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Parábola del Perro

 

-46- DE QUE PUEDE EXTRAVIARNOS LA LUJURIA

           

Parecía que el cura Cayetano

hubiera terminado su sermón,

porque el buen cura se quedó callado...

caviloso... quizás en oración.

 

Mas después de callar por un momento

volvió a decir, con renovado aliento:

 

"¡No! ¡No puedo acabar este sermón

guardándome callada, aquí en el buche,

una - ¡cruda quizás! - comparación:

para la salvación de quien la escuche!

          

Bien puede ser que a alguno no le agrade.

Que le parezca que me extralimito.

Yo sé que piensa, más de algún cofrade,

que el sermón más sublime es el cortito.

          

Sé que otros me van a criticar.

 

No por lo largo, sino por el tema.

Piensan que el templo no es un buen lugar

para tratar en él ciertos problemas.

          

Pero ¡Yó soy el Cura! El responsable

de la buena salud de mis ovejas.

Y considero que es abominable

callar por miedo a las posibles quejas.

          

Jesús me juzgaría por mi incuria

- y, según pienso, con toda razón -

si no les advirtiese: "¡la lujuria

es enemiga de la religión!"

          

¿Qué es la lujuria? Es la pasión carnal

(¿quién no la sufre aunque le suene mal?)

Dice San Pablo: peca contra un templo

el lujurioso, pues profana el cuerpo.

          

Nuestro cuerpo queridos feligreses

es instrumento de la unión con Dios.

Con él servimos a sus intereses

desde él elevamos nuestras preces,

con él oímos su divina Voz

con él Lo vemos donde se aparece.

          

La lujuria destruye ese aparato,

y por eso este mal es tan dañino:

nos deja sordos, ciegos, sin olfato,

sin gusto ni placer por lo divino.

          

¡Por eso se lo llama mal impuro!

Porque aparta de Dios ¡les aseguro!

          

Hemos sido creados para amar

y fuimos hechos para dar amor

¡la lujuria corrompe el corazón

y ya no le permite ni pensar!

          

¡A cuántos la lujuria los aparta!

¡Ayer fieles a Dios: hoy, Dios los harta!

¡Y cuántos que de niños lo adoraron

al llegar la pasión: apostataron!

          

¿Quieren saber qué tienen, qué les pasa

a muchos que se fueron de esta casa?

¿por qué dejaron de venir a Misa?

 

¡Por la lujuria que los esclaviza!

 

 

          

-47-

          

¿No vieron qué le pasa a la perrada

cuando llega la época del celo?

Sin importarle nada raza o pelo,

desde la perra fiel y más mimada

hasta al perro más manso y más casero

los arrastra el instinto tras su imperio.

          

Sin reparar en casa, dueño... ¡o nada!

revientan la cadena si es preciso.

saltan el muro... pasan bajo el cerco...

- instinto irresistible, ciego, terco,-

y escapan sin dejar ni dar aviso.

          

A veces los arrastra la jauría

tan lejos de su hogar y de su dueño

que cuando se despiertan y lo notan,

vueltos en sí como de un largo sueño

no saben regresar al domicilio

y se quedan vagando en el exilio.

 

¡Y qué destino triste es el destino

del perro que se pierde en el camino!

 

Por un momento de pasión y antojo

por ese momentáneo desvarío

muchos se pierden.

Otros - como el mío -

regresan flacos, sucios, con abrojos,

rengos, llenos de barro, a veces cojos,

mordidos, revolcados y sin bríos...

          

                       -48-

 

¿Cómo podría callar un buen pastor

que ha visto ya extraviarse a muchos buenos

y alejarse del culto del Señor

por los mismos instintos, más o menos?

 

¡No! ¡no podría guardarme esta advertencia

cuando es tiempo de celo todo el año

para Adán y su pobre descendencia!

          

¿Podrá volver a Dios quien se aventura

por los desvíos de esta senda impura?

¿Podrá pensar, quien ceda a esta locura

que engrilla la razón y la avasalla?

¡A cuántos vi probarla y hoy se hallan

encadenados por su fuerza oscura!

          

¡Mis niños de primera comunión!

¡Qué futuro distinto les soñaba!

¡Cuánto dolor, cuánta desilusión

me ha dado ver, más de uno, en lo que acaba!

          

Y cuánta parejita que he casado

y que ante mí juraron serse fieles...

Con dolor los he visto separados

y al que fidelidad le habían jurado.

ponerle cuernos - como los infieles -

          

Miren que no exagero en lo que hablo.

Sólo repito lo que dice Pablo:

"Nadie se engañe: ¡Dios es tan glorioso

que no entrará en su Reino el lujurioso!"

          

A Dios, que es fiel, lo asquea el adulterio

y porque es rey de sinigual pureza

toda impureza lo disgusta en serio

por no decir: ¡lo llena de tristeza!

          

Domine el alma casta su lujuria

reprima en sí a esta pasión espuria,

no sea que apostate del amor

y no sepa volverse hacia el Señor.

 

Si varón y mujer fueron creados

para multiplicarse y ser fecundos

es porque Dios los quiso ver salvados

llenando el Cielo tras llenar el mundo.

 

                                    — 49 —                                                       

 

En este estilo hablaba Cayetano

para arrimar a Dios su lenta grey

de fieles remolones, de cristianos

ignorantes, a medias o sin ley.

 

¡Pobre Don Cayetano! Su rebaño

- ¡rebaño, en su sentido más cabal! -

no había ni despegado - ¡en tantos años! –

a pesar de su celo pastoral.

 

Mirando humanamente... logró poco:

no tenía un solo fiel comprometido

y la única laica – ya es sabido –

se casó por civil y con un loco.

 

                                    — 50 —                                                       

 

Pero era como perro en su misión

y en sus sermones – largos como tantos –

nos hablaba del perro y la oración

por si alguno, a lo menos, se hacía santo.

 

Si pudo conseguirlo, es otra historia.

Pero estoy persuadido – en cuanto a él –

que está con su Señor, al que fue fiel,

y trota bajo el carro de la Gloria

que viera en sus visiones Ezequiel.

 

                                    — 51 —                                                       

 

                        Era el cura Cayetano

- ministro de Dios, sincero –

como un fiel perro ovejero

velando a sus parroquianos.

Como a ovejas y corderos,

nos llevaba por lo llano.

Era un cuzco garronero,

secundando a un Dios paisano

que quiere arrear los cristianos

a pastar en sus potreros.

 

Y con aquellos sermones,

a las almas alejadas

como a hacienda rezagada

nos picaba los garrones,

trayéndonos mil razones

para que el alma extraviada

se volviera hacia el Señor.

Reanimaba con amor

a las más desalentadas

y afeaba a las desalmadas

la vida del pecador.

 

Yo daré gracias al Cielo

si a mi distinguida audiencia

se le concedió paciencia

para llegar hasta aquí

y si – como yo pedí –

me oyó con benevolencia.