Del Catecismo de la Iglesia Católica
La
predestinación de María
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"Dios envió a su Hijo" (Ga 4, 4), pero para "formarle un
cuerpo" quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde
toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo, a una hija de
Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a "una virgen desposada
con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen
era María" (Lc 1, 26-27):
El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba
predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como
una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a
la vida.
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A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada
por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a
pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será
vencedora del Maligno y la de ser la Madre de todos los vivientes. En virtud
de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada. Contra
toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil
para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel, Débora,
Rut, Judit y Ester, y muchas otras mujeres. María "sobresale entre los
humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la
salvación y la acogen. Finalmente, con ella, excelsa Hija de Sión, después
de la larga espera de la promesa, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo
plan de salvación".
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