Artículo publicados en el diario Síntesis por: Miguel Santiago Reyes Hernández Para
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Publicado en Síntesis el 8 de Marzo del 2001 ¡QUE DIOS NOS AMPARE! Camilo Estrada Luviano Adolfo Hitler, en su tiempo, utilizó magistralmente la exacerbación de los sentimientos que, por diferentes razones, relativamente unificaba a los alemanes para lanzarse a rescatar a los capitalistas de su país de la crisis por la que atravesaban. Y los rescató aun a costa de los de otros lares, porque jugó también magistralmente con los sentimientos anticomunistas de sus congéneres lo que, por lo menos, los neutralizaba y le daban margen de maniobra para expanderse que era lo necesitaba para superar las dificultades de sus amos, -los grandes capitales, no el pueblo alemán- y así tuvo el tiempo necesario para poderse enfrentar a aquéllos que lo podrían frenar. Por otro lado, con Stalin firmó un tratado de no agresión, tratado que no dudó ni un segundo en violarlo cuando lo consideró conveniente para él. Así, con todas estas maniobras tenía todos los hilos en sus manos y podría manejarlos a su antojo para conseguir lo que se proponía. Al pueblo alemán, por lo menos a la mayoría, le proponía reivindicarse de la humillación que le habían infligido con el Tratado de Versalles; a los demás países capitalistas les juraba que el objetivo de su vida era acabar con el bolchevismo y con éstos firmaba un tratado de no agresión. Jugadas maestras para tener manos libres. Al final del juego de Hitler el mundo se encontró con más de cincuenta millones de humanos menos sobre la faz de la tierra, amén de toda una crisis existencial de la que los europeos todavía no se reponen completamente. Ahora, un émulo de tan siniestro personaje, también teje su madeja y trata de atar sus cabos para lograr lo que pretende. Con la ayuda de las dos empresas televisoras de alcance nacional se afana en embarcar a todos los mexicanos en la lucha por la paz y ha logrado embaucar a una gran cantidad de ellos; quizá no la mayoría pero sí gran cantidad de la población urbana que por la miseria por la que atraviesa el país no tiene otra distracción posible anda entretenida con que debemos lograr la paz. Pero aquí cabe preguntar la paz de quién con quién, pues, dicen, de los mexicanos con los zapatistas, con el EZLN, como si los zapatistas no fueran mexicanos o como si ellos fueran los que estuvieran matando a otros mexicanos cuando, si contamos las víctimas, la casi totalidad de ellas está en las filas de los indígenas que se atrevieron a decir ¡YA BASTA! Ahora este émulo de Hitler, a través del dizque renegado de la izquierda, su canciller, predica por todo el mundo que el gobierno mexicano ya, al haber derrotado al PRI, está transitando hacia la democracia, como si hubiera un estado de transición a la democracia. Se es o no se es demócrata, pero no se puede estar en la transición porque eso sería decir que somos medio democráticos y medio no democráticos. ¿Qué diría un padre de familia si su hija le comunicara que está medio embarazada? (Además, hay que ser justos y aclarar que el canciller de Fox y Quesada nunca ha sido de izquierda. Otra cosa que él mismo se haya llamado así. No es el único que sigue las modas). Pero no nos iban a dejar sin el último ingrediente: hay un comisionado para la paz, nada menos que el, hoy ya anciano, que en l988 empezó las transas con Carlos Salinas de Gortari dándole la oportunidad de que se legitimara en los hechos y para esto, claro que había que darle el voto de su partido en la calificación de las elecciones para que fuera legal por lo menos. Con él tiene el EZLN que negociar. Pero no hay que olvidar que, como lo dijo el subcomandante Marcos: cuando la repugnante masacre de Acteal, el 22 de diciembre de l997, los zapatistas acababan de firmar la paz con los paramilitares. Muchas semejanzas para que sean mera casualidad, pero la historia no se repite. Cuando se hace una segunda edición de la historia ésta resulta comedia que para nosotros puede ser tragedia. La paz no se va alcanzar mientras existan tantísimos mexicanos que tienen que decidir qué sale más barato: comprar los medicamentos o el féretro y existan poquísimos, pero realmente poquísimos mexicanos que sin ningún menoscabo de su patrimonio puedan tranquilamente regalar diez millones de pesos como Carlos Slim. camiloel@minsky.eco.buap.mx
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