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Aurora
Estrada y Ayala (Pueblo Viejo, Los Ríos, 17 noviembre 1902
– Guayaquil, 12 marzo 1967) es, sin duda, uno de los nombres
mayores de la poesía ecuatoriana.
Luchadora incansable, promotora y directora de revistas y suplementos
literarios, que se honraron con colaboraciones de distinguidos
escritores de la época –Gabriela Mistral, Jorge Carrera
Andrade, Gonzálo Escudero, Carlos Sabat, Juana de Ibarbourou,
Alfonsina Storni, entre otros-, fue, además, gran viajera,
socialista, maestra, feminista y pacifista.
Mas, grande y polémica, Aurora (que dice de sí:
“Soy fina y pequeñita”. “Tengo el alma
insumisa/ y mis ojos sin lágrimas”) sufrió
la intriga y la maledicencia. En 1963, según nos lo relata
su hija Isabel, “en un momento de incomprensión y
de violencia, se le despojó de su cátedra y se le
apartó del campo de su especialización, después
de largos años de dinámica labor en los claustros
universitarios”. Era, a la sazón, docente en la Universidad
de Guayaquil.
Llegó a publicar sólo dos libros: Como el incienso
(1925) y Tiniebla (1943). El resto de su obra permanece inédita.
Escuchando
la noche
Era...
¿Cuándo fue?
Navega por mi sangre esa lejana hora.
Como nadie, he podido
rasgar antiguos velos
y tornar mi sollozo
en una arcana música.
Es
una historia bella
con lejanía de siglos
Es un espejo roto
del que tengo fragmentos.
La
noche trae a veces
un olor a jazmines.
Y en él una palabra
que se prende a mis sienes.
/.../
Habrán
de convertirse
en ceniza los días...
¡Mas, deslumbrada y pura,
cáliz nuevo y erguido,
entonces habrá un alba
y una tierra divina
para el bello retorno!
SARA VANEGAS COVEÑA es
ecuatoriana y dirige una revista homónima dedicada a poesía
latinoamericana. http://www.uazuay.edu.ec
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