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Pag. 16 | |||||||||||||
también al cielo y a sus delicias, a toda esperanza de bien, a la bienaventuranza de la gloria, y se la dá en la más triste exasperación al mismo Dios, a quien no verá jamás, ni disfrutará nunca jamás del gozo de su gloria; antes caerán sobre él todos los males en aquel lugar de tormentos, en aquella cárcel y horrible calabozo eterno, en donde todo es desorden y confusión, y donde habita de continuo el crujir de dientes y el horror sempiterno. ¡Qué desdicha tan incomprensible es morir en pecado¡... Preciso es que la gracia libertadora de tanto mal, sea muy grande, sólo por librar al hombre de tanta pena y tormentos. Pues, ¿qué será, si al propio tiempo le hace acreedor a la gracia santificante, que dá al hombre el honrísimo título de hijo de Dios y heredero de la gloria, y confirma este título y derecho de herencia hasta la muerte, en que le dará el mismo Dios la gloria suya, que le hará bienaventurado para siempre?. Pues, devoto del sagrado Corazón, tal es la gracia de la duodécima promesa, en la cual ofrece el Salvador que ningún devoto de su Corazón que haga con devoción los nueve primeros viernes de mes, morirá en pecado, sino en la gracia de la perseverancia final, título suficiente para merecer la eterna gloria de Dios. Dichosa la devoción al Corazón sagrado, fundamento de la promesa, y dichosa la devoción de los nueve primeros viernes de mes; y más dichoso el premio de la perseverancia final con la gracia de los santos Sacramentos.Cierto es que ni la devoción, ni la promesa hacen al hombre impecable; pero la devoción misma, que llora y repara pecados ajenos, con mayor razón lloraría y repararía los propios, si los hiciera; y resucitado a la gracia, aún en este caso, como con ella resucitaría el mérito de la promesa, a él se debería el no morir en pecado, como promete el sagrado Corazón, y también el de morir en la gracia de la perseverancia final, llave que le abriría de par en par las puertas de la gloria. |
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Esperanto | Pag. 15 | Karatula | |||||||||||