Artículo publicados en el diario Síntesis por: Miguel Santiago Reyes Hernández Para
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Publicado en Síntesis el 10 de Abril del 2001 ¡AH, NUESTROS INTELECTUALES! Camilo Estrada Luviano Hace ya casi un siglo que sucesivas y constantes sublevaciones campesinas e indias culminaron en una gran guerra civil que actualmente conocemos como Revolución Mexicana. Por las características propias tanto de unos como de otros, estos actores fundamentales de esa guerra civil no podían llegar más allá de rebeliones aisladas. Los campesinos son productores realmente aislados que si satisfacen sus más ingentes necesidades no exigen más; esta misma característica la tienen los indígenas con el atenuante de que en ellos pervive aún su organización comunal que los mantiene cohesionados, que les garantiza un lugar predeterminado en su núcleo social y, a la vez, les da la oportunidad de llegar a ser importante dentro de ella porque tiene mecanismos que iguala a todos. Se asciende por servir a la comunidad y por llegar a viejos cuando, además de los servicios sociales, ha acumulado experiencia que lo hace un ser importante para el núcleo porque esa experiencia más las tradiciones deben ser transmitidas y salvaguardadas y los viejos son los más indicados para esto. Así el individuo se realiza tanto en lo personal como en lo social y la comunidad misma se garantiza el derecho de la perpetuación. Esto último no es privativo de nuestras comunidades indígenas, sino que es rasgo de toda organización socioeconómica que existe o haya existido sobre la tierra, incluyendo el capitalismo, que, de diferentes maneras, se garantizan a sí mismas tal derecho porque el entretejido social da la certeza de que el bienestar será para todos; ninguna organización social busca el malestar de nadie, si éste se da, es porque la propiedad privada sobre los medios de producción, que aumenta siempre que cambia su forma, origina la desigualdad económica entre sus miembros ya que al aumentar la producción aumenta con ella el excedente económico que pertenece a los que poseen propiedad. Mas sin embargo, esta desigualdad puede no generar inconformidad siempre y cuando cada uno de los miembros de la formación socioeconómica acepte su lugar asignado por ella y para esto, simultáneamente con lo económico o como resultado de ello, se ha creado un complejo aparato que explique y convenza u obligue a todos y cada uno a aceptar los hechos y no protestar, mucho menos inconformarse. Esto es lo que explica que toda formación económicosocial, como sistema que es, tenga su propia mecánica que la mantiene estática como tal, pero la economía es dinámica, diríamos que por definición, entonces, en todo sistema siempre surgirán elementos que perturben esa idílica paz a menos que el crecimiento económico sea tan magro que ni siquiera dé oportunidad para que surjan esos elementos; esto significa que no habrá perturbación gracias a que se vive en la miseria, en donde las desigualdades, por relativamente monstruosas que sean no inducen a nadie a tratar de cambiar la trama social. Cuando mucho, si es que se puede, lo que sucede es la emigración de esos elementos inconformes. Tal es la explicación del por qué ni los esclavos ni los siervos hicieron su propia revolución y del por qué la comunidad subsiste solamente cuando vive en la miseria pues en cuanto empieza la diferenciación económica desaparecerá como tal, incluso muchos pueblos desaparecen para siempre, son las llamadas civilizaciones perdidas. Todo esto cambia, cuando se llega al capitalismo. Aquí todo es mercancía y la sociedad puede vivir como colectivo sólo si todos sus miembros pagan impuestos, de la forma y manera que sea, pero son ellos los que hacen posible el funcionamiento de ella. En estos primeros meses del siglo XXI cuando la cabeza del gobierno del país es un empresario, excelente servidor de empresarios mayores, se pretende gravar con el IVA los libros y nuestros intelectuales de inmediato se sienten llamados a una cruzada contra tal impuesto y no más. ¡Bendito sea Dios! Estos señores con estas protestas justifican que no protesten por lo que realmente es la causa de todo lo condenable. Pero esto también los encuera puesto que, en contra de su voluntad confesa, sale a relucir su repugnante ego porque están actuando como si fueran una clase social inconforme y defensora de lo más sagrado del pueblo: la inteligencia y su cultivo, cuando en realidad están defendiendo la ganancia de los empresarios libreros, sean vendedores o editores. El pueblo ni libros compra. ¿Con qué los va a comprar si lo que gana no le alcanza para comer "comida"? No sólo de libros vive el hombre. camiloel@minsky.eco.buap.mx |