coopera al amor del Corazón de Jesús y no le pone obstáculo alguno, como obra con la omnipotencia que le dá este amor, logra convertir su debilidad y pobreza en poderío y riqueza; su tibieza en fervor y devoción, y hasta su misma muerte en resurrección y vida. Qué transformación tan maravillosa obra en él la omnipotencia del amor del Corazón de Jesús. ¡Ah¡ Llega hasta hacerle agradable los trabajos, las luchas, las humillaciones y hasta el martirio mismo.

¿Quién no amará, quién no se entregará confiado a la omnipotencia de este amor? ¿Quién rehusará las delicias de estas inefables bondades? ¡Ah¡, solamente podrá hacerlo el que desconozca los portentos  de dicha que brotan a torrentes de aquel divino Corazón, hasta los nuestros. Mas tú, ¡oh, devoto suyo¡, que no solo los conoces, sino que sabes también por experiencia, que es todo amor y misericordia; tú, que con miras tan altas y nobles de su gloria y tuya, te has consagrado tantas veces  a su amor; tú, que por la garantía de la omnipotencia de su amor que ofrece en favor de la promesa, infieres la grandeza y excelencia de la misma, por hacer tan fácilmente acequible la gracia de todas las gracias, la perseverancia final; tú, que sin duda, al empezar estos viernes, le consagraste con tan rectas y puras intenciones tu alma y corazón, y le ofreciste poner de tu parte cuanto pudieras para glorificarle con esta devoción mandada por Él mismo, y tan profusamente remunerada, renueva tu oblación y tu fervor, para hacerte digno de la gracia y de la gloria.



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