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Como resultado de
sus efectos económicos, la carrera de armamentos contribuye a mantener
y aumentar las diferencias entre los países desarrollados y en desarrollo,
y las desigualdades dentro de cada uno de ellos, y obstaculiza la cooperación
entre los estados, el progreso socioeconómico en general y el fomento
de un nuevo orden económico internacional. También, están
las repercusiones de la carrera de armamentos en la situación política
internacional. Los conflictos tienden a exacerbarse y las consideraciones
de seguridad terminan por desempeñar un papel prominente en la política
de los distintos países. Aún, debe señalarse el efecto
destructor de la carrera de armamentos en la base de la sociedad. Los temores
engendrados por la carrera de armamentos nucleares (y el potencialmente
terrorismo nuclear) y la aberración que representa el tener que
vivir con arsenales de armas nucleares suficientes para destruir varias
veces el planeta, siempre listos para su uso y sujetos a fallos humanos
o técnicos, produce en conjunto un sentimiento de impotencia entre
la sociedad civil. La carrera de armamentos no sólo entraña
grandes sacrificios económicos. También amenaza y pervierte
los procesos democráticos y debilita los procesos de evolución
social.
El derroche mundial de recursos
financieros, mano de obra, materias primas, conocimientos técnicos
y capacidad de investigación científica y desarrollo hacia
el sector armamentista es galopante. La tecnología militar ha creado
o perfeccionado medios
tales como el bombardeo de saturación, las armas incendiarias, químicas
y biológicas, los explosivos nucleares, los misiles de largo alcance,
las bombas teledirigidas...
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