El
sufrimiento forma parte de la vida
Querida sangha:
En esta ocasión me
gustaría hablaros de un tema que a menudo es muy mal
comprendido y que forma uno de los pilares de la práctica
budista y de la vida misma: ¡el sufrimiento! Con esta charla
pretendo aclarar fundamentalmente dos puntos: la existencia de
un sufrimiento inevitable y de otro que es fruto de la ilusión,
y el modo más «hábil» de actuar.
Hay muchas personas que
creen que los budas, los bodhisattvas o los grandes maestros no
sienten ni padecen, pero no es así: los budas, los bodhisattvas
y los grandes maestros también sienten, se ríen y lloran, no
son de piedra.
Cuando hace más de dos
mil quinientos años Siddhartha, conmovido por el sufrimiento
que observaba a su alrededor, intentó encontrar una solución
para ello, descubrió que gran parte del sufrimiento que
experimentaban los seres era fruto de la ilusión. Al observar
con profundidad la ilusión, la creencia en un yo independiente
del resto del universo, la comprendió y transcendió, y de ese
modo se deshizo de gran parte del sufrimiento, no solo del que
él mismo sentía, sino también de aquel que su ilusión
provocaba a los demás. Desde entonces el Buda se dedicó a
compartir este descubrimiento con todas las personas que
quisieron escucharle.
El Buda descubrió que
existía un sufrimiento que era fruto de la ilusión y que podía
sanarse, y nos enseñó la forma de transformarlo. El Buda no
había dejado de sentir, seguía siendo un ser humano como todos
nosotros, pero se había desprendido de la pesada carga de la
ilusión y del sufrimiento que esta lleva asociado; igualmente
había ganado una gran comprensión.
En la vida, tal como nos
enseñó el Buda y tal como todos podemos ver, el sufrimiento es
una constante. Creer que podemos llevar una vida sin sufrimiento
o que no provoque sufrimiento a los demás es parte de la ilusión;
ya en el Dhammapada se dice: «Cosa vieja es esto: critican al
que está sentado en silencio, critican al que habla mucho,
critican al que habla poco. Nadie en el mundo se libra de la crítica.»
Pero, si hagamos lo que
hagamos vamos a provocar sufrimiento, ¿qué deberíamos hacer?,
¿cómo deberíamos actuar? A esto respondió el Buda con la
enseñanza de los entrenamientos éticos.
Es cierto que hagamos lo
que hagamos provocaremos sufrimiento, sin embargo, como antes
expliqué, existen dos tipos de sufrimiento: uno inevitable y
otro que es fruto de la ilusión; es interesante señalar en
este momento que el sufrimiento inevitable muchas veces puede
ser una estupenda medicina. El Buda nos explicó que practicando
los entrenamientos éticos reduciremos el sufrimiento que nace
de la ilusión y ayudaremos a que, finalmente, esta desaparezca.
Los entrenamientos éticos son el modo más hábil de vivir,
nuestra mayor contribución a nosotros mismos y a los demás.
En ciertas ocasiones, aun
conociendo los entrenamientos éticos y habiendo tomando la
firme determinación de practicarlos, actuamos en contra de su
consejo y tratamos de justificarnos con algún razonamiento del
tipo: «Lo hice (o no lo hice) porque esto puede evitar
sufrimiento». ¡Cuidado! Lo más probable es que en este punto
la ilusión se haya disfrazado de comportamiento «torpe» y
razonamiento «loable». Debemos observar con atención para ser
capaces de descubrir la ilusión, comprenderla y transformarla;
esta es nuestra tarea principal en la senda del Buda.
A veces, actuando en
contra del consejo de los entrenamientos éticos, tratamos de
evitar el sufrimiento que está asociado con la ilusión. Esta
no es una forma hábil de actuar, porque lo que realmente
estamos haciendo es perpetuar la ilusión. Trataré de ilustrar
este punto con un ejemplo.
Hace años, cuando
trabajaba como profesor de programación, llegó a clase un
nuevo alumno que se presentó como un «genio de la informática».
Lo primero que hice fue darle la bienvenida, pedirle que
realizara un ejercicio y hablar un rato con él. Después de
esto pude comprobar que el «genio de la informática» tenía
un nivel muy bajo y que no estaba preparado para afrontar la
asignatura que por entonces yo enseñaba. Amablemente le dije
que sus conocimientos no eran suficientes para seguir la
asignatura y que antes debía mejorar algunos aspectos. El
alumno se mostró indignado: «No me comprende, yo sé mucho»,
y se marchó con un gran enfado; nunca más supe de él. Mi
labor consistió en mostrarle su ilusión, y esto le provocó
sufrimiento, pero este es un sufrimiento al que podemos llamar sanador,
pues le abrió la posibilidad de ver las cosas como realmente
son, y solo de este modo es posible llevar un vida plena.
Así que cuando pensemos
en actuar en contra del consejo de los entrenamientos éticos,
debemos preguntarnos primero: ¿no lo estamos haciendo en
realidad por egoísmo, no estaremos actuando a partir de la
ilusión y ayudando a que esta se perpetúe, no estaremos
tratando de evitar el sufrimiento que puede sanar? Estas son
buenas preguntas que deberíamos hacernos.
A veces es fácil
identificar el sufrimiento sanador. Por ejemplo, puede que el médico
nos recete un medicamento que debemos tomar durante un mes. El
medicamento nos sabe muy mal y pasamos un mal rato cuando lo
tomamos, pero, de todos modos, comprendemos que se trata de un
sufrimiento sanador y tomamos el medicamento.
Desafortunadamente, lo
habitual es lo contario, lo habitual es que no sepamos reconocer
el sufrimiento sanador y nos enredemos aún más en la ilusión;
el caso de las mentiras «piadosas» es un ejemplo estupendo.
Antes de terminar me
gustaría recordaros otro aspecto de la enseñanza. El Buda nos
enseñó que el sufrimiento forma parte de la vida, pero también
nos enseñó que en la vida había felicidad: la salida y la
puesta del sol, la flor en el campo, un libro maravilloso, la
sonrisa de un niño, el aire fresco, las hojas revoloteando por
el jardín, tantas y tantas cosas.
Cuando vivimos en el
momento presente, somos capaces de abrazar nuestro sufrimiento y
nuestra felicidad, sin aferrarnos, sin rechazar, y podemos vivir
de forma plena. «Inspirando, sé que estoy inspirando;
espirando, sé que estoy espirando.»
Por favor, no olvidéis
que los budas no son de piedra. Tal vez las siguientes palabras
de Alan Watts os ayuden a recordarlo: «Tenemos una curiosa idea
de que las personas auténticamente espirituales están hechas
de hierro forjado, que no tienen sensibilidad, de manera que,
aunque las estamparas contra la pared, no les ocurriría nada.
Pero, como advirtió el sexto patriarca del chan en China, deberás
aprender a distinguir entre un buda viviente y uno de piedra,
porque, si un buda fuera simplemente alguien que no se viera
afectado por nada, los pedazos de madera y los trozos de piedra
serían budas. Y a lo mejor lo son a su modo, pero no era aquí
donde queríamos llegar. Lo que quería decir era que, si crees
que el mayor ideal a que se puede aspirar en la vida es ser
invulnerable, entonces estás en camino de volverte más geológico
que espiritual.»
Un loto para todos,
futuros budas despiertos,
KY
06/11/2001
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