
Bitácora
Mi infancia son lejanos recuerdos del barrio de Villa Pueyrredón, en
Buenos Aires. Veo aún la carreta con canastos de mimbre, sillas, plumeros,
trastos de todo tipo. Veo los caballos abonando el pavimento, los adoquines
enloquecidos de sol, la fina hierba creciendo entre las piedras. Terrenos baldíos,
como el ocio, enmascarados por el pequeño trajín público,
los pocos vecinos, el olor de la noche con grillos y luciérnagas.
Parece mentira, pero esto sucedía en la ciudad hace cincuenta años.
Ahora el paisaje es más vertiginoso: el elástico neumático
ha reemplazado a la rígida rueda de madera; la fibra óptica cruza
a latigazos el cielo ciudadano, las autopistas elevan su sordera sobre el bullicio.
En estos años he vivido. He visto el desembarco del hombre en la luna
cuando era un adolescente que recién se iniciaba en los misterios del
lenguaje, y en otros misterios no menos lingüísticos. Pero también
desembarqué en la tierra cuando descubrí el marxismo y vi en Trotski
al heredero de esa maravillosa teoría de la liberación, de esa
verdadera encarnación de la historia humana. Desde ese momento he luchado
por eliminar la explotación del hombre por el hombre.
Mi infancia literaria data de esa época, y se completa con la edición
de varios libros -quizá demasiados, diría Borges-: Quítame
estas cruces, de 1982; Tiendas de campaña, de 1985; Puerto depuesto y
Dos épicas (éste junto con Alberto Muñoz), ambos de 1987;
Mujeres, de 1990; Misa negra (una obra teatral escrita con Alberto Muñoz),
de 1992, Poema del amor triste, de 2001; Poemas sin libro, de 2002 (Primer Premio
de Poesía del Fondo Nacional de las Artes); Muro con lagartos, de 2004;
y la segunda edición de Mujeres, corregida y aumentada, de 2005; estos
últimos cuatro en Ediciones en Danza, el sello de poesía que dirijo
junto a Javier Cófreces y Alberto Muñoz.
Incursioné también en la canción: integro un dúo
con mi hermano Raúl, un gran compositor. Juntos hemos dado a luz un disco
compacto titulado A boca de jarro, con canciones de nuestra autoría,
y comenzaremos a grabar otro, Irala, sueño de amor y de conquista, que
cuenta la conquista española en América como una gran metáfora
de la conquista en general: de tierras y de poder, pero también la amorosa.
La actividad política y gremial sigue siendo una de las tareas que más
me ocupa: soy miembro de la agrupación LuchArte (artistas y trabajadores
de la cultura en el Polo Obrero) y de la Comisión Directiva de la Sociedad
de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA).
Éstos son, creo, mis hechos fundadores. Sobre ellos se basa mi obra.
Pero mi vida no sería lo que es sin la presencia de mis hijos: Ana, Gabriel
y Rafael. Ellos son la obra que se hace a sí misma y constantemente me
recrea.



