Libro VII

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   Habían pasado varios días desde su partida, cuando Gawan vio en una colina cómo desfilaban guerreros tras muchos estandartes, con gran pompa. Todos los de este ejército le eran desconocidos; así es que preguntó a un escudero el motivo por el cual se habían reunido. El escudero le contó la siguiente historia: Antes de morir, el rey Schaut le encargó la crianza de su hijo Meljanz a su hombre de más confianza, el príncipe Lippaut; el cual llevó a Meljanz a vivir con su propia familia y allí lo educó. El joven rey se enamoró de Obie, la hija mayor de su instructor; y le pidió a ésta servirla por amor. Pero ella fue demasiado orgullosa; "con frecuencia olvidaba sus modales femeninos y su recato se entretejía con la cólera"; y se negó terminantemente, además de burlarse de Meljanz, a pesar de que también lo amaba. Por eso él, enfurecido, se vengó juntando a su ejército de Liz; y el Gors, que pertenecía a su tío, el cual era el que Gawan vio pasar. Meljanz pensaba en atacar a Lippaut, por considerarlo culpable por el comportamiento de su hija.

    Gawan se encaminó a la ciudad de Bearosche, allí fue bien recibido por los nobles y por el príncipe Lippaut, que le pidió insistentemente que le ayudara en el combate; pero Gawan se debatía dolorosamente ante la alternativa de sólo mirar el combate y no participar en él; o participar pero detenerse en exceso, perdiendo su fama por no luchar bien en el duelo al cual se dirigía. Pero la pequeña Obilot, de siete años de edad; que había estado observando al recién llegado por la ventana antes de ser traído al castillo; intercedió por su padre ante el caballero. Gawan se acordó del consejo que le dio Parzival, de confiar más en las mujeres que en Dios, por eso se puso al servicio de la pequeña; en ese combate ella sería la señora por la cual él llevaría las armas.

    En el campo de batalla resaltó el valeroso Gawan, a favor de Lippaut; y a favor de Meljanz, resaltó el Caballero Rojo, al cual, como nadie lo conocía, lo llamaron "El Sin Nombre". Parzival había encontrado a Meljanz tres días antes, y había decidido ayudarle. Causó estragos entre los contrarios, aunque no tuvo oportunidad de enfrentarse con su primo y amigo, el sobrino de Arturo. "Los nobles caballeros que allí perdieron la vida pagaron cara la cólera de Obie, pues su inexperta arrogancia puso en apuros a muchos".

Afortunadamente, Parzival y Gawan no tuvieron que enfrentarse en el campo de batalla.

    Por su parte, Gawan desafió a duelo a Meljanz, al que arrojó de su caballo por el aire de una lanzada; y como estaba ya herido y agotado, el joven rey se rindió ante Gawan. El Caballero Rojo, al enterarse de que el rey había sido hecho prisionero, habló con los nobles de éste, y "sólo les dejó regresar a la ciudad después de que le prestaran un inteligente juramento: les pidió que liberaran a Meljanz o que le consiguiesen el Grial. Pero no sabían decirle en modo alguno dónde estaba el Grial, sólo que cuidaba de él un rey que se llamaba Anfortas. Cuando le explicaron esto, el Caballero Rojo volvió a hablar: ‘Si no me cumplís este deseo, cabalgad hasta Pelrapeire, jurad a la reina vuestra rendición y decidle que el que luchó contra Kingrun y contra Clamide siente ahora nostalgia por el Grial y por su amor. En los dos pienso constantemente. Decidle que os he enviado yo. Héroes, que Dios os proteja’ ".

    Obilot le impuso a su prisionero, Meljanz, que tomara por esposa a su hermana Obie. Los jóvenes se reconciliaron y se celebró la boda.  La pareja de orgullosos jóvenes terminó reconciliándose.           

    Gawan pidió permiso para partir, y dejó el país con el agradecimiento de todos; y con provisiones para su largo viaje.

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