3.- Tampoco existió ninguna conspiración derechista dirigida por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) o por el Buró Federal de Investigación (FBI). Como dolosamente "denunciaron los teóricos y dirigentes de agrupaciones de la supuesta "izquierda" mexicana, quienes así pretendieron justificar su apoyo al Poder Público, del cual dependen en lo económico.
Si estas personas creyeron que con afirmar lo anterior podían seguir engañando con su "progresismo" e "izquierdismo", se equivocaron. Porque lo único que salió a relucir fue el hecho de que, una vez más, actuaron de común acuerdo con las autoridades responsables de los sucesos para intentar crear un grado todavía mayor de confusión.
4.- SI HUBO MUERTOS. Entro otros, porque todavía no hemos podido establecer con exactitud el número de los jóvenes caídos, figuran los siguientes: José Richard Fuentes, estudiante preparatoriano, de 17 años de edad (su hermano ha desaparecido); Federico de la O. García, Arturo Quiróz y Pedro Colín Morín, alumnos los dos últimos del primer año en el Instituto Politécnico Nacional; la joven de nombre María Elena, de la Universidad de La Salle, que falleció en la clínica 10 del Seguro Social, donde, por razones obvias, se niega su ingreso; el señor Samuel Fuentes, quien, al enterarse de que su hijo Héctor había sido herido de gravedad por una bayoneta, sufrió un paro cardiaco.
Por otra parte, también han desaparecido los siguientes estudiantes: Francisco Morales Escorza y Victor Martinez Sánchez, politécnicos; y Enrique Rico, Juan Antonio Rodríguez y Francisco Tejada Arreola, preparatorianos.
No queremos concluir el editorial de este número extraordinario -por estar fuera de serie y por proporcionar los datos y noticias que otros callaron o, lo que es más grave todavía, tergiversaron-, sin recordar que la base de toda democracia, de la más elemental integridad humana, es poder enfrentarse a los hechos, después de conocerlos tal como sucedieron, y encontrar las soluciones precisas, soluciones dolorosas algunas veces, pero soluciones al fin.
Hace pocos meses, a ocho columnas, se habló de la libertad de expresión de que goza la prensa de México, libertad que está fundamentalmente reñida con las componendas políticas, los subsidios y el plegarse a órdenes superiores cuando éstas lesionan el bien común en provecho de una minoría.
A escasa distancia de ese pregón, la totalidad de los estudiantes y una gran parte de la opinión pública han lanzado, una vez más, la acusación de PRENSA VENDIDA. Y el sanbenito, aunque trata de cubrirnos a todos por igual, hace rebelarnos a los que, aún quijotes soñadores, pensamos que todavía es posible una redención que necesariamente tenga como cimientos la verdad.
Nos acogemos, pues, a la libertad de expresión que hasta ahora ha servido como triste bandera de demagogia. Nos acogemos a ella y al bien intencionado juicio de la opinión pública. Finalmente, a la voluntad de los que puedan y quieran sentar el precedente de que en México las violaciones a la Constitución y los abusos de autoridad no deben ni pueden tener carta de ciudadanía.