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EL ORNITORRINCO - Por Juan Ríos Cantú
Para uno nacer, dos tuvieron que hacerlo: el sexo. Y para renacer una y otra vez nos es otorgado el privilegio humano que es el sexo. Un acto vital, una experiencia que nos hace sentir vivos, una constante que constata la vida. Una gran necesidad de comprender el variado menú de posibilidades de lo íntimo, nos lleva a realizar un viaje desde el lugar donde nace el deseo: la mente humana; hasta el lugar donde reside: el alma. Pues el sexo es, también – siempre - una muestra de amor. O bien una representación de éste. Una ficción en la que el hombre cree, por un momento, que es capaz de poseer algo-alguien. El deseo que se convierte en realidad, ¿deja de ser deseo? ¿Realmente nos sigue importando el concepto de lo moral? En este confuso juego de deseos que es la vida, ¿hay amor más grande que el amor propio? Otra vez el sexo abriendo preguntas. (Si utilizas este texto, favor de citar el nombre del autor)
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