A veces, cuando leo lo que escribí, exclamo: "¡Genial!", o "¡Soy un genio!". En el primer caso, es admiración hacia mi obra; en el segundo, a mí mismo. No seré humilde, pero soy sincero conmigo mismo. Elogiarme, no viene mal de vez en cuando. Y cuando veo que soy capaz de genialidades, y a veces me siento un genio, tampoco me olvido de mis mediocridades. Y tengo en cuenta que todo genio de la historia ha sido mediocre en otras cosas, en las que no se destacó, o en las que hasta llegó a destacarse por su mediocridad.
    Cuando leo alguna reflexión de la que fui capaz en un momento de inspiración o de genialidad, a veces me sorprendo de mí mismo. Como si la genialidad escrita no me perteneciera; como si el pensamiento no fuera una elaboración de mi mente, sino un descubrimiento: algo preexistente a mi acto intelectivo, y que mi mente no hizo más que descubrir y darle una forma mediante el lenguaje.

    En esta subsección, veremos algunas de esas reflexiones.

    Einstein dijo que "la imaginación es más importante que el conocimiento". Hay una mediocre tendencia filosófica a poner una determinada cosa por sobre la otra, lo cual se advierte en este caso. Por más imaginación que se tenga, sin conocimiento, la ignorancia no puede quedar resuelta. Y por más conocimiento que se tenga, sin imaginación, no se lo podrá emplear en alternativas nuevas o en lo desconocido. Por lo tanto, nada es más importante que nada. Todo tiene su importancia. Aunque mentes como la de Einstein parecieran no ser capaces de cometer semejante error conceptual. El cual no fue el único, ni el más grave, considerando su falta de imaginación y de conocimiento acerca de física cuántica y de velocidades hiperlumínicas.

    "Abajo Einstein, la imaginación y el conocimiento al poder"    (propuesta de frase para graffiti o pancarta callejera)

    Cuando algo fuera de lo cósmicamente "normal" pasó en este mundo, seguramente las fuerzas que ejercieron el control aquí desde entonces, se encargaron de elaborar la "historia oficial" que la humanidad debía recibir como conocimiento y como doctrina. Porque como a la historia la escriben los que ganan, no es de suponerse que las fuerzas del Bien -es decir, las que perdieron aquí contra las del Mal- hayan sido las que elaboraron todo lo escrito que es tenido como verdad por las diversas religiones.
    Seguramente debe haber otras historias escritas, que de algún modo hayan sobrevivido al control impuesto por las fuerzas involutivas que gobiernan el mundo. Historias que las hogueras no hayan logrado hacer desaparecer, porque siempre hubo quienes las ocultaron, las aprendieron y las transmitieron. Historias que dicen lo que verdaderamente sucedió, y que desenmascaran lo que continúa sucediendo engañosamente, al amparo de los poderes cósmicos retrógrados que dirigen la humanidad.
    Por una simple cuestión de lógica, si hay una verdad, no debe estar en donde siempre se dijo, sino donde más inadvertida pasa para el común de la gente.

    Si un contacto extraterrestre masivo provocaría muertes por infarto, la tasa de mortalidad por hambre, enfermedades, guerras y demás productos de los desórdenes e irresponsabilidades sociales, seguirá siendo, si de arriba no vienen a poner fin a todas estas injusticias, mucho más alta que la tasa de infartados por el miedo que las naves y sus tripulantes produzcan. De donde puede deducirse que abandonar a su suerte a la humanidad, bajo el pretexto de que no vienen para no generar pánico, es una forma encubierta de complicidad para que el mundo siga como está. De lo cual se deduce, a su vez, qué clase de seres son los que pretenden que el mundo siga siendo mundo, y no lo que por Justicia y Orden Cósmico habría sido si hubiera estado bajo el control e intervención de seres que, verdaderamente, representaran a la Luz y el Amor, con hechos, y no con palabras bonitas como las de los habituales transmisores de mensajes cósmicos. 

    "Una mentira es tanto más creíble cuanto más grande es", decía Goebbels, Ministro de Propaganda del Tercer Reich. A partir de lo cual, puede deducirse que cuanto menos gente crea en algo, más probabilidades tiene ello de ser verdadero. Y considerando este postulado, cuanta más gente crea en algo, más dudoso de ser verdadero debería parecer eso. Por lo cual,  toda tentativa de revelación de verdades, cualesquiera fuesen, deberá partir del principio de que serán poco creíbles y de que será una minoría de gente la que creerá en ellas. Donde haya multitudes detrás de una "verdad", estará el indicador de la mentira; donde haya unos pocos participando de lo que la mayoría considera mentira, está la posibilidad de una verdad. 

    La búsqueda de "la verdad" debe ser efectuada invirtiendo los conceptos y principios que han sido tradicionalmente establecidos como verdaderos:
    Si el mundo se considera obra de Dios, no lo es.
    Si Dios es considerado como capaz de crear mundos así de imperfectos, es incapaz de hacerlo.
    Si se cree que Dios está presente, es porque está ausente.
    Si se lo cree omnipresente, es limitado en espacio y tiempo.
    Si se lo cree omnipotente, es limitado en poder.
    Si se dice que nos creó por gracia, nos creó por necesidad suya.
    Si se cree que es un ser completo, es incompleto y evoluciona.
    Si se cree que por sí solo se basta, está secundado en su obra.
    Si se cree que es omnisciente, no todo lo sabe ni lo ve.

    Suele ocurrir que las respuestas lleguen antes de forrmularse interrogantes; que el conocimiento se reciba sin antes haber ido en su busca; que sin interés, preparación o mérito para encontrarse con algo que debería premiar un esfuerzo previo, y no llegar como de regalo, se acceda fácilmente a ello por circunstancias fortuitas. Es entonces cuando lo encontrado podrá no servir para nada, o podrá ser útil si se empezara a hacer un esfuerzo por comprender su significado e importancia.

    Una de las más astutas estrategias empleadas por las fuerzas negativas, para que la gente no descubra la verdad y no desenmascare la mentira, es aquello de que "la verdad está dentro de uno". La verdad objetiva (la trascendente, y no la pseudoverdad subjetiva) está más allá del conocimiento empírico de muchos de los seres que pueblan este mundo. Muchos no proceden de mundos en los cuales haya existido esa "verdad" que ahora llevarían dentro como conocimiento vivenciado. Proceden, en cambio, de mundos en los que aquello que entienden por evolución cumplida y verdad aprendida, no fueron otra cosa que engaños de los que fueron víctimas. Nunca supieron cuál es la verdadera forma de evolución. Nunca supieron que hay una verdad que no es aquello -falso- que entienden como verdadero. Nunca incorporaron a su interior la verdad legítima. Lo que tienen en su interior es un aprendizaje mal hecho, un engaño del que no han tomado conciencia, porque la verdad no les llegó todavía desde afuera para iluminarlos.
    Los que manejan al mundo con sus sistemas de creencias, saben perfectamente que la continuidad del engaño depende de que la verdad trascendente no descienda a iluminar a los seres, y de que ellos no asciendan a esa verdad mediante una búsqueda hacia afuera. Afuera hay información que ha sido suministrada por iluminados, pensadores, que han recibido alguna transmisión cósmica, o que han intuido, o que en otras vidas han conocido cómo es que funciona un mundo en el cual exista la verdad. Buscar la verdad hacia afuera de uno mismo, puede conducir a los seres a esa información, al esclarecimiento, a un camino verdadero hacia el conocimiento de lo trascendente. Por eso los controladores del mundo, a través de sus representantes instalados en los sistemas doctrinarios, tratan de que esa búsqueda de la verdad sea desviada hacia la "búsqueda interior", de manera que cada uno crea que tiene dentro de sí el poder absoluto, la omnipotencia de la sabiduría cósmica guardada, la verdad que se busca, la solución de todo interrogante. La estrategia es muy efectiva: deriva en un cierto grado de desmotivación para indagar en otras fuentes (pues uno es su propia fuente de alimentación y de sabiduría), y en un alto grado de autosuficiencia por la cual se pierde la humildad de admitir el famoso "sólo sé que no sé nada", reemplazándolo por el creerse juez de la verdad, negándola cuando ésta se le presenta en el camino, diciéndole al iluminado que la esté pregonando: "eso para mí no es la verdad". Así actúa frente al que investigó, el que reflexionó, el que intuyó, el que recibió una revelación de fuente cósmica, o que por sí mismo experimentó en otra vida lo que es un mundo donde reine la verdad. Así actúa frente al que sabe, aquél que no sabe nada y que se cree que tiene sabiduría, porque se le dijo que ella está en su interior. Y sin necesidad de autocrítica para advertir sus propias limitaciones, y de investigación y búsqueda en otras fuentes para quizá llegar a algo, a alguna aproximación a la verdad, esta clase de individuos eclipsados de nacimiento, creyéndose radiantes de claridad, pretenden hacerle sombra a todo aquél que verdaderamente brille.
    Así se cumple el propósito de que el engaño sea mantenido y que la verdad sea ignorada, menospreciada y despreciada. Con esa inteligente propuesta de hacerle creer a la gente demasiadas cosas sobre lo que, supuestamente, lleva dentro. Cuando, en realidad, quedó pendiente de ser incorporado mucho de verdadero, y en su lugar hay una sobrecarga de rellenos de falsedades. Con las cuales el buscador hacia adentro se mantendrá enredado.
    Mientras tanto, los mensajeros cósmicos que han traído las revelaciones capaces de liberar a los seres de la ignorancia, no le hacen creerse a nadie autosuficiente. El hecho de que hayan efectuado revelaciones, se debió, justamente, a que sin ellas nadie llegará por sí mismo a la verdad. No en este estado de engaño en el que todo transcurre. Distinto sería si por lo menos la gente tuviera un vacío total de información, y pudiera empezar desde cero a evaluar qué es verdadero y qué es falso. Pero el exceso de información falsa que se tiene por verdadera, hace que, sólo con la revelación de la legítima verdad, la mente pueda deshacerse de falsos conceptos para dar lugar a los verdaderos. 

    Todo dogma y todo razonamiento filosófico que sostengan como divina y elogiable la obra que ha sido este mundo, proyectarán la falsedad del creador que lo concibió. Y todo juicio que califique a este mundo y a su creador como opuestos al Orden Universal, ayudará a que haya quienes puedan vivir libres del engaño, ajenos a las masas rebañizadas, y sin complicidad con el hacedor de esta clase de mundos. Al cual se le opondrá la debida resistencia, objetándole su obra, en lugar de elogiársela como lo hacen las masas adoctrinadas por él. Pues como dijo Cioran: "Des-hacer, des-crear, es la única tarea que el hombre puede asignarse si aspira, como todo lo indica, a distinguirse del Creador". Y aquí lo que habría que des-hacer, des-crear, es el imperio de la falsedad doctrinaria con la que el hacedor del mundo mantiene su dominio sobre las mentes.
    Para desarticularle sus argumentos dogmáticos, el sentido crítico nos libera de la obediencia y nos sitúa como jueces de tal creador y de su malograda obra (bien lograda para el mal, en realidad). Y allí, comenzando a desmontarle pieza por pieza su castillo de falsedades, desenmascarar su mentira mostrándola al desnudo, y revelar las verdades que este creador farsante ha ocultado. He ahí la des-creación de lo que ha creado para manejar las mentes; he ahí la creación que está en nuestras manos operar. Porque para ser creadores, verdaderamente creadores, es necesario que nos distingamos de quien, dentro de su plan del mundo, ideó los mal llamados sistemas de "pensamiento" que no dejan pensar: las creencias. Y para distinguirnos de él y de sus propósitos, debemos descreer de sus dogmas, refutarlo, cuestionarlo, para no ser continuadores de su creación, y para que nuestras creaciones no sean indistinguibles de la suya. 

    Cuando el Creador advirtió que su obra era ingobernable, en lugar de deshacerla, reabsorbiendo toda la energía expandida en su malograda Creación, dejó que todo siguiera funcionando, expansivamente, incontrolablemente, sin posibilidad de un orden que asegurara que, ante situaciones catastróficas, se encontraran soluciones. El universo ha sido condenado al desastre desde el momento mismo de su concepción, desde que el Supremo Generador de toda la energía diversificada en seres vivientes espirituales, y toda la energía que iría a convertirse en materia, lanzó hacia el espacio, a la deriva de su propia suerte, una obra a la cual no había forma de darle un destino seguro.
En la inseguridad con que se vive, lejos de un Creador ausente de su desastrosa obra mal parida, el universo es fiel reflejo, imagen y semejanza de Alguien que nunca fue infalible, perfecto, omnipotente. Un universo abandonado a su suerte por un Creador que, si "existió siempre", siempre fue un Ser con mala suerte: cuando le salieron mal las cosas se dio cuenta de su imperfección, de su incapacidad de mantener el orden y la evolución. No era el genio infalible que tal vez creyó que era, cuando sus rayos de energía con que pretendió expandir vida por los espacios y dimensiones, se degradaron en una obra corrupta; corrupción ésta que era la propia corrupción del Creador esperando el momento de aflorar de la potencia al acto. Y al producirse los primeros conflictos cósmicos, que le hicieron darse cuenta de su propia negatividad guardada como potencialidad, dejó de gobernar un universo que era su imagen y semejanza; dejó de ser responsable de aquello que ya no tenía solución, porque el Creador asumió que él no tenía la solución para sí mismo. Desde que supo que el error se produjo en la obra, porque el artesano era el que estaba fallado, ya no tenía sentido un Universo gobernado por Él. Y desde entonces, el Universo, los millones de Universos, de dimensiones astrales, no tienen ese creador regulándolo todo, no tienen ese ordenador capaz de preservar el orden, porque esa capacidad ordenadora no existió nunca en realidad; el Creador asumió su incapacidad a partir del gran desastre cósmico que le ocurrió a su obra. Y desde entonces, Creador y Obra, están solos, cada uno en su conciencia de su imperfección, Creador Imperfecto, Obra Imperfecta. Sin que el Creador pueda solucionarle nada a la obra que viaja a la deriva; sin que la evolución y perfeccionamiento que la obra busca, le solucione al Creador su falla causante de todas las fallas del universo.

    Muchas veces me preguntan qué pienso o qué opino de determinada cosa acerca del universo o lo que pasó en el mundo, y contesto que no pienso nada; que "sé" que tal cosa es así o asá, y que por eso no hay nada que pensar u opinar. El pensamiento o la opinión deben ser para lo que no se sabe. Los contactados no piensan: retransmiten, porque "saben". Yo no "sé": a mí no me convenció ningún mensaje cósmico, no por completo, así que me han dado mucho a pensar. Mi pensamiento  procede de una gran ignorancia; realmente ignoro muchas de ciertas cosas que suelen darse por sabidas, y es sobre ellas sobre las que reflexiono en contradicción a lo que los demás no se cuestionan porque les parecen verdades inamovibles. Pero nuestra ignorancia nos lleva por el cauce de la reflexión, ésta nos conduce a la formulación del pensamiento u opinión en forma acabada, al grado de hipótesis o de tesis, y la ignorancia es reemplazada por una idea. Esa idea se puede convertir en un conocimiento legítimo, con validez. El no saber algo, condujo a un proceso reflexivo que ha llevado a saber cómo es ese algo, sin que a uno se lo diga nadie. Eso, considerando al hallazgo de la respuesta como un proceso intelectivo e intuitivo de producción de ideas, y no como un afloramiento de información guardada de la cual no se era consciente. Ambas cosas ocurren.
    Entonces, hay dos caminos para llegar a afirmar que uno no piensa u opina, porque sabe, y lo que se sabe no es opinable: el camino de recibir conocimiento preelaborado, tan irrefutable y no cuestionable como que 1+1 es 2, que no es necesario pensar nada al respecto, y el otro camino, el de la elaboración del conocimiento mediante el pensamiento.
    El problema de los sistemas educativos tradicionales es que en ellos abunda el conocimiento que no necesita del pensamiento, y escasean las incógnitas que exijan pensar. Es como si se quisiera que los alumnos piensen que para todo hay respuestas, y que esas respuestas no son diversas. Una sola verdad sobre Colón: benefactor de la humanidad; ladrón y criminal, no es una alternativa que se deba enseñar a los niños. Si en las escuelas estuvieran más equilibrados los dos caminos del conocimiento, habría más espíritu de investigación y estarían llenas las librerías y bibliotecas. Lo que está lleno son las disquerías y las discotecas; más llenas cuanto más en la periferia de las ciudades y de la cultura. 

    Es más creible lo que menos uno se empeña en hacer creer. Sobre todo con las típicas formas de decir las cosas, que suenan a una evidente finalidad de querer que la gente crea.
    Yo no estoy para buscar creyentes; sólo expongo argumentos para que la gente conozca cosas, piense y no tenga que creer en nada, porque se cree en lo que no se sabe ni se ha pensado; lo que se sabe porque se pensó sobre ello, se sabe y punto. No da lugar a creencia. Creer es ignorar y aceptar pasivamente sin verificación de lo que se cree, y eso hace utilizable al sujeto; saber es conocer luego de haber verificado reflexivamente y en casos intuitivamente lo que se conoce, y estar capacitado para utilizarlo. El que sabe, como ya cumplió con la fase del uso del pensamiento, que el creyente no empleó, ya no necesita pensar sobre el tema que conoce. Todo pensamiento cesará su proceso de indagación ante la llegada a un estado de sabiduría sobre un conocimiento. Por eso mi propósito es que la gente piense para que luego no piense sobre un determinado tema, pero que en el momento del cese del pensamiento, en lugar de ocurrir esto por haber caído en la creencia, sea por haber ascendido al saber. 

    Lo que en general se sabe sobre cangrejos, es que su tamaño puede rondar la medida de un pie, que pasan en el agua la mayor parte del tiempo y que se alimentan de animales acuáticos. Si yo dijera que un cangrejo puede medir casi un metro, pasar la mayor parte del tiempo subido en una palmera y alimentarse de cocos, ¿quién lo creería cierto, a no ser los científicos que los conocen o los pobladores de las islas donde habita esta rara especie de crustáceo? Ballenas blancas o bisontes blancos, son de fábulas o mitos, dirá la mayoría; pero se han dado. Y estando el mundo lleno de casos que rompen los moldes que se tienen por "única realidad", mejor que muchos no hablen de "únicas realidades" cuando traten sobre cosas de más allá de este mundo, porque unos cuántos "eruditos" terminarán pasando vergüenza. De hecho, debería para ellos ser avergonzante lo que suelen creer y afirmar sobre la "inexistencia" de cosas existentes, pero con total falta de vergüenza persisten en la negación de lo evidente. Porque ser verdaderos sinvergüenzas como demuestran serlo, requiere un alto grado de voluntaria ceguera a la diversidad inabarcable de realidades desconocidas, pretendiendo reducirlas a la inexistencia bajo el imperio de las pocas realidades conocidas para ellos. Un imperio que (a no ser en sus mentes, en las de sus ingenuos creyentes, y en las de los maliciosos ocultadores que saben perfectamente que existe lo que niegan) no tiene corona alguna en el mundo: las encuestas OVNI con 80% de creyentes así lo demuestra.

    Los que somos pocos quisiéramos ser muchos. Pero sabemos que, aunque lleguemos a ser muchos, seguiremos siendo pocos: una minoría, apenas decenas de millones en miles de millones.
 
 

    En una comunidad de mil habitantes, cientos de ellos son muy importantes. En una de diez mil, cientos de ellos son muy importantes. En una de cien mil, cientos de ellos son muy importantes. En una sociedad de uno o más millones de habitantes, casi todos, salvo cientos de ellos, son muy poco importantes.
    Para que la proporción de gente importante para una comunidad sea elevada, es preciso ser pocos. Comunidades pequeñas. Muchas. Y no pocas megalópolis reuniendo masas humanas.

    Niñez: cuidarse (hay peligros desconocidos).
    Adolescencia: arriesgarse (conocer los peligros).
    Madurez: moderado. Los maduros no precisan correr riesgos: deben evitarlos, pero si vienen, aceptarlos.
    Vejez: cuidarse (los peligros son mayores y nuevos, el físico es distinto).

    Éramos niños en el cosmos. Nos precipitaron a una adolescencia planetaria no deseada, queriendo convertirnos en adultos interestelares, para al final convertirnos en unos Sabios Galácticos (viejos chotos o decrépitos), que agarraran chicos como el "viejo de la bolsa" y los lanzaran a sufrir sobre planetas.

    Si esta vida parece una condena, ¿qué siente el voluntario en la trinchera donde se metió porque quiso y no porque lo hayan mandado? Tomar esta vida como un combate elegido, quita el peso de la supuesta imposición hecha cuando se nos destinó aquí. Aunque tal mandato hubiera existido, el solo hecho de no suicidarse y querer seguir estando, es una elección combativa, es convertirse en voluntario y estar en el frente de lucha. Y eso tiene que suponer el reemplazo de la lamentación por la acción positiva.

    ¿Que cómo pudieron ser creadas las bellezas del mundo, si esto fue hecho con fines perversos? Es que la vida se expresa en su estética intrínseca, la energía se materializa en las formas y estructuras geométricas cristalinas y celulares, configurándose lo que consideramos como bello. No hay forma de que en la creación de mundos de baja vibración, dolor y corrupción, se evite la belleza, porque ella aflora por naturaleza, y contra esa naturaleza tendiente a la armonía de las formas, no se puede ir.
    Tampoco es necesario, dentro del plan de corrupción, suprimir las bellezas de un planeta: ellas no podrán evitar que el plan se cumpla. Porque las mentes que vivirán rodeadas de belleza, serán fácilmente corruptibles para que, en vez de impregnarse de lo bello, lo ignoren, lo destruyan, y generen desorden, fealdad y antiestética. Pues la naturaleza de la energía tiene también su propia autonegación, y ella aflora al ser activada por las hostilidades a que una conciencia es sometida.
    En un mundo bello, hasta un bello animal puede ser hostil a otras especies, y he ahí que la belleza no lo sea todo para definir la esencia de un ser. Si ese ser, en las formas, ha desarrollado belleza, pero intrínsecamente está sometido a las leyes de la supervivencia, necesariamente deberá coexistir con el horror de tener que matar para subsisitir, y estar amenazado de sucumbir ante otras especies.
    La belleza expresa la tendencia de la vida, así como lo no bello expresa la tendencia a ejecutar los fines que conspiran contra la vida. Y ésa es la dualidad de esta clase de bellos y horrendos mundos. 

    Las guerras y demás problemas humanos son consecuencia de un mundo inestable, con especies vivientes hechas de una genética que las hizo alimentarse unas de otras, excepto las vegetales salvo las insectívoras. Todos somos, en potencia, comida de alguien; en última instancia, de los gusanos.
    Experimento fallido o maléfica intención bien lograda, la cosa es así, así funciona, así la dejan funcionar aunque ya han comprobado que esto es monstruoso, y bien: que les aproveche... Seguramente les servirá para evitar reproducir este diseño de hábitats y cuerpos de habitantes, desde la gaviota hasta la mínima especie unicelular. Porque si de bellas gaviotas se trata, no concibo una mediocridad tan grande en los creadores de mundos, para que no sean capaces de crear aves de energía pura, inmortales y no necesitadas de comerse vivo a un pez o picotearle el lomo a las ballenas francas australes lastimándolas como en la Península Valdez. "La Gran Gaviota" y su "Idea de Gaviotas Superiores" aquí tan sólo se ha manifestado en estado de bosquejo, pero con un sombreado con toques desagradables. Si esto es para nosotros "belleza", ¿qué diríamos de ella ante una belleza pura, sin estas manchas que han hecho de la gaviota un agente de agresión para otras especies? La gaviota "ideal" es bien posible de ser creada en mundos de luz pura, donde la belleza no tenga sus contrastes.
 

    Para los grandes ojos de un niño, todo lo que mira es grande, escuché una vez; también leí que Chesterton dijo que "nunca será el mundo carente de maravillas, sino de personas incapaces de maravillarse"; o que el periodista debe tener capacidad de asombro. He visto personas haberse maravillado de asombro ante la geometría de los cristales de cuarzo, por ignorar que la naturaleza no necesitó del ingenio humano para idear primero ella, lo que el ser humano tan sólo imitó con sus máquinas de corte y pulimento. Dichas personas creían que era el humano el único capaz de darle formas geométricas a cristales; vaya uno a saber cómo pensarían que se los encuentra en la tierra, quizá amorfos. También he visto personas mirar con indiferencia las curiosas y bellas formaciones cristalinas de la naturaleza. Y uno llega a preguntarse dónde está la diferencia entre el admirador y el indiferente, entre quien puede asombrarse ante las cosas y quien no tiene esa capacidad. La diferencia en cuanto efecto, es que el que admira disfruta más que el indiferente; la diferencia en cuanto a causa, es que el que admira, valora porque lo maravilloso tiene una clave de acceso para saber apreciarlo: la conciencia. Quien no es conciente del valor de las cosas, pasará indiferente ante lo maravilloso, incluso destruyendo todo lo que pueda, desde esculturas en las plazas con un martillo, hasta el ecosistema con incendios, cacerías, desechos y todo lo que pueda para arruinar al planeta.
    No me parece maravilloso un mundo en que el pez grande se coma al pez chico, porque eso es reflejo de la nada maravillosa planificación cósmica que concibió la experiencia del dolor. Pero sí es maravilloso que la vida se abra paso ante la muerte en infinitas manifestaciones posibles, donde no falta la belleza de pétalos, plumajes, cantos, vuelos, danzas, juegos. Es lo maravilloso, no del mundo, sino en el mundo. Por natural que sea, por más que sea tan común y corriente que no nos sorprenda, debemos permitir que nos fascine al menos por unos momentos cada tanto. Si la admiración a las maravillas, tanto las naturales como las producidas por la humanidad, fuera un ejercicio constante, las diversas formas de destrucción de lo maravilloso no existirían. De lo cual puede deducirse que si más se destruye cuanto menos se admira, y que menos se admira cuanto menos se valora, siendo que menos se valora cuanto menos se conoce, porque lo que no se conoce no se puede amar, es la ignorancia el primer eslabón de la cadena destructiva. Para amar, valorar, apreciar, admirar, asombrarse, se requiere conocimiento. ¿Qué conoce la mayoría de la gente? ¿Qué es lo que más se le transmite por la televisión? Salvo los canales culturales de cable, la clase de admiración que más se promueve es hacia los productos mercantiles del sistema. Produciendo, en serie, personas incapaces de maravillarse ante las maravillas que hay en el mundo.

    El sistema informático de computadoras planetarias tiene claves de acceso a los archivos donde está guardado el secreto de los Programadores Cósmicos de mundos a los cuales manipulan. Estas claves son de difícil acceso para los hackers más novatos de la Red Cósmica de Libres Rebeldes. Ellos no conocen los diversos caminos por los cuales buscar las claves, y corren el riesgo de desviarse hacia las trampas que los Programadores Cósmicos han colocado para confundir a los buscadores del Gran Secreto. Por eso, es necesaria la solidaridad para con ellos, por parte de los más experimentados hackers que han dado con las claves de acceso a los archivos de Programas de Manipulación.
    Hay información introducida en la red por hackers que conocen el Gran Secreto de los Programadores Cósmicos. Esta información con las claves secretas ha permitido la preparación y el despliegue de hackers capacitados para desenmascarar la trama oculta de los Grandes Programadores de la Manipulación Cósmica. Las claves reveladas pasando de hacker en hacker, en la Red Mundial de Libres Rebeldes, permitirán el progresivo acceso a la información por parte de quienes no conocen dónde está, ni qué secretos contiene.