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LA
PRIMERA ORACION ES DE PRESENCIA.
—13
—
Lo primero es que un perro, no menea
su cola ante un concepto ni una idea.
Venera
a un dueño real. Que, o bien lo mima
o,
si cuadra, se enoja y lo patea.
Jamás
confunde lo que se imagina
con
lo que está presente y se olfatea.
—
14 —
¿Y saben lo que me hace pensar eso?
Que hay gente que no reza, o reza
mal,
porque toma por dios al propio
seso.
Y extraviada en sus modos de
pensar
le pierde el rastro a la
Presencia real
de Dios, que está en Jesús en
carne y hueso.
Que nadie reza bien, mientras no crea;
y rece y sirva al dios que él se
imagina.
Porque Dios:
es mayor que sus ideas
e independiente de lo que él
opina.
A Dios nadie le pone la correa
ni puede atarlo a su opinión
mezquina
como quien saca al perro y lo
pasea
-¡de ida y vuelta no más!-
hasta sú esquina.
—15
—
¿Me pueden explicar qué dios es ése
que el hombre puede atar a la
cadena
para que vele por sus intereses?
¿Qué dios, que si él lo llama y no obedece,
me lo reta y castiga; y lo
condena
o lo perdona, cuando le parece?
¡Imaginen
un cuzco que quisiera
hacer entrar al dueño en su
casilla!
Así – ni más ni menos- lo
encasilla
a Dios, el que lo mete en su
mollera.
Por más que rece todo lo que quiera,
no
será grato a Dios, si así lo humilla.
— 16 —
Por eso, tomo al perro como un test,
de si lo tomo a Dios por lo que
Él es.
O de si rezo, puesto de rodillas
ante una idea de dios, de
pacotilla,
mero producto de mi insensatez.
Pues si me inflara un dios como inflo un globo
y ante mi idea de dios, orara a
solas
me marearía, como el perro bobo
que gira persiguiéndose la cola.
—
17 —
El punto es capital. Por eso insisto.
El Dios vivo, el Dios real – no
imaginado-
el Dios tal como Él es y se ha
mostrado
y está presente hoy, es
Jesucristo
en su existencia de resucitado.
— 18 -—
Si Jesucristo es Dios, Dios en persona
y quiero ser su fiel – fiel
como un perro –
el perro nuevamente me alecciona
y me permite examinar si yerro.
Óiganmé y no tendrán ninguna duda.
Y escúchemé también aquel que
piensa
que se puede pasar sin esa ayuda
porque imitar a un perro lo avergüenza.
— 19 —
El perro de Jesús – si es que lo tuvo –
viéndolo muerto en cruz: ¿qué
es lo que haría?
¿Verdad que allí, a sus pies, se tiraría
a morirse de pena? ¡No lo dudo!
¿Y yo?...Cuando contemplo el crucifijo...
¿siento en mí más dolor? ¿siento más pena?
¿es tanta la aflicción con que
me aflijo?
¿O estoy ante la Cruz como una hiena:
sin piedad, sin dolor, sin
compromiso...?
Si su muerte - ¡por mí! –me deja frío,
¡el proceder del perro me
condena!
— 20 -—
¿Alguien podrá alegar que ama a Jesús
si lo mata él también -¡a
indiferencia!-
y encima, contra el poste de la
Cruz
-sin distinguir, sin ver la
diferencia-
alza su pata con buena
conciencia?
¿De un hombre así? ¡los perros se avergüenzan!
— 21 —
El perro de Jesús – si
es que tenía –
me gana en esa penca de aflicción.
Pero también con la
Resurrección
me saca varios cuerpos de alegría.
Yo lo contemplo en mi
imaginación
y me hallo más chiquito todavía.
Yo lo tengo a Jesús ,
resucitado,
vivo y presente en esta Eucaristía.
En su presencia....¿estoy alborozado
como su perro se alborozaría
cuando, al amanecer del tercer día,
lo sorprendió el silbido de su amo?
— 22 —
La fe huele y escucha al
Dueño amado,
al glorioso Jesús resucitado.
y si el alma penaba, triste y sola,
le sale como perro alborotado,
brincándole y meneándole la cola.
O sale, si en su ausencia
le ha faltado,
si ha desobedecido o sido ingrata,
de oreja gacha y con el lomo arqueado,
con el rabo metido entre las patas.
— 23 —
Pero el alma, culpable o
inocente,
no menea la cola ante una idea.
Si es, de veras, un alma
creyente,
sólo se alegra con Jesús presente
Y anhela estar con Él. Sea como sea:
tanto si la acaricia tiernamente
y la saca a pasear de la correa,
como si la corrige y la reprende;
o, si cuadra, se enoja y la menea.
Aún airado es mejor que muerto, ausente,
y – no digamos nada –
indiferente.