Refugiados

 
Los refugiados son el recuerdo trágico de las guerras, la opresión, la "limpieza étnica" y la hambruna, que fuerzan a millones de personas al exilio y captan la atención internacional hacia conflictos olvidados o países aislados y poco conocidos. A finales del S.XX, se calculan unos 22 millones de refugiados en otros países distintos al suyo, a los que hay que sumar más de 25 millones de desplazados internos dentro de su propio país. Todos ellos padecen traumas físicos o mentales provocados por la huida o por las amargas experiencias vividas. 

En los campos de refugiados el agua potable es necesaria para beber, cocinar y lavar(-se). La construcción de letrinas, vertederos de basuras y la evacuación de aguas estancadas responden a una necesidad higiénica. El hacinamiento y las rudimentarias condiciones de vida imponen, pues, unas normas de higiene muy estrictas. La acumulación de construcciones precarias para cobijarse es lo primero que destaca en un campo de refugiados. Las condiciones climáticas agravan la situación. 

Cada refugiado debe tomar cada día una ración de comida de 2100 calorías que debe contener además 50 gr. de proteínas. Los alimentos no deben cocerse sin agua potable. La falta de alimentos provoca desnutrición, y las deficiencias vitamínicas favorecen la aparición de enfermedades. La desnutrición afecta sobre todo a la población infantil, y es la causa del aumento de la mortalidad y de la aparición de secuelas en el desarrollo físico y psíquico del ser humano. 

Hay que proteger a los refugiados -especialmente a los niños- vacun&aaacute;ndolos contra las enfermedades transmisibles y evitar los riesgos de contaminación. Cada año, millones de niños mueren de sarampión, difteria, tosferina, tétanos, poliomielitis y tuberculosis. Para todo el mundo, enfermedades cotidianas son el paludismo, las infecciones respiratorias debido a la desnutrición y las enfermedades diarreicas a causa del agua de baja calidad. El cólera constituye una causa de muerte importante. 

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