Editorial | Panorama
Internacional Nº 7
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EL último cambio de década tuvo novedades históricas en el campo político. Se desintegró la URSS, comenzó como proceso público y abierto la restauración capitalista en los países del Este de Europa e Irak fue derrotado en la Guerra del Golfo por la Santa Alianza [1] del siglo XX.
Ante los cambios, el imperialismo dinamizó a sus escribas para pregonar una vez más ¡otra vez!, que el marxismo había muerto, que la clase obrera había desaparecido y la lucha de clases ya no tenía sentido.
Se había llegado a "El fin de la historia" y ya no era posible la lucha del proletariado por el poder, por el socialismo. Ahora se trataba de concertar, conciliar, integrarse a la "sociedad civil" y ayudar a mantener en pie la "sociedad perfecta": el capitalismo imperialista. Lo que se conoce como "opción estratégica por la democracia" popularizada por esa cueva de pequeños bandidos que es el Foro de San Pablo.
Las direcciones políticas y sindicales mayoritarias dentro de los trabajadores --socialdemócratas, stalinistas o guerrilleras--, en general le han hecho el juego a la campaña ideológica y sus políticas. Un ejemplo de como inoculan el veneno imperialista entre los trabajadores es el discurso de un dirigente sindical argentino, ayer progresista, que se justifica: "Se cayó el Muro de Berlín ... todas las guerrillas traicionaron ... lo único que queda es negociar para lograr mejores condiciones dentro de la democracia" (burguesa, por supuesto). Otro ejemplo ha sido la campaña "humanitaria" para colaborar en el desmembramiento imperialista de la ex-Yugoslavia.
En el presente, la campaña ideológica, lejos de haber amainado, se desarrolla vigorosa en sus tres ejes:
Sin dejar de reconocer que la desintegración de la URSS es una derrota para el movimiento revolucionario, de lo que se trata, es de establecer qué tipo de derrota es y que alcances tiene. Veámos en que se fundamentan los escribas imperiales para sostener que ésta fue la derrota definitiva del socialismo.
"¿El fin de la historia? ", era el título de la tesis que un tal Francis Fukuyama planteaba de forma muy literal. Comenzaba diciendo que " ha sucedido algo fundamental en la historia mundial " y que los hechos en la Unión Soviética y Europa oriental, así como la difusión de la cultura del consumo en gran parte del mundo, señalaban " el triunfo de Occidente, del ideal occidental ".
Fukuyama se fundamentaba en Hegel:
"Para éste, las ideas se realizaban en el mundo material bajo la forma de hechos históricos. Afirmar entonces que la «historia» en el sentido hegeliano ha acabado equivale a decir que los conflictos ideológicos se han resuelto. La noción de que la historia puede llegar a un fin, sólo debe sorprender a quienes desconocen la tradición marxista-hegeliana. [3] La "historia", para Hegel, puede ser entendida en el sentido más restringido de la "historia de la ideología" o la historia del pensamiento sobre principios primordiales, que incluyen a los que gobiernan la organización política y social. Desde la perspectiva del idealismo hegeliano, el motor de la historia es la idea, es decir, la conciencia humana que se piensa a si misma y se transforma al final en autoconsciente. La idea no sólo se expresa en el discurso filosófico de los pensadores, sino que eventualmente cobra cuerpo en instituciones sociales y políticas concretas: para el joven Hegel, el estado napoleónico revolucionario, y para el viejo Hegel, la monarquía prusiana de la década de 1820 ."
Fukuyama obvia una definición básica, para comprender el conjunto de la obra de Hegel, específicamente sobre el concepto de la idea. Esta definición fue realizada, hace ya más de un siglo por F. Engels en su Anti-Dühring:
"Hegel era un idealista, es decir que para él los pensamientos de nuestra cabeza no eran reflejos más o menos abstractos de los objetos y procesos de la realidad, sino que, por el contrario, los objetos y sus desarrollos eran para Hegel, reflejos de una idea existente no se sabe donde, antes que existiese el mundo".
El pequeño olvido de Fukuyama es el de explicar que para Hegel, en última instancia, la idea como "conciencia humana que se piensa a si misma y se transforma al final en autoconsciente" sólo puede ser dios .
En ese primer artículo Fukuyama reconocía que, hasta el momento, esta " victoria del liberalismo se ha producido principalmente en el dominio de las ideas o de la conciencia y todavía se halla incompleta en el mundo real o material ." Su teoría, por el momento sólo era una expresión de deseos. Posteriormente, en otro artículo, refinó su argumentación reafirmando su tesis:
" El fin de la historia no significa el fin de los sucesos del mundo, sino de la evolución del pensamiento humano sobre principios primordiales. Para refutar mi hipótesis, entonces, no basta sugerir que el futuro nos tiene reservados grandes y trascendentales sucesos. Habría que demostrar que estos sucesos fueron impulsados por una idea sistemática de justicia política y social que pretende superar al liberalismo." [4]
Los muertos que vos matáis ... | ||
La impugnación del marxismo como
guía para la acción llega además a su impugnación
científica como método de análisis y de interpretación
de la realidad * . No nos detendremos en
la enunciación de argumentaciones porque exceden el objetivo de este
trabajo. Sólo queremos señalar unos pocos postulados marxistas
que se verifican en la cotidianidad. Cualquier lector atento de diarios
puede comprobar cómo los análisis e interpretaciones marxistas
de largo plazo incluyendo desarrollos de nuestro siglo como los de
Lenin se confirman uno tras otro:
Pero todas estas importantísimas afirmaciones empalidecen ante la proposición marxista central sobre el Estado como órgano de opresión de una clase sobre otra, en palabras de Marx, la Dictadura de la Burguesía. Cada vez aparece con mayor claridad esta función del Estado aún ante los ojos de los trabajadores con la política sistemática por la destrucción de las organizaciones de la clase obrera, en pos de sus planes económicos. |
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* "Todavía vivimos con las consecuencias del intento de Marx por rebatir a Hegel. El fracaso presente del comunismo nos obliga a preguntarnos si todo el experimento marxista no fue un rodeo de 150 años y si necesitamos reconsiderar la posibilidad de que Hegel haya tenido razón en realidad al ver el fin de la historia en los estados democráticos liberales de las revoluciones francesas y estadounidense". Fukuyama, obra citada . | ||
Esta " idea sistemática de justicia " es la conciencia de clase del proletariado, que en determinados momentos " impulsa " las revoluciones. El razonamiento es simple: con la caída de la URSS desapareció la idea, la conciencia de clase, que fue el motor de la historia como lucha de clases. Por lo tanto sólo es realizable la idea que queda en pie, el capitalismo.
Pero la argucia conceptual va aún más allá. Como la victoria "todavía se halla incompleta en el mundo real o material" quedan "diversasfuentes de rivalidad ideológica contra el liberalismo moderno: el mismo comunismo [5] , el fundamentalismo islámico, el nacionalismo y algunas nuevas ideologías de las cuales aún no somos conscientes" . Al dar por muerta la conciencia de clase se concluye que también desaparecen las clases. Como los trabajadores no siguen gritando ¡Revolución!... desaparecen .
Es una argumentación que, idealmente, se explica a sí misma: al no haber clases es imposible que se desarrolle nuevamente la conciencia de clase. Como los trabajadores ya no tienen conciencia de clase dejaron de ser trabajadores, ahora son consumidores, religiosos, parte de una etnia o cualquier otra cosa que, por lo tanto, impedirá que vuelva a surgir la conciencia de clase. Esto da por vencedor al capitalismo y es por lo tanto el fin de la historia . Así de simple ... el liberalismo Ha triunfado históricamente, por los siglos de los siglos. [6]
Para los materialistas la interpretación es científica y opuesta: no es la idea la que genera la conciencia, sino que son las condiciones de existencia las que generan la conciencia.
Hace ya 150 años Marx y Engels en el Manifiesto ese pequeño librito, que se hace cada vez más grande con el correr de los años explicaban como el proceso de la lucha de clases que genera la conciencia se apoya en un proceso objetivo:
"(...) la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo y reduce el salario, casi en todas partes, a un nivel igualmente bajo. Como resultado de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que ella ocasiona, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante y acelerado perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en situación cada vez más precaria; las colisiones individuales entre el obrero y el burgués adquieren más y más el carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para asegurarse los medios necesarios, en previsión de estos choques circunstanciales. Aquí y allá la lucha estalla en sublevación."A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros. Esta unión es favorecida por el crecimiento de los medios de comunicación creados por la gran industria y que ponen en contacto a los obreros de diferentes localidades. Y basta ese contacto para que las numerosas luchas locales, que en todas partes revisten el mismo carácter, se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas toda lucha de clases es una lucha política.
"Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido político, es sin cesar socavada por la competencia entre los propios obreros. Pero surge de nuevo, y siempre más fuerte, más firme, más potente.
"En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas maneras el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en lucha permanente: al principio, contra la aristocracia; después, contra aquellas fracciones de la misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarle así al movimiento político. De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación, es decir, armas contra ella misma. [7]
Es interesante también recordar los párrafos del prólogo de Marx en su Contribución a la crítica de la economía política, donde formula acabadamente las tesis fundamentales del materialismo, hecho extensivo a la sociedad humana y a su historia:
"En la producción social de su vida los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada etapa del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales." El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su conciencia"
La lucha de clases proviene de una conducta objetiva, la que está más allá de la voluntad individual, que es la que hace que millones se levanten todas las mañanas para trabajar para los capitalistas. Y son las conductas objetivas las que originan la conciencia. Queremos decir con esto que no existe ningún peligro de que desaparezca la conciencia de clase por la derrota en la URSS, con su explotación el capitalismo se encarga de generar conciencia de clase cotidianamente. Este es el sentido que tiene la frase de Marx que dice que el capitalismo se encarga de crear a su propio sepulturero.
Muerto el proletariado... busquemos otros enemigos |
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Al dar por muerto y sepultado al proletariado
como clase revolucionaria, de lo que se trata es de encontrar otros enemigos
que justifiquen la represión y la intervención militar.
Expresión de esta campaña es el reciente libro de Samuel P. Huntington, de elevada figuración en la pirámide de poder yanqui, con su libro La guerra de las civilizaciones, en el cual la discusión es si las etnias son más peligrosas que las religiones. Tan extensa es esta campaña que, por ejemplo uno de sus economistas orgánicos, Lester Thurow, del Instituto Tecnológico de Massachusetts le dedica un capítulo en su libro El Futuro del Capitalismo. Demás está decir que estos y otros ensayos motorizan un impresionante despliegue en los medios masivos de comunicación y alinean a la "inteligencia" de los institutos que ellos apoyan. Por ejemplo cualquier lector de diarios recordará como la guerra en Ruanda fue presentada como un simple enfrentamiento entre etnias, los tutsis y los hutus, se pelean porque son "diferentes" y "salvajes". * Debe encontrarse un enemigo, pero no de significación universal, que sea funcional a la Santa Alianza del siglo XX. Esta nueva falsa conciencia, en términos marxistas, no es casual ni una equivocación: es instrumental para una política. Por un lado desarmar sobre la continuidad de la única lucha superadora del capitalismo imperialista que es la de clases. Por otra parte justificar las represiones e intervenciones militares bajo la bandera de la paz (de los cementerios imperialistas) como en Ruanda, de la democracia (para los capitalistas) como en Albania y la ex-Yugoslavia y la libertad (de empresa, explotación y saqueo) como en la ex-URSS y el Este. Como la Santa Alianza del siglo pasado hoy se constituye un frente común contrarrevolucionario, con grietas en la aplicación pero sólido en su ideología. |
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* Ver Panorama Internacional Nº 1 | ||
" En una etapa dada de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas de ellas. Y comienza así una época de revolución social. Con el cambio de la base económica, se trasforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se analizan esas transformaciones, es preciso distinguir siempre entre la transformación material de las condiciones económicas de producción, que puede ser determinada con la precisión de las ciencias naturales, y la jurídica, política, religiosa, estética o filosófica; en resumen, de las formas ideológicas en las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo."Así como no podemos juzgar a un individuo por lo que piensa de sí mismo, tampoco podemos juzgar estas épocas de transformación por su propia conciencia. Por el contrario, esta conciencia debe ser explicada por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción ". [8]
En primer lugar es un hecho que las fuerzas productivas han cesado de crecer y que el capitalismo imperialista no deja de reproducir miserias para la humanidad y analistas de variada especie, desde Lester Thurow del Instituto Tecnológico de Massachusetts hasta el intelectual marxista James Petras, reconocen que la humanidad está llegando al crecimiento cero. En palabras de León Trotsky las condiciones revolucionarias están más que maduras.
Las revoluciones entonces surgen cuando sus profundas necesidades objetivas se tornan para el movimiento de masas en una situación intolerable. Pero en relación a esta situación objetiva que lleva a la revolución , el nivel de conciencia de las masas y el de sus direcciones sigue siendo atrasado, volvemos al ejemplo a la revolución rusa de febrero de 1917. A pesar de este atraso, las revoluciones se producen. Esto tiene que ver con que el proletariado, a diferencia de la burguesía bajo el feudalismo no puede madurar su conciencia en las condiciones del capitalismo; éste no es un proceso evolutivo sino revolucionario. La adquiere como clase dominada mientras lucha contra otra clase por el poder.
Como en Ecuador y en Albania, mal que les pese a los fukuyamas de distintas especies, las revoluciones se siguen y seguirán produciendo. Es un proceso objetivo, que va más allá de hasta dónde avancen y de qué organizaciones generen, como consecuencia a su vez del avance en la conciencia producido por esas mismas revoluciones y otras luchas de clase. No es casualidad tampoco que en luchas parciales, como en Honduras, en la rebelión popular en El Paraíso, o en Argentina, en Cutral-Có [9] , las masas en lucha retoman los mismos métodos que surgieron de la Comuna de París en 1871 y a partir de ella, en mayor menor medida, en todo proceso revolucionario.
Los avances en la conciencia no provienen entonces del avance de la idea, sino de la propia lucha de clases, y de las rupturas en las condiciones de existencia. Quien tendría que demostrar que la lucha de clases no se sigue produciendo día tras día, como un proceso que genera conciencia y revoluciones al igual que en toda la historia de la humanidad, son los fukuyamas.
Como verdad histórico-filosófica el planteo de Fukuyama tiene tanta certeza como el de Hegel cuando pensaba que la monarquía prusiana de la década de 1820, en pleno apogeo de la Santa Alianza , era el fin de la historia. No está demás recordar que ya para 1830 volvía a caer la monarquía en Francia, esta vez definitivamente. La restauración monárquica sólo había sido un interregno, en su agonía definitiva.
Los socialistas revolucionarios nunca hemos negado la posibilidad de llegar a grados de barbarie ante una serie de derrotas seculares del proletariado, pero aceptar el fin de la historia por el argumento de la idea , equivaldría a esperar que baje danzando de los cielos una ronda de ángeles.
En segundo lugar la historia de las revoluciones, demuestra que la existencia de un partido revolucionario no es condición indispensable para que estallen las revoluciones . Tal es el caso, tomado como clásico, de la revolución rusa de febrero de 1917 donde la revolución no es hecha por el partido bolchevique y el gobierno lo toma la burguesía. ¡Más aún! ... existieron revoluciones que estabilizaron un régimen y lograron importantísimas conquistas, llegando a la expropiación de la burguesía, a pesar de sus direcciones contrarrevolucionarias.
¡Pare! ¡Pare! dirá un lector horrorizado ¿Cómo es eso de direcciones que hacen revoluciones pero son contrarrevolucionarias? Son direcciones contrarrevolucionarias porque al ser burocráticas y nacionalistas son, por un lado, enemigas del proceso de revolución socialista mundial, como Castro cuando le pidió a los sandinistas que no extendieran la revolución a toda Centroamérica y que no hicieran de Nicaragua "una nueva Cuba". Por otro, porque terminan frenando, congelando la revolución en su propio país y haciéndola retroceder hacia el capitalismo. Castrismo y sandinismo son ejemplos recientes y claros de este aparente contrasentido. Que se hayan visto obligadas por la presión del imperialismo y las situaciones objetivas a ir más lejos de lo que pensaban no les da títulos de revolucionarias.
Finalmente estamos en condiciones de contestar a los papagayos de los fukuyamas, como los que se amontonan a cotorrear en el Foro de Sao Pablo, sobre el tipo de derrota que sufrimos al comienzo de los '90.
En la URSS el proletariado mundial sufrió una importantísima derrota al perder las conquistas que se lograron con la revolución de octubre de 1917, como la expropiación de la burguesía. La contrarrevolución stalinista que comenzó en 1924 y que destruyó a la III Internacional, no pudo ser derrotada mediante una revolución política, por la que luchamos los trotskistas, que solucionara la crisis de dirección del proletariado en camino de la revolución socialista mundial, única forma de llegar al socialismo. La degeneración del partido bolchevique a manos de la canalla stalinista detuvo el proceso de revolución permanente y la Cuarta Internacional no pudo revertir ese curso, aunque pagara con la sangre de miles de mártires su lucha contra el stalinismo.
Pero esta derrota , que es nuestra derrota como parte de la clase obrera, no es la derrota de nuestro programa , del único programa posible hacia el socialismo, que es el de la Revolución Permanente para la revolución socialista mundial. La derrota en la URSS es la confirmación histórica de la descomunal traición del stalinismo y la derrota definitiva de su programa de "socialismo en un sólo país" y "coexistencia pacífica con el imperialismo".
Esta trágica derrota muestra además para qué sí, es imprescindible un partido revolucionario mundial. Las revoluciones, que se seguirán produciendo, no avanzarán en el sentido de la revolución socialista mundial si no es por la actividad consciente del partido revolucionario mundial, tal como Lenin y Trotsky demostraron al fundar la III Internacional, la misma que primero prostituyó y luego desarmó Stalin, y como demostró, por la negativa, la degeneración del partido bolchevique después de la muerte de Lenin y la derrota de la revolución europea.
Para los revolucionarios , a pesar de las derrotas, el fin de la historia -como sentido, no como terminación- es el socialismo y no la falsa democracia de la dictadura de la burguesía.
Mientras algunos siguen pregonando que bajará danzando una ronda de ángeles, desde el CITO seguimos preparándonos para las revoluciones que vendrán y que en su proceso permitirán el agrupamiento de los revolucionarios bajo las banderas de la Cuarta Internacional, la única bandera que representa el programa que conduce al socialismo.
[2] The National Interest, Núm. 18, invierno de 1989/90, revista yanqui de circulación restringida sobre su política exterior.
[3] Fukuyama contrabandea aquí el término "marxista", atribuyéndole un contenido contrapuesto, para Marx la historia es la historia de la lucha de clases y no "la historia de la ideología".
[4] Revista trimestral Facetas, editada por la USIA, número 89, marzo de 1990.
[5] Con este término alude a la burocracia rusa: "Soy el primero en admitir que los procesos que se están llevando a cabo en el mundo comunista son imperfectos y frágiles. Sería tonto afirmar que no puede producirse una regresión en cualquiera de los países que en la actualidad experimentan reformas. No obstante, me pregunto, si esa regresión podría traer otra vez y en su totalidad a la Unión Soviética que Occidente conoció y temió. Pues la amenaza soviética tradicional no sólo emanaba del poder militar y los recursos materiales de ese país, sino también del hecho de que pretendía encarnar una idea universalista que era hostil a nuestra forma de vida. Fue esta última la que impulsó a la Unión Soviética en sus vastas intervenciones en todo el mundo. Pero parece que es precisamente este sentido mesiánico el que presenta menores probabilidades de resurgir." Fukuyama, obra citada.
[6] Fukuyama, obra citada.
[7] C. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista .
[8] Parafraseando a Marx podríamos decir que, si bien no podemos explicar el momento histórico actual por lo que piense Fukuyama como funcionario del Departamento de Estado yanqui, en cambio si podemos, explicar el pensamiento de los fukuyamas, por su ser social, como escribas imperiales.
[9] Al respecto consultar El Trabajador Centroamericano N°5, El ejemplo Grandioso de la Comuna de París , en el N° 6 Rebelión Popular en el Paraíso , y Lecciones del Neuquén , fascículo de Palabra Obrera.
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